Investigación
https://doi.org/10.53897/RevPortes.2025.04.03

Corea del Norte: Escenarios prospectivos y su impacto en la estabilidad de Asia-Pacífico

North Korea: Prospective Scenarios and Their Impact on the Stability of Asia-Pacific

Roberto Celaya Figueroa1
Teodoro Rafael Wendlandt Amézaga2

Fecha de recepción: 23 de septiembre de 2024
Fecha de aprobación: 10 de enero de 2025

Resumen

La península coreana es central en los estudios geopolíticos contemporáneos por su relevancia estratégica y las tensiones persistentes desde su división tras la Segunda Guerra Mundial. Este estudio analiza tres escenarios prospectivos para el futuro de Corea del Norte: colapso y absorción, reunificación pacífica e intervención militar. Mediante un análisis prospectivo que combina la construcción de escenarios y el análisis de variables geopolíticas clave, se examina el impacto potencial de cada escenario en la estabilidad y el equilibrio de poder en Asia-Pacífico, considerando el papel de Estados Unidos, China, Japón y Rusia. El objetivo es explorar las implicaciones geopolíticas de estas dinámicas y contribuir al debate sobre este epicentro de tensión con potencial para afectar la seguridad y prosperidad regional en el mediano plazo.

Palabras clave: Corea del Norte, escenarios prospectivos, Asia-Pacífico

Abstract

The Korean peninsula is central to contemporary geopolitical studies due to its strategic relevance and the persistent tensions since its division after the Second World War. This study analyzes three prospective scenarios for the future of North Korea: collapse and absorption, peaceful reunification, and military intervention. Through a prospective analysis that combines scenario building and the examination of key geopolitical variables, the potential impact of each scenario on stability and the balance of power in the Asia-Pacific region is examined, considering the role of the United States, China, Japan, and Russia. The objective is to explore the geopolitical implications of these dynamics and contribute to the debate on this epicenter of tension with the potential to affect regional security and prosperity in the medium term.

Keywords: North Korea, prospective scenarios, Asia-Pacific

Introducción

En el ámbito de las relaciones internacionales contemporáneas, la península coreana ocupa un lugar central dentro de los estudios geopolíticos debido a su relevancia estratégica y a las tensiones persistentes que han caracterizado su historia desde su división en 1945 (Oberdorfer y Carlin, 2014). La geopolítica, definida como el análisis de la influencia de los factores geográficos en la política internacional (Cohen, 2015; Flint, 2022), provee el marco teórico para estudiar cómo elementos clave como la ubicación estratégica, los recursos, y la estructura política de los Estados pueden influir en las dinámicas de poder globales y regionales.

Desde su partición, la península coreana ha sido testigo de una de las divisiones más polarizadas y militarizadas del mundo (Kim, 1999). Corea del Norte, un Estado comunista bajo el control de una dinastía política, ha basado su legitimidad y su supervivencia en el desarrollo de capacidades militares, incluida su disuasión nuclear. En contraste, Corea del Sur, una democracia con una economía de mercado en constante crecimiento, se ha convertido en un aliado crucial para Occidente, particularmente para Estados Unidos, dentro del marco estratégico regional (Cha, 2013). Este antagonismo ha transformado la península coreana en un epicentro de tensión que involucra a actores internacionales clave como China, Japón, Rusia y Estados Unidos, cada uno con intereses geopolíticos específicos en la región (Oberdorfer y Carlin, 2014; Pollack y Lee, 1999).

El siglo XXI ha presenciado un aumento significativo en la importancia estratégica de la región Asia-Pacífico, debido en parte al ascenso de China como potencia global y a la respuesta de Estados Unidos con su política de “pivot to Asia”. La estabilidad de la península coreana se ha convertido en un factor determinante para el equilibrio de poder en la región. Los desarrollos recientes en las capacidades militares de Corea del Norte, combinados con su deterioro económico y el aislamiento internacional, presentan múltiples escenarios posibles que podrían alterar la estabilidad de la región. El programa nuclear norcoreano, junto con las tensiones con sus vecinos y Estados Unidos, aumenta la incertidumbre sobre el futuro de la península y su impacto en Asia-Pacífico (Shambaugh y Yahuda, 2014).

Ante este panorama, un análisis prospectivo de escenarios para Corea del Norte resulta valioso para vislumbrar posibles rumbos e implicaciones para el delicado equilibrio regional. El presente estudio desarrollará tres escenarios contrastantes: colapso y absorción por Corea del Sur, reunificación pacífica, e intervención militar externa. En cada escenario se examinará el impacto potencial para la estabilidad de Asia-Pacífico y las complejas interacciones entre actores regionales y extrarregionales clave.

La relevancia de este enfoque prospectivo radica en la necesidad de anticipar las consecuencias de cualquier cambio en el statu quo de la península coreana, que podría desencadenar una serie de reacciones en cadena en Asia-Pacífico, afectando la seguridad regional y global. Este ejercicio de prospectiva geopolítica permitirá a los académicos, analistas y responsables de políticas públicas identificar los desafíos y oportunidades que podrían surgir, y ofrecerá una base sólida para la toma de decisiones estratégicas. Se espera así contribuir al entendimiento de uno de los epicentros de tensión con mayor potencial desestabilizador para la seguridad y prosperidad de Asia-Pacífico en el mediano plazo.

Desarrollo histórico de la península coreana

La península coreana ha sido históricamente un punto focal de la geopolítica del Este de Asia, atrayendo la atención de potencias regionales y extrarregionales debido a su ubicación estratégica (Cumings, 2005; Kihl, 2002; Toloraya, 2009). Durante el siglo XIX, Corea fue escenario de rivalidades imperialistas entre China, Japón y Rusia, quienes buscaban extender su influencia en la región (Rozman, 2007a; Seth, 2019).

Tras la guerra sino-japonesa (1894-1895), Japón emergió como la potencia dominante, imponiendo un protectorado sobre Corea en 1905 y anexándola formalmente en 1910 (Dudden, 2005). La ocupación japonesa se extendió hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945, cuando la rendición de Japón dejó un vacío de poder en la península (Robinson, 2007).

En este contexto, Estados Unidos y la Unión Soviética acordaron dividir Corea a lo largo del paralelo 38, estableciendo zonas de ocupación separadas (Millett, 2007). Esta división sentó las bases para la creación de dos Estados rivales en 1948: la República de Corea (Corea del Sur) apoyada por Estados Unidos, y la República Popular Democrática de Corea (Corea del Norte) respaldada por los soviéticos (Armstrong, 2013).

Las tensiones entre ambos regímenes desembocaron en la Guerra de Corea (1950-1953), un conflicto devastador que involucró a fuerzas de la ONU lideradas por Estados Unidos en apoyo al Sur, y a China en respaldo al Norte (Stueck, 2002). Tras tres años de combates, la guerra concluyó con un armisticio que restauró la frontera cerca del paralelo 38, pero sin un tratado de paz formal (Cumings, 2010).

Desde entonces, la península coreana ha sido un foco persistente de tensiones geopolíticas. Mientras Corea del Sur se desarrolló como una economía capitalista y una democracia liberal aliada a Occidente, Corea del Norte se aisló como un Estado socialista de corte estalinista, con un fuerte culto a la personalidad en torno a la familia gobernante Kim (French, 2007).

A partir de la década de 1990, el colapso de la Unión Soviética y las hambrunas masivas llevaron a Corea del Norte a una severa crisis económica y humanitaria (Haggard y Noland, 2007). En este contexto, el régimen de Pyongyang intensificó su programa nuclear y de misiles balísticos, generando fricciones recurrentes con la comunidad internacional (Hecker, 2010).

Paralelamente, Corea del Sur y la comunidad internacional han promovido iniciativas para fomentar el diálogo y la cooperación intercoreana, incluyendo las cumbres históricas entre los líderes de ambos países en 2000 y 2007 (Moon, 2012a). Sin embargo, la desconfianza mutua y las diferencias ideológicas han obstaculizado avances sustanciales hacia la reconciliación y la reunificación pacífica.

En años recientes, eventos como las pruebas nucleares y de misiles norcoreanas, el endurecimiento de sanciones internacionales, y los vaivenes diplomáticos entre Pyongyang y Washington han mantenido a la península coreana en un estado de volatilidad e incertidumbre (Fifield, 2019). En este contexto, un análisis prospectivo de los posibles escenarios para Corea del Norte resulta valioso para anticipar riesgos y oportunidades para la paz y seguridad en el Noreste de Asia.

República Popular Democrática de Corea (Corea del Norte)

La República Popular Democrática de Corea, comúnmente conocida como Corea del Norte, es un estado socialista ubicado en la parte norte de la península coreana. Fundada en 1948 bajo el liderazgo de Kim Il-sung, el país ha estado gobernado por la dinastía Kim durante tres generaciones, con un sistema político altamente centralizado y un culto a la personalidad en torno a la familia gobernante (French, 2014).

Desde su creación, Corea del Norte ha mantenido un estricto control sobre su población, limitando las libertades individuales y el acceso a información externa (Lankov, 2015). El Estado mantiene un sistema económico planificado y ha enfrentado desafíos significativos, incluyendo hambrunas, escasez de recursos y sanciones internacionales (Smith, 2015).

Una de las características más destacadas de Corea del Norte es su programa nuclear y de misiles balísticos. A pesar de las presiones internacionales y las sanciones, el país ha continuado desarrollando sus capacidades militares, que considera esenciales para su supervivencia y como herramienta de negociación (Hecker, 2010). Esta postura ha generado tensiones recurrentes con la comunidad internacional y ha contribuido al aislamiento del país.

La ideología oficial del Estado es el Juche, que enfatiza la autosuficiencia, la independencia y la lealtad al líder supremo (Beauchamp, 2018; Trifoi, 2017). Esta ideología ha moldeado la política exterior de Corea del Norte, que ha oscilado entre el desafío y la diplomacia en sus relaciones con Corea del Sur, Estados Unidos y otros actores regionales (Byman y Lind, 2010).

A pesar de su aislamiento, Corea del Norte ha buscado mantener relaciones con ciertos países, principalmente con China, su principal aliado y socio comercial (Fong y Albert, 2024). Sin embargo, incluso esta relación ha enfrentado desafíos debido a las acciones provocativas de Corea del Norte y las crecientes presiones internacionales sobre Beijing para que ejerza su influencia sobre Pyongyang.

En años recientes, el líder Kim Jong-un ha mostrado cierta apertura al diálogo, participando en cumbres históricas con los líderes de Corea del Sur y Estados Unidos (Baker y Crowley, 2019; Wong, 2019). Sin embargo, estos acercamientos no han producido avances sustanciales hacia la desnuclearización o la normalización de relaciones, y el futuro de Corea del Norte sigue siendo incierto.

En resumen, Corea del Norte representa un desafío complejo para la estabilidad regional y global, con su combinación única de aislamiento, militarismo y resiliencia frente a las presiones externas. Comprender las dinámicas internas y externas que dan forma a este país es esencial para cualquier análisis de los escenarios futuros en la península coreana.

Seguridad y estabilidad regional de Asia-Pacífico

La región de Asia-Pacífico ha emergido como un epicentro geopolítico global en el siglo XXI, con un complejo entramado de intereses, alianzas y tensiones que moldean su seguridad y estabilidad (e.g. Medeiros y Fravel, 2003; Shambaugh, 2005a). Dividida desde la Guerra de Corea (1950-1953), la península coreana permanece como uno de los principales focos de inestabilidad, con el programa nuclear de Corea del Norte y las tensiones entre las dos Coreas representando una amenaza latente para la paz regional (Cha y Kang, 2018; Heo y Roehrig, 2018).

El ascenso de China como potencia económica y militar ha reconfigurado el equilibrio estratégico en Asia-Pacífico, generando tanto oportunidades de cooperación como desafíos a la hegemonía estadounidense en la región (Chung, 2009; Friedberg, 2005). La competencia sino-estadounidense ha intensificado las dinámicas de seguridad, con alianzas y alineamientos en evolución constante (Ikenberry, 2016; Liff y Ikenberry, 2014).

A pesar de sus restricciones constitucionales, Japón ha buscado asumir un papel más activo en la seguridad regional, fortaleciendo sus capacidades militares y profundizando su alianza con Estados Unidos (Green, 2001; Hughes, 2017). Este rol expandido de Japón ha generado recelos en algunos de sus vecinos, especialmente en China y Corea del Sur, dado el legado del militarismo japonés en la primera mitad del siglo XX (e.g. Berger, 2012; Glosserman y Snyder, 2015).

Aunque debilitada tras el fin de la Guerra Fría, Rusia mantiene intereses estratégicos en Asia-Pacífico, particularmente en el desarrollo del Lejano Oriente ruso y en la contención de la influencia estadounidense (e.g. Lukin, 2016a; Rozman, 2015). Moscú ha buscado fortalecer sus lazos con China como contrapeso a Occidente, aunque esta asociación no está exenta de desconfianzas y tensiones latentes (Bolt y Cross, 2018; Weitz, 2008).

Además de las grandes potencias, la seguridad de Asia-Pacífico está moldeada por una serie de actores regionales como Corea del Sur, Taiwán, los países del Sudeste Asiático y Australia, cada uno con sus propios intereses y preocupaciones de seguridad (e.g. Acharya, 2003; Tan, 2011). La gestión de disputas territoriales, como las del Mar de China Meridional y Oriental, la proliferación nuclear, el terrorismo y los desafíos transnacionales como el cambio climático y las pandemias, requieren de una cooperación regional reforzada (e.g. Emmers, 2010; Gunaratna y Kam, 2016; Hayton, 2014; Joshi, 2007).

En este contexto, el futuro de la península coreana y especialmente el rumbo que tome Corea del Norte, tendrá profundas implicaciones para la seguridad y estabilidad de Asia-Pacífico. Un colapso del régimen norcoreano, una reunificación pacífica o una intervención militar externa desencadenarían reacciones en cadena que pondrían a prueba el delicado equilibrio regional (e.g. Bennett y Lind, 2011; Cordesman, 2017).

Un análisis prospectivo de estos escenarios es esencial para anticipar riesgos, oportunidades y cursos de acción que permitan salvaguardar la paz y la prosperidad en una de las regiones más dinámicas y relevantes del planeta. Este enfoque combina la construcción de escenarios con un examen exhaustivo de variables geopolíticas clave, seleccionadas por su relevancia en la estabilidad regional. Entre estas se incluyen el poder militar, las alianzas estratégicas, la influencia económica y las dinámicas históricas entre los actores involucrados. Estas variables fueron priorizadas mediante un análisis riguroso de literatura académica y documentos de política internacional, garantizando su pertinencia y aplicabilidad en el contexto prospectivo. La metodología empleada integra información histórica, tendencias actuales y perspectivas de expertos, ofreciendo una herramienta sólida para explorar futuros posibles y evaluar sus implicaciones (Cely, 1999; Schwarz, 2024).

Escenarios prospectivos para Corea del Norte

Primer escenario: colapso y absorción

Un posible escenario para el futuro de Corea del Norte es el colapso del régimen debido al creciente deterioro económico y la inestabilidad social (Byman y Lind, 2010; Lee, 2024; O, 2016). Este escenario podría desencadenarse por la incapacidad del gobierno para mantener el control y hacer frente a las demandas de la población (Kaplan, 2006). El colapso del Norte llevaría a una absorción por parte de Corea del Sur, similar al proceso de reunificación alemana en 1990 (Bennett, 2013; Park y Oh, 2017).

El impacto de este escenario en la estabilidad regional sería significativo. Un colapso repentino generaría una crisis humanitaria masiva, con millones de refugiados cruzando las fronteras hacia China y Corea del Sur (Bennett y Lind, 2011). Esto pondría a prueba la capacidad de respuesta de los países vecinos y la comunidad internacional. Además, el proceso de absorción implicaría enormes costos económicos y sociales para Corea del Sur (Noland, 2000a).

En términos del equilibrio de poder, Estados Unidos y Corea del Sur tendrían que asumir un papel central en la gestión de la crisis y la estabilización de la península (Pollack, 2011). Por su parte, China buscaría asegurar sus intereses estratégicos y evitar una presencia militar estadounidense en su frontera (Scobell y Cozad, 2014). Japón y Rusia también tendrían que adaptar sus políticas a la nueva realidad geopolítica.

En caso de un colapso y absorción de Corea del Norte, Estados Unidos desempeñaría un papel crucial como aliado estratégico de Corea del Sur. Washington tendría que proporcionar apoyo militar, económico y diplomático a Seúl para gestionar la crisis y estabilizar la península (Cha, 2002). Esto implicaría un aumento significativo de la presencia militar estadounidense en la región, al menos temporalmente, para garantizar la seguridad y evitar un vacío de poder (Pollack, 2011). Además, Estados Unidos tendría que liderar los esfuerzos internacionales para hacer frente a la crisis humanitaria y apoyar el proceso de reunificación (Cha, 2013; Stares y Wit, 2009). Sin embargo, un colapso del Norte también presentaría desafíos para Washington, como la posible proliferación de armas de destrucción masiva y la necesidad de coordinar sus acciones con otros actores regionales, especialmente con China (Byman y Lind, 2010).

Como principal aliado y socio económico de Corea del Norte, China tendría un papel determinante en cualquier escenario de colapso y absorción. Pekín buscaría preservar sus intereses estratégicos en la península, evitando una presencia militar estadounidense en su frontera y manteniendo cierto grado de influencia sobre el proceso de reunificación (Mastro, 2017; Song y Lee, 2016). China también tendría que gestionar el flujo masivo de refugiados hacia su territorio, lo que podría desestabilizar sus provincias fronterizas (Bennett y Lind, 2011). Además que un colapso del Norte presentaría una oportunidad para que China expanda su influencia económica en la península, participando en la reconstrucción y el desarrollo de una Corea reunificada (e.g. Bennett, 2013; Lind, 2012; Shambaugh, 2013). Sin embargo, esto también podría generar tensiones con Estados Unidos y otros actores regionales que buscan contener la creciente hegemonía china (Coghlan, 2008; Park, 2015).

Como aliado estratégico de Estados Unidos y potencia económica regional, Japón tendría un interés vital en la estabilidad de la península coreana en caso de un colapso y absorción del Norte. Tokio tendría que adaptar su postura defensiva y sus alianzas para hacer frente a la nueva realidad geopolítica (Curtis et al., 2024; Santoro, 2018; Smith, 2019). Además, Japón podría desempeñar un papel importante en la gestión de la crisis humanitaria y en el proceso de reunificación, proporcionando asistencia económica y técnica a Corea del Sur (Green et al., 1998; Pollack y Lee, 1999). Sin embargo, la historia colonial de Japón en la península y las tensiones bilaterales con Corea del Sur podrían limitar su margen de maniobra y generar recelos en la opinión pública coreana (Glosserman y Snyder, 2015; Magbadelo, 2006; Yim, 1986). Japón también tendría que estar preparado para hacer frente a posibles provocaciones o inestabilidad residual en la península durante el proceso de transición (e.g. Samuels, 2007).

Como potencia regional con intereses estratégicos en Asia-Pacífico, Rusia también tendría que adaptar su política hacia la península coreana en caso de un colapso y absorción del Norte. Moscú buscaría preservar su influencia y evitar un cambio drástico en el equilibrio de poder regional que favorezca a Estados Unidos o China (Lee y Cho, 2018; Lukin, 2016b; Lukin, 2024). Rusia podría tratar de desempeñar un papel de mediador en la gestión de la crisis, aprovechando sus vínculos históricos con Corea del Norte y su participación en las negociaciones multilaterales sobre la desnuclearización (Joo, 2007; Lukin, 2022). Además, Rusia tendría interés en participar en la reconstrucción económica de una Corea reunificada, especialmente en proyectos de infraestructura y energía (Alexandrova, 2022; Lukin y Zakharova, 2018). Sin embargo, la capacidad de Rusia para influir en los acontecimientos dependerá de su propia estabilidad interna y de su habilidad para coordinarse con otros actores regionales (e.g. Shin, 2015; Ritter, 2024).

Un escenario de colapso y absorción de Corea del Norte tendría profundas implicaciones geopolíticas para la región de Asia-Pacífico. La desaparición de un Estado tapón entre las grandes potencias alteraría significativamente el equilibrio de poder y generaría nuevas dinámicas de competencia y cooperación (e.g. Bennett, 2013; Cha, 2013; Snyder, 2018). Estados Unidos y China tendrían que encontrar un modus vivendi para gestionar la transición y evitar una confrontación directa en la península (Scobell y Cozad, 2014). Japón y Rusia también tendrían que ajustar sus estrategias y alianzas para adaptarse a la nueva realidad geopolítica (Pollack, 2011; Lukin, 2024). Además, una Corea reunificada bajo el liderazgo del Sur emergería como un nuevo actor regional con un peso económico y político significativo, lo que podría alterar las relaciones de poder en Asia-Pacífico (Cronin et al., 2015; Hasell, 1993). La gestión de este proceso de transición y la construcción de un nuevo orden regional estable y pacífico requerirá un esfuerzo concertado y multidimensional por parte de todos los actores involucrados (Brada, 2023; O, 2016).

Segundo escenario: reunificación pacífica

Otro escenario posible es una reunificación pacífica y gradual de las dos Coreas, a través del diálogo y la cooperación (Bae, 2011; Cha, 2013; Wolf y Akramov, 2005). Este proceso se basaría en un acuerdo entre los gobiernos de Pyongyang y Seúl, con el apoyo de la comunidad internacional (Funabashi, 2007; Scobell y Cozad, 2014). La reunificación pacífica implicaría reformas políticas y económicas en el Norte, así como medidas de confianza y reconciliación entre las dos sociedades (Bennett, 2013; Bennett y Lind, 2011; O, 2016).

Este escenario tendría un impacto positivo en la estabilidad regional, al reducir las tensiones militares y promover la integración económica en la península. Sin embargo, el proceso sería largo y complejo, requiriendo un compromiso sostenido de todas las partes involucradas (Brada, 2023; Coghlan, 2008; Frank, 2016).

En cuanto al equilibrio de poder, una Corea reunificada alteraría significativamente la dinámica geopolítica en Asia-Pacífico (Park, 2015; Terry, 2015). Estados Unidos tendría que redefinir su alianza con Seúl y adaptarse a la nueva realidad estratégica (e.g. Dohner et al., 2021). China buscaría mantener su influencia económica y política en la península, mientras que Japón y Rusia tendrían que ajustar sus relaciones con el nuevo actor regional (Hasell, 1993; Helvey, 2016).

En un escenario de reunificación pacífica, Estados Unidos desempeñaría un papel crucial como facilitador y garante del proceso (Cha, 2013). Washington tendría que trabajar estrechamente con Seúl para apoyar las reformas políticas y económicas en el Norte, así como para promover la reconciliación entre las dos sociedades (Feffer, 2006). Estados Unidos también tendría que coordinar sus acciones con otros actores regionales, especialmente con China, para evitar malentendidos y fricciones durante el proceso de reunificación (Pollack y Lee, 1999; Snyder, 2009). Además, Washington tendría que adaptar su presencia militar en la península y redefinir su alianza con una Corea reunificada, teniendo en cuenta las nuevas realidades estratégicas y las preocupaciones de seguridad de sus aliados (Lee, 2016; Maxwell, 2004; Snyder y Byun, 2017). A largo plazo, una Corea reunificada y estable podría convertirse en un socio estratégico clave para Estados Unidos en Asia-Pacífico, contribuyendo a la estabilidad y prosperidad regional (Eberstadt y Ellings, 2001; Green, 2017).

China tendría un papel determinante en cualquier escenario de reunificación pacífica, dado su influencia política y económica sobre Corea del Norte (Fong y Albert, 2024; Scobell, 2004; Shambaugh, 2013). Pekín tendría que apoyar activamente el proceso de diálogo y cooperación entre las dos Coreas, utilizando su influencia sobre Pyongyang para promover las reformas y la apertura (Kim, 2004; Snyder, 2009). China también tendría que trabajar con Estados Unidos y otros actores regionales para crear un entorno favorable a la reunificación, evitando acciones que puedan desestabilizar la península (Lee, 2013; Nathan y Scobell, 2014). Además, China podría desempeñar un papel importante en la integración económica de una Corea reunificada, aprovechando sus vínculos comerciales y de inversión con ambas partes (Chung, 2008; Kim, 2014; Pak, 2020). A largo plazo, una Corea reunificada y estable podría ser un socio económico valioso para China, pero también un potencial competidor geopolítico si se inclina demasiado hacia Estados Unidos (e.g. Chung, 1999; Coghlan, 2008).

Japón tendría un interés estratégico en apoyar un proceso de reunificación pacífica en la península coreana, ya que esto contribuiría a la estabilidad y seguridad regional (Cha, 2001; Santoro, 2018). Tokio podría desempeñar un papel constructivo en el proceso, proporcionando asistencia económica y técnica para las reformas y la integración de las dos Coreas (e.g. Choi, 2017; Ogura, 2015). Japón también podría utilizar su influencia diplomática para promover el diálogo y la cooperación entre las partes, trabajando en coordinación con Estados Unidos y otros aliados (e.g. Koo, 2009; Rozman, 2014). Sin embargo, Japón tendría que ser cauteloso en su enfoque, dado el legado histórico de su colonialismo en la península y las tensiones bilaterales con Corea del Sur (e.g. Shin y Sneider, 2011; Glosserman y Snyder, 2015). A largo plazo, una Corea reunificada podría ser un socio económico importante para Japón, pero también un potencial rival geopolítico si las disputas históricas y territoriales no se resuelven adecuadamente (Bogusky, 1998; Jung, 1992; Pritchard, 2005; Sakata, 2021).

Rusia tendría un interés estratégico en un proceso de reunificación pacífica en la península coreana, ya que esto podría contribuir a la estabilidad y el equilibrio de poder en Asia-Pacífico (Lukin, 2019). Moscú podría desempeñar un papel constructivo en el proceso, utilizando sus vínculos históricos con Corea del Norte y su participación en las negociaciones multilaterales para promover el diálogo y la cooperación entre las partes (Joo, 2001; Lian y Zhao, 2023; Rozman y Radchenko, 2018). Rusia también podría buscar oportunidades económicas en una Corea reunificada, especialmente en proyectos de infraestructura y energía (e.g. Lukin y Zakharova, 2018; Zakharova, 2016). Sin embargo, Moscú tendría que ser cauteloso en su enfoque, evitando acciones que puedan desestabilizar la península o generar fricciones con otros actores regionales (e.g. Choo et al., 2019; Kuhrt, 2014; Lukin, 2018; Rinna, 2020). A largo plazo, una Corea reunificada podría ser un socio económico valioso para Rusia, pero también un potencial competidor geopolítico si se inclina demasiado hacia Occidente (Coghlan, 2008; Shin, 2015).

Un escenario de reunificación pacífica tendría profundas implicaciones geopolíticas para la región de Asia-Pacífico (Choi, 2001; Rozman, 2007b; Rozman, 2010). La emergencia de una Corea reunificada y estable alteraría significativamente el equilibrio de poder y generaría nuevas dinámicas de cooperación y competencia entre las grandes potencias (e.g. Bogusky, 1998; Edmonston, 2022; Hart-Landsberg, 1998). Estados Unidos tendría que redefinir su alianza con Seúl y adaptarse a la nueva realidad estratégica (Fuchs y Lee, 2020; Heo y Roehrig, 2018; Snyder, 2023), mientras que China buscaría mantener su influencia económica y política en la península (e.g. Chung, 2013; Shambaugh, 2003). Japón y Rusia también tendrían que ajustar sus relaciones con el nuevo actor regional, buscando oportunidades de cooperación, pero también gestionando potenciales rivalidades (Liff, 2018, Lukin, 2016b; Mikheev, 2006). Además, una Corea reunificada podría emerger como un nuevo centro de poder en Asia-Pacífico, con un peso económico y político significativo que podría alterar las relaciones de poder y los equilibrios estratégicos en la región (Eberstadt y Ellings, 2001; Richey et al., 2022; Terry, 2015). La gestión de este proceso de reunificación pacífica y la construcción de un nuevo orden regional estable y próspero requerirá un esfuerzo concertado y multidimensional por parte de todos los actores involucrados (e.g. Moon, 2012b; Cha y Kang, 2003).

Tercer escenario: intervención militar

Un tercer escenario, aunque menos probable, es una intervención militar externa en Corea del Norte (e.g. Cavazos y Hayes, 2013; Jackson, 2019; Pollack, 2003). Este escenario podría desencadenarse por un ataque preventivo de Estados Unidos y sus aliados ante la amenaza nuclear y de misiles del régimen de Pyongyang (e.g. Bruner, 2003; Killough, 2019; Whitlark, 2021), o por una provocación del Norte que escalara hacia un conflicto abierto (e.g. Engman y Lampinen, 2023; Garlauskas y Gilbert, 2023; O’Neil, 2014; Stares, 2010).

Una intervención militar tendría consecuencias devastadoras para la estabilidad regional. El conflicto podría escalar rápidamente, involucrando a otros actores como China y Rusia (Hicks, 2014; Jin, 2011; Kovrig, 2017). Además de las pérdidas humanas y materiales, una nueva guerra en la península tendría un impacto económico y político disruptivo para toda la región (Noland, 2007; Scobell y Sanford, 2007; Shulong y Rozman, 2007).

En términos del equilibrio de poder, una intervención militar pondría a prueba las alianzas y rivalidades entre las grandes potencias (e.g. Cha, 2016; Shambaugh, 2005b, 2022). Estados Unidos y sus aliados tendrían que considerar los riesgos de una confrontación directa con China y Rusia (Cha y Kang, 2018; Liff y Ikenberry, 2014; Talmadge, 2019). Por su parte, Pekín se vería presionado a intervenir para defender sus intereses estratégicos y evitar el colapso de su Estado colchón (Scobell, 2004; Hao, 2007; Sung-Joo, 2016).

En un escenario de intervención militar, Estados Unidos desempeñaría un papel central como líder de la coalición internacional. Washington tendría que sopesar cuidadosamente los riesgos y beneficios de una acción militar, considerando las implicaciones estratégicas y humanitarias (Bennett, 2013; Cha, 2013; Scobell y Sanford, 2007). Si decide intervenir, Estados Unidos tendría que movilizar una fuerza significativa para neutralizar rápidamente las capacidades militares de Corea del Norte, incluyendo su arsenal nuclear y de misiles (e.g. Coghlan, 2008; O’Hanlon, 1998; Revere, 2015). Esto requeriría una estrecha coordinación con Corea del Sur y otros aliados regionales, así como con la comunidad internacional para legitimar la acción (Cha, 2016; Jun, 2024; Snyder, 2018). Después de la intervención, Estados Unidos tendría que liderar los esfuerzos de estabilización y reconstrucción, trabajando con Seúl para gestionar las consecuencias políticas y humanitarias (e.g. Bennett y Lind, 2011; Park y Oh, 2017). A largo plazo, una intervención exitosa podría eliminar una amenaza persistente para los intereses estadounidenses en la región, pero también podría generar nuevos desafíos geopolíticos y de seguridad (Botto, 2019; Richey et al., 2022).

China sería un actor clave en cualquier escenario de intervención militar en Corea del Norte, dado su proximidad geográfica y sus intereses estratégicos en la península (Scobell, 2004; Shambaugh, 2003; Xiaoming, 1998). Pekín se opondría firmemente a una acción militar unilateral por parte de Estados Unidos y sus aliados, considerándola como una amenaza directa a su seguridad nacional (Swaine, 2017; United States Institute of Peace, 2019). China tendría que decidir si intervenir directamente para proteger al régimen de Pyongyang y evitar el colapso de su estado colchón, o si presionar al Norte para que detenga sus provocaciones y evite una escalada (e.g. Mehmetcik y Belder, 2018; Swanström, 2024). En caso de una intervención, China tendría que gestionar el flujo masivo de refugiados hacia su territorio y prepararse para un posible enfrentamiento militar con las fuerzas estadounidenses y surcoreanas (Bennett, 2013; Plant y Rhode, 2013). Después de la intervención, China buscaría preservar su influencia en la península y evitar una presencia militar permanente de Estados Unidos en su frontera, lo que podría generar nuevas tensiones y rivalidades geopolíticas (e.g. Kim, 2006; Snyder, 2009).

Japón sería un actor de apoyo clave en un escenario de intervención militar en Corea del Norte, dado su alianza estratégica con Estados Unidos y su proximidad geográfica a la península (Hideshi, 2023; Johnstone et al., 2024). Tokio tendría que proporcionar apoyo logístico y de inteligencia a las fuerzas estadounidenses, así como reforzar su propia postura defensiva ante posibles represalias del Norte (Matsumoto, 2015; Yamaguchi, 2024). Japón también tendría que prepararse para un flujo potencial de refugiados y para el impacto económico y político de un conflicto en la región (Park y Oh, 2017). Después de la intervención, Japón buscaría fortalecer su alianza con Estados Unidos y Corea del Sur para hacer frente a los nuevos desafíos de seguridad en la península (e.g. Tatsumi, 2024), pero también tendría que gestionar sus relaciones con China y Rusia, que podrían verse afectadas por la acción militar (e.g. Coghlan, 2008). A largo plazo, un cambio de régimen en Corea del Norte podría generar nuevas oportunidades económicas para Japón, pero también podría exacerbar las tensiones históricas y territoriales con una Corea reunificada (Kim, 2006; Noland, 2000b; Snyder, 2009).

Rusia sería un actor secundario pero relevante en un escenario de intervención militar en Corea del Norte, dado su proximidad geográfica y sus intereses estratégicos en Asia-Pacífico (Bennett, 2013; Carlson, 2019; Yakubovsy, 2003). Moscú se opondría a una acción militar unilateral por parte de Estados Unidos y sus aliados, considerándola como una amenaza a la estabilidad regional y a sus propios intereses (Kerr, 2005; Wishnick, 2019). Rusia tendría que decidir si apoyar diplomáticamente a China en su oposición a la intervención, o si mantenerse al margen para evitar una confrontación directa con Washington (e.g. Lukin y Pugacheva, 2022; Schoen y Kaylan, 2014; Stent, 2015). En caso de una intervención, Rusia tendría que reforzar su presencia militar en el Lejano Oriente y prepararse para un posible flujo de refugiados hacia su territorio (e.g. Gaer, 2002; Tanaka, 2008). Después de la intervención, Rusia buscaría preservar su influencia en la península y evitar un cambio drástico en el equilibrio de poder regional que favorezca a Estados Unidos o China, lo que podría generar nuevas tensiones y rivalidades geopolíticas (e.g. Cha y Kang, 2018; Lo, 2020; Lukin y Lee, 2015).

Un escenario de intervención militar en Corea del Norte tendría profundas y duraderas implicaciones geopolíticas para la región de Asia-Pacífico. Un conflicto armado en la península desestabilizaría gravemente la seguridad regional y podría escalar hacia un enfrentamiento directo entre las grandes potencias (e.g. Allison, 2017; Friedberg, 2012). Estados Unidos y sus aliados tendrían que sopesar cuidadosamente los riesgos y beneficios de una acción militar, considerando las consecuencias estratégicas y humanitarias (e.g. Bechtol, 2011; Suh, 2017). China y Rusia se verían presionadas a intervenir para defender sus intereses y evitar un cambio drástico en el equilibrio de poder regional (e.g. Choo, 2008; Easley y Park, 2016). Incluso si la intervención fuera exitosa en eliminar la amenaza nuclear y de misiles de Corea del Norte, la estabilización y reconstrucción posterior plantearían enormes desafíos políticos, económicos y sociales para todos los actores involucrados (Bennett y Lind, 2011; Lind, 2012). A largo plazo, un cambio de régimen en Pyongyang podría alterar fundamentalmente la dinámica geopolítica en la península y en toda la región, generando nuevas oportunidades, pero también nuevas tensiones y rivalidades entre las grandes potencias (e.g. Mearsheimer, 2014). La prevención de este escenario y la búsqueda de una solución pacífica y diplomática a la cuestión nuclear norcoreana deberían ser la prioridad para todos los actores regionales e internacionales (e.g. Glaser y Liang, 2008; Kim, 2006; Ong, 2006).

Conclusiones

El presente estudio prospectivo ha analizado tres posibles escenarios para el futuro de Corea del Norte y sus implicaciones para la estabilidad y el equilibrio de poder en la región de Asia-Pacífico: colapso y absorción, reunificación pacífica e intervención militar. Cada uno de estos escenarios presenta desafíos y oportunidades únicos para los actores regionales e internacionales, y su desarrollo impactaría de manera significativa en la dinámica geopolítica de la zona.

En el escenario de colapso y absorción, la desaparición repentina del régimen de Pyongyang y la integración del Norte bajo el liderazgo del Sur podrían eliminar una fuente persistente de inestabilidad en la península. Sin embargo, este proceso implicaría enormes costos económicos, sociales y humanitarios, poniendo a prueba la capacidad de Corea del Sur y de la comunidad internacional para gestionarlos. Estados Unidos y Corea del Sur podrían expandir su influencia, mientras que China perdería su estado colchón y enfrentaría la presencia militar estadounidense en su frontera, alterando el equilibrio de poder regional.

El escenario de reunificación pacífica propone un proceso gradual y negociado de integración entre el Norte y el Sur, dando lugar a una Corea unificada, estable y con un potencial económico significativo. Este escenario reduciría las tensiones militares y promovería la cooperación y el desarrollo en la península, beneficiando a todos los actores regionales. Estados Unidos y Corea del Sur consolidarían su alianza, mientras que China podría aprovechar las oportunidades económicas siempre que mantenga relaciones equilibradas con la nueva Corea unificada. Japón y Rusia tendrían que ajustar sus políticas para colaborar y competir en este nuevo contexto.

El escenario de intervención militar, aunque menos probable, tendría consecuencias catastróficas para la estabilidad y la seguridad regional. Un conflicto abierto en la península resultaría en pérdidas humanas y materiales inmensas, además de provocar una crisis humanitaria y económica de gran magnitud. Este escenario no presenta ganadores claros; todos los actores involucrados sufrirían daños severos, y existe el riesgo de una escalada hacia un conflicto más amplio que podría involucrar a las grandes potencias.

El papel de las grandes potencias —Estados Unidos, China, Japón y Rusia— será determinante en la configuración del futuro de la península coreana. Sus intereses, alianzas y rivalidades interactuarán de forma compleja, generando nuevos equilibrios y desequilibrios geopolíticos, que finalmente influyen en el desarrollo de cada escenario:

Estados Unidos: busca mantener su influencia en la región y garantizar la seguridad de sus aliados. Una Corea unificada bajo un gobierno democrático alineado con Occidente reforzaría su posición estratégica.

China: prefiere la estabilidad en su frontera y mantiene intereses en evitar una expansión de la influencia estadounidense. La desaparición del régimen norcoreano y la unificación bajo el Sur podrían ser percibidas como amenazas a su seguridad nacional.

Japón: tiene preocupaciones de seguridad respecto a Corea del Norte y observa con cautela cualquier cambio que pueda alterar el equilibrio regional. Una Corea unificada podría ser tanto un aliado como un competidor económico.

Rusia: busca aumentar su influencia en Asia-Pacífico y podría aprovechar cambios en la península para expandir sus relaciones económicas y políticas.

Para profundizar este análisis, se sugiere: (1) desarrollar modelos cuantitativos que simulen los impactos de cada escenario; (2) explorar escenarios híbridos que incorporen eventos disruptivos; y (3) realizar un estudio Delphi con expertos para validar y enriquecer las proyecciones.

Tras analizar los factores económicos, estratégicos y diplomáticos que configuran los escenarios futuros, se concluye que la reunificación pacífica surge como el más probable debido a su alineación con los intereses estratégicos y económicos de los principales actores regionales. Aunque este proceso enfrentaría múltiples desafíos, la creciente interdependencia económica en Asia-Pacífico y los esfuerzos diplomáticos recientes entre las dos Coreas y actores clave como Estados Unidos y China ofrecen una base sólida para avanzar hacia este objetivo. Este escenario no solo mitigaría las tensiones militares, sino que también generaría un impacto positivo en la estabilidad regional, promoviendo la cooperación económica y política entre los países involucrados.

Este estudio prospectivo aporta una visión detallada y multifacética de los posibles futuros de Corea del Norte y sus implicaciones para Asia-Pacífico. Al considerar los intereses y las posibles acciones de los principales actores internacionales, proporciona una herramienta valiosa para responsables políticos, analistas y académicos. Anticiparse y prepararse ante estos escenarios es esencial para gestionar los desafíos y aprovechar las oportunidades venideras.

Es importante señalar que, aunque el análisis prospectivo cualitativo permite explorar dinámicas complejas y generar perspectivas profundas, presenta ciertos límites. Entre ellos destacan la dependencia de interpretaciones subjetivas y la dificultad para cuantificar las probabilidades exactas de los escenarios propuestos. Asimismo, la volatilidad de la dinámica geopolítica puede introducir variables inesperadas que alteren los resultados. Sin embargo, la elección de este enfoque se justifica por su capacidad para explorar contextos complejos, integrar múltiples perspectivas y generar insights que serían difíciles de alcanzar mediante métodos puramente cuantitativos. Este enfoque permite captar la naturaleza multifacética de las interacciones internacionales, especialmente en escenarios de alta incertidumbre, como los que afectan a la península coreana.

Es imperativo que la comunidad internacional aborde con seriedad y cooperación las dinámicas en la península coreana. La paz y la estabilidad en Asia-Pacífico dependen en gran medida de acciones informadas y estratégicas que consideren las complejidades presentadas en este análisis. Continuar investigando y dialogando sobre estos temas no solo enriquecerá el debate académico, sino que también contribuirá a la formulación de políticas más efectivas y coherentes frente a uno de los desafíos geopolíticos más apremiantes de nuestro tiempo.

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  1. 1 Profesor investigador del Instituto Tecnológico de Sonora. Email: rocefi@gmail.com. ORCID 0000-0002-3101-6094

  2. 2 Profesor investigador del Departamento de Ciencias Administrativas, del Instituto Tecnológico de Sonora. Email: teodoro.wendlandt10159@potros.itson.edu.mx. ORCID 0000-0003-0244-4062