Diapasón

Interpretextos / volumen 2, número 4

Septiembre 2025- febrero de 2026 / pp. 171-188

ISSN-L: 3061-7227

Investigación

Importancia de la identidad y el sentido de pertenencia en el proceso formativo del estudiante universitario1

Anna Karina Alcántar-GarcíaORCID: 0009-0002-7101-9166

Guillermo César Vázquez-GonzálezORCID: 0000-0002-5403-3831

Universidad de Colima, México

Recepción: octubre 15 de 2024

Aceptación: marzo 20 de 2025

La identidad no se crea en el vacío, sino en la interacción constante con el entorno y las

experiencias vividas.

Anna Karina Alcántar G.

Resumen

El presente ensayo analiza el desarrollo de la identidad y el sentido de pertenencia en estudiantes universitarios, su importancia en el proceso formativo y su influencia en la inserción profesional. A partir de una revisión documental con enfoque cualitativo y descriptivo, se examinaron 13 fuentes académicas publicadas entre 2018 y 2024 en repositorios científicos. Los resultados indican que la identidad y el sentido de pertenencia son construcciones dinámicas que emergen de la interacción social, cultural e institucional. Su fortalecimiento está vinculado a la participación en actividades académicas, sociales y culturales, impactando positivamente en el rendimiento académico, la estabilidad emocional y la permanencia en la universidad. Se identificaron cuatro dimensiones clave del sentido de pertenencia: afectiva, social, física y académica, todas esenciales para la integración estudiantil. Asimismo, se confirma que una identidad consolidada durante la etapa universitaria influye en la transición al mercado laboral y en el compromiso con la profesión. En contraste, la falta de identificación con la comunidad académica puede derivar en desvinculación y afectar la trayectoria profesional. Se concluye que es fundamental que las instituciones educativas implementen estrategias que fortalezcan la identidad y el sentido de pertenencia para garantizar una formación integral y una inserción laboral exitosa. Finalmente, se sugiere continuar investigando cómo factores institucionales, culturales y sociales inciden en estos procesos a lo largo del tiempo.

Palabras clave

Identidad, sentido de pertenencia, educación superior, formación profesional, comunidad universitaria.

Importance of identity and sense of belonging in the formative process of the university student

Abstract

This essay examines the development of identity and sense of belonging among university students, their relevance in the educational process, and their impact on professional integration. Based on a qualitative and descriptive documentary review, 13 academic sources published between 2018 and 2024 in scientific repositories were analyzed. The results indicate that identity and sense of belonging are dynamic constructs emerging from social, cultural, and institutional interactions. Their reinforcement is linked to participation in academic, social, and cultural activities, positively influencing academic performance, emotional stability, and university retention. Four key dimensions of belonging were identified: affective, social, physical, and academic, all essential for student integration. Additionally, findings confirm that a well-established identity during university years facilitates the transition to the labor market and strengthens commitment to one’s profession. Conversely, a lack of identification with the academic community may lead to disengagement and negatively affect professional trajectories. The study concludes that educational institutions must implement strategies to enhance identity and sense of belonging to ensure comprehensive training and successful professional insertion. Future research is encouraged to explore how institutional, cultural, and social factors shape these processes over time.

Keywords

Identity, sense of belonging, higher education, professional training, university community.

Introducción

Identidad, sentido de pertenencia y educación: procesos dinámicos que moldean personas

El discurso sobre la identidad y el sentido de pertenencia es un proceso que por su naturaleza ha sido objeto de análisis desde diferentes disciplinas, como la historia, la filosofía, la sociología, la psicología, la psicología social; cada una de estas ciencias aporta enfoques diferentes y complementarios para abordar la pluralidad de significados que estos conceptos implican (Huerta, 2018; Islas, 2014; León & Carrillo, 2010; Sosa-Sánchez, 2021). En el contexto educativo, y especialmente en el nivel superior, la identidad y el sentido de pertenencia juegan un papel crucial en la formación del estudiante o profesional en formación. Estos conceptos no sólo influyen en el desarrollo académico, sino también en la construcción de la autodefinición una vez egresados y su vinculación con el mundo laboral (Maluenda Albornoz et al., 2021; Martínez et al., 2020; Sosa-Sánchez, 2021).

Este ensayo tiene como propósitos analizar, a) el desarrollo de la identidad y el sentido de pertenencia, b) su importancia a lo largo del proceso formativo del estudiante y c) la influencia hacia la vida profesional.

Respecto a la metodología, se realizó una revisión documental con enfoque cualitativo y descriptivo, utilizando fuentes primarias en repositorios y bases de datos científicas, en formatos digital. Se incluyeron manuscritos en español e inglés publicados en México y en el extranjero, entre los años 2018 y 2024. Se revisaron 23 documentos y se seleccionaron 13 que corresponden con la temática: a) identidad y sentido de pertenencia en el proceso formativo del estudiantado universitario. La revisión documental consiste en recabar información escrita acerca de un tema específico, con la finalidad de identificar variables que estén relacionadas de manera directa o indirecta con la temática abordada (Uribe, 2011).

Para el tratamiento de la información se realizó un análisis temático que permitió identificar tendencias en la literatura sobre el impacto de la identidad y el sentido de pertenencia en el ámbito universitario y profesional.

Desarrollo de la identidad
y el sentido de pertenencia

La concepción de la identidad (Goffman, 1997; Hall, 1996; Hobsbawn, 1998; James, 1989; Mead, 1992; Tajfel & Turner, 2004; Taylor, 1996; Turner & Brown, 1978) ha evolucionado para definir al sujeto no sólo como un ser individual, sino también como un ser social. La identidad comienza como una construcción interna relacionada con la razón del individuo, pero se desarrolla y define dentro de un colectivo, influida por la interacción con su entorno y los procesos históricos y culturales. En este contexto, el sentido de pertenencia es clave para la autodefinición, especialmente en la juventud. Así, el individuo pasa de lo individual a lo social, formando su identidad a través de las relaciones sociales y los grupos con los que interactúa — como la escuela—, influyendo en su autopercepción a lo largo del tiempo.

En esta línea, por ejemplo, Goffman (1997), sostiene que la identidad no es fija, sino una construcción social en constante cambio. Comparando la vida cotidiana con una representación teatral, considera que los individuos son actores que gestionan distintas “fachadas” o máscaras según el contexto social. Estas fachadas permiten ocultar o resaltar ciertos aspectos de la identidad para adaptarse a los roles que desempeña como estudiante, empleado o miembro de la familia.

El mismo autor también introduce el concepto de “interacción cara a cara”, con el que sugiere que las personas ajustan su identidad según las expectativas de los demás, gestionando la impresión que proyectan y utilizan marcos para dar sentido a las situaciones sociales; asimismo explora cómo los individuos que enfrentan estigmas sociales, manejan su identidad como un proceso complejo cuando se lidia con prejuicios y discriminación, subrayando así el carácter social y dinámico de la identidad.

Desde la perspectiva de la ciencia moderna, algunos psicólogos como (Erikson, 1968; Goffman, 2009; James, 1989; Tajfel & Turner, 2004; Turner & Brown, 1978) han definido la identidad como el entendimiento que la propia persona construye sobre su trayecto en el tiempo y el espacio, especialmente desde la adolescencia y hasta la edad adulta temprana, periodo que se considera determinante para la formación de la singularidad de la persona, de tal manera que se consolide de forma sólida y coherente.

En complemento a esta idea, Turner & Brown (1978) y Tajfel & Turner (2004) desarrollaron la Teoría de la Identidad Social (TIS), una perspectiva que destaca cómo la identidad de una persona no sólo se construye de manera individual, sino también a partir de la afiliación a distintos grupos sociales. Esta teoría distingue dos dimensiones: la identidad social, que refleja la pertenencia a categorías sociales significativas, como la nacionalidad o el grupo étnico, y la identidad personal, que abarca los rasgos únicos que diferencian a cada individuo. La TIS enfatiza que la pertenencia a grupos no sólo contribuye a la autoimagen, sino que también influye de manera determinante en el comportamiento y las interacciones sociales.

Por su parte, James (1989) abordó la identidad a través de una dualidad, distinguiendo entre el “yo” y el “mí”. Mientras que el “yo” representa la conciencia interna que el individuo tiene de sí mismo, el “mí” es la imagen que éste proyecta hacia los demás, o cómo cree que los otros lo ven. Esta diferencia permite entender la identidad como un proceso dinámico, donde la autopercepción y la percepción social interactúan de manera constante.

Por otro lado, y en relación al sentido de pertenencia, se considera la teoría de (Maslow, 1954) que ubica la necesidad social en el tercer nivel de su pirámide, tras las necesidades fisiológicas y de seguridad (Instituto Europeo de Posgrado, 2019). En esta etapa, el joven busca integrarse a la sociedad a través de relaciones interpersonales y afectivas, como amigos, pareja y familia, ya que pertenecer a un grupo social se convierte en una necesidad fundamental.

De igual manera, Tajfel (1981) apunta que “la identidad es una parte fundamental de cómo las personas se ven a sí mismas, cómo piensan y se sienten sobre sí mismas y cómo se relacionan con el mundo que les rodea” (p. 255), es decir, para él y otros psicólogos sociales y sociólogos, entre ellos (Silva & Garduño, 1997; Tajfel & Turner, 2004; Weber, 1964) las personas incrementan su autoestima cuando se sienten identificados y que pertenecen a un grupo social específico, que además influye en su formación y con el que comparten características en común, por ello, la identidad es un concepto estrechamente ligado al sentido de pertenencia.

Por ejemplo, Marcús (2011) muy pertinentemente ejemplifica desde Goffman (1997) donde utiliza la “metáfora teatral de la puesta en escena aplicada a la vida cotidiana para mostrar cómo los marcos de interacción social van normando los aspectos de la personalidad que se presentan y aquellos que se ocultan o se intentan ocultar” (p. 108). Con lo antes mencionado, creemos que todas las personas actúan según el contexto de interacción social, es decir, muestran conductas variadas según el grupo y la conveniencia de ellos mismos.

Por otro lado, desde la historia, la identidad para Hobsbawn (1998) se liga a los términos de etnia, cultura lingüística y religión. En el primer caso, por ser la forma más elemental de afiliación social, se “describe la manera en que se distinguen entre sí, por la ascendencia y parentesco común, esa pertenencia étnica se cambia y reclasifica a lo largo del tiempo” (p. 9), sin los otros, no hay necesidad de autodefinirse.

La cultura lingüística, como señalan Zimmermann (1991) y Raiter (2020), es un aspecto fundamental en la construcción de la identidad y pertenencia, tanto individual como colectiva. Para el primero, la lengua actúa como un símbolo de identidad nacional y cohesión social, siendo no sólo un medio de comunicación, sino también un tesoro cultural que conecta a los ciudadanos con sus raíces históricas y tradiciones. Para el segundo, el lenguaje es un hecho social que, a través de su variación, permite a los grupos sociales pertenecer e identificarse además de diferenciarse en un entorno más amplio.

Así, la lengua no sólo refleja la estructura social, sino que también se convierte en un medio para negociar y construir significados compartidos que refuercen la identidad cultural. El hecho de que ciertos sectores de la población adopten o rechacen determinadas formas lingüísticas no responde únicamente a una cuestión de corrección normativa, sino a la necesidad de definir su posición en el entramado social. La lengua, en este sentido, no es sólo un medio de comunicación, sino también un vehículo para la construcción de identidad y la afirmación de pertenencia a un grupo determinado. (Raiter, 2020: 277).

Ahora bien, en el individuo como lo señala Hobsbawn (1998), también se identifica desde la perspectiva de la religión, aquí es dinámica y puede transformarse profundamente en casos de conversión, donde la persona cambia de un sistema de creencias a otro, redefiniendo su sentido de sí mismo en un nuevo contexto social y espiritual. Este cambio, descrito como una ‘migración entre mundos religiosos’, implica una transformación profunda en la identidad del individuo, ya que las nuevas creencias y prácticas pueden redefinir su sentido de sí mismo y de pertenencia a grupos sociales (Giménez, 1999).

Por ejemplo, desde la perspectiva histórico cultural, la pertenencia a un territorio contribuye a la construcción de una identidad nacional (Giménez, 1999). Este concepto, aunque complejo, se forma a través de las memorias, la cultura y las tradiciones de un país, brindando a los ciudadanos un sentido de cohesión social al compartir valores y objetivos comunes. Hobsbawn (1998) también pone como ejemplo a Francia y Estados Unidos, países que han integrado a migrantes de diversas culturas al aceptar sus constituciones y leyes, convirtiéndose en sociedades multiculturales.

Desde esta perspectiva, Guamán Gómez et al. (2020) indican que la identidad nacional es “un ente vivo que se construye y enriquece dada por el grado de pertenencia a las instituciones y sentido por los ciudadanos, que dan valor y significado a los componentes sociales, políticos, económicos y culturales de un sistema nacional” (p. 498) es decir, esa identidad no sólo se limita a la existencia de fronteras geográficas, “así como el afecto solidario que se expresa hacia al pasado y el presente” (p. 498); además enfatizan que “está caracterizada por compartir una lengua, un proyecto social, un pasado histórico y el origen” (p. 498).

En otras palabras, la identidad permite pertenecer a grupos y establecer una filiación, que está asociada, sobre todo en el siglo XX, al Estado (territorio, autoridad, habitantes) de donde se deriva al patriotismo que, en tiempos de guerra, los ciudadanos llegan a ofrecer su vida por él; así surge el término “identidad estatal” como expresión política de un colectivo que funciona para dar ejemplo de pertenencia y arraigo a otras sociedades (Hobsbawn, 1998).

Sin embargo, aunque ambos países han sido reconocidos por su apertura migratoria, en la actualidad enfrentan mayores dificultades debido a políticas más restrictivas, lo que ha limitado la entrada e integración de nuevos migrantes, especialmente latinoamericanos y africanos (Giménez, 1999; Hobsbawn, 1998).

Más recientemente autores como (Godoy, 2022; Sosa-Sánchez, 2021; Valdez et al., 2019; Huerta, 2018) han señalado que la identidad es una construcción personal, social e histórica, influida por factores afectivos, culturales y cognitivos, donde el sujeto interpreta sus prácticas sociales desde la juventud.

Desde el “interaccionismo simbólico”, desarrollado por Mead (1992) y formalizado por Blumer (1982), añade una dimensión simbólica a este proceso, donde la pertenencia a un grupo no es sólo una cuestión de identidad individual, sino de construcción de significados a través de las interacciones diarias. Estas interacciones, basadas en expectativas y normas del grupo, son esenciales para la configuración del “self”, ya que la identidad se forma en respuesta a cómo el grupo interpreta y valida las conductas de sus miembros (Sosa-Sánchez 2021; Blumer, 1982; Mead, 1992).

También Bauman (2003) destaca que el sentido de pertenencia trasciende la simple necesidad de aceptación, siendo un fenómeno complejo que refleja la constante cooperación humana. Los jóvenes, en particular, buscan una conexión emocional que les brinde arraigo y estabilidad en un mundo -que de otro modo- podría parecer caótico (Videla et al.; 2022).

Porque, además, el sentido de pertenencia “puede potenciar los aprendizajes, mejorar el desempeño académico y las relaciones profesor-alumno-institución” (Corona, 2020; 61) de esta manera, es un “sentimiento de identidad que el individuo genera con la comunidad con la que interactúa para alcanzar metas en común” (p. 59).

Asimismo, Sennett (2012) subraya que el sentido de pertenencia es clave para el bienestar emocional, ya que fomenta la confianza y solidaridad dentro del grupo, contribuyendo a la creación de una identidad colectiva. Esta identidad, formada por símbolos y significados comunes, refuerza la integración y ayuda a las personas a interpretar su lugar en el mundo, generando una realidad compartida que aporta seguridad, identidad y propósito (Sosa-Sánchez 2021; Bauman, 2003; Blumer, 1982; Mead, 1992; Tajfel, 1981; Turner, 2010). En resumen, la identidad y el sentido de pertenencia son construcciones dinámicas que emergen de la interacción social y cultural. La identidad se moldea a través de la afiliación a grupos y la interacción con el entorno, mientras que el sentido de pertenencia fortalece la autodefinición y el arraigo. Teorías como la de la “identidad social” (Tajfel & Turner, 2004) y el “interaccionismo simbólico” (Mead, 1992) explican cómo estos procesos influyen en la integración académica y profesional. Asimismo, la identidad lingüística, cultural y religiosa refuerza la conexión con la comunidad. En el ámbito educativo, fomentar la pertenencia mejora

La autoestima, la socialización y la trayectoria profesional del estudiante

Importancia de la identidad y el sentido de pertenencia a lo largo del proceso formativo del estudiante

Ahora se analiza la incidencia de estos conceptos en proceso formativo del estudiantado universitario, dentro de una comunidad o colectivo, así como en su desarrollo profesional, las instituciones de educación superior no sólo preparan para el mundo laboral en términos académicos, sino que también deben considerar la relevancia de las actividades de formación integral. Estas actividades deben dejar huella en el desarrollo emocional, social y cognitivo del estudiante, fomentando una gran motivación para su pleno crecimiento (Marcús, 2011; Martínez et al., 2021).

En la universidad, tanto la institución como todos sus actores deben promover la identidad y el sentido de pertenencia en los estudiantes. Un estudio realizado en una universidad pública del noroeste de México concluye que directivos y comunidad universitaria deben comprometerse a implementar acciones que fomenten este sentido de pertenencia, mediante actividades comunitarias, culturales y deportivas que refuercen la formación integral y el arraigo de los estudiantes, incluso tras su egreso (León & Carrillo, 2010).

De igual modo, Brea (2016), señala que el sentido de pertenencia en la universidad se construye a partir de las experiencias individuales y colectivas de los estudiantes en diversas áreas. Este sentido influye en la conexión, el compromiso y las emociones que surgen a través de la participación en actividades con los actores de la comunidad universitaria, fortaleciendo así el vínculo con la institución.

El fortalecimiento de la pertenencia en los estudiantes se logra a través de su conexión con el centro educativo. Esta asociación, potenciada por la afinidad que desarrollan durante su formación, influye en su experiencia académica, estabilidad psicológica e integración social, modelando tanto su perfil de estudiante, como su futura identidad una vez egresado. Brea (2016) indica que este sentido de pertenencia se organiza en cuatro dimensiones: las afectivas (Videla et al., 2022), relacionadas con las emociones hacia el grupo y la institución; las sociales (Maluenda Albornoz et al., 2021), vinculadas al sentimiento de pertenencia e interacción con profesores y compañeros; las físicas (Gómez-Molina et al., 2019), que reflejan la relación entre las personas y los espacios de formación; y las académicas (Corona, 2020), que abarcan los contenidos y su transmisión en el contexto institucional.

Reflexionando sobre lo anterior, fortalecer el sentido de pertenencia puede potenciar los aprendizajes, mejorar el desempeño académico y fortalecer las relaciones profesor- estudiante-institución (Corona, 2020). Sin embargo, cuando las instituciones no promueven este tipo de actividades o cuando el estudiante no encuentra espacios para involucrarse activamente, el sentido de pertenencia puede verse debilitado, lo que afecta su bienestar emocional y su integración en la comunidad universitaria (Martínez et al., 2021). Esta falta de conexión puede derivar en un menor rendimiento académico y un desarrollo personal limitado -de tal manera que- como indican Shakir & Siddiquee (2024):

…el hecho de que los estudiantes no sientan que pertenecen a aspectos clave de su trayectoria en la ES (incluida la propia institución, su programa de estudios, los servicios de apoyo o la red de compañeros) está intrínsecamente relacionado con la progresión, la permanencia y los resultados de los estudiantes (p. 5).

Por supuesto que es fundamental tener en cuenta que todas las dimensiones deben estar consideradas en el quehacer cotidiano del educando, ya que de lo contrario su paso por la institución podría resultar irrelevante y carente de significado (Shakir & Siddiquee, 2024). Si el estudiante se percibe únicamente como un miembro más de la institución, acudiendo sólo a recibir conocimientos sin involucrarse en otras actividades, no desarrollará una identificación y esto hace que su experiencia universitaria no contribuya sustancialmente a su formación personal, ni le permita identificar o recordar con afecto la escuela que lo formó (Brea, 2016; León & Carrillo, 2010; Martínez et al., 2020).

En definitiva, la falta de sentido de pertenencia en la educación superior está intrínsecamente relacionada con la retención y el éxito académico de los estudiantes. No sentirse parte de la institución, su programa de estudio o su red de apoyo puede afectar su progreso, permanencia y resultados en la universidad (Masika & Jones, 2016; Thomas, 2018, como se cita en Shakir & Siddiquee, 2024).

Influencia de la identidad y el sentido de pertenencia hacia la vida profesional

Las relaciones que los estudiantes establecen durante su formación académica forman el entramado social en que se desenvolverán como futuros profesionales. Martínez et al., (2020) señala “el proceso de formación de profesionales tiene un carácter esencialmente social” (p.3), estas relaciones establecidas en el ámbito académico, representan la base para el futuro desempeño profesional. Así pues, estas interacciones no sólo fomentan el desarrollo de hábitos, actitudes, valores y competencias fundamentales para su perfil profesional, sino que también consolidan su integración en la comunidad laboral (Corona, 2020).

A medida que los conocimientos adquiridos les permiten ocupar diversas posiciones en el mercado de trabajo, se refuerza un compromiso genuino con los valores y objetivos de su profesión, lo que a su vez genera una identificación profunda con su rol profesional y con los principios que guían su campo laboral, promoviendo un sentido de identidad, responsabilidad, así como pertenencia en su trayectoria profesional (Gómez-Gómez et al., 2018).

Cuando el entorno educativo favorece la conexión del estudiante con su comunidad académica y cultural, esa identidad y pertenencia se fortalece, incentivando su permanencia y el logro de sus objetivos educativos (Maluenda Albornoz et al., 2021). Por ello, la educación superior debe garantizar un entorno que fomente la socialización del estudiante con su comunidad académica y profesional; de lo contrario, puede generarse una desconexión con su ejercicio profesional, afectando su desarrollo integral (Martínez et al., 2021).

El sentido de pertenencia y la identidad -cuando son fomentados adecuadamente desde los centros educativos- generan un impacto positivo en los estudiantes, promoviendo la integración y la identificación con la institución (Maluenda Albornoz et al., 2021). Esta relación fortalece la autopercepción del individuo y crea lazos de pertenencia que perduran más allá del periodo académico, permitiendo que el egresado se mantenga identificado y con un vínculo activo con su alma mater, incluso después de haber finalizado su formación (Gómez- Molina et al., 2019).

De este modo, el desarrollo integral de las capacidades humanas está íntimamente relacionado con la formación que el joven construye sobre sí mismo como individuo. Este proceso abarca no sólo su percepción personal, sino también el conjunto de ideas colectivas que emergen de su interacción con procesos históricos y sociales (Martínez et al., 2021). A través de estas experiencias, el sujeto va definiendo su sentido de pertenencia y autodefinición, influenciado por su formación profesional y por las instituciones que moldean su identidad (Corona, 2020).

Después de todo, esa identidad no se construye simplemente por estar registrado en una institución educativa. Es un proceso en constante evolución que requiere ser reconocido por la comunidad y participar activamente en actividades académicas, sociales, culturales y deportivas que generen satisfacción y refuercen el sentido de pertenencia (González-Campos et al., 2023). Es esta participación la que impulsa el sentimiento de orgullo por pertenecer a una comunidad, completar la formación con éxito y aplicar los conocimientos adquiridos en el ámbito profesional.

Por su parte, la pertenencia -cuando es fortalecida desde los centros educativos- dictará en gran medida la identidad que los individuos reflejarán una vez egresados. Si se promueve una experiencia académica enriquecedora que integre el desarrollo social, deportivo y comunitario, se crea una afinidad y un vínculo emocional con la institución (Corona, 2020). Este vínculo, a su vez, genera lazos de orgullo y arraigo, consolidando una identidad que perdura más allá de los años académicos (Videla et al., 2022).

En extracto, la identidad y el sentido de pertenencia son elementos clave en el proceso formativo universitario, ya que inciden en la integración del estudiante a su comunidad educativa y en su desarrollo profesional. La consolidación de esto depende de la participación dinámica en actividades académicas, sociales y culturales, lo que fortalece su compromiso con la institución y su trayectoria educativa. Sin embargo, la falta de espacios de involucramiento puede debilitar este vínculo, afectando el bienestar emocional y la permanencia en la universidad.

La pertenencia se estructura en dimensiones afectivas, sociales, físicas y académicas, influyendo directamente en el desempeño y en la conexión del estudiante con su entorno. En este sentido, garantizar estrategias institucionales que fomenten la identidad y el arraigo no sólo impacta en la experiencia académica, sino que también contribuye a la formación integral del estudiante y su vinculación con el ámbito profesional.

A manera de cierre del análisis realizado, se confirma que la identidad y el sentido de pertenencia son procesos dinámicos que moldean la experiencia universitaria y su impacto trasciende más allá del ámbito académico. En primer lugar, el desarrollo de la identidad y el sentido de pertenencia está vinculado a la interacción del estudiante con su comunidad educativa y su participación en diversas actividades. La identidad no es estática, sino que se construye a través de la interacción social, enmarcada por dimensiones afectivas, sociales, físicas y académicas. Estas dimensiones fortalecen la percepción del estudiante sobre su rol dentro de la institución y su compromiso con su formación.

Asimismo, se ratifica la importancia del sentido de pertenencia en el proceso formativo, ya que influye en la motivación, el desempeño académico y la estabilidad emocional de los estudiantes. Las instituciones educativas juegan un papel clave en su consolidación al fomentar espacios de participación que generen arraigo y compromiso con la comunidad universitaria. Un entorno que refuerce el sentido de pertenencia no sólo impacta positivamente en la trayectoria estudiantil, sino que también facilita la transición del estudiante al ámbito profesional.

Finalmente, la identidad construida en la universidad influye en la inserción y permanencia en el entorno laboral, reflejando los valores, competencias y aprendizajes adquiridos. Sin embargo, cuando la identificación con la comunidad universitaria es débil o inexistente, puede derivar en un proceso de desvinculación progresiva que afecta la permanencia, el desarrollo personal y la proyección profesional del egresado. Por ello, es fundamental que las instituciones diseñen estrategias integrales para fortalecer el sentido de pertenencia, asegurando no sólo la formación académica, sino también la construcción de una identidad sólida que facilite el éxito profesional.

Además, esta reflexión abre la posibilidad de futuras investigaciones que exploren cómo distintos factores institucionales, culturales y sociales inciden en la identidad y el sentido de pertenencia en los egresados a lo largo del tiempo, permitiendo el diseño de mejores estrategias de acompañamiento en su trayectoria formativa y profesional.

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Anna Karina Alcántar-García
Correo electrónico: algrank@ucol.mx

Mexicana. Doctora en Investigación con Enfoque Educativo por el Instituto de Estudios Superiores Federico Rangel Fuentes. Profesora por Asignatura en la Universidad de Colima, responsable del programa de Seguimiento a Egresados y colaboradora del Cuerpo Académico 67 adscrito a la Facultad de Letras y Comunicación.

Guillermo César Vázquez-González
Correo electrónico: cvazquez@ucol.mx

Mexicano. Doctor en Socioformación y Sociedad del Conocimiento por el Centro Universitario CIFE. Docente en la Universidad de Colima y el Instituto de Estudios Superiores Federico Rangel Fuentes. ORCID https://orcid.org/0000-0002-5403-3831

  1. 1 Este ensayo es uno de los productos de escritura de la tesis titulada “Construcción de identidad y sentido de pertenencia en egresados: un análisis a partir de las condiciones laborales y los discursos sobre el seguimiento institucional, en la Facultad de Letras y Comunicación (2019-2021)”, de Anna Karina Alcántar García, en el marco del programa de Doctorado en Investigación con enfoque Educativo en el Instituto de Estudios Superiores Federico Rangel Fuentes.

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