Toda gente
Interpretextos/ volumen 2, número 4
Septiembre 2025- febrero 2026 / pp. 73-103
ISSN-L: 3061-7227
Investigación
Cultura Sexual,
pionera del periodismo sexológico-educativo de Colombia (años 60)
Wilmar Vera Zapata1 ORCID: 0009-0005-9574-1841
Universidad Católica Luis Amigó, Colombia
Recepción: octubre 14 de 2024
Aceptación: marzo de 2025
Resumen
A principios de los años 60, en Colombia surgieron varias publicaciones tanto eróticas como educativas sexuales. En Medellín, Cultura Sexual se atrevió a abordar temas eróticos y sexuales con una mirada formativa y con interés científico y divulgativo. Su ejemplo cundió en esa década y en la siguiente, sumándose a los productos impresos que buscaban —desde la ciencia y la formación— dar una mirada seria y menos alarmista de una dimensión que se popularizó hace 60 años: la sexualidad humana.
Palabras clave
Prensa, prensa escrita, medios de comunicación, educación sexual, revolución sexual, años 60.
Cultura Sexual, pioneer in sexological-educational journalism in Colombia (1960s)
Abstract
In early 1960s decade, several publications emerged in Colombia, both erotical and educational about sex. In Medellín, Cultura Sexual magazine dared to address erotical and sexual topics with an educational perspective and scientific and informative interest. Its example spread throughout that decade and following, joining the print products that sought —from scientific and educational view— to provide a serious and les alarmist angle of a dimensión that had become popular 60 years ago: human sexuality.
Keywords
Press, Print Media, Sex Education, Colombian Sex Revolution, 1960 decade.
Cuando el sexo era pecado y escandaloso, la educación y el periodismo trataron de abordar ese tema con el fin de crear conciencia de que ese aspecto de la vida humana no era ni pecaminoso ni misterioso. El sexo era natural y aunque unos medios impresos explotaban el morbo de los cuerpos desnudos, otros —con las mismas armas, pero con menos impacto comercial— se dedicaron a enseñar sobre el cuerpo, su deseo y la sociedad que estaba empezando a develar sus misterios.
Cultura Sexual apareció en diciembre de 1962 y duró hasta 1964, fue editada por Ediciones Sexo y Cultura e impresa en Medellín. En su bandera, página legal o caja de créditos (lugar que en las publicaciones señala los responsables de editarla), aparecen como director Antonio Arcila González. Contaba además con un gerente, un administrador, un jefe de circulación, un agente nacional para las suscripciones, un secretario ejecutivo y siete “consejeros de redacción”2.
De formato pequeño, 18 x 12.5 cm, para la época era un formato muy común en las publicaciones de baja tirada y que podrían ser desde pequeñas novelas eróticas, libros de western hasta tratados políticos o publicaciones literarias3. En su ejemplar número 1 se presentó como producto que se vendía en librerías y puestos de revistas, con distribución en Antioquia, Caldas (Librería Mi Libro), Cundinamarca, Santanderes y Valle del Cauca.
El primer artículo de la revista se denominó “Cultura… no pornografía” y marca el derrotero de lo que —esperaban— fuera su aporte a la sociedad, uno donde la educación sexual brillaba por su ausencia, en el que los vacíos y las dudas se llenaban con marañas y mentiras que poco aportaban a una felicidad individual y al desarrollo de la sociedad.
El desastre de nuestra educación sexual radica en la torpeza de los educadores, mal educados ellos mismos, dice un expositor. Y Azzolini en La Civittá Católica afirma: “el adolescente necesita una iniciación, y los educadores tienen el deber de dársela, ¿pero cómo podría el educador proporcionársela si no ha sido preparado específicamente para ella? ¿cómo podría desterrar de los otros los prejuicios sexológicos, si él mismo los padece? ¿cómo podría corregir la ignorancia ajena si nadie se ocupa de corregir la suya?
(“Cultura… no pornografía”, 1962. pp. 1-2).
Recalcaba el editorial que no se podía impartir educación si los maestros no estaban preparados para brindarla, y es por esos enormes vacíos existentes, confusión de sentimientos y amplia ignorancia relacionada con todo lo que tiene que ver con el sexo, que la “equivocada, deficiente y torpe educación” (“Cultura… no pornografía”, 1962. p.1) son las causantes de las anomalías del instinto, de las perversiones y de todas las tragedias que padece en hombre.
Con el ánimo, pues, de proporcionar alguna educación sexual a los padres y maestros, lanzamos para todas las gentes de habla hispana, nuestra “Revista Cultura Sexual”. Quienes se interesen en su lectura con afán distinto al honesto de proporciones de una adecuada información se equivocan, pues nuestra misión es altamente moralizadora y no la de saciar instintos morbosos ni alentar la curiosidad malsana de quienes andan a la caza de folletines de pornografía (Cultura… no pornografía”, 1962. pp.1-2).
Bajo esa perspectiva, la justificación de dicha revista no dejaba dudas sobre su carácter educativo, y cualquier lectura fuera de ese marco no era más que una desviación de sus nobles y altos objetivos (decían ellos). El resaltar el valor moral de la educación, aun en la sexualidad, buscaba sin duda salirse al paso a las posibles manifestaciones contrarias a su labor formativa.
Diversos estudios señalan que en otras latitudes las industrias culturales hallaron nichos rentables abordando esta dimensión humana. Además, la popularización de los medios de comunicación, la alta escolaridad que empezaba a verse en las personas, así como la creciente participación de las mujeres en múltiples aspectos de la sociedad, facilitaban colocar en el centro los discursos y expectativas de las nuevas generaciones de la época.
Otro elemento que pretendía ser anulado con la correcta información sexual desde tiernas edades era atacar a la malsana curiosidad que recae sobre temas o tópicos señalados como “prohibidos”. Defendía la revista Cultura Sexual:
Entre los tres y cinco años, periodo de excelencia de las investigaciones sexuales, el niño tiene un oído regularmente atento para todo lo que se refiere más o menos directamente al dominio sexual. Una palabra no comprendida, la explicación de cuyo significado se le niegan suele bastar para dirigir sus pensamientos en un sentido determinando desviándolo a la realidad (…) Se enseña al niño que no hay que hablar de ciertas funciones corporales y se hace posible por provocar su repugnancia: la indecisión y el embarazo de los adultos para hablar de estos asuntos para él misterioso, lo llevaría a pensar que se trata igualmente de cosas prohibidas y repugnantes, pero cuyo carácter secreto no hace sino aumentar aún más la atracción natural que ha sentido hacia ellas. Lo que no puede obtener de los padres, lo busca y lo procura entre los criados (¿?). Las explicaciones que de ellos obtiene no son suficientes para liberarlo de aquella adversión (sic)” (“No eduque a su hijo así”, 1963. p.47).
Una vez más se defendió la necesidad de educación de calidad en la sociedad, pero seguía vigente la duda de quiénes y cómo hacerla llegar sin despertar la malsana curiosidad de una mente inmadura y volátil como la de los niños.
Destacar la importancia de un valor moral y educativo fue al mismo tiempo una manera de oponerse con fuerza a esa nueva comercialización sexual y de alto consumo como es la industria pornográfica, que para los años 60, gracias a la contracultura y a la influencia de medios masivos, empezó a configurarse como una enorme industria que genera millones de ganancias4.
Jeffreys (1990) destaca cómo para las autoridades occidentales, la reivindicación de los derechos femeninos y de la libertad para el goce del cuerpo fueron llamados como grupos “pro-sexo”, con un tinte negativo para la sociedad occidental:
La tradición conservadora ha promovido la oposición a la pornografía, la prostitución, la homosexualidad, todas las variaciones eróticas, la educación sexual, la investigación sexual, el aborto y la contraconcepción. La oposición a la tradición pro-sexo ha incluido a individuos como Havelock Ellis, Magnus Hirschflied, Alfred Kinsey y Victoria Woodhull, tanto como a los movimientos de educación sexual, organización de prostitutas y homosexuales, los de derechos reproductivos y organizaciones tales como la Liga de la Reforma Sexual de los años 1960. El abigarrado grupo de reformadores, educadores y militantes sexuales ha variado en los registros tanto sobre temas sexuales como feministas. Pero seguramente están más cerca del espíritu del feminismo moderno que de los cruzados morales, los movimientos de pureza social y las organizaciones contra el vicio (traducción propia. Jeffreys, 1990. p.194).
Para el siguiente número, en las páginas internas exhibían los “cartones” que le daban la calidad de publicación seria y educativa, nada que ver con la degradación comercial de la sexualidad, de acuerdo con el marco legal vigente. Decía la publicación:
CULTURA SEXUAL. Aprobada por el Ministerio de Gobierno de la República de Colombia, por Resolución número 1.244 de 30 de noviembre de 1962, originaria de la sección de PROPIEDAD INTELECTUAL Y PRENSA.
EDICIONES SEXO Y CULTURA ha publicado, además: “El delito sexual en la Legislación colombiana”, obra ésta de consulta para los profesionales del Derecho de todas las Américas.
“El Tercer sexo”, obra que divulgación sexológica indispensable en la biblioteca del jurista, del médico, del padre de familia, del educador y del hombre de estudio.
Y… en prensa:
“Las Lesbianas”, donde de manera científica y moral, se trata el tremendo problema de la homosexualidad femenina5(s.p.).
No deja de ser curioso la abundancia de calificativos, que no sólo estaban en la presentación de las obras del director sino en, por ejemplo, artículos históricos y hasta en algunas portadas sugestivas. Tema que se abordará más adelante.
A lo largo de su existencia, Cultura Sexual cumplió su promesa de configurarse como una alternativa informativa y educativa para todo público, abordando temas que -por lo general- se consideraban complejos y de amplio interés científico e informativo, tales como el travestismo, la homosexualidad, la evolución histórica del ejercicio de la sexualidad, la higiene sexual, el hipismo, la rebeldía juvenil, las cualidades para el matrimonio, la impotencia, el safismo, la prostitución, la noche de bodas, paternidad responsable, la exposición demográfica, hormonoterapia, la píldora y métodos anticonceptivos, los gamines, los delitos sexuales y, cómo no, el consultorio íntimo.
Desde el primer número apareció un interés por el tema del homosexualismo, fuera en hombres o en mujeres, en el que siempre recurrió a justificaciones de tipo moral o religioso, así como una mirada cientificista que, para la época, aún estaba en estudio y análisis.
Algunos temas no fueron ajenos a las controversias, como la propuesta de crear un Centro de Salud Sexual en Medellín, la capital con más tradición conservadora y clerical del país. En el artículo editorial “Por un Centro de Cultura Sexual”, su director explicaba:
En nuestra pasada edición, nos fue grato insertar un interesante artículo sobre Higiene Sexual, donde sus autores Gershon y Fishel Suster propugnan por la formación en esta ciudad de Medellín, de un Centro de Estudios Sexológicos, siendo elemental que la magnífica idea puede hacerse extensiva a todas las ciudades del Continente Americano.
Si bien es cierto que prestantes elementos del Clero Católico están interesados en una conveniente, seria y oportuna labor de divulgación en estas delicadas materias; sí hay instituciones muy respetables dedicadas a la orientación cristiana del hogar católico, en todas aquellas cuestiones que como las del sexo, inciden tan profundamente en todos los elementos de nuestra vida: si hay quienes dedican sus esfuerzos a la preparación de los novios para la vida conyugal, si todas estas personas e instituciones han iniciado cursillos de interés y divulgación sexológicas no podemos negar por otra parte, que estos esfuerzos plausibles, se han proyectado sobre núcleos relativamente escasos y no han cubierto toda la diversidad de gamas y de sectores de la opinión pública que están ávidos de esta clase de enseñanzas, precisamente porque la requieren con urgencia suma (“Por un Centro de Cultura Sexual”, 1963. p.8).
Una propuesta tan atrevida como esas no podría llegar a desarrollarse sin la presencia decidida de la clerecía antioqueña, tan celosa de mantener el control sobre los contenidos formativos y escolares que circulaban en la sociedad. Durante mucho tiempo fueron ellos, junto con representantes de las autoridades civiles y hasta de padres de familia, quienes procuraban definir qué era pertinente o no conocer, qué se podía exhibir en medios y en la sociedad.
Abordar la necesidad de tener una cátedra de educación sexual fue una idea atrevida pero acorde con los cambios de la época. Incluso, tres años antes, en enero de 1960, El Colombiano había expresado -en una columna de opinión- la necesidad de discutir sobre la posibilidad de contar con una educación sexual eficaz, pero bajo las condiciones propias y particulares de cada niño y de su proceso formativo.
En todos los centros de estudio, en las asambleas y seminarios y en los debates en donde se aborda el tema de la educación, siempre se llega al espinoso asunto de la instrucción sexual. Hay quienes afirman que es necesario y no solamente necesario sino urgente, que al llegar los niños a determinada edad deben ser instruidos sobre los fenómenos de la vida, pero en forma prudente. Otros en cambio objetan que es inconveniente (Betancur, 1960, p.4).
Los llamados, como en el artículo de Cultura Sexual de tres años después, es darle a los formadores y padres algún tipo de marco de conocimiento serio para transmitir con altura ese “espinoso asunto” a menores que, por su condición e inmadurez, son impresionables y de fácil manipulación.
Para el columnista Conrado Betancur, contrario a una difusión amplia de la educación sexual, tocaba limitar el
abrir desmesuradamente los ojos… tal vez nuestra personalidad instintiva y nuestros impulsos afectivos no se acomoden exactamente a los de aquel que recibe nuestras enseñanzas y pretendiendo defenderlo de los males del mundo, puede ser que lo lancemos prematuramente a afrontarlo (1960, p. 4?).
Ante eso, lo mejor era:
En otras palabras, nada nuevo de lo que siempre se había hecho y que, hasta ese momento, había funcionado en una sociedad castrada, altamente influenciada por las autoridades eclesiásticas, civiles y, de alguna forma, parentales. Si los discursos sobre las “realidades de la vida” eran celosamente controlados por las autoridades (parentales, religiosas o estatales) y muchos llegaban a la adultez desconociendo funciones biológicas básicas, la pérdida de esa exclusividad con la influencia de los medios de comunicación masivos, obligó a traer el tema a colación.
Seguir, durante esa la época, por los cauces normales del despertar de la vida, de los revelamientos naturales de la sexualidad y que, con piedad, contingencia y una firme voluntad moral y religiosa, le permitiera al joven ser inmune y célibe, resultaba —sin duda— algo complejo.
De manera que lo importante no es enseñarle al niño los fenómenos de la sexualidad sino formarle carácter y moral, para que cuando los conozca sepa recibirlos tranquilamente, sin el misterio y el encanto que suele rodeárseles siempre (Betancur, 1960, pág. 4).
El “misterio y el encanto” son dos palabras que resumen muy bien lo que se siente cuando de forma —a veces— no planeada, ese “abrir de los ojos” ocurre en las personas, en especial a aquellos que mantuvieron los secretos de la vida cerrados bajo la amenaza del pecado, el remordimiento y la vergüenza.
Desde el periódico El Colombiano —para esa época— la propuesta de sus columnistas fue mantener las cosas como siempre han ocurrido, esperando el surgimiento natural del despertar y la curiosidad sexual y, ahí sí, responder con la verdad a las preguntas que generara el curioso infante. Para ellos, sería lo más adecuado. Por supuesto, para ese momento eran testigos del enorme cambio, el progreso e influencia de medios de comunicación en la misma sociedad, que poco a poco fue adentrándose en los misterios de la vida, sin necesidad de ese arsenal de prejuicios, vaguedades y miedos con qué afrontar la vida. Creían que la ignorancia protegía a los menores de los peligros a los que podían enfrentarse.
Sin duda, mantener esa actitud en una época tan cambiante era un error y a eso apuntaba Cultura Sexual, en su editorial de enero de 1963.
Nuestro propósito es más ambicioso que el de todas las personas, que como lo acabamos de enunciar, pretenden llevar alguna luz a quienes tanto han necesidad (sic) de ella, pues la ignorancia en estas materias causa estupor, y por eso queremos aprovechar la iniciativa de los señores Suster, y apoyamos la de constituir un Centro de Estudios Sexológicos, en esta ciudad de Medellín (s.p).
Con esa iniciativa, sin duda se podrían tratar profesionalmente los problemas de la educación, procurando formar en esas áreas a “médicos, sacerdotes, maestros, padres de familia y demás profesionales”, como concluye el texto.
Haciendo una pesquisa y por el rastro evidenciado con el tiempo transcurrido, esa propuesta cayó en el olvido. Por supuesto, en la segunda mitad del siglo se materializaron asignaturas de orientación sexual en las instituciones educativas, pero éstas tenían más interés en explicar -no muy profundamente- los procesos naturales de madurez corporal, abordar los cambios hormonales, explicar un poco las relaciones entre los sexos, el proceso de la fecundación, el parto y algo de la responsabilidad paternal. Otros temas como las enfermedades sexualmente transmisibles, las filias o los impulsos que no coinciden con lo heteronormal fueron abordados sin mucho entusiasmo, tanto en instituciones privadas como públicas.
Los que superamos el medio siglo de existencia en Colombia, recordamos en las aulas las clases de “Comportamiento y Salud”, una asignatura con pocas horas a la semana (siempre la religión tenía más disponibilidad horaria), en la que se abordaban los “secretos de la vida” más por obligación que por real interés en enseñar sobre el cuerpo, la sexualidad y las relaciones pasionales interpersonales.
La necesidad de la educación siempre ha estado latente y surgió como una alternativa para luchar contra la ignorancia que llevaba a padecer tantos abusos, embarazos no deseados, afectaciones familiares, psicológicas y personales, además de enfermedades venéreas6.
Pese a la novedad de la idea, nunca se materializó la creación de una entidad encargada de fomentar la educación sexual auspiciada por las autoridades nacionales, civiles y eclesiásticas. Por el contrario, el tema sigue siendo abordado con suspicacia y miedo, pese a que los jóvenes de la época poco a poco empezaban a adentrarse en ese mundo complejo lleno de dudas e intrigas, pero con la curiosidad bien despierta de quien prueba lo prohibido, por eso es más placentero y mayor gusto le saca.
Cultura Sexual también abordó temas puntillosos para la sociedad como el homosexualismo, tópico que siempre había encontrado —en medios impresos, radiales y corrillos callejeros— oídos dispuestos a escuchar las noticias con falta de rigor, amparados por un malsano amarillismo y plagado de denuncias hacia una población a la que tildaban como “enferma”, “antinatural” o “voltiada”.
El profesor e investigador Guillermo Correa Montoya, en su obra Raros (2018), hace un amplio recuento de cómo los homosexuales fueron vistos, temidos y rechazados en la sociedad antioqueña del siglo pasado. Entre sus aseveraciones está que los discursos disciplinares y técnicas de control, ubicaran a la sexualidad femenina y su ejercicio como una preocupación capital para las autoridades. Además, la sexualidad masculina ha sido ligada a un comportamiento para satisfacer sus impulsos y deseos naturales, señalado en su sexualidad disidente como victimario o víctima, dependiendo de su estatus social y capacidad económica7.
Sin duda, una emergente vida cultural favoreció muchas transformaciones en las relaciones de familia, en los modelos de vida de pareja o cortejo y hasta en las exigencias propias de cada género y de la vida íntima que les competía.
Modernización contra tradición
Bajo la perspectiva de la “modernización” se pusieron en entredicho los valores impuestos en la sociedad y el individuo, y de forma silenciosa, pero constante, la gota de la duda y la novedad fue horadando la muralla moral por siglos levantada.
Gracias a programas de TV, libros, revistas y películas nacionales y extranjeras, una nueva generación ganó protagonismo en la sociedad y puso en duda los discursos hasta ese momento aceptados. Para algunos eran señales de cambio positivo y vanguardista, mientras para otros, era degeneración y mal ejemplo.
En Colombia, ese quiebre se vio a finales de los años 50 y se desbocó con las décadas siguientes. Como en otras partes del mundo, la población con ciertos ingresos y clase social entre los 13 y 25 años lideraron un cambio en el comportamiento asimilados y difundidos, que chocó con los valores y acciones de sus padres y abuelos. Cocacolos se le llamó a esa generación de finales de los 50 y principios de los 60, en ese afán de diferenciar a cada grupo de edad con nombres rimbombantes o exagerados8.
La Revista Cultura Sexual se configuró como un medio científico-periodístico, interesado en sentar las bases de un ejercicio de la sexualidad, el amor y el vínculo sentimental amplio, informado y serio, despojándolos de falsos moralismos o exageradas promociones lúbricas.
Analizando los ejemplares existentes en sus 20 ediciones publicadas desde 1962 a 1964, encontramos numerosos temas de interés que tuvieron en sus páginas un escenario de difusión y abordaje. Entre esos temas se pudo identificar:
Esa variedad permite concluir que, como su nombre lo indicaba, la cultura, la salud, las nóveles discusiones de género identificadas y las problemáticas sociales, configuraban la promoción de una verdadera cultura sexual para los primeros años de la década de los 60 en Colombia.
Esta publicación abrió el camino para que la audiencia, en especial personas del común y público en general —a diferencia de expertos en áreas como la salud, la psicología o el derecho que analizaban y publicaban en revistas académicas puntuales— accedieran a temas de interés porque eran discutidos por la sociedad en general.
Incluso, pese a que no dice fecha, en su portada tenían como eslogan la frase: Cultura Sexual es una revista que saca el sexo del dominio del misterio y coloca el estudio de las funciones genitales al nivel de un enfoque científico. Un verdadero atrevimiento en una sociedad como la colombiana (aunque también decían llegar a otros países) sin destacar más allá de lo biológico el poder social del sexo y la sexualidad.
Como publicación, Cultura Sexual puede aportar elementos que facilitan conocer y comprender las preocupaciones de padres de familia, jóvenes, autoridades civiles o religiosas en torno a una realidad cambiante y vertiginosa, liderada en especial por imposiciones del extranjero (como las políticas nacionales de control de natalidad) o el cambio de comportamiento en lo privado y en lo público.
Por ser de interés, me concentraré en cuatro categorías de las más abordadas por la publicación: control de natalidad, problemas sociales, tercer sexo y cultura sexual. Las otras pueden ser muy interesantes sin duda, pero en aras del objetivo investigativo, quiero expresar y dar a conocer cómo desde esos tres aspectos se fue configurando un cambio de imaginarios y mentalidad en torno a la sexualidad en la séptima década del siglo pasado, aspectos que fueron importantes para los cambios vertiginosos que llegaron para el periodo finisecular.
Creced y multiplicaos… ¡pero no tanto!
“Control natal”, “planificación familiar”, “anticoncepción” y “métodos de planificación” empezaron a ser comunes a principios de los años 60 a nivel mundial y en Colombia. Teorías sobre la población ya empezaban a despuntar en el siglo XVII y XVIII, cuando se pensaba que tener una gran población podía ser positivo o negativo para los Estados (Puyana, 1985, p. 179).
Fue durante el gobierno del presidente Alberto Lleras Camargo (1958-1962), primer gobernante del llamado Frente Nacional, que se tomó la tesis estadounidense sobre que el aumento desmesurado de la población era causante de la miseria y, con ella, caldo de cultivo para problemas sociales, de seguridad y hasta favorecedor de una inminente revolución.
(…) pero, además, los pueblos Latinoamericanos tienen más conciencia de sus necesidades, la población crece vertiginosamente y no aumenta en idéntico grado la producción de bienes y servicios. El costo de vida sube… por estas razones, es el objetivo claro crear desórdenes, confusión y situaciones de violencia de manera sistemática, en la prolongación y extensión de la Guerra Fría (Puyana, 1985, p.185).
Esta enorme carga política implicó que el desorden del crecimiento poblacional era una amenaza para la civilización y Occidente, pues la existencia de demasiados individuos que no gozan de las riquezas de un territorio ni de los servicios básicos de salud, educación y vivienda, pueden pasarse al bando contrario, al de los comunistas:
La gran amenaza de nuestro pueblo consiste en la explosión demográfica, entre nosotros ya no es una rigurosa hipótesis estadística sino una realidad que captamos en cada paso cotidiano. Si vamos a tener, como parece seguro, diez millones de colombianos en 1970, no podemos dejar que lleguen infiltrados como las quinta columnas involuntarias de la revolución, no ya a encontrarse con la pobre condición de nuestros compatriotas presentes, sino obligados a disputarle su pedazo de miseria a la generación actual… sin hospitales, sin viviendas, sin servicios, sin agua potable, sin tierra propia, ese casi fabuloso incremento de la población no puede sino convertir a los países de América Latina, sino como alguien le expresó recientemente, en un afrentoso arrabal de Occidente (Puyana, 1985, p.185).
Esa perspectiva, denominada malthusiana, hacía referencia a lo que el clérigo y pensador británico Thomas Malthus, que trabajó en la East India College como economista, aseguró que la pobreza estaba muy relacionada con una desenfrenada explosión demográfica. Bajo esa perspectiva, según Cultura Sexual, pasaba por un tema de nacionalismo y lucha contra el imperialismo de EE. UU.
Fue el doctor Alberto Lleras Camargo que introdujo en el léxico popular colombiano esa palabreja, que es tema obligado de discusión y controversia, desde que en Cali un ilustre escritor propugnó por la necesidad de controlar la natalidad, atribuyendo a la excesiva población humana todos nuestros males y miserias (Cultura Sexual, 1966, pág. 2.).
Dada la dependencia política y económica a EE UU., el autor de la nota explicó el éxito de la tesis de que —con el control de natalidad—, ese país puede manejar más fácil los hilos del control y dominio sobre países subdesarrollados.
Hasta ese momento, el control de nacimientos tenía una preocupación más desde el “esguince” a la práctica sexual matrimonial sin el producto natural y esperado de esa actividad, que son la traída de “hijos a Tu servicio”, como rezaba la fórmula colonial de la bendecida coyunda marital. En efecto, ha hecho carrera la frase que, durante el dominio español de los virreinos americanos, la pareja antes de dedicarse a los quehaceres carnales, se postraban a cada lado de la cama y rezaban: “Señor: no es por vicio, ni por fornicio, sino para traer hijos a tu servicio”9.
El problema a mediados de los años 60, de acuerdo con el senador demócrata Joseph Tydings, en una nota publicada en esa misma revista como complemento a este artículo, era que el país del norte debía asumir los costos de dar herramientas para que en América Latina se “evitara la violencia y la revolución” generado por la falta de control natal.
El legislador demócrata de Maryland advirtió que la actual población latinoamericana es de 213 millones de habitantes que estimadamente (sic) se incrementarán a unos 700 millones a finales del siglo. Añadió: A menos que se haga algo inmediatamente para contener la explosión demográfica, nuestros vecinos del sur afrontarán un futuro de hambre y estancamiento económico y, agregaría, violencia y revolución10(Dávika, s/f).
El artículo mostraba que el presupuesto de ese país al año para programas de control natal en América Latina, era de $50 millones de dólares y, si querían efectividad para el futuro, debía duplicarse. Lo cierto es que, para finales de esa década, cuando el senador Tydings perdió su reelección en 1970, ya existían en Colombia entidades como Profamilia y la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina (Ascofalme), quienes levantaron las banderas en contra de la ignorancia vuelta tradición y promulgaron actividades, productos y planes de control de natalidad y de un ejercicio de la sexualidad que no disparara las cifras de nacimientos.
Las cifras y estudios de esas organizaciones dieron el carácter cientificista que necesitaba un discurso contrario a la tradición católica y de cumplimiento de la voluntad divina que, ante cada contacto sexual, se le premiaba a la pareja con un nuevo siervo para el Señor. Premio algo preocupante para miles de parejas que, con un solo proveedor económico, no debía sentirse muy feliz trayendo bocas a alimentar por saciar ese impulso natural y enorme que era el amor carnal bendito (ojalá) bajo el matrimonio.
En 1964, el promedio de hijos nacidos vivos en el país era de 7.0 en el campo y 6.1 en lo urbano, bajando para 1978 a 3.9 y 2.9 respectivamente, demostrando de forma contundente que los programas aplicados fueron efectivos gracias a que las administraciones contaron con programas de política de desarrollo claras y con amplios presupuestos y aportes internacionales (Puyana,1985, p.189)11.
Múltiples razones llevaban a defender la anticoncepción. Sin duda, las condiciones sociales y económicas del país no permitían continuar con las tasas de nacidos de décadas atrás, para ello, desde 1970 se implementaron programas de repoblamiento urbano, ofreciendo oportunidades de trabajo y apoyando el crecimiento en ciudades intermedias. Además, los programas de saneamiento ambiental, atención materno-infantil, ampliación educativa y la creciente presencia femenina en la educación, sirvieron como puntas de lanza para el cambio paulatino de la cultura y creencia sobre la extensión de la familia.
En 1970 se creó el Consejo Nacional de Población, diseñado para pensar los problemas demográficos y para implementar políticas de población. Esa preocupación decayó entre 1974-1978, donde el afán no eran planes de reducción de hijos, sino de acceso a información y medios para que las parejas decidieran libre y responsablemente sobre el número de hijos. Para 1980, con un desempleo que no era articulado al número de habitantes, con un descenso de la fecundidad evidente y una controlada migración al campo, se demostró que la idea neomalthusiana era rebatida, sin embargo, los programas antinatalistas seguían promoviéndose, en especial en las clases bajas y medias, reforzando su presencia con el apoyo del Ministerio de Salud Nacional.
No obstante, un asunto era evitar los hijos en el matrimonio y otro evitarlos sin la autorización tradicional. En ese sentido, el derecho a usar la planificación estaba supeditada a las parejas religiosamente constituidas, aunque la presencia de uniones libres era alta, la gran mayoría de éstas contraían nupcias y las mujeres llegaban doncellas al altar.
“Cada oveja con su pareja” solían decir a modo de que para todos hay una persona dispuesta a quererla y entablar un hogar. Sin embargo, ayer como hoy, el proceso de galantería, de coqueteo exitoso, ese que va del conocerse, tratarse y emparejarse ha sido una tarea difícil para muchas personas.
Como forma de ayudar a romper el aislamiento y lograr uniones perfectas, Cultura Sexual propuso, en el marco de esa “liberalización” del comportamiento social, que las agencias de matrimonio ofrezcan el servicio de casamenteros y que realicen estudios sobre si son compatibles o no las potenciales parejas.
En la sección “Para su matrimonio, una unión adecuada” de la revista Cultura Sexual. No. 8, (1963?), podía leerse:
unidos de un conocimiento exacto del problema exacto, podríamos dar en agencias matrimoniales del Estado —que aconsejamos organizar vinculadas a los institutos de consulta pre-matrimonial— consejos útiles basados, eso sí, únicamente en la libre elección de los enamorados, y pronosticar las consecuencias felices o desgraciadas para los contrayentes o para su descendencia (p.).
Una de esas estrategias era el análisis grafológico de la pareja, el cual permite con la aplicación de los siguientes criterios, saber si son compatibles o no. El estudio de la escritura da a conocer:
La misma revista señala que:
La experiencia parece demostrar que las uniones felices se fundan, sobre todo, en una fuerza semejante del instinto sexual. Ahora bien, se trata de un factor perfectamente conocible en la escritura. Cuando comprobamos una gran diferencia en la fuerza del instinto sexual, como, por ejemplo, la que existiría entre un hombre poco sensual y una mujer muy apasionada, será necesario desaconsejar la unión (Para su matrimonio, una unión adecuada, s.f.).
¿Unión de opuestos es mejor para el éxito matrimonial? ¡Qué novedad! Aunque hoy parezca de “Perogrullo”, no podemos olvidar que muchas uniones se hacían por el actuar de padres interesados en crear lazos —algo común en clases sociales altas todavía— y por lo expresado en el texto, la intervención de un tercero voluntarioso, rezago de un Celestinismo, hoy tan desvalorizado como vetusto.
Pese a que en Estados Unidos empezaban a realizar estudios de compatibilidad sentimental basados en las encuestas de aptitud vocacional, además de imponer a la futura pareja una serie de castigos modernos para ver el nivel de compenetración, otros factores de éxito demostrarían que, dar con una pareja a la cual amar y construir un hogar, envejecer juntos y mantener el mismo grado de agrado mutuo y afinidad es, como la serie de espías tan apetecida en la TV de los años 60, una “misión imposible”.
¿Cómo encontrar la pareja ideal? El texto anota varias posibilidades que están siendo aplicadas (¿?) para optimizar el trabajo a medias del ineficiente Cupido. Una de ellas, una serie de artilugios conectados al pecho, muñeca y brazo, con la cual registrar en tiempo real las reacciones físicas de los participantes a la exposición de un par atractivo, con la cual queda en evidencia la efervescente reacción de los participantes. “Si los dos candidatos se acercan sin que por ello pueda comprobarse una aceleración del pulso y de la respiración, o un aumento de la presión arterial, según Gernsback, ambos harán bien en renunciar a su matrimonio” (“Para su matrimonio, una unión adecuada”, s. f.).
Otras pruebas, según el texto, iban desde realizar un disparo cerca a los candidatos para ver el nivel de reacción ante los acontecimientos inesperados, dejarse conectar a una especie de traje aislante conectado por tubos donde el olor corporal llega de forma directa y puede activar el “subconsciente” y esa génesis de la antipatía o simpatía que es el olfato.
Admirador —al menos aparentemente— de las ideas del célebre “husmeador de almas”, el profesor Gustavo Jaeger, de Stuttgart, Gernsback que encierra a los candidatos al matrimonio en sendos aparatos, especie de escafandras herméticamente cerradas y unidos cada uno con un tubo terminado en una boquilla. De esta manera hace llegar a cada uno el olor de sus cuerpos.
Como si fuera poco, en ese potro de torturas, otra prueba consistía en abrir una herida al otro para ver el grado de empatía y conmiseración. Por supuesto, la herida no era más que una pequeña marca que cada pretendiente se realizaba ante el otro: el examinador piensa que de esta manera puede medir el grado de compasión.
Era difícil saber el nivel de éxito del método del curioso doctor Gernsback, pues la revista registró sus actividades, mas no sus resultados finales. Y tal vez no importa. Lo cierto es que a la hora de buscar pareja, para los años 60, se plantearon múltiples estrategias, algunas pseudocientíficas (como el grafismo) o francamente ridículas. En ese afán de hallarle un ángulo objetivo y cientificista a la naturaleza humana y a su actuar, muchas acciones se aplicaron para comprender el sentir del corazón, casa donde la tradición expresa que reside en sentimiento amoroso. Sin embargo, ya fuera en la antigüedad, en el siglo pasado u hoy mismo, con aplicaciones digitales de citas, “Likes” que se brindan en redes sociales para romper el hielo, relaciones polinuméricas o multiespecies, o las consabidas conversaciones sobre los gustos y aspiraciones, la clave de esa primera etapa del enamoramiento que conlleva a crear pareja y familia, ha sido tan claro y evidente como el sol en un día despejado. La clave, y lo dice el mismo autor del texto, es contundente: “La condición primordial es que siempre exista atracción mutua”. Touché.
El camino difícil tras el “Sí, acepto”
Hay un popular bambuco colombiano muy fiestero de los años 50 que, hace más de 60 años, suena casi por tradición en las bodas: “Qué vivan los novios”, de Emilio Sierra, el cual canta el gozo que representa ir al “rancho” con la “negrita” añorada a comprobar las dulces promesas que hay en la miel de su boca. Con la popularización del consumo musical, los años posteriores generarían una constelación de éxitos que recordaban de forma sonora las múltiples etapas de ese momento tan especial en la vida de un hombre y una mujer.
Enamorarse de la novia del amigo o asistir al altar cuando es él quien desea ocupar el puesto del novio, fueron algunas temáticas populares y que demostraban que, en cuestiones de la existencia, “vivir es lo más peligroso que tiene la vida”, como señaló el cantautor español Alejandro Sanz.
Pero superada la fase de novios, pedida de mano y concreción de la fecha de unión, todavía era frecuente que —para acceder a los goces de la piel— las parejas deberían pasar por el peaje matrimonial, muchas veces con más dudas que certezas, en especial para las mujeres, a quienes la educación sentimental no pasaba de ser un estrafalario rosario de cosas que debía hacer como mujer casada y que, hasta hacía pocos días u horas, no tenía certeza pues no había “abierto los ojos”, como se explicaba entonces el conocer los misterios nupciales.
Con más dudas que claridades, las parejas daban el “sí, quiero” ante amigos y familiares y con un festín -amplio o sencillo- comenzaban una etapa del camino, “un hombre y una mujer unidos por la fe y la esperanza”, como bien canta el exbanquero y compositor Héctor Ochoa, quien interpretó El camino de la vida el 19 de noviembre de 1983, en el Recinto Quirama, en El Carmen de Viboral, población ubicada al oriente de Medellín.
Por lo general, las parejas de clases acomodadas organizaban la luna de miel fuera de la localidad que los recibirá, ojalá, tras ese viaje, con la novedad de ser ya mujer habilitada, señora en propiedad y futura madre en la dulce espera.
En las páginas sociales de la prensa de la época abundaban notas de parejas felizmente casadas, con descripción de la fiesta, sitio de retozo y posible fecha de regreso.
Veamos un caso:
“Elegante fue la boda del Dr. William Rojas y Merceditas Echavarría”
Se efectuó ayer en las horas de la mañana, en el templo de El Poblado, la elegante boda de la distinguida pareja antioqueña formada por el doctor William Rojas Montoya y Merceditas Echavarría Restrepo, pertenecientes a familias del más alto aprecio social y cultural de la ciudad de Medellín. El reverendo padre Aurelio Matta, del Opus Dei, bendijo la unión y auguró una suerte feliz. Merceditas entró en el templo, adornado con azucenas y eucaliptos plateados, luciendo un elegante vestido de estilo clásico confeccionado en “peau di sale”, corona de azahares y velo corto de tul de ilusión, yugo de orquídeas blancas. El doctor William Rojas Montoya, es hijo del industrial Francisco Rojas y de la señora Carola Montoya de Rojas, quienes fueron primeros padrinos con los padres de la novia, Guillermo Echavarría y la señora Ángela Restrepo de Echavarría. Otras parejas asistentes -en calidad de padrinos- por parte de William fueron: don Enrique Rojas y señora; el señor Harold Mondragón y señora; el doctor Tulio Ospina Pérez y señora; el doctor David Velásquez y señora. Por parte de la novia estuvieron también presentes don Luis Fernando Restrepo y la señora doña Ana Mejía de Restrepo; don Diego Echavarría y señora; don Alejandro Echavarría y la señora doña Luisa Greiff de Echavarría; el señor Camilo Echavarría y la señora doña Himelda Restrepo de Ángel; el señor don Gabriel Vélez y la señora doña Rocío Vélez de Piedrahita. La ceremonia religiosa, que revistió especial solemnidad, fue seguida de una elegante recepción en Castilla, residencia campestre de la novia, donde se congregaron familiares y amigos de los recién casados. Salieron estos ayer mismo hacia Méjico (sic) y Miami, en paseo de bodas y se proponen fijar residencia en esta ciudad donde William tiene la sede de sus actividades profesionales. Les presentamos a nombre de EL COLOMBIANO las más cariñosas felicidades” (“Elegante fue la boda del Dr. William Rojas y Merceditas Echavarría”, 1962) .
Fotografía: El Colombiano.
En este caso, un enlace de la crema y nata de la ciudad es noticia amplia, y tanto los novios como los asistentes al matrimonio son importantes. Aquí, los hombres son reconocidas figuras del mundo económico y los negocios que —cómo no— son relevantes en tanto son hombres, pues para algunos de ellos, sus esposas (señoras o doñas) no dejan de ser compañeras anónimas que complementan su grandeza y relevancia. Puede que anónimas a menos de que tengan una notoriedad social que merezcan ser recordadas. Los Echavarría Misas, Ospina Pérez, Restrepo o Villegas eran prestantes familias que crearon empresas como Coltejer, la Fábrica Nacional de Chocolates o como funcionarios públicos fundaron programas como el Sena. Explayarse en detalles de quién bendijo la boda, la exclusividad, delicadeza y belleza del traje y el anuncio del lugar del agasajo, como “residencia campestre”, el “paseo de bodas” y dónde instalará William —que es el importante—, su residencia de casados, permite evidenciar la preponderancia masculina de las bodas en las clases más ricas de esta comarca. Aunque la foto sólo se dedique a la feliz novia, donde se ve su belleza y lozanía, propia de la calidad de familia de origen, en el texto se sigue replicando la importancia del novio, a partir de la nota, orgulloso esposo de Merceditas.
Para el hombre, lo más importante en la vida es su carrera. Él quiere triunfar en los negocios, quiere ganar mucho dinero, tiene ambiciones en la vida pública… Para la mujer, el casamiento significa el sueño color rosa de la vida. De su casamiento dependerá su posición social. El casamiento la llevará a la maternidad, a través de la cual se sentirá plenamente realizada en la vida. Definía en “El amor y el matrimonio” uno de los expertos de Cultura Sexual (“El amor y el matrimonio”, s.f., p.46).
Pero cuidado, que tras esa fachada de felicidad se esconde el germen del desengaño, pues como lo dice la misma nota, muchas mujeres rehúyen del casamiento porque saben que, finalizada la fiesta, llevada a la lavandera la ropa del viaje de bodas, “para la joven despreocupada y sin obligaciones de ayer, la vida de casada está llena de deberes y cansancios. Muchas veces no será solamente la reina del hogar… sino su esclava” (“El amor y el matrimonio”, s.f., p.46).
Luego de las trasnochadas y agites del enlace, la fiesta y los regalos, llega el momento más importante de la ceremonia: la consumación enmarcada en la noche de bodas o luna de miel.
El viaje de bodas es un momento en el cual las parejas se conocen íntimamente, y se espera que, tras su periplo, se logre la verdadera y única razón de los matrimonios: el embarazo. En los diarios abundaban notas grandes o pequeñas (de acuerdo con la influencia, abolengo y capacidad económica de los anunciantes) destacando esos matrimonios, y allí mismo comenzaron los primeros locales denominados moteles para aquellas parejas que, necesitados de un espacio íntimo y cercano, pero sin salir de un presupuesto limitado, se daban su versión pequeña de finca-paseo-retozo en la misma ciudad. Un ejemplo de ello es la pauta de este motel que, viendo los servicios que ofrece y la posibilidad de interactuar con otras personas, desde parejas o familias enteras, en nada guardan similitud con estos negocios hoy día:
El Colombiano, 14 de septiembre de 1963, pág. 22.
En Cultura Sexual, varias notas se dedicaron a esa fecha tan especial para las parejas, sobre todo para las mujeres, pues muchas de ellas podían llegar al tálamo con más dudas y miedos que certezas. Protegidas todo el tiempo como doncellas, las más tradicionales podrían acceder a los secretos del tálamo por amigas más aventajadas o experimentadas, pero como novias primerizas y cuyos noviazgos no pasaban de paseos familiares, besos furtivos y visitas en la sala ante la presencia de un adulto responsable, muchas llegaban a esa fecha con justificado terror. “De todos los obstáculos que la mujer virgen presenta en ocasión de su primer coito, el himen es el menos importante” (“La noche de bodas”, s.f., p. 34).
Ante ese panorama, la publicación explicó que ese momento de desfloración era la causante de que muchas esposas terminaran padeciendo de frigidez y sólo con el acompañamiento constante y cercano del psicólogo se puede llegar a identificar ese momento como el causante de la incapacidad de gozar el encuentro sexual.
Para ello, se le pide al hombre prudencia y consideración:
En tu noche de boda, seduce a tu esposa por todos los medios, pero hazlo con delicadeza y consideración., recordando que el paso falso más mínimo puede producir en el corazón heridas que no cicatrizarán jamás. Tales heridas debidas a las conmociones psicológicas o físicos se llaman “traumas” (“La noche de bodas”, s.f., p. 34).
La frigidez no es más que el susto generado en la noche de bodas y que se esconde en lo más recóndito del subconsciente, situación que lleva a la ansiedad neurótica, la perturbación y la vergüenza. Si ese caso se presenta, lo mejor es posponer la consumación, o cómo recomiendan en el mismo artículo, aplazarla semanas, hasta que se haya acostumbrado ella al contacto físico y aprendido a desear la penetración (“La noche de bodas”, s.f., p. 34).
Es curioso ver esos consejos como si la mujer fuera una especie de criatura inexperta, tímida y recelosa, que actúa sólo cuando se le da la confianza y la seguridad de que lo que se hará, también la beneficia a ella. Cual ser inferior, hay que dejarla que se acostumbre a ser vista mientras se desnuda, o con caricias y lisonjas dejar que vaya cediendo en los embates del marido que, dueño y propietario de ese cuerpo para su gozo y uso, requiere del derecho de la carnalidad para completar su legal, religiosa y social posesión.
Sobre la novel esposa —explicaba la revista— recaen miedos a veces injustificados, pues consideran que sus senos no son atractivos, explica el autor. En ese sentido, muchas veces son errores injustificados, debido a que los senos caídos no afectan tanto la felicidad conyugal como el equilibrio mental de la mujer obsesionada por el pensamiento de ellos. Sin embargo, pese a las manchas de nacimiento, defectos corporales o máculas que desdibujan el canon de perfección y belleza, hay una solución:
Puede acontecer que una mujer pierda todo atractivo para su marido después de cortarse los cabellos o que se desilusione de ella, desesperanzadamente, al darse cuenta de que su marido es ventrudo (panzón), defecto éste bien disimulado por el ingenio del sastre. Pero a la larga, las sorpresas de esta naturaleza cuando se las acepta razonablemente afectan menos de lo que al principio podría imaginarse (“La noche de bodas”, s.f., p. 34).
Una vez más, la responsabilidad de estar bien, eróticamente atractiva y dispuesta a los ejercicios del tálamo recae sobre la esposa, la educación erótica previa del marido o hasta las imperfecciones normales en el cuerpo del hombre —no solo el miedo sempiterno de un miembro insuficiente para el amor— son obviadas y endosadas como males graves en la mujer. La frigidez que todas padecen es más por sus propios miedo y predisposiciones.
Marestan (s.f.), en el artículo de la revista titulado “¡Cuidado con su Noche de Bodas!” resalta la importancia de que ese momento se lleve con total naturalidad y amor. Una vez más sustenta que la mujer que sufre una grave impresión y desconsideración de su marido en esa noche especial, quedará afectada por el resto de la vida. Además, como si esa amenaza no fuera suficiente, es muy probable que demore mucho tiempo y requiera de ayuda de un psicólogo para dar con la causa de sus “traumas”.
Entregarse a un hombre, la primera vez, es un acontecimiento extremadamente importante para una mujer. No olvidará jamás al primer hombre que se ha entregado. Si ha experimentado sensaciones voluptuosas, le quedará reconocida y agradecida para siempre. Esta primera sensación de voluptuosidad es inolvidable para ella y deja en su corazón una huella de amor inolvidable. Durará siempre, aun cuando más tarde se decepcione, o sea abandonada por el mismo hombre, y aún llegue a amar a otro (Marestan (s.f.), p.53).
Varias situaciones se concluyen de este tipo de actividades íntimas estrenadas tras la bendición del sacerdote. Una de ellas, es que siempre se habla de la realización del acto sexual, pocas veces le llaman como popularmente lo identifican con el “hacer el amor” —lo que indica que aún es muy nuevo el término— bajo la permisividad del matrimonio. No hay posibilidad de tal acto por fuera de la institución sagrada de la familia, así la realidad mostrara que más y más parejas optaran por “comerse la merienda antes del recreo”, como se dice en Colombia, frase popular que identificaba a las relaciones prematrimoniales. Por más cultura sexual que pregonaran sus directivas y colaboradores, al menos el defender el acto bajo los límites de la unión legal y religiosa, era una forma de mantener el orden en una sociedad y juventud cada vez más interesada en develar los misterios de la pasión sin muchos compromisos.
Por otro lado, la aparente y exagerada urgencia de reclamar un buen trato y consideración hacia la esposa en esa noche especial o durante esos días de aprendizaje íntimo, configuran una extraña capacidad del hombre que, como potente sabedor y experimentado en amores, debe saber llevar a una especie de pupila a buen desempeño, pues una mala experiencia en esa única oportunidad de desfloración podría significar el malograr completamente la obra en construcción que era el matrimonio y la familia.
Sin duda los primeros encuentros sexuales son importantes, pero obvian que también en ocasiones los machos eran más proclives a la fanfarronería íntima que a un real desempeño óptimo y casi que atlético excepcional en las lides de Venus.
Para un colaborador de la revista, Marestan (s.f.), el hombre también podía ser afectado en su noche de bodas si no alcanzaba la plena comprensión con su amada pareja:
También para el hombre la suerte del matrimonio se juega en la noche de la boda. Puede que el hombre tenga mucho tacto y que posea el arte de amar, que sea muy viril, pero que la mujer obstaculice el acto. Que tenga un miedo espantoso y no se quiera prestar a la realización del acto. Si el hombre domina esa resistencia, la suerte está decidida. A veces es un vaginismo violento el que hace que se oponga un “no” categórico (“no quiero”). Para el hombre, también esa noche puede constituir un traumatismo serio, pero nunca tan grave como el de la mujer, cuya imaginación tanto se ha preocupado del advenimiento de esa noche, el gran suceso de su vida (p.53).
Para los editores, pocas líneas y artículos se dedicaron a la impotencia masculina, pues pareciera que para ellos el varón (casi) siempre se encontraba en disposición para el acto y si por casualidad se presentara un fallo en ese momento estelar, las causas podrían ser achacadas a impresiones de la niñez que restaban efectividad a la respuesta fisiológica necesaria para la consumación.
Finale
Hoy, estos temas se abordan desde múltiples influenciadores, estrellas de medios o doctores y doctoras que cuentan desde las redes sociales o el Internet con secciones de comentarios y consejos en materia sexual. Hay periódicos populares, como en Colombia el llamado Q´hubo, impreso por la misma casa matriz de El Colombiano, de corte conservador y eclesial, que tiene los martes el “Consultorio sexual”, dos páginas donde se ventilan las más inocentes o escabrosas preguntas.
El sexo ha perdido su aura de misterio y es una forma más de relacionarse y socializar. No hay canción, estrella de cine o artista que no la use como bálsamo para alcanzar millones de seguidores. Puede que no abunden revistas que traten de explicar su misterio y atractivo, pero Cultura Sexual sin duda abrió una puerta a una temática vital que, si bien no duró mucho tiempo, sí permitió entregar el testigo a otras publicaciones inspirada en su experiencia. Puede que no tuviera el impacto de Playboy en la configuración de una “revolución sexual” colombiana y latinoamericana, pero sin duda mucho de la libertad -y libertinaje- que goza hoy la sociedad contemporánea se debe a que, hace 60 años, unos pioneros se atrevieron a explorar el impacto y el placer del sexo escrito.
Referencias
Arcila González, A. (1962) Cultura Sexual. Ediciones Sexo y Cultura.
Betancur, C. (1960) Los temas y los días: Educación sexual. El Colombiano.
Correa, G. (2018) Raros. Editorial Universidad de Antioquia.
Jeffreys, S. (1990) Anticlímax. A feminist perspective on the sexual revolution. Spinifex Press.
Marestan, J. (s. f.) ¡Cuidado con su Noche de Bodas! Cultura Sexual. (18).
Palacio, M., Guerrero, P. y Acuña, A. (1986) Sexo: en los adolescentes. Guía educativa. Editora Cinco.
Puyana, Y. (1985) El descenso de la fecundidad por estratos sociales. En E. Bonilla (Comp.). Mujer y familia en Colombia. Editorial Plaza & Janés.
S.a. (s. f.) Para su matrimonio, una unión adecuada. Cultura Sexual. (8).
S.a. (s. f.) El amor y el matrimonio. Cultura Sexual. (11).
S.a. (1962) Cultura… no pornografía. Cultura Sexual. (10).
S.a. (1963) No eduque a su hijo así. Cultura Sexual. (4).
S.a. (s. f.) La noche de bodas. Cultura Sexual. (14).
S. a (1997) Sexo Virtual. Semana, (795).
S. a. (1999) Sexo cifrado. Semana, (904).
S. a (1963) Por un Centro de Cultura Sexual. Cultura Sexual. (1)2.
S. a. (1962, 18 de diciembre) Elegante fue la boda del Dr. William Rojas y Merceditas Echavarría. El Colombiano.
Wilmar Vera Zapata
Correo electrónico: wilmar.veraza@amigo.edu.co
Nació en Medellín, Colombia. Es comunicador social-periodista, magister en
Historia y doctorando en Ciencias Humanas y Sociales, de la Universidad
Nacional de Colombia, sede Medellín. Se ha desempeñado como periodista y docente universitario. Está adscrito a la Universidad Católica Luis Amigó,
donde se desempeña como docente en las áreas de historia y periodismo. Su línea de investigación abarca la Historia contemporánea y el Periodismo.
Toda gente
Interpretextos
/ volumen 2, número 4
Septiembre 2025- febrero 2026 / pp.
ISSN-L: 3061-7227
Investigación
El Ante colimote y la búsqueda visual de su esencia barroca
Patricia Ayala García ORCID: 0000-0002-8760-5920
Universidad de Colima, México
Recepción: marzo 30 de 2025
Aceptación: junio 4 de 2025
Resumen
El Ante colimote, tradicional pastel de Colima, México, combina herencias indígenas y europeas, reflejando la estética y valores sociales del barroco. Su elaborada preparación y decoración saturada simbolizan lujo, exclusividad y teatralidad, características del arte barroco. Históricamente reservado a clases altas, su difusión contemporánea evidencia una posible tensión entre patrimonio cultural y acceso económico. El Ante colimote no sólo es un postre, sino una manifestación viva de memoria colectiva y un puente entre el arte barroco europeo y la identidad regional contemporánea.
Palabras clave
Barroco, Ante colimote, pastel.
Abstract
The Ante colimote, a traditional pastry from Colima, Mexico, combines indigenous and European heritage, reflecting the aesthetics and social values of the Baroque. Its elaborate preparation and rich decoration symbolize luxury, exclusivity, and theatricality, characteristics of Baroque art. Historically reserved for the upper classes, its contemporary popularity highlights a potential tension between cultural heritage and economic access. Ante colimote is not just a dessert, but a living manifestation of collective memory and a bridge between European Baroque art and contemporary regional identity.
Key words
Baroque, Ante colimote, cake.
Introducción
A María Antonieta de Austria, reina consorte de Francia, se le atribuye la célebre frase, “¡Que coman pasteles!” como respuesta tras ser informada de que los habitantes pobres del país galo ya no tenían pan para comer por la escasez de recursos. Y aunque posteriormente se ha dicho que el origen de la frase es desconocido, queda en el imaginario colectivo como la idea de que personas adineradas pueden ignorar las carencias de los más necesitados. Esta anécdota refleja cómo ciertos alimentos, especialmente los postres lujosos, han sido históricamente asociados al poder y la exclusividad.
En Colima, uno de los estados más pequeños de México, existen varios alimentos y bebidas típicos, entre ellos: la tuba, bebida emblemática de origen filipino con más de 300 años de tradición en la entidad, las enchiladas dulces, el pozole seco, los sopitos y el ponche. Existe también un pastel tradicional que se servía antes de la comida y que parece ser muy especial, sin embargo, por diversas razones es poco conocido y difícil de conseguir. Se cree que, en algún momento, provocó cierta tensión social, su nombre: Ante colimote. Un postre complejo y ricamente decorado, también llamado pastel barroco, cuya historia y simbolismo trascienden su apariencia actual. Este ensayo busca describir su historia, su elaboración y su valor estético, relacionándolo con la tradición del arte barroco europeo.
El Ante colimote: historia, tradición y simbolismo
Según el Diccionario Enciclopédico de la Gastronomía Mexicana Larousse (2025), el “Ante” es un:
antiguo platillo hecho de pan (bizcocho o marquesote) bañado con una mezcla de almíbar de azúcar y pulpa de frutas, y adornado con frutas secas […] En los siglos XVI y XVII se hacían en los conventos mexicanos ciertas preparaciones dulces que se acostumbraban antes de la comida; por eso se llamaban ‘antes’ (Larousse Cocina, 2025, ante, párr. 1).
con el paso del tiempo, el ante empezó a servirse después de la comida, pero conservó el nombre.
La misma publicación nos explica que, particularmente, el Ante colimote:
es un ante al cual en las superficies se le forman flores, grecas y líneas con los ingredientes a utilizar que al final se aprecian como un enorme mosaico decorado. Entre ellos se emplean pasitas, piñones blancos y rosas y trocitos de biznaga confitada. La base de pan es harina, mantequilla, huevo, azúcar y levadura. La miel es de agua, ron, azúcar y en la parte del relleno y decorado, se emplea piñón rosa, almendra, acitrón, cáscaras de limón y naranja, trocitos de piña confitada, pasitas, nuez de Castilla, coco rallado, chochitos de azúcar plateados y dorados (Larousse Cocina, 2025, ante colimote, párr. 1).
Además de su realización como un platillo típico, el Ante colimote estaba vinculado con la danza y la música, ya que tradicionalmente, el pastel se paseaba de la cocina donde se había realizado al lugar donde se repartiría,
el ante se colocaba en el centro de una especie de mesa portátil de carrizo de cuatro asas para poder sujetarlo y pasearlo por las calles del barrio antes de partirlo; era común que también se montara en una especie de jaula de carrizo muy decorada que servía como adorno y protección del ante mientras se paseaba (Larousse Cocina, 2025, ante colimote, párr. 2).
Aunadas a estas características, según Barragán Maldonado (2024), se sabe que la preparación del Ante colimote tiene una duración de entre cuatro y cinco días y que su elaboración era muy costosa, siendo así comúnmente un postre para las celebraciones de personas adineradas; sin embargo, también se vendía y se servía en Kermeses llamadas “Jamaicas” en el estado de Colima (Universidad de Colima, 2023; Secretaría de Turismo, 2024).
Los historiadores cuentan que “el Ante colimote se dio a partir de la llegada de los españoles, pues fueron ellos que trajeron el arte barroco y tiene esa decoración” (Estrada, 2023, párrafo 8). No se sabe con exactitud la fecha en que se empezó a preparar, pero se observa que, con la llegada de familias alemanas y austriacas, el Ante le agregaron ciertos ingredientes y la vestimenta de quienes lo servían y paseaban también cambió (Oseguera, Parra, 1995; Oseguera Parra, 2019). Una descripción más meticulosa del consumo del Ante colimote nos cuenta que:
En una fiesta o celebración colimota, el ante colimote es el platillo más esperado, ya que literalmente se ‘pasea’ en una jaula para que los invitados aprecien su impresionante belleza. La jaula del ante es una torre hecha con varas de carrizo, se decora libremente, evocando la artesanía indígena; en la parte central lleva un remate de oropel, a los lados se colocan palomas de cera con alas de papel y mariposas, en las cuatro esquinas de la base que soporta el ante, se fijan ramas de hierbabuena, toronjil, albaca y romero junto con otros adornos (Colima noticias, 2019, párr. 3 y párr. 4).
La elaboración de este postre no es solo culinaria, sino también performática: el ante era paseado en su jaula de carrizo adornada con flores, antes de ser consumido. Este ritual transformaba al pastel en un objeto de admiración pública, una pieza de arte efímero.
Al paseo del Ante colimote se sumaba la música, lo que nos muestra rasgos de la influencia de este postre en otras expresiones artísticas. De la música de pregón que se cantaba de pueblo en pueblo a finales del siglo XIX, se conocen los siguientes versos: “Vengan a comprar ante colimote de leche imperial. Mirando que el tiempo está tan fatal, doy a dos por medio, cuatro por un real” (Frajoza, 2016, p. 31).
Otra versión de este pregón que incluye cierta picardía dice:
Mi vecina de ahí enfrente se llamaba doña Clara,
Y si no se hubiera muerto, todavía así se llamara.
A cenar pastelitos y empanadas, pasen niñas a cenar.
[…]
Cuatro palomas azules paradas en un romero,
Una a la otra se decían, no hay amor como el primero.
Vengan a comprar ante colimote, a dos por un real.
Mirando que el tiempo está muy fatal (Neuhaus, 2012, p. 124).
Una versión más, originaria de Michoacán, que lleva por nombre Ante Colimote, es un pregón con herencia española del siglo XIX y dice:
Ya la luna se metió
que guste comprar (Mendoza, 1948, p. 16).
Y también existe una receta del pastel en forma de rima, quizá para que no se olvide, ya que su preparación es muy compleja. La parte sobre el pan y la miel dice así:
Cien huevos fresquecitos de gallina
Y tres kilos de harina;
Dos y medio de azúcar blanca y fina
Y uno de mantequilla/ (la cosa no es barata, aunque sencilla).
Para que esponje van diez cucharadas
De levadura en polvo copeteadas.
Tres litros de agua en un perol capaz,
Para que pueda hervir en santa paz;
Tres botellas de ron;
Cuatro kilos de azúcar, no en pilón,
Sino de esa que venden ya molida
Y es blanquita en lugar de percudida (Buenrostro y Barros, 2001, párr. 6 y párr. 7).
Actualmente, en las guías turísticas, el gobierno propone la siguiente descripción de este postre:
Ante Colimote es un platillo que tomó uso en las bodas por ser un majestuoso pastel, el cual más que ser un postre es una auténtica artesanía mexicana del Estado de Colima. Su elaboración dura 4 días y sus ingredientes principales son la harina, ante, azúcar, frutas y licor. Este postre fue traído a Colima a inicios del siglo XIX por familias provenientes de Francia, Italia y Alemania; después, se comenzó a preparar con productos típicos de la región como limón, coco, naranja y piña. Para su decoración no hay reglas, se le agrega almendras, nueces, mariposas, perlas de azúcar, piñón blanco y rosa, ate de membrillo, guayaba, manzana y dátiles con forma de flores (Secretaría de Turismo, 2024, p.13).
Hoy en día, son pocas las personas que se dedican a preparar Ante colimote, y muy de vez en cuando se puede comprar este postre en las celebraciones o festivales de la región, hay pocos restaurantes que lo sirven. Por lo general, compite con pasteles y postres de más fácil elaboración, que literalmente invaden kermeses, fiestas y tiendas (Ver Fig. 1).
Fig. 1. Ante Colimote (fotografía propia).
Las representaciones artísticas del Ante colimote también están presentes en la iconografía típica de la región, tal es el caso de dos ilustraciones de Alejandro Rangel Hidalgo publicadas en el libro La cocina de Colima, editado por el DIF en 1987; en ellas aparece el postre en su jaula tradicional (Ver figuras 2 y 3). En ambas se puede ver la jaula de carrizo en donde se coloca el pastel y los adornos que la acompañan: flores, frutillas, banderas y aves, que generalmente están hechas de papel.
Figuras 2 y 3. Ilustraciones del ante colimote por Alejandro Rangel Hidalgo (DIF, 1987).
La elaboración del Ante colimote involucra conocimientos transmitidos de generación en generación. Las recetas tradicionales fueron guardadas celosamente y pasadas de abuelas a madres y nietas, lo que aseguró la continuidad de esta preparación. El Ante colimote refleja la mezcla de herencias indígenas, españolas y otras europeas. La utilización de frutas tropicales nativas de la región, junto con técnicas de repostería introducidas por los españoles, muestran un testimonio de una fusión cultural.
A pesar de ser un platillo típico y representativo de Colima, un grueso de la población nunca lo ha probado o ni siquiera ha escuchado hablar de él. Esto se debe principalmente a que, a pesar de que hoy lo califiquemos como un producto cultural, en los tiempos de antaño su ingesta era exclusiva de las clases altas, ya que el Ante era muy caro debido a su preparación e ingredientes, y aunque se solía vender en festividades locales, era costoso. Se dice que las ganancias eran generalmente dedicadas a obras benéficas, por lo que se puede deducir que la población de escasos recursos no tenía acceso a él (Castillo, 2019).
Existen anécdotas recientes sobre habitantes que fueron invitados a cargar y pasear la jaula del postre, pero que al final, ni siquiera les invitaron un bocado para que lo probaran, lo cual señala también un rasgo específico de un producto cultural exclusivo de las clases altas en relación con las clases bajas. Quien posee un Ante colimote, aun hoy en día, no lo comparte más que con sus seres más cercanos, no con cualquier persona, de eso ha sido testigo, en una reciente ocasión, la autora de este trabajo.
Hoy en día, a más de dos siglos de la existencia de este postre en la región, se hacen esfuerzos por darlo a conocer, sigue siendo caro, pero debido a las nuevas tecnologías, cualquiera puede conocerlo a través de las redes sociales y entender su valor, tanto económico como tradicional. A los rasgos distintivos del Ante colimote, se puede agregar que los paseadores del pastel por lo general vestían atuendos tipo europeo, un rasgo de la migración de alemanes y franceses que nos recuerda a los habitantes de esas regiones, como vemos en la figura 4.
Fig. 4. Vestuario de las vendedoras del Ante colimote (Castillo, 2019).
El Barroco y el Ante colimote: paralelos estéticos
Dentro del contexto del arte, el Ante colimote refleja una evolución singular, como se mencionó antes; en México siguió la tradición de ser un aperitivo y poco a poco pasó a ser el cierre de una comida; por su apariencia e ingredientes, se suele decir que es un “pastel barroco” y que muestra un origen europeo, sin embargo, los pasteles barrocos europeos, por lo general, siempre se sirvieron al final del banquete.
Para poner en contexto el término barroco, diremos que, a grandes rasgos, se entiende que el Barroco fue un período artístico y cultural que se desarrolló aproximadamente entre finales del siglo XVI y mediados del XVIII, especialmente en Europa, también estuvo presente en América Latina debido a la expansión colonial. Se caracterizó por una estética dramática, exuberante y recargada, utilizada en distintas disciplinas como la pintura, la arquitectura, la literatura, la música y el teatro (Méndez, 2006).
José Antonio Maravall (1975) propone que el barroco es un término histórico en el que hemos agregado conceptos artísticos y estilísticos y que, aunque es un período que no volverá a repetirse, constantemente estamos utilizando la palabra para calificar cosas que nos recuerdan un estilo en particular. Él dice que:
Las épocas históricas no se cortan y aíslan unas de otras por el filo de un año, de una fecha, sino que —-siempre por obra de una arbitraria intervención de la mente humana que las contempla— se separan unas de otras a lo largo de una zona de fechas, más o menos amplia, a través de las cuales maduran y después desaparecen (Maravall, 1975, pp. 23-24).
Más que una corriente estilística, el barroco fue una visión cultural compleja para interpretar el mundo. Abarcó las artes visuales y la literatura, y también la forma en que se concebía la experiencia, el cuerpo, el tiempo y la fe. Como lo señala José Antonio Maravall (1975), el barroco respondió a una crisis de representación: ante un mundo caótico e inestable, el arte barroco optó por la complejidad, el artificio y la exaltación de los sentidos como forma de construir sentido.
En ese marco, el arte barroco se caracteriza por varios elementos esenciales: la teatralidad, la tensión entre lo visible y lo invisible, la sobreabundancia ornamental, el dinamismo, el contraste (especialmente a través del claroscuro) y una vocación didáctica a través del asombro. Estos elementos son aplicables a la pintura o la arquitectura, y a prácticas culturales más amplias, como la escenificación de la comida, la construcción simbólica del banquete y la ritualización de lo cotidiano.
En este sentido, el Ante colimote puede ser descrito como un postre barroco por su apariencia recargada y colorida, sin embargo, puede leerse también como una forma de arte barroco en sí misma, si se adopta una perspectiva que considere el barroco como una práctica cultural.
El Ante colimote encarna los siguientes rasgos barrocos: a) una decoración saturada que incluye frutos confitados, chochitos dorados y plateados, flores, grecas y formas geométricas hechas con frutas y nueces; la lógica visual que rige esta composición no es la simplicidad, sino la exuberancia, el horror vacui (miedo al vacío) que caracteriza a los altares barrocos; b) la teatralidad en su paseo público; el acto de pasear el pastel en una jaula decorada, acompañado de música, no es meramente un gesto festivo, sino un montaje escénico que busca provocar asombro y emoción en la comunidad. Esta dimensión performática convierte al pastel en un objeto dramático que transita por el espacio público como un actor central; c) énfasis en el asombro sensorial a través de su sabor y apariencia. El barroco explora los límites de lo sensible: lo que se ve, lo que se huele, lo que se saborea.
El Ante colimote es, al mismo tiempo, imagen y sabor, escultura efímera y experiencia sensorial total. Sus múltiples ingredientes, aromas dulces y su textura compleja hacen que su consumo sea una experiencia estética multisensorial, un rasgo de lo barroco; y d) Lo efímero como arte; en el arte barroco muchas obras estaban destinadas a eventos específicos (procesiones, fiestas religiosas). El Ante es una obra efímera, su belleza máxima precede a su desaparición. Se pasea para ser admirado y luego consumido, lo cual le da una carga simbólica profunda que conecta con las vanitas barrocas, donde la muerte y la fugacidad del placer son temas centrales (Aguiló Alonso, 1994).
Tomando en cuenta lo anteriormente dicho, sobre las características generales del periodo histórico y cultural conocido como barroco, se buscaron ejemplos visuales de pasteles pintados entre los siglos XVI y XVIII, para acercarnos visualmente a sus orígenes europeos. Tras búsquedas detalladas, se encontraron pinturas representativas del Barroco que, en efecto, indican una semejanza tanto en la forma como en los ingredientes con el postre de Colima. Estas escenas son, en su mayoría bodegones, o naturalezas muertas, es decir, pinturas en las que
se retratan vituallas y flores acomodadas en espacios domésticos. Cuando exhiben comestibles, los cuadros suelen incluir platos, vasos, cubiertos y utensilios afines, y cuando muestran arreglos florales, incorporan jarrones, libros, relojes e instrumentos varios. A los lienzos del primer tipo se les llamó en España “bodegones” (Hurtado, 2019, p. 181).
La primera búsqueda de imágenes de este género artístico arrojó que, efectivamente, durante este periodo hubo varias obras pictóricas que retrataron panes y pasteles, la mayoría bodegones que representan un pastel en medio de frutos y bebidas. Lo cual nos lleva a estar de acuerdo con la aseveración de que “El Barroco fue un momento también de grandes fiestas, celebraciones y teatro” (UPAEP, s.f., p.11).
Varios artistas de periodo barroco retrataron mesas opulentas donde los pasteles ocupaban posiciones centrales, rodeados de vajillas lujosas y frutas brillantes. Estas composiciones, a veces ordenadas y a veces caóticas, reflejaban la riqueza de lo material, y también la fugacidad de los placeres mundanos, una preocupación central del barroco.
Estilísticamente, en los cuadros podemos ver dramatismo y una iluminación peculiar en el centro de la obra, mientras que el fondo es casi en su totalidad una pared sin iluminación o sin adornos como cuadros, mapas o ventanas. Los ejemplos que acompañan este texto, sugieren que el barroco se caracterizaba por una abundancia de detalles y adornos excesivos (ver figura 5). Todos los pasteles tienen capas de frutos o sus bases de pan están adornadas con figuras de la misma masa (Figura 6). Inclusive; aunque algunas pinturas muestran mesas sin manteles, los platos, cubiertos, jarras y copas lucen lujosos. Cuando aparecen manteles, podemos ver que sus telas son brillosas y parecen suaves al tacto (figura 7).
Fig. 5. Frans Ykens (1601-1693). Still life with fruit, flowers, a king’s cake and crockery (Coronari Auctions, s.f.). (tr. Bodegón con frutas, flores, roscón de reyes y vajilla).
Fig.6. Clara Peeters (c.1580-1657). Table with Orange, Olives and Pie, 1611 (WikiArt, 2016). (tr. Mesa con naranja, aceitunas y pastel).
Fig. 7. Pieter Claesz (c.1597-1660). Still Life, 1625 (Fine Art America, 2021a). (tr. Naturaleza muerta).
Tal como se mencionó antes, así como el Ante colimote solía representar el lujo, la abundancia y el placer sensorial, reflejando el estatus social de quienes podían permitirse estos manjares; en la pintura barroca, los pasteles y postres con su complejidad y presentación refinada, semejan una preparación festiva que denotaba sofisticación en celebraciones importantes (figura 8).
Fig. 8. Pieter Claesz (c.1597-1660). Ontbijt of Silver and Glassware on a Draped Table, with Vines, Fruits and Baked Goods (Fine Art America, 2021b). (tr. Objeto de plata y cristalería sobre una mesa cubierta con vides, frutas y productos horneados).
Los retratos barrocos de estos pasteles y postres además de mostrar objetos de lujo y frutos que pueden sospecharse caros por su aspecto, suelen proponer al pastel en el centro de la composición. Estos ejemplos muestran mesas ordenadas y listas para el banquete (Figuras 5, 6 y 9) y mesas desordenadas, posteriores al evento, con la comida a medio consumir, las copas volcadas, cáscaras por todos lados y los cubiertos manchados (Figuras 7, 8, 10 y 11).
Fig. 9. Floris van Schooten, (c.1588-1656).
A Dutch Breakfast, 1650 (Useum, s.f.). (tr. Un desayuno holandés).
Fig. 10. Willem Claesz Heda (c.1593-c.1680). Still Life with Fruit Pie and Various Objects, 1634 (Alamy, s.f.) (tr. Bodegón con pastel de frutas y objetos varios).
Fig.11. Willem Claesz Heda (c.1593-c.1680). Still Life. Breakfast Table with Blackberry Pie, 1631 (Alamy, s.f.) (tr. Naturaleza muerta. Mesa de desayuno con tarta de moras).
Aunque el barroco nació como un movimiento artístico en Europa, su llegada a América no sólo impactó las artes visuales y la arquitectura religiosa, sino que permeó profundamente en la vida cotidiana, en la organización social, la gastronomía, las fiestas populares y la espiritualidad del Nuevo Mundo. En territorios como México, esta corriente estética se fusionó con tradiciones indígenas, generando expresiones culturales únicas que aún hoy perduran.
La mayor parte de estos bodegones tienen una disposición vertical, adecuándose a la idea de una mesa occidental, mientras que algunos alimentos y objetos permanecen estáticos en su posición de adornos, otros al caer o rodar por la mesa, nos indican un dinamismo específico post-celebratorio que puede ser interpretado como que la festividad o fiesta continúa, o continuará después de una pausa.
Otra característica del estilo barroco de estas obras muestra los utensilios de mesa y los alimentos pintados con gran detalle, específicamente los brillos y reflejos en los cristales. Se aprecian las minuciosas pinceladas en los metales labrados y el vidrio soplado de los vasos y copas. Las costuras y encajes de los manteles también son de un acabado preciso.
En Colima, el barroco dejó su huella en templos y retablos, y también en prácticas sociales como las procesiones, los rituales de festividad y la elaboración de alimentos complejos como el Ante colimote. Este pastel reproduce visualmente la estética barroca con su abundancia decorativa y teatralidad performática, al tiempo que reitera el esquema jerárquico y excluyente que caracterizaba a la sociedad virreinal, donde ciertos bienes —como los postres elaborados— eran reservados para las clases altas. El barroco, además de entenderse como un estilo artístico, es un modelo de vida que organizó el mundo material, simbólico y emocional de las sociedades coloniales y cuyos ecos aún se escuchan en celebraciones actuales.
Podemos agregar que el Ante colimote era un postre exclusivo de las clases altas y se recuerda rodeado de lujos, tal como las pinturas barrocas que retratan pasteles. Estas muestran ciertos elementos que pertenecen a la clase alta; sin embargo, también existen decenas de pinturas o bodegones que retratan únicamente panes y agua en medio de frutos o flores, queda pendiente investigar si también entre pintores barrocos se puede rastrear la presencia de pasteles entre las clases altas, porque quizá los artistas que pintaron sólo frutos y panes tampoco tenían acceso a pasteles ricamente adornados.
Conclusión
Un pastel que se canta y se pasea y que tiende a ser fotografiado por todo aquel que lo “descubre” tiene sin duda un profundo valor cultural. Con sus capas de bizcocho embebidas en almíbar de frutas y cubiertas de crema o merengue, el Ante colimote es una obra maestra de la repostería artesanal, que requiere habilidad y conocimiento para su realización.
Pero más allá de su elaboración, el Ante colimote representa una cápsula de memoria colectiva para el pueblo colimense. Su historia reúne saberes ancestrales, migraciones europeas, celebraciones comunitarias y jerarquías sociales. Su sola presencia en una festividad conecta al presente con siglos de historia compartida y revela cómo la estética barroca sigue viva en los gestos, los sabores y las formas de celebrar de una comunidad.
El Barroco, en su origen, además de ser una respuesta artística al drama de su tiempo, fue una manera de habitar el mundo con exceso, pasión y teatralidad. En Colima, ese espíritu barroco ha sobrevivido en la materialidad de un pastel que, al ser preparado, decorado y paseado con orgullo, nos recuerda que la historia también se preserva en lo cotidiano, en lo que se come, se comparte y se recuerda. El Ante colimote es, entonces, testimonio de un pasado colonial, y símbolo vivo de identidad, memoria y arte.
Las semejanzas que muestra el Ante colimote con el pastel barroco son claras, pero es aún más sorprendente que la historia desde María Antonieta hasta nuestros tiempos, siga mostrando una relación entre los postres adornados y el modo de vida de los habitantes que los consumen y tienen acceso a ellos. El Ante colimote, pastel regional, es un puente entre el arte barroco y lo que entendemos hoy como estilo barroco. Pero de palabras no se llena el estómago…
Referencias
Aguiló Alonso, M. P. (1994). Fiestas barrocas: aspectos de su decoración en Universidad Complutense de Madrid. Tiempo y espacio en al arte: homenaje al profesor Antonio Bonet Correa, Vol. 1, 1994, pags. 295-304
Alamy (s.f.a). Bodegón con pastel de frutas y diversos objetos, 1964, óleo sobre tabla. Author: Willem Claeszoon Heda (c. 1594-c. 1680). Location: Museo Thyssen-Bornemisa, Madrid España. Alamy. https://www.alamy.com/bodegon-con-pastel-de-frutas-y-diversos-objetos-1634-oleotabla-author-willem-claeszoon-heda-c-1594-c-1680-location-museo-thyssen-bornemisa-madrid-spain-image208993023.html?imageid=EA6058DC-3DB9-4B6C-A18C-F9E6C72863CF&p=697458&pn=1&searchId=441b27d035dd355fe4975572c690db45&searchtype=0
Alamy (s.f.b). Still Life. Breakfast Table with Blackberry Pie by, Willem Claeszoon Heda (1593/1594-c.1680/1682), 1631. Alamy https://www.alamy.com/willem-heda-still-life-breakfast-table-with-blackberry-pie-by-the-dutch-golden-age-painter-willem-claeszoon-heda-15931594-c-16801682-1631-image544460168.html?imageid=1141C2B3-DDAD-4694-85BC-97DA3434C27F&p=176541&pn=1&searchId=441b27d035dd355fe4975572c690db45&searchtype=0
Barragán Maldonado, L. (2024, 16 de mayo). El chef de la tradición y el sabor I/II. El Noticiero. https://www.elnoticieroenlinea.com/el-chef-de-la-tradicion-y-el-sabor-i-ii/
Buenrostro, M. y C. Barros. (2001) Ante. ITACATE. La Jornada. https://www.jornada.com.mx/2001/05/08/06an2cul.html
Castillo, M. (20 febrero, 2019). El ante colimote, un postre con historia. En ¿Qué comer? Cocina mexicana Colima (Blog) https://sisoy.net/que-comer/el-ante-colimote-un-postre-con-historia/
Colima Noticias (2019, 27 de octubre). Comparten receta de ante colimote en el tianguis de pueblos mágicos. Colima Noticias. https://www.colimanoticias.com/comparten-receta-de-ante-colimote-en-el-tianguis-de-pueblos-magicos/
Coronari Auctions (s.f.) Frans Ykens (1601-1693): Still life with fruit, flowers, a king’s cake and crockery, oil on copper coronariauctions https://www.coronariauctions.com/en/the-exclusive-sale-75-must-haves-for-2025/18181-frans-ykens-1601-1693-still-life-with-fruit-flowers-a-kings-cake-and-crockery-oil-on-copper?c=20
DIF (1987). La cocina de Colima, México.
Estrada, J. (12 de diciembre de 2023). Cena Navideña | Tradición que reúne a la familia ¿Y tú qué vas a cenar? (Blog) https://losnoticieristas.com/post/525813/cena-navidena-tradicion-que-reune-a-la-familia-y-tu-que-vas-a-cenar/
Fine Art America (2021a). Ontbijt of Silver and Glassware on a Draped Table, with Vines, Fruits and Baked Goods, Fine Arte America https://fineartamerica.com/featured/ontbijt-of-silver-and-glassware-on-a-draped-table-with-vines-fruits-and-baked-goods-pieter-claesz.html
Fine Art America (2021b). Still Life, 1625, Fine Arte America, https://fineartamerica.com/featured/still-life-1625-pieter-claesz.html
Frajoza, J. (2016). ¡No te arrugues el cuero viejo…! La tambora ranchera de Los Altos de Jalisco y el sur de Zacatecas, Instituto nacional de Antropología e Historia
Hurtado, G. (2019). Naturaleza muerta [Naturaleza Muerta (Still-Life)] en Revista de Filosofía Diánoia, vol. 64, no. 83 (noviembre de 2019–abril de 2020): pp. 181–207, e-ISSN: 1870–4913 • DOI: https://doi.org/10.22201/iifs.18704913e.2019.83.1567
Larousse Cocina (2025). Diccionario gastronómico. Ante. https://laroussecocina.mx/palabra/ante/
Larousse Cocina (2025). Diccionario gastronómico. Ante colimote. https://laroussecocina.mx/palabra/ante-colimote/
Maravall, J.A. (1975). La cultura del barroco. Editorial Ariel.
Méndez, S. (2006). “Del Barroco como el ocaso de la concepción alegórica del mundo” Andamios. Revista de Investigación Social, vol. 2, núm. 4, junio, pp. 147-180. Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
Mendoza, V. T. (1948), Canciones mexicanas (Mexican folk songs), Instituto de Investigaciones Estéticas de México, [prólogo, Federico de Onís], Hispanic Institute in the United States
Neuhaus, K. (2012). Contracanto. Una perspectiva semiótica de la obra temprana de Silvestre Revueltas, Universidad Nacional Autónoma de México, https://www.researchgate.net/publication/335472234_Contracanto_Una_perspectiva_semiotica_de_la_obra_temprana_de_Silvestre_Revueltas
Oseguera Parra, D. (1995). “La cocina colimense. El menú, muestrario de la cultura regional” Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, vol. 1, núm. 2, Universidad de Colima, México, pp. 33-52. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=31600203
Oseguera Parra, D. (2019). Cinco tesis sobre patrones y cambios alimentarios en Colima. en INTERdisciplina. Volumen 7, número 19, (95-117), septiembre–diciembre. doi: http://dx.doi.org/10.22201/ceiich.24485705e.2019.19.70289
Secretaría de Turismo (2024). Cocina tradicional mexicana Para el Turismo de Romance. Gobierno de México, Gobierno del Estado de Colima.
Universidad de Colima (2023, 8 de febrero). Gran éxito de la tradicional Kermés Jamaica 1900, en Nogueras, Noticias. https://www.ucol.mx/noticias/nota_10929.htm
UPAEP (2019). Puebla, México y el Barroco, Bellas Artes y Proyección Cultural UPAEP.
Useum (s.f.). A Dutch breakfast, 1650. Useum. https://useum.org/artwork/A-Dutch-breakfast-Floris-van-Schooten-1650
Wiki Art (2016). Table with Orange, Olives and Pie, WikiArt. Enciclopedia de Artes Visuales, https://www.wikiart.org/es/clara-peeters/table-with-orange-olives-and-pie-1611
Correo electrónico: patricia@ucol.mx
Mexicana. Profesora e investigadora de tiempo completo en el Departamento de Artes Visuales del Instituto Universitario de Bellas Artes de la Universidad de Colima, México. Es licenciada en Letras Modernas por la UNAM y estudió dos maestrías y un doctorado en la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York. Realiza investigaciones sobre narrativa gráfica, tema que ha trabajado y divulgado desde 2005. Ha participado en 29 exposiciones colectivas de fotografía, pintura y escultura en México y Estados Unidos. Cuenta con siete libros editados, ha publicado en revistas indexadas de México, Chile y España. Ha presentado ponencias en encuentros internacionales en Nueva York, Estocolmo y Ámsterdam. En 2016 fue ponente invitada en la Comic-Con Internacional de San Diego. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores de México, Nivel I.
1 Wilmar Vera Zapata nació en Medellín, Colombia. Es comunicador social-periodista, magister en Historia y doctorando en Ciencias Humanas y Sociales, de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Se ha desempeñado como periodista y docente universitario. Este texto es un análisis de su tesis de doctorado sobre los imaginarios que sobre el cuerpo y la sexualidad se presentaron en Colombia entre las décadas de 1960 a 2000, las cuales configuraron una larga revolución sexual liderada por los medios masivos de comunicación.
2 Tras un rastreo en internet, se encontró que el director es un abogado que en los años 80 publicó libros sobre el delito sexual en Colombia y también sobre el uso de cheques en las transacciones y su valor legal. De los otros, no aparece mayor información.
3 Otras revistas similares a la descrita era Orientación Sexual, que se editaba en Bogotá y se distribuía en otras ciudades del país y de América Latina, y LUX, que era también de corte educativo. Gracias a los avances tecnológicos, uno de los atractivos de esas publicaciones eran las ilustraciones contenidas.
4 El artículo “Sexo virtual”, de la revista Semana, explicó que el nuevo mundo virtual el sexo estaba ganando terreno: “En esta red, que está logrando convertirse en una realidad alterna, de cada 1.000 imágenes, 800 son pornográficas”. Sexo Virtual, revista Semana, No. 795, julio 1997, pág. 86. Dos años después, la misma revista actualizó el tema y en una encuesta evidenciaron que el 66 % de los consultados consumían pornografía, frente a un 34 % de las mujeres. En “Sexo cifrado”, revista Semana, No. 904, agosto 1999, pág. 73.
5 Cultura Sexual. Enero de 1962. Año 1, número 2. Medellín.
6 Era normal que las publicaciones que llegaron después con ánimo formativo se preocuparan por todas las dimensiones del sexo, el cuerpo y la sexualidad. En la colección Sexo, escrito por los fundadores de la Unidad de Sicoterapia y Sexualidad Humana, publicada en 1986, los investigadores sustentaban su obra en la necesidad de conocer los roles de género, sus diferencias y las potencialidades de ese vínculo amplio que es el amor, entendido como un campo de afectos, emociones más allá de la simple atracción. “¿El sexo para qué? Para concluir, nos queda claro que la sexualidad nos ofrece múltiples posibilidades: La sexualidad como manifestación de afecto; la sexualidad como posibilidad y opción reproductiva; la sexualidad como fuente de placer, y la sexualidad como la más íntima y profunda forma de comunicación”. Palacio, Martha; Guerrero, Pedro y Acuña, Alonso. (1986). Sexo: en los adolescentes. Guía educativa. Editora Cinco, Bogotá, pág. 14.
7 “La prensa permitió validar esta consideración evidenciando en las representaciones de los personajes de precarias condiciones económicas y visible afectación corporal, a quienes narra con nombre propio, la producción de una serie de imágenes temibles socialmente (…) mientras, la imagen del hombre adinerado (ocasionalmente discreto) fue fabricándose comprensiblemente como un personaje víctima de un instinto desviado, o como el individuo anónimo de elevada posición económica que se deja afectar por un vicio propio de las clases populares”. Correa, Guillermo. (2018). Raros. Medellín, Editorial UdeA. Pág. 460-461.
8 No hay claridad de su origen, pero algunos textos hacen referencia al consumo de esa bebida gaseosa como muestra de identidad colectiva, muy influenciada por los medios y la cultura estadounidense. Otras versiones, hablan de su incursión en las bebidas alcohólicas mezcladas con esa gaseosa.
9 Aunque una jaculatoria similar está presente en la película Como agua para chocolate (novela de Laura Esquivel, publicada en 1989, llevada al cine en 1992), también se referencia en la actitud de los españoles durante el régimen de Francisco Franco. En el blog General Dávila, este exmilitar autor de libros sobre la guerra y nostálgico Nacionalista, trae a cuento esta misma anécdota en la casa de un amigo, cuyos abuelos engendraron 12 hijos y contaban con reclinatorio y crucifijo contundente en la habitación matrimonial. Ver: https://generaldavila.com/ni-por-vicio-ni-por-fornicio/
10 Ibid.
11 Entre 1969 y 1972 el Gobierno nacional gastó para ese fin la suma de $117´694.404 pesos.
CC BY-NC-SA 4.0