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Jiménez Valdez, E.I. | Pp. 5-40
Investigación
Conceptualización, debates y estrategias
en torno a la transformación de los
cuidados: Una genealogía y tres enfoques
latinoamericanos
Conceptualization, Debates and Care Transformation
Strategies: A Genealogy and Three Latin-American
Approaches
Elsa Ivette Jiménez Valdez
Centro de Estudios del Desarrollo, BUAP
Recepción: 20/01/22
Aprobación: 24/10/22
Resumen
El cuidado es un término ampliamente
abordado y problematizado desde los
feminismos, para el que no existe una
única conceptualización. En este texto
bosquejamos un recorrido por el desarrollo
de este concepto para mostrar las defini-
ciones, aportes, debates y la diversidad de
estrategias con las que se busca transfor-
mar su persistente feminización y superar
las tensiones que su resolución tiene en
nuestras sociedades. Buscamos incorporar
a la genealogía del concepto tres posi-
ciones que se están desarrollando desde
Latinoamérica: el enfoque de derechos y
Abstract
Care is a term widely addressed and pro-
blematized by the many feminisms, for
which there is no single conceptualization.
In this paper, we sketch a route through
the development of this concept, showing
the definitions, contributions, debates, and
the diversity of strategies through which it
has sought to transform its persistent fe-
minization, and to overcome the tensions
that its resolution has in our societies. We
seek to incorporate into the genealogy of
the concept three positions that are being
developed in Latin America: the approach
to rights and public policies, the politiciza-
GénEroos
Volumen 1/número 1/marzo-agosto de 2023/ pp. 4-50
eISSN 2992-7862
DOI: RevGenEr.2023.1.01
CC BY-NC-SA 4.0
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
Año 1 / Número 1 / Marzo-agosto de 2023
Introducción
Los cuidados son un término ampliamente abordado y problematizado
desde los feminismos, para el que no existe una única conceptualización.
En este texto bosquejaremos un recorrido por el desarrollo de este con-
cepto e incorporaremos tres enfoques sobre los cuidados que se están ges-
tando en Latinoamérica. Buscaremos explicitar las conceptualizaciones,
problemáticas, así como la diversidad de estrategias que se han empleado
para transformar su persistente feminización y superar las tensiones que
su resolución tiene en nuestras sociedades, además de los aportes que se
están realizando a esta matriz analítica y política desde nuestro continente.
Para elaborar este trabajo tomamos como base el ensayo de Carras-
co, Borderías y Torns (2011), quienes trazan un desarrollo histórico de la
conceptualización de los cuidados y, a partir de él, distinguimos distintas
vertientes feministas que contribuyeron al desarrollo de este término,
identificando los matices y debates que plantean las distintas concep-
tualizaciones; es decir, qué acentos se busca dar, qué temas se integran (y
cuáles quedaron fuera), qué relaciones o vínculos establecen y explicitan.
Con este objetivo identificamos 1) los enfoques o vertientes teóricas a
los que están asociadas estas conceptualizaciones, 2) la aproximación que
hacen al concepto de cuidados, 3) las categorías centrales que acompañan
esta apuesta analítica, 4) los aportes y líneas de reflexión que abren y 5) las
vías de acción que proponen para transformar el modo en que se resuelven
los cuidados. Mediante la identificación de estos cinco elementos en los
planteamientos de las distintas autoras, fuimos entretejiendo la presente
políticas públicas, su politización desde la
reproducción de la vida y desde el vínculo
con los procesos de sanación y la crítica
decolonial a la modernidad.
Palabras clave
Cuidados, feminismo, políticas públicas,
reproducción de la vida, sanación ancestral.
tion of care from the reproduction of life,
and from the relationship between healing
processes and the decolonial critique of
modernity.
Keywords
Care, feminism, public policies, reproduc-
tion of life, ancestral healing.
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Conceptualización, debates y estrategias en torno a la transformación de los cuidados...
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genealogía, complementándola para incorporar los modos en los que se
está pensando y accionando este tema en América Latina.
El recorrido que planeamos en este documento se compone de
una introducción, una genealogía que se desarrolla en cinco momentos
y un apartado sobre las miradas latinoamericanas a los cuidados, el cual
se desglosa en tres enfoques, que caracterizamos como: a) el de políticas
públicas, b) el que se vincula con la reproducción de la vida y c) el que
emerge de la intersección entre los feminismos comunitarios y decolo-
niales.
Argumentación
Para realizar esta genealogía partimos de cómo se comprenden los cuida-
dos (las diferentes formas en que se nombran, el contenido que se le da a
cada término, con cuáles problemáticas se les vincula y cómo se acciona
para lograr su transformación), mismos que están modelados por otros
tres aspectos: a) la lectura que se da a este tema desde diferentes enfoques
feministas, b) las transformaciones sociales que ha experimentado este
problema con el paso del tiempo y c) el cómo las mujeres se ven afectadas,
resuelven y buscan subvertir la organización actual de los cuidados en
función de los territorios que habitan y desde la posición que ocupan en la
confluencia de distintos sistemas de dominación, como son el patriarcado,
el capitalismo, el colonialismo y el racismo, entre otros.
Los problemas que se busca aprehender y denunciar a partir de
los distintos modos de conceptualizar los cuidados son leídos dentro de
la comprensión de la realidad que habilita cada corriente teórica. Cada
enfoque feminista está arraigado a una serie de presunciones epistemo-
lógicas, éticas y políticas que configuran el modo en que se entiende la
realidad, cómo se le concibe y cómo se le explica. El segundo aspecto
que hemos considerado para realizar este recorrido es ubicar que estos
acercamientos —en su diversidad de enfoques e interpretaciones— se
elaboran respecto de una realidad que está en movimiento. Por ello, la
conceptualización se mueve o se desarrolla para entender cómo los fe-
nómenos sociales se transforman y complejizan con el paso del tiempo.
Esto implica mantener una revisión analítica para confirmar la vigencia
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Año 1 / Número 1 / Marzo-agosto de 2023
de las lecturas y cómo éstas dan cuenta de los cambios percibidos. El
tercer aspecto que consideramos es de carácter ontológico, pues lo que
observamos del fenómeno que nos interesa analizar está condicionado por
experiencias concretas y corpogeolocalizadas; es decir, lo que alcanzamos
a ver de los problemas sociales, su diversidad de aristas, sus expresiones y
magnitudes. Cómo se manifiestan sus causas y efectos está mediada por
la forma en que somos afectadas por dichos fenómenos. Esto varía en
función de nuestra localización geográfica y de la ubicación que ocupa-
mos en un mundo estructurado a partir del género, la raza, la clase y su
entrecruzamiento con otros sistemas de dominación.
Al escribir este texto, pues, nos adherimos a una epistemología
feminista que considera que el conocimiento se produce siempre de
manera situada y que refleja las perspectivas de quien analiza (Blázquez,
2010). En ese sentido, estos puntos de vista no sólo están configurados
a partir de experiencias de vida, sino que también están políticamente
comprometidos, en el sentido de que responden a determinados intere-
ses y programas que orientan la producción científica (Harding, 2010).
Apostamos por la parcialidad del conocimiento que reconoce la radical
contingencia de todo punto de vista (Pérez, 2017, p. 85), el cual nos lleva a
poner en cuestión desde dónde miramos, cómo lo hacemos y para qué. De
tal forma, entendemos que el conocimiento se encuentra en permanente
desarrollo y que la realidad constituye un desafío por su inabarcabilidad.
Por tanto, se intenta dialogar verdades parciales en búsqueda de cartografías
colectivas que permitan obtener películas más completas, sin renunciar a
la crítica sobre las posiciones hegemónicas y subalternizadas, sobre las
perspectivas que nos permiten abarcar más y de manera más profunda,
distinguiendo también sus limitantes y compromisos políticos.
Concebimos, por lo tanto, que el desarrollo de la categoría de cui-
dados se produce a partir del debate, la tensión y los aportes que tienen
lugar entre los distintos enfoques feministas que intentan aprehender
una realidad compleja y en movimiento, cuyas lecturas están insertas
en proyectos de transformación que apelan a distintas formas de con-
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Conceptualización, debates y estrategias en torno a la transformación de los cuidados...
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cebir y de alcanzar el cambio que se desea lograr. De ahí se deriva que
distintos lugares de enunciación y posiciones teórico-políticas focalizan
determinadas aristas del problema y lo que considera más apremiante o
estratégico abordar desde determinadas manifestaciones del fenómeno,
nudos de conexiones o mecanismos de resolución.
Antecedentes
Para Carrasco, Borderías y Torns (2011), los estudios históricos que de-
tonaron en la década de 1970 analizaron el arreglo moderno-industrial
de la familia nuclear, mostrando cómo occidente constituyó los ámbitos
que ahora se denominan público y privado. Luego de esta separación,
los trabajos orientados a garantizar la salud, el bienestar y la alimenta-
ción de los integrantes de la familia, particularmente de los infantes,
se consideraron pertenecientes al espacio privado. El lugar y las tareas
asociados a lo privado fueron devaluados y asignados a las mujeres a lo
largo del proceso, que culminó con la transición al capitalismo liberal. En
esta recuperación destacan las luchas de mujeres obreras que, a fines del
siglo XIX, emplearon la maternidad como estandarte para reivindicar su
inclusión diferenciada a la ciudadanía.
1
El segundo pilar que impulsó esta reflexión fue el feminismo
marxista. El debate sobre el trabajo doméstico floreció entre las décadas
de 1960 y 1970. Dalla Costa, Federici, Fortunati, entre otras feministas,
emplearon el concepto de reproducción social para referir al conjunto de
tareas, trabajos y energías que permiten la reproducción de la población,
así como su socialización. Estas autoras argumentaron que el trabajo de
reproducción, esencial para la reproducción cotidiana de la fuerza de tra-
bajo fueron invisibilizadas y denostadas para ocultar su relevancia como
sostén en el conjunto de la estructura socioeconómica capitalista. Para
responsabilizar a las mujeres de estas tareas se indujo su dependencia al
salario masculino, despojándolas de autonomía económica; además, los
únicos trabajos que se reconocieron como productivos fueron adjudicados
a los varones. Pero éstos no podrían realizarse sin la reposición diaria y
1 Por ejemplo, en sus movilizaciones demandaron derecho al aborto, el salario para las amas de
casa y el establecimiento de un impuesto paternal.
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generacional de los trabajadores; es decir, sin que se resuelvan sus nece-
sidades físicas, emocionales y sexuales. La reproducción de la fuerza de
trabajo fue invisibilizada y excluida del análisis económico y político, al
aparecer como resultado de un contrato privado —matrimonio— entre
una pareja heterosexual, cuya motivación es el amor.
Las marxistas argumentaron que la distinción entre tareas mascu-
linas y femeninas, la devaluación de las segundas, así como la constitución
de identidades acordes a esta división sexual del trabajo resultan de la
necesidad del capital de externalizar las tareas de reproducción para no
reconocerlas ni pagarlas. Se produce así una forma de explotación que
ocurre en el ámbito doméstico y sobre las mujeres. Para ello fue fun-
damental el establecimiento de la familia moderna, encabezada por la
figura del varón jefe de familia, acción que se complementó al identificar
a las mujeres como amas de casa (Dalla Costa y James, 1979), así como
la categorización de estos trabajos como domésticos. Esta perspectiva
enfatiza que sin las labores domésticas no hay producción porque no
habría fuerza de trabajo.
Esta reflexión fundamentó la campaña del Salario para el Trabajo
Doméstico que buscó evidenciar el valor económico de estos trabajos y
su función en el capitalismo. El salario para las amas de casa se concebía
como una palanca para disminuir la dependencia económica de las mujeres
y, con ello, la jerarquía patriarcal del hogar (Federici, 2013).
En 1980 emergió la noción de cuidados para dar cuenta de las
especificidades de una parte del trabajo doméstico: el que se refiere a las
atenciones y servicios requeridos para cuidar de la vida de las personas.
Fueron las sociólogas italianas Balbo, Bimbi y Saraceno, quienes acuñaron
el concepto de lavoro di cura”, para dar cuenta de la interrelación entre
estas tareas y temas relacionados con la familia, la vida cotidiana y las
políticas sociales (Carrasco, Borderías y Torns, 2011). Esta definición
vinculó la reflexión con los sistemas de bienestar.
Balbo puso de manifiesto el dilema que enfrentan las mujeres que
desempeñan labores remuneradas para compatibilizar el trabajo doméstico
y el de cuidados.
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Conceptualización, debates y estrategias en torno a la transformación de los cuidados...
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A diferencia de las disputas de las marxistas que denunciaban las
condiciones históricas que determinaron la división sexual del trabajo
y su papel en la economía capitalista, el giro que planteó la distinción
analítica entre reproducción y tareas de cuidado fue la demanda para que
el Estado genere condiciones que permitan que las mujeres se incorporen
plenamente al mercado de trabajo.
Como se ve, la reflexión sobre los cuidados tiene antecedentes en
los análisis que cuestionan la distinción entre la esfera pública y privada, y
su papel dentro del afianzamiento de la economía capitalista. Los estudios
historiográficos y marxistas cuestionaban el origen de la división sexual
del trabajo y su papel dentro de las sociedades liberales y capitalistas. El
concepto de cuidados instituyó un recorte con relación al concepto más
amplio de reproducción social y de trabajo doméstico propuesto por las
marxistas. El foco de la demanda se desplazó de la transformación del
sistema capitalista a la incorporación de mujeres dentro del mercado de
trabajo, demandando que una parte de los trabajos que ellas hacían en el
ámbito público fueran proveídas por el Estado.
Aportes estadounidenses: Cuidados con enfoque de género y la ética del cuidado
En Estados Unidos, la noción de cuidados se vinculó con la perspectiva de
género. Esta lectura desplazó la crítica del capitalismo hacia las relaciones
entre los sexos. El género se plantea como un concepto que ilumina los
modelos de comportamiento socialmente asignados al sexo biológico. Se
buscó desnaturalizar la opresión de las mujeres al concebir las relaciones
entre los sexos como construcciones sociales, por tanto, modificables.
Esta perspectiva acentuó la dimensión cultural, los estereotipos,
actitudes, juicios, valores y costumbres que instituyen la sujeción de las
mujeres. Ensanchando la noción de política y recuperando la práctica de
los grupos de autoconciencia, Kate Millet adoptó el eslogan feminista
que establece que lo personal es político” para analizar y politizar la vida
personal y cotidiana de las mujeres, poniendo énfasis en la sexualidad, las
relaciones de pareja, los roles familiares y cuestionando la idea del amor
romántico.
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Año 1 / Número 1 / Marzo-agosto de 2023
Ubicar este énfasis en la dimensión cultural es relevante porque
constituye la base de la perspectiva de género, adoptada y difundida por
distintas vertientes feministas, asumida por organismos internacionales,
organizaciones no gubernamentales y gobiernos, con fuerza desde su
inclusión en la Plataforma de Acción de Beijing, en 1995. La adopción
de este enfoque desplaza las críticas materialistas, las cuales cuestionan
la economía política de los cuidados y amarran la reflexión y la acción en
torno a los cuidados con aspectos vinculados a la socialización, el ámbito
de lo simbólico y la toma de conciencia.
En Estados Unidos también emergió la conceptualización del
término care para enfatizar formas determinadas de sentimientos y rela-
ciones involucradas en las tareas de cuidado, destacando su especificidad.
Se enfatizaron aspectos emocionales y afectivos que, se considera, marcan
una distinción respecto de otros tipos de trabajo: aquéllos considerados
del ámbito productivo y destinados al mercado.
Esta conceptualización, desarrollada por Finch y Groves (1983),
colocó este planteamiento en sintonía con la concepción desarrollada por
Gilligan (2013) en torno a la ética del cuidado, que vincula este concepto
con la producción de determinadas identidades femeninas, desplegando
formas de relación motivadas por la interrelación, la reciprocidad, empatía
e interés por el prójimo. Las relaciones de cuidado se caracterizan, según
esta perspectiva, porque involucran lazos de obligación, compromiso,
confianza y lealtad (Finch y Groves, 1983).
El vínculo entre la categoría de cuidados y la perspectiva de género
terminó de hacer un corte entre el cuestionamiento al patriarcado en su
articulación con el capitalismo y en la crítica a la evolución histórica entre
el ámbito privado y el público, que anidaba en las discusiones que sirvie-
ron de antecedente. De esta manera, la resolución de los cuidados ya no
cuestiona la prevalencia del orden capitalista, sino que lo da por sentado.
La disputa se centra en las relaciones entre los sexos desde la óptica de
una transformación cultural, aspecto clave en la perspectiva de género. Se
enriquecen las pautas de análisis sobre los procesos de incorporación o
interiorización de los mandatos sociales que lleva a las mujeres a asumir
las tareas de cuidados como un deber. Además, se pondera y alienta la
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Conceptualización, debates y estrategias en torno a la transformación de los cuidados...
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mayor participación de las mujeres en lo público, considerado el ámbito
con mayor poder y prestigio.
Por otro lado, la asociación entre cuidado y ética del cuidado,
aunque es cuestionada por diversas autoras que critican su esencialismo
y ponen en duda su potencialidad para disociar a las mujeres de esta ad-
judicación de tareas, coloca un ámbito importante en la discusión. Éste
refiere a la necesidad de generar lecturas que cuestionen la devaluación
de las emociones y sentimientos, infravalorada desde una supuesta racio-
nalidad objetiva, subrayando su papel en la construcción de otros modos
de relación.
Políticas sociales y distribución de los cuidados
Los problemas y disputas que las mujeres escandinavas plantearon al
estado de bienestar —exigiendo políticas y recursos públicos para ellas
como individuos—, llevaron al desarrollo de un enfoque que buscó re-
organizar la provisión diaria de cuidados desde las políticas públicas. En
la década de 1990 tomó fuerza el término social care para replantear las
políticas de bienestar en Europa. Situación que, al mismo tiempo, colocó
la necesidad de estudiar las condiciones laborales en este ramo altamente
feminizado (Carrasco, Borderías y Torns, 2011).
Entre las autoras que impulsaron la redistribución de cuidados
mediante políticas sociales destacan Mary Daly y Jane Lewis (2000),
investigadoras británicas, quienes analizaron la provisión de servicios de
cuidado en los estados de bienestar, problematizando la distribución dife-
renciada de estas tareas y sus costos —emocionales y financieros— entre
el estado, las familias, el mercado y la comunidad o el sector voluntario.
Para ellas, la actuación del Estado es clave no sólo para la provisión de
servicios, sino para reorganizar la distribución de los cuidados entre los
cuatro ámbitos, así como para el modelamiento de las condiciones en las
que éstos se dan y reciben.
La distribución de las tareas, responsabilidades y costos de los
cuidados se concibe como dinámica en el tiempo y factible de transfor-
marse mediante políticas públicas. La dirección de estos cambios puede
tomar distintas trayectorias —colectivizarse o privatizarse, teniendo
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resultados diferentes en las diversas poblaciones que dan y reciben cuida-
dos—. Por ello, Daly y Lewis (2000) llaman a contextualizar los análisis,
distinguiendo las motivaciones detrás de la adopción de estas políticas,
las herramientas y estrategias que involucran, así como sus resultados,
particularmente en cuanto a mejorar la calidad de vida de las mujeres.
La Organización de Naciones Unidas (ONU) adoptó el enfoque
de políticas públicas apostando a que los avances y experiencias en la dis-
tribución de cuidados en los países identificados como más desarrollados
proveyeran insumos para pensar este tema en aquéllos catalogados como
menos desarrollados (Razavi, 2007). A nuestro entender, esta perspectiva
asume que en las sociedades de capitalismo avanzado se han desarrollado
alternativas que pueden ayudar a distribuir de mejor manera la provisión
de los cuidados entre las cuatro instituciones que componen lo que se
denomina el diamante de cuidados: el estado, el mercado, las familias y
la comunidad, para construir una mayor igualdad de género.
Entre los motivos que se esgrimieron para impulsar la responsabi-
lidad del estado en los cuidados, se encuentran el vínculo con el bienestar
y el desarrollo económico, así como la liberación de las mujeres para
tener un rol más activo en el escenario público (Razavi, 2007). En este
sentido, es evidente que la preocupación por los cuidados, en las agendas
internacionales, se ha incrementado hasta conseguir su inclusión en la
Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Las investigaciones conducidas desde la intersección entre políti-
cas públicas y cuidados han visibilizado problemáticas relacionadas con
la organización social del cuidado y sus transformaciones. Entre ellas se
encuentran el diseño y articulación de las políticas públicas de cuidados, la
profesionalización y precarización de las condiciones laborales de quienes
proveen estos servicios —principalmente mujeres, pobres y racializadas—,
la discusión sobre los presupuestos que deben considerarse para atender
estos temas, entre otros (Carrasco, Borderías y Torns, 2011).
Numerosas presiones y retos que obligan a abordar el tema se
suman a las exigencias feministas por reorganizar los cuidados. Las
transformaciones demográficas, los cambios en las estructuras familiares
y los recortes en los servicios públicos, inducidos por las políticas neoli-
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Conceptualización, debates y estrategias en torno a la transformación de los cuidados...
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berales, aumentan la presión para resolver estas tareas. La búsqueda de
soluciones desembocó en la creciente inmigración de mujeres de países
empobrecidos hacia los países centrales para resolver estas necesidades,
propiciando la aparición y expansión de las cadenas globales de cuidados
para enfrentar la crisis de cuidados.
2
Como se ve, la creciente incorporación de mujeres en el mercado
laboral —detonadas a partir del contexto de crisis mundial de 1970 y
las sucesivas crisis económicas— empujaron la exigencia de un mayor
involucramiento del Estado y la expansión de los servicios mercantiles
para resolver las tareas de cuidados, de ahí la demanda de las mujeres,
arropada después por organismos internacionales, de dotar a los estados
de bienestar de este tipo de servicios; sin embargo, la ruptura de este
modelo de Estado marcó un límite que se ha venido resolviendo a partir
de la incorporación de mujeres del sur global en estas tareas, que siguen
siendo precarizadas y poco remuneradas. Estas trayectorias, a la vez que
propician la emergencia de un nuevo campo de estudios, colocan en el
centro la pregunta sobre quién debe hacerse cargo de las tareas de cuidados
y en qué condiciones, así como la escala geográfica que se emplea para
hacer estos análisis y proponer su resolución. Al mismo tiempo, ponen
en entredicho la vigencia de las buenas prácticas que impulsaban los países
desarrollados y debían servir de modelo para el resto.
Miradas desde la economía feminista
Desde 1990, los cuidados ganaron centralidad en las preocupaciones
de la economía feminista. Feministas marxistas afinaron el análisis para
identificar que las opresiones capitalistas y patriarcales no actúan siempre
de manera armónica, sino que existen contradicciones entre ambas y sus
vínculos se transforman históricamente. Asimismo, argumentan que,
aunque las feministas consiguieron avances importantes — por ejemplo,
modificar la organización familiar tradicional, la incorporación masiva de
2 Estos dos términos fueron acuñados por Hochschild (1995 y 2001) para dar cuenta de las
tensiones que produjo el acceso de las mujeres de clase media al empleo remunerado para la
realización de los cuidados familiares y cómo en los países centrales estas tareas fueron re-
sueltas mediante la contratación de mujeres provenientes de países empobrecidos. El uso del
término crisis de cuidados se ha ido expandiendo desde entonces.
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mujeres de clase media al empleo remunerado— que socavaron algunos
privilegios patriarcales, los saldos para las mujeres no son enteramente
positivos.
El sistema capitalista mantiene la segregación laboral por sexo,
los ingresos de las mujeres siguen siendo menores a los de los varones y
persiste la devaluación de los trabajos no mercantilizados. Las transforma-
ciones en la composición familiar acarrearon mayores responsabilidades
económicas a las mujeres, mientras que hubo pocos avances en la adopción
de responsabilidades domésticas por parte de los varones (Folbe y Hart-
man, 1989). Se indicó la existencia de una táctica capitalista que consiste
en emplear masivamente a las mujeres en determinados momentos del
proceso histórico de acumulación para rescindir de ellas en momentos de
crisis, usándolas como ejército industrial de reserva. Por último, afirmaron
que la absorción de amas de casa dentro del mercado laboral aumenta las
ganancias capitalistas, al tiempo que se produce una baja de los salarios
(Himmelweit y Mohun, 1977). Por tanto, no se debe dejar de lado la
dimensión material de la opresión de las mujeres y más bien, se habría
de procurar que la economía se organice en torno a los cuidados y no a
la acumulación capitalista. En suma, la dimensión económica continúa
siendo medular para comprender y transformar los cuidados.
Razaví (2007) distingue la emergencia de dos líneas de análisis
en la economía feminista. La primera analiza la explotación capitalista
sobre las mujeres y el trabajo, problematizando las interacciones entre los
distintos países en el marco de la reestructuración global del trabajo. La
segunda, estudia la falta de aumento en la productividad del trabajo de
cuidados remunerado, reconociendo sus múltiples especificidades —di-
ficultades para aumentar su producción y tipo de vínculos que se forjan
entre quien da y quien provee cuidados—, los costos financieros y de
oportunidad asociados con la realización remunerada y no remunerada
de estas tareas, los bajos salarios y la sobrerrepresentación de mujeres,
pobres y racializadas, en la provisión de estos servicios en el mercado.
La existencia de estas líneas de estudio converge con los compromisos
teórico-epistémicos y políticos de quienes investigan con distintas co-
rrientes de la teoría económica.
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Conceptualización, debates y estrategias en torno a la transformación de los cuidados...
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Otras líneas de investigación que detonaron la economía feminista
son los métodos para cuantificar los trabajos de cuidados, visibilizando
sus aportes en términos macroeconómicos y su desigual realización por
parte de mujeres y varones, adoptando recientemente una perspectiva
interseccional. Las encuestas de uso del tiempo y las cuentas satélites
—que cuantifican estos trabajos según su valor en el mercado, mostran-
do su aporte al Producto Interno Bruto (PIB)— son producto de estas
investigaciones, pobladas por debates en torno a su conceptualización,
potencialidades y metodologías.
En los últimos años se ha venido desarrollando una rama de
la economía feminista cuyo objetivo de estudio son los cuidados. Ésta
los conceptualiza como todas aquellas actividades indispensables para
satisfacer las necesidades básicas de la existencia y reproducción de las
personas, brindándoles los elementos físicos y simbólicos que les permiten
vivir en sociedad (Rodríguez y Marzonetto, 2015, p. 105). De esta forma,
se expande el abanico de tareas consideradas parte de los cuidados para
incluir el autocuidado, el cuidado directo de las personas, la provisión de
precondiciones para realizar el cuidado y la gestión del mismo, tanto si
se realizan fuera como dentro del mercado.
Corina Rodríguez (2015) considera que la economía de cuidados
tendría el objetivo de visibilizar el rol sistemático y estructural que cum-
plen los cuidados en las sociedades capitalistas. Además, debería ofrecer
elementos para comprender cómo la organización de estos trabajos tiene
implicaciones en la construcción de desigualdades económicas para las
mujeres. Esta concepción es suficientemente amplia para incorporar las
distintas vertientes economicistas desde donde se realizan estos estudios
—marxista, socialista y liberal—, por lo que se pueden encontrar estudios
que, desde los feminismos, privilegian distintos ángulos de observación
y desarrollan distintas problematizaciones y temas de análisis como los
que se recuperan arriba.
Colocar en el centro la sostenibilidad de la vida
Una visión que interesa destacar por sus vínculos con enfoques críticos
latinoamericanos (Vega, Martínez y Paredez, 2018; SOF y Colectiva
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
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XXK, 2021), nace de la confluencia entre la economía feminista y el
ecofeminismo, y pone en el centro la sostenibilidad de la vida.
3
Esta
perspectiva enfatiza la necesidad que tienen todas las personas de recibir
y ofrecer cuidados a lo largo del ciclo vital. La vulnerabilidad y la interde-
pendencia se afirma, son características inherentes a la especie humana,
que compartimos y nos unen con el resto de seres del planeta. El acento
se pone en la viabilidad del sistema socioeconómico actual para sostener
la vida frente a la inminencia de la crisis civilizatoria (medioambiental,
económica, política y social que atraviesa la humanidad).
Los análisis hegemónicos, de cariz moderno, antropocéntrico y
androcéntrico niegan las redes de interdependencia intra y entre especies,
que hacen posible la vida humana y no humana (Linsalata y Navarro,
s.f.). Con esta exclusión, consiguen que las tareas necesarias para repro-
ducir y sostener la vida sean ocultadas, devaluadas y feminizadas para
no contabilizarlas ni remunerarlas. Se invisibilizan los mecanismos que
emplea el capital para extraer energías de los cuerpos de las mujeres y del
resto de la naturaleza para acrecentar la acumulación privada (Carrasco
y Díaz, 2017).
La acumulación capitalista opera mediante una estructura de
jerarquías y opresiones en beneficio de un grupo reducido de personas
que concentran el poder y ganancias, consiguiendo que el sistema so-
cioeconómico se modele y funcione a su favor. Los sujetos privilegiados
por este sistema son varones, burgueses, adultos y con funcionalidad nor-
mativa heterosexual, quienes reparten algunos beneficios a otros sujetos
cercanos a esta articulación y actúan en complicidad (Pérez, 2017). La
vida —humana y no humana— en este sistema es sólo un medio para
obtener beneficios.
En este enfoque, los cuidados se comprenden como la gestión
y el mantenimiento cotidiano de la vida y de la salud, la necesidad más
básica y diaria que permite la sostenibilidad de la vida (Pérez, 2017, p.
10). Imbrica dimensiones materiales y corporales, junto con lo afectivo
3 Amaia Pérez (2017) distingue a la economista chilena Cristina Carrasco como la primera au-
tora, o al menos la primera en España, que emplea la noción de sostenibilidad de la vida (p.
87).
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Conceptualización, debates y estrategias en torno a la transformación de los cuidados...
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y relacional; se resuelven en territorios historizados, atravesados por
relaciones económicas, políticas y sociales, modeladas por estructuras
capitalistas, patriarcales, coloniales y raciales.
En el actual contexto socioeconómico, la gestión de la interdepen-
dencia se realiza en medio de precariedades e injusticias para la mayoría
de la población, aunque su peso recae preponderantemente en los hogares
y en las mujeres. El afán de lucro y el mercado someten a los cuidados
—y a quienes cuidan— a tensiones cada más más insostenibles. Por esta
razón, Amaia Pérez (2017) afirma que el conflicto entre el capital y la
vida se ajusta y resuelve a partir de y en los cuidados. En ellos estallan
las incompatibilidades entre el actual sistema socioeconómico y la sos-
tenibilidad de la vida.
La misma autora introduce tres elementos de comprensión sobre
los cuidados. El primero es la pregunta sobre la cotidianidad: si se tiene
o no bien estar en el día a día. La segunda refiere a la encarnación de
este bien, estar en los cuerpos concretos: con subjetividades, afectos y
desafectos.
4
El tercer elemento cuestiona la lógica que domina el conjun-
to del sistema en el que se resuelven los cuidados, identificando dónde
están las prioridades de las instituciones que nos regulan: a quiénes salva,
a quiénes considera desechables, sobre quién impone las cargas. Poner
en el centro la sostenibilidad de la vida implica transformar no sólo el
reparto de cuidados, sino al conjunto del sistema socioeconómico para
que su epicentro sea la vida y no los mercados.
Vega, Martínez y Paredes (2018), han reflexionado sobre la poten-
cialidad de lo comunitario en la provisión de cuidados. Esta dimensión,
afirman las autoras, siempre ha estado presente, pero en plano secundario
e infradesarrollado. Por ello, se busca otorgar relevancia a estas prácticas
y destacan su potencialidad para construir arreglos que subvierten las
lógicas dominantes, abriendo vías para la democratización de su aprovi-
sionamiento y la transformación de las condiciones en las que se resuelven.
El cuidado en comunitario refiere a experiencias de cooperación hetero-
4 La categoría de bien-estar es utilizada por Pérez (2017) para destacar la dimensión cotidiana
y encarnada del bienestar, que se experimenta y resuelve más allá de las dinámicas mercanti-
les y de la abstracción de los indicadores macroeconómicos.
20
Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
Año 1 / Número 1 / Marzo-agosto de 2023
géneas e híbridas, donde una colectividad hace propias las condiciones
de ejecución de los cuidados y de sus beneficios, mediante el trabajo,
organización y deliberación colectiva. Estas autoras llaman a explorar
el potencial político y de reorganización que, desde lo local, concreto y
situado, generan estas prácticas, sin caer en idealizaciones.
Esta propuesta articula la crítica feminista con la anticapitalista
y la preocupación por el medioambiente. Su énfasis radica en la identi-
ficación y fortalecimiento de otras formas de sostener los cuerpos y las
sociedades que no pasan por el mercado —que más bien están amenazados
por sus lógicas—, que apelan a lo colectivo, lo comunitario y a los lazos
de confianza y solidaridad que siguen presentes, aun en las sociedades
occidentalizadas. Desde esta mirada, la crítica se dirige a la totalidad del
sistema socioeconómico pugnando por su transformación. La categoría
de cuidados se amplifica para entroncar con la del sostenimiento de la
vida, pero también se enfoca para distinguir “las actividades concretas
que aseguran la vida humana y que adquieren sentido en el marco de
relaciones interpersonales” (Pérez, 2017, p. 104). Destacamos el diálogo
que teje esta perspectiva con autoras y aportes del sur global.
Aportes conceptuales y estrategias de transformación hilándose desde
Latinoamérica
Entre las apuestas, contribuciones y matices que aportan los feminismos
latinoamericanos para resolver y transformar los cuidados, identificamos
tres posiciones: 1) las exigencia de la adopción de políticas públicas y del
cuidado como derecho; 2) la que abreva de una economía feminista crítica
influida por los feminismos marxistas y anticoloniales que colocan la re-
producción de la vida como eje central; 3) la que ubicamos en confluencia
entre las reflexiones y praxis de las feministas comunitarias, adoptando el
cuerpo-territorio como categoría nodal y la crítica a la modernidad que
se plantea desde el feminismo decolonial.
Del cuidado como derecho a los sistemas nacionales de cuidados
Las feministas latinoamericanas han tenido un papel protagónico en
la lucha para disputar y expandir el paradigma de derechos humanos
de las mujeres (Facio, 2011), trastocando las formas de comprender
21
Conceptualización, debates y estrategias en torno a la transformación de los cuidados...
Jiménez Valdez, E.I. | Pp. 5-40
los vínculos entre lo público y lo privado. Esta potencia se sustenta en
la intensa movilización que las mujeres plantearon en su condición de
madres y esposas de personas víctimas de las dictaduras y como parte de
los movimientos populares que proliferaron en las últimas décadas del
siglo XX (Jelin, 1994).
Como parte de la estrategia para demandar al estado un rol más
activo en la resolución de los cuidados, Laura Pautassi (2007) argumentó
la importancia de reconocer el beneficio a cuidar y a ser cuidado como
un derecho humano. De esta manera, se disputa el deber de realización
que adquieren los Estados —deberes positivos— y la capacidad de em-
poderamiento que ofrece a la ciudadanía para reclamar su realización.
Adoptar el lenguaje de derechos permite que éstos se demanden en
tónica de estándares y obligaciones, estableciendo pautas para conducir
su operación.
Se busca desarticular los cuidados de la responsabilidad familista
y feminizada con que actualmente se asocian y resuelven; por otro lado, el
cuidado se postula como un derecho universal; de esta manera, se intenta
establecer la responsabilidad colectiva de proveer cuidados, comenzando
por los Estados. Sumado a ello, se reconoce el derecho de todas las perso-
nas por ser cuidados, no sólo a menores de edad, como suele focalizarse,
sino también personas ancianas, enfermas, discapacitadas, entre otras.
Por último, se pretende que la titularidad del derecho no esté sujeta a un
determinado estatus o prestación de empleo (Pautassi, 2018).
Los avances más significativos se han dado en el rubro del re-
conocimiento, alentando que se implementen instrumentos para medir
el uso del tiempo en varios países, así como la realización de cuentas
satélites; sin embargo, estos cálculos aún no son adoptados como medida
oficial en los estados o como indicadores macroeconómicos para orientar
la toma de decisiones económicas y políticas. Su carácter sigue siendo
comparativo, como forma de llamar la atención sobre los aportes de las
mujeres en la realización de estos trabajos o para evidenciar las brechas
de cuidado entre sexos.
Este enfoque ha entroncado con la perspectiva de género y con el
de políticas públicas. Su mayor desarrollo, en término de políticas adop-
22
Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
Año 1 / Número 1 / Marzo-agosto de 2023
tadas para materializar este derecho, se ha dado en Uruguay, donde se
adoptó el Sistema Nacional Integrado de Cuidados (SNIC), y constituye
un referente en la región, y a partir de ello se conformaron numerosas
coaliciones para replicarlo en otros países.
El SNIC de Uruguay se desarrolló en colaboración de académi-
cas feministas, funcionarios de gobierno, la CEPAL y Naciones Unidas
(Nieves, 2011). En 2010, dicho gobierno inició el proceso de diseño del
SNIC, para ello convocó a un grupo plural que trabajó en su elaboración.
Tres años después nació la Red ProCuidados para impulsar la adopción
del Sistema. Esta red acompaña su implementación desde que entró en
vigor la Ley de Cuidados en 2015 (Aguirre, 2021).
El SNIC del Uruguay se concibe como un:
Conjunto de acciones públicas y privadas que se desarrollan
de forma articulada para brindar atención directa a las personas y
a las familias en el cuidado de su hogar y de sus miembros, lo que
incluye la atención a personas dependientes (niños, discapacitados,
ancianos y trabajadores sobreocupados) y los quehaceres domésticos
[…] Los componentes del sistema se clasifican en prestaciones mo-
netarias, servicios, licencias y políticas de tiempo, dado que se necesita
de “tiempo para cuidar, dinero para cuidar y/o servicios de cuidado”
(Salvador, 2011, p. 17).
Los objetivos del sistema son reconocer, reducir y redistribuir el tra-
bajo de cuidados a partir del valor y los aportes del trabajo de cuidados no
remunerado al bienestar social; reducir este trabajo mediante el desarrollo
de servicios y prestaciones, y redistribuir los cuidados entre mujeres y
varones. Con esta finalidad se han generado mecanismos de articulación
y coordinación entre dependencias gubernamentales, para desarrollar los
cinco componentes del SNIC: servicios, formación, regulación, gestión
de la información y el conocimiento, y comunicación (Salvador, 2019).
El sistema involucra un abanico amplio de políticas y cambios
legislativos que se dirigen a distintas poblaciones objetivo. Sin embargo,
es de destacar que la mayoría de los servicios se restringen al cuidado
de infantes de 0 a 3 años, a personas ancianas y con discapacidad severa
(Aguirre, 2021); es decir, a sectores que se identifican como dependientes.
Por otro lado, son pocos los avances en cuanto a la mejora en las condi-
23
Conceptualización, debates y estrategias en torno a la transformación de los cuidados...
Jiménez Valdez, E.I. | Pp. 5-40
ciones laborales para las personas que trabajan en el sector doméstico, el
cual sigue siendo feminizado y de baja remuneración (Salvador, 2019).
La focalización de las acciones impacta en la conceptualización
de cuidados que se desarrolla en el marco de las políticas públicas. Desde
esta perspectiva, los cuidados refieren a la acción de ayudar a un niño,
niña o a una persona dependiente en el desarrollo y el bienestar de su vida
cotidiana (Batthyány, 2021a, p. 40), actividades que involucran aspectos
materiales, de trabajo, costos económicos y psicológicos, destacando esta
última. Se enfatiza el componente relacional de cuidados que produce el
establecimiento de vínculos afectivos, emotivos y sentimentales con una
fuerte dimensión moral.
Con relación a las motivaciones para replicar el SNIC en nuestra
región, distinguimos dos vías argumentativas: una, centrada en la garantía
de derechos y otra que enfatiza sus beneficios económicos, aunque ambas
suelen emplearse juntas. En los últimos años, los argumentos economi-
cistas —planteados desde una mirada hegemónica— han ido ganando
terreno en los organismos internacionales. Estas políticas se vinculan con
el empoderamiento económico de las mujeres, como vía para reducir la
pobreza y la desigualdad mediante el acceso de más mujeres al mercado
laboral, generando empleos en el ámbito de cuidados, elevando el PIB
y mejorando los ingresos fiscales y de seguridad social (ONU Mujeres
y CEPAL, 2021). En el contexto de pandemia por covid-19 se afirma
que la adopción de estos sistemas ayuda al correcto funcionamiento de
otros sectores económicos (ONU Mujeres y CEPAL, 2020). Así queda
demostrado que las demandas feministas sobre los cuidados se asumen
y resuelven desde su instrumentalización a los objetivos de crecimiento
y desarrollo (Quiroga y Gago, 2018).
Lo antes expuesto retoma la discusión planteada por las feminis-
tas europeas en la década de 1980, en torno a la exigencia de políticas
sociales destinadas a resolver las tareas de cuidados, conjugada con la
perspectiva de género y complementada con la de políticas públicas. Esta
vertiente puede leerse como hegemónica en el panorama latinoamericano
actual, dado el respaldo que ha tenido desde organizaciones regionales
e internacionales y por la capacidad que ha mostrado para tejer redes al
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
Año 1 / Número 1 / Marzo-agosto de 2023
interior de los países latinoamericanos y entre ellos. Por otro lado, hay que
destacar que el ámbito de cuidados sufre un achicamiento al enfocarse en
los servicios que requieren personas en situación de dependencia.
Reproducción de la vida y el despojo capitalista
El análisis y las estrategias para reorganizar los cuidados en el contexto
latinoamericano proyectan una realidad muy distinta, en comparación
con el alcance, profundidad y extensión de los servicios públicos estatales
adoptados por los estados de bienestar europeos. Si bien existen nota-
bles diferencias entre países, se observa que, aun en el período de mayor
expansión de los sistemas de protección social, éstos resultaron estrati-
ficados y excluyentes; así mismo, sus dinámicas fueron asistencialistas y
de carácter fragmentario (Uribe, citado en Ordóñez, 2017, p. 41). Esta
situación se agudizó con los ajustes estructurales impuestos a partir de
la década de 1980.
El Consenso de Washington —que consistió en adoptar una
combinación de medidas orientadas a garantizar el pago de enormes
montos de riqueza a acreedores externos e incluyó recortes presupuestales
y presiones para liberalizar el comercio, entre otras— ha tenido como
uno de sus efectos el desmantelamiento de la infraestructura y servicios
de seguridad social (Ordóñez, 2017). Estas tendencias, que se conjugan
con la privatización de servicios y la pauperización de las condiciones
laborales en el marco de la expansión y consolidación del neoliberalismo,
se han expandido, incluso, a los llamados países desarrollados. Esto ha
generado enormes presiones sobre los cuidados, además, ha aumentado
su carga para las mujeres y los costos económicos, en términos de tiempo
y de carga mental y emocional para las familias.
Ante esta realidad se desprenden varios caminos para el análi-
sis. Uno de ellos, que ha avanzado de la mano del enfoque de políticas
públicas desarrollado arriba, refiere a las fuentes, montos y estrategias
para conseguir la sostenibilidad del financiamiento de los SNIC (Sal-
vador, 2019), entroncando esta demanda con las exigencias de adoptar
presupuestos sensibles al género (CEPAL, 2019). Otra vía cuestiona el
imaginario de que es posible conciliar avances sociales significativos, sin
25
Conceptualización, debates y estrategias en torno a la transformación de los cuidados...
Jiménez Valdez, E.I. | Pp. 5-40
transformar el actual sistema socioeconómico (Pérez y Baeza, 2006). En
consonancia con esta visión, los desarrollos latinoamericanos inspirados
por los feminismos marxistas y las luchas anticoloniales analizan y bus-
can incidir en las potencialidades de resolución y cambio social a través
de los cuidados, entroncando esta categoría con la de reproducción de
la vida y pugnando por una transformación del sistema socioeconómico
capitalista, patriarcal y colonialista.
Esta mirada emerge de una búsqueda por comprender los desarro-
llos del capitalismo contemporáneo y sus formas específicas para extraer
valor en nuestras territorialidades, iluminando también las dinámicas de
resistencia que se despliegan en oposición a estos procesos. Un aspecto
nodal en esta conceptualización es el reconocimiento, politización y arti-
culación de las múltiples y reiteradas violencias que padecen las mujeres,
lesbianas, trans y trasvestis en nuestros contextos. Es decir, se reconoce
que existe una relación orgánica entre acumulación y violencia (Gago,
2019, p. 20) que actúa de modos específicos, a la vez diversos y similares,
en nuestros territorios y sobre los cuerpos feminizados. Estas violencias
entremezclan aspectos de carácter estructural y coyuntural, actuando de
forma concatenada y de modos diferenciados a través de las relaciones
clasistas, racistas y colonialistas que se transforman a lo largo del tiempo.
Su finalidad es organizar y asegurar el despojo de energías y materias de
estos cuerpos y territorialidades para acrecentar la acumulación privada.
La fase capitalista neoliberal se caracteriza por la exacerbación de
estas violencias para producir enormes volúmenes de valor que se quedan
en pocas y cada vez menos manos. Latinoamérica es la región más desigual
del mundo. La deuda externa y la de los hogares, los megaproyectos, el
extractivismo —ya sea practicado por iniciativa privada o por gobier-
nos progresistas—, la mercantilización y la especulación con los bienes
necesarios para la vida, los mandatos de austeridad gubernamentales, la
desregulación financiera, la nueva organización internacional del trabajo,
entre otras muchas prácticas, son parte de las embestidas del capital para
profundizar y expandir la acumulación. Estas violencias se van expan-
diendo, acumulando, rearticulando; además, toman diversas magnitudes
y expresiones en cada territorialidad, padeciéndose de modos distintos.
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
Año 1 / Número 1 / Marzo-agosto de 2023
Lo común entre esta multiplicidad de violencias es que son expe-
rimentadas por las mujeres y cuerpos feminizados de maneras cada vez
más rapaces, obligando a “desplegar cada día mayor inteligencia, energía,
esfuerzo y hacer más cosas para resolver las necesidades más elementales.
En resumen, cada día tenemos que trabajar más para vivir peor (Quiro-
ga, 2020, p. 13). Esta forma de organización socioeconómica y política
es necrótica porque atenta contra las condiciones que hacen posible la
vida humana y no humana, socavando los intentos de producir formas
colectivas de vivir con buena calidad, dignamente. Sumado a ello, se que-
brantan las condiciones y posibilidades de las próximas generaciones. La
categoría de reproducción social se desplaza por la de reproducción de
la vida, pues se reconoce que el trabajo más productivo que se desarrolla
en las sociedades es el cuidado de la vida humana y no humana, y sobre
estas actividades se monta el capitalismo para extraer valor.
Bajo esta mirada se conciben y politizan los cuidados, reconocien-
do en ellos una doble dimensión: como pieza clave en la reproducción
de la vida, pero también como territorio en disputa. La realización de
trabajos cotidianos de cuidado y reproducción se libra en medio de los
despojos. Al mismo tiempo, las formas colectivas y en clave de rebeldía
desde las que se están resolviendo muchos de estos procesos, enmarcadas
en luchas feministas y populares, rurales y urbanas, abren horizontes de
organización social y política que desbordan las lógicas e intereses estatales
y mercantiles (Quiroga y Gago, 2018).
Verónica Gago (2018) ilustra, a propósito de su estudio sobre talle-
res textiles operados clandestinamente con mano de obra extranjera, cómo
los cuidados pueden concebirse como ensamblajes de funciones, tareas,
tiempos y apuestas que imbrican y disuelven múltiples divisiones —entre
lo productivo y lo reproductivo, la calle y lo doméstico, el barrio y la ciudad,
aspectos mercantiles y no mercantiles—, con un carácter ambivalente.
Es decir, ofrecen condiciones para la expropiación y valorización, pero
también configuran espacios de resistencia que conjugan y sostienen la
cooperación social. Siguiendo a Silvia Federici,
5
esta economista argentina
5 Las reexiones, trabajos y diálogos con Silvia Federici son importantes para el desarrollo de
esta perspectiva. Uno de sus aportes consiste en desplazar del centro del análisis la produc-
27
Conceptualización, debates y estrategias en torno a la transformación de los cuidados...
Jiménez Valdez, E.I. | Pp. 5-40
sostiene que la reproducción ya no puede ser conceptualizada como un
espacio de mera conservación y repetición, únicamente subordinada a la
producción; es el lugar donde se juega la transformación social. A través
de los cuidados se construyen capacidades materiales e inmateriales para
disputar la riqueza producida colectivamente.
El trabajo doméstico y de cuidados no es un momento extra
económico ni un auxiliar del mismo, sino el punto medular de toda or-
ganización social, lo cual permite su continuidad. Lo que se reproduce
no es sólo la fuerza de trabajo —que es la intencionalidad primera del
capital— ni únicamente seres humanos, desde una perspectiva biológi-
ca, sino formas de vivir colectivamente (Quiroga, 2020). De ahí que los
modos de resolver los cuidados son parte medular de la disputa por vivir
de modos buenos y dignos, en medio, a pesar de y contra las afrentas
patriarcales y capitalistas.
La transformación desde los cuidados implica identificar y
potenciar cómo éstos se resuelven por fuera del mercado, mediante la
construcción de redes y tramas de relación que permiten resolver en
colectivo el día a día, teniendo como horizonte político la reapropiación
de la riqueza producida colectivamente. Las ollas populares, el manteni-
miento de centros comunitarios, las luchas por producir y defender los
bienes comunes se convierten en modos y espacios de desobediencia y
de producción de decisiones y trabajos en colectivo. Éstos son lugares
con la potencia de resolver las demandas más apremiantes de la vida
cotidiana mostrando que existen otras formas de gestionar la vida, más
allá de los carriles establecidos por los punteros” (Quiroga, 2020, p. 61).
Los cuidados, resueltos de esta manera, adquieren politicidad porque
rompen el individualismo, la mediación del mercado y las subjetividades
individualistas motivadas por el afán de lucro, ensayando y sosteniendo
formas de producir y gestionar riqueza común, desde otros modos de
existencia.
ción de valor en el sistema capitalista para dar centralidad a la reproducción de la vida. Algu-
nas reexiones y aportes de esta feminista marxista italiana radicada en Estados Unidos, muy
cercana a las luchas en el sur global, pueden consultarse en Federici (2013).
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
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Las huelgas internacionales del 8M enunciaron el “ya basta a los
tiempos que se nos van de las manos”, al agotamiento físico y psíquico
que produce el vivir en la precariedad, el rechazo a la invisibilidad de los
trabajos diversos y esfuerzos ignorados, no pagados, regateados, usurpa-
dos y minusvalorados. Gracias a ello fue posible organizar encuentros,
generando tiempos y enredando experiencias, pensamientos y deseos para
crear las condiciones de posibilidad para otras existencias” (Gago, 2019,
p. 32) que tienen como horizonte y camino reorganizar la provisión de
cuidados y de las infraestructuras para reproducir la vida en y desde lo
colectivo.
Esta propuesta parte de una lectura crítica de la realidad latinoa-
mericana caracterizada por la pérdida de las conquistas sociales, el avance
de las políticas extractivistas y la creciente desigualdad en la región. El
acercamiento que propone a los cuidados funciona a modo de pinza que,
por un lado, distingue cómo estas tareas son explotadas y se realizan en
condiciones de mayor precarización y violencias, al tiempo que distingue
su resolución, en clave colectiva y desde la rebeldía, como camino para
transformar el actual orden socioeconómico. Esta concepción plantea
como pauta teórica, metodológica y política el identificar y potenciar las
formas de reproducción de la vida en contextos situados.
Cuidados en clave de sanación y crítica a la modernidad
Para terminar este mapa, retomamos algunas críticas y aportes que se tejen
desde los feminismos comunitarios y decoloniales. Éstos sostienen un
diálogo con la posición arriba descrita y con el enfoque de la sostenibilidad
de la vida, abrevando y nutriendo estas reflexiones. Aquí, sin embargo,
hemos decidido separarlos para intentar iluminar sus particularidades,
matices y aportes a la reflexión sobre los cuidados, tributando un reco-
nocimiento a estas genealogías, entre las que distinguimos confluencias
y algunas diferencias importantes.
Entre los aspectos que comparten estos feminismos se encuentra
su crítica a la modernidad y a la colonialidad del saber. La modernidad se
identifica como proyecto político y como visión del mundo que se ha im-
puesto sobre otros, minusvalorando y ocultando los saberes y experiencias
29
Conceptualización, debates y estrategias en torno a la transformación de los cuidados...
Jiménez Valdez, E.I. | Pp. 5-40
de los cuerpos oprimidos. Frente a estos discursos de cuño eurocéntrico,
capitalista, de raigambre judeocristiana, colonialista, antropocéntrica y
patriarcal, con pretensiones de objetividad, neutralidad y cientificidad, la
construcción de conocimientos desde la localización geo-corpo-política
de los sujetos históricamente oprimidos se interpreta como un desacato.
Estos saberes, que abrevan de las vivencias de los pueblos dominados,
saqueados y colonizados, desafían, cuestionan y ponen en tensión los re-
latos universalistas (Grosfoguel, 2019) junto con el conjunto de supuestos
que le acompañan: el mito del progreso, el cuestionamiento de los modos
de vida de los países llamados desarrollados como modelo, entre otras.
Las experiencias de los pueblos colonizados del Abya Yala revelan
que la extraordinaria expansión, refinamiento y acumulación que logró
el capitalismo europeo fue posible a partir del saqueo y explotación de
estas poblaciones y territorios. El hecho colonial, como acontecimiento
histórico, estructural y trascendental para estas poblaciones (Cabnal, 2010)
fue un parteaguas en sus trayectorias históricas. Se impuso, mediante la
violencia dirigida contra estos cuerpos y territorialidades, particularmen-
te contra las mujeres, pero no ha cesado de reproducirse, junto con los
dispositivos discursivos y cognitivos que naturalizan y legitiman estas
opresiones.
Para las feministas comunitarias los conocimientos emancipado-
res nacen de los saberes corporalizados, en íntima relación con la tierra
que habitan. Los vínculos entre cuerpos y territorios se reelaboran en el
diálogo con los saberes ancestrales, las cosmogonías y memorias de los
pueblos. Desde esta gramática, emergen los valores de complementarie-
dad, dualidad, equilibrio y armonía entre personas, y con el resto de la
naturaleza, la búsqueda del bien común y la reciprocidad. Pero también
se reconoce la huella del entramado de opresiones históricas que produce
su despojo, enfermedad y muerte.
Las feministas comunitarias conceptualizan al patriarcado como
el sistema que interconecta todas las opresiones y explotaciones que se
ejercen sobre la vida entera en el planeta, que se basa en la opresión de
las mujeres y en el ejercicio de un poder asociado a la guerra y la violencia
(Cabnal, 2010). Reconocen la existencia de un patriarcado precolonial
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o ancestral que ocasionó la primera opresión de las mujeres, el cual se
agravó y adquirió otras formas con la imposición del patriarcado moderno
occidental. Este entronque de patriarcados se inauguró con la violación
masiva de las mujeres durante la colonia (Cabnal, 2010). Se acompañó
de la imposición del racismo, del capitalismo y el colonialismo que hoy
vuelve a profundizarse —pero también adquiere nuevos matices— sobre
los cuerpos y los territorios en la época neoliberal (Paredes, 2013).
Lorena Cabnal (2010), sanadora maya-xinka, explica cómo la
categoría cuerpo-tierra nació de la reflexión encarnada por las distintas
violencias experimentadas por los cuerpos individuales y colectivos, sexua-
dos, racializados y colonizados. La emancipación refiere a la recuperación
del cuerpo-tierra para promover su vida en dignidad, desmontando del
cuerpo las violencias y opresiones para vivir la vida desde la alegría, la vita-
lidad y el placer, reconociendo la potencia transformadora y creadora que
anida en las corporalidades. Este desmontaje de violencias se construye
practicando el desacato y la rebeldía, justamente a través del disfrute de
la sexualidad, del arte, el ocio y el descanso como prácticas emancipa-
doras. Los cuerpos dejan de ser el soporte de las opresiones cuando son
experimentados con vitalidad y júbilo. Esta forma de experimentar los
cuerpos femeninos es transgresora porque desactiva y subvierte las im-
posiciones patriarcales sobre las mujeres y otros cuerpos para someterlos,
despojarlos y explotarlos.
La emancipación de los cuerpos se politiza cuando se comprende
que éstos se experimentan, siempre, en un espacio concreto territorial.
El territorio tierra es el lugar donde se manifiesta y hace posible la vida
de los cuerpos; por tanto, el bienestar y goce de los cuerpos de Abya Yala
se vinculan con la defensa de los territorios ancestrales para garantizar y
dignificar su existencia y vida en plenitud (Cabnal, 2010).
La violencia contra los territorios y los cuerpos, humanos y no
humanos, que conviven en ella, se desató con la penetración colonial,
extrayendo masivamente sus bienes naturales, así como deteriorando
y amenazando las vidas de los pueblos y su bienestar. Esta violencia se
ha incrementado en las últimas décadas, por ello, las comunidades y,
particularmente, las mujeres, han reactivado la defensa de sus cuerpos y
31
Conceptualización, debates y estrategias en torno a la transformación de los cuidados...
Jiménez Valdez, E.I. | Pp. 5-40
sus territorios. Éstas se entienden en un sentido de lucha, pero también
como un hilado que entreteje distintos procesos, dimensiones y escalas:
el fortalecimiento de los pueblos, la restitución de las relaciones históricas
con los ancestros, la construcción de saberes emancipadores, la lucha y
recuperación de los bienes naturales contenidos en los territorios para
su resguarde y uso no mercantil, la liberación y sanación de los cuerpos
individuales y colectivos. Todas éstas son estrategias para garantizar la
vida en dignidad. Se trata de luchas cotidianas e históricas que politizan y
conectan las emociones y afectividades, las formas de relación, los modos
de reproducción social y las cosmogonías de los pueblos.
Desde esta concepción, una decena de mujeres indígenas guate-
maltecas, con experiencia en procesos de lucha territorial, de lucha por los
derechos de las mujeres y de sanación, conformaron la Red de Sanadoras
Ancestrales. Los procesos de sanación que ellas distinguen, como prácticas
políticas para reconectar los cuerpos entre ellos y con las energías de la
naturaleza y el cosmos, son parte de las luchas territoriales que tienen
como finalidad asegurar el bienestar colectivo y su futuro como pueblo
(Canal UCR, 2016).
Postulamos que estas prácticas de sanación nutren y expanden la
comprensión sobre los cuidados. Esta asociación fue documentada hace
más de un lustro por Marcela Turati (2015) en “Cuidar a las que cuidan”,
donde la reportera presenta la sanación como uno de los ejes de trabajo
de la organización feminista Consorcio Oaxaca, y cuyo fin es sostener y
fortalecer la vitalidad, los esfuerzos y luchas de mujeres defensoras del
territorio, de los derechos de las mujeres y de aquéllas que se organizan
para buscar a sus familiares desaparecidos.
Pero la dimensión política de la sanación ancestral va más allá. En
opinión de Cabnal (2010), la pluralidad de cuerpos del Abya Yala padece
los efectos de las múltiples opresiones y violencias del patriarcado, colo-
nialismo, misoginia y lesbofobia (Krac, 2016). Los procesos de sanación
ayudan a cobrar conciencia de las violencias y opresiones sufridas, así como
de los modos en que las replicamos. Ello implica concientizar nuestra
participación en las estructuras de opresión y dominación, así como de la
red que interconecta todo lo viviente (Canal UCR, 2016). Conlleva ha-
32
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cerse cargo de la herida y el trauma colectivo para sobreponerse al miedo,
las tristezas, vergüenzas y enemistades, fortaleciendo y entretejiendo el
cuerpo comunitario para la resistencia. La sanación se concibe en clave de
descolonización de ideas y sentimientos que anidan en las corporalidades
para aflorar su sabiduría y poder transgresor (Gómez, 2014).
Abya Yala está lleno de sanadoras, parteras, yerberas, sobadoras,
curanderas, entre muchos otros personajes femeninos cuyos saberes han
sido nulificados por la ciencia
6
o rechazados por grupos religiosos, per-
seguidos y combatidos durante la conquista. Por tanto, su preservación,
rescate y socialización se revela como un ámbito de reflexión sobre las
formas de comprensión/valoración de los cuidados y del reconocimiento
hacia otras formas de autoridad femenina.
Conectamos este punto con la propuesta de Rita Segato (2018),
feminista decolonial, quien afirma que el espacio doméstico fue —y en
algunas comunidades aún es— un espacio deliberativo, en donde las
mujeres desarrollaron una politicidad propia junto con formas de ges-
tión y de resolución de conflictos, de administración de recursos. En el
mundo-aldea las mujeres tenían sus propios juegos, rituales, actividades
artísticas y de cuidado del cuerpo; si bien éste tenía una relación asimé-
trica con los espacios de deliberación y poder masculinos, no llegaron a
tener la minusvaloración e invisibilización que les confirió el patriarcado
moderno o de alta intensidad, como ella lo llama.
La conversión del espacio doméstico en lo privado, despolitizó y
marginalizó estos espacios, tareas y sujetos. Con esta transición no sólo
perdieron autoridad las mujeres y se devaluó lo femenino y doméstico, sino
que se convirtió también en un entorno de encapsulamiento para ellas.
La nuclearización de los hogares fragmentó las posibilidades de alianza
femenina y aumentó la vulnerabilidad e impunidad ante las agresiones.
No obstante, afirma Segato (2018, p. 69), persiste una politicidad en
clave femenina” como otra forma de entender, hacer y percibir lo político,
cultivado por las mujeres, y en los espacios domésticos —que ha persistido,
6 Vale la pena tener presente toda la discusión sobre los cuidados y procesos de salud-enferme-
dad orientados desde saberes expertos y nes mercantilistas, en debate con los saberes popula-
res y formas de comprensión de estas dinámicas desde perspectivas más holísticas y naturistas.
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Conceptualización, debates y estrategias en torno a la transformación de los cuidados...
Jiménez Valdez, E.I. | Pp. 5-40
sobre todo, por el resguardo de las mujeres de los pueblos originarios—
que se presenta como una alternativa más allá del Estado y de las formas
políticas modernas, eminentemente patriarcales y coloniales.
Cerramos el recorrido con esta perspectiva que vuelve a la serie
de reflexiones que presentamos como antecedente del estudio sobre los
cuidados: el análisis de las condiciones en que se constituyó —de manera
devaluada— el espacio doméstico y el femenino, y sobre los procesos
mediante los cuales se subordinó a las mujeres y se les encapsuló en estos
espacios y tareas. Aquí nuevamente aparecen los cuidados como una vía
para la transformación del orden socioeconómico vigente, en dos sentidos.
Desde las feministas comunitarias, como parte de procesos que conectan
lo que había sido separado (lo personal y lo comunitario, lo corporal y
lo territorial, el conocimiento y los saberes, entre otras) para rebelarse
frente a los nudos de opresiones que explotan y subordinan a las mujeres,
pueblos y territorios colonizados. Desde el feminismo decolonial para
leer los cuidados como un ámbito de saber, revestido de valor social, que
genera sus propias formas de autoridad y politicidad.
Conclusiones
Esta recuperación muestra la diversidad de conceptualizaciones y estra-
tegias de transformación que las feministas han desarrollado en torno
a los cuidados. Hemos procurado evidenciar cómo la riqueza de temas,
matices y problematizaciones que surcan esta teorización están ancladas
en diferentes coordenadas epistémicas, teóricas y políticas feministas y
en los esfuerzos por actualizar la reflexión para responder a los cambios
históricos. Además, nos parece importante identificar cómo estos desa-
rrollos emergen de sujetas imbricadas en redes de posiciones de privilegio
y opresión, que se experimentan en territorialidades y temporalidades
concretas que, además, se orientan hacia distintas ideas de futuros por
construir. Pensar es un proceso político que imprime direccionalidad a
la mirada. Por eso, en este recorrido explicitamos las articulaciones entre
concepto, teoría y prácticas de transformación.
Reconocemos que los enfoques sobre el cuidado emergen del
pensamiento, situado en articulación con las diferentes perspectivas
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Año 1 / Número 1 / Marzo-agosto de 2023
epistémicas y paradigmas teóricos; nos ha parecido indispensable incluir
los debates latinoamericanos para mostrar su especificidad, así como los
elementos que aportan para expandir y profundizar la reflexión. Conce-
bimos que —por su lugar en el orden económico mundial, pero también
por la fuerza de sus luchas y su capacidad para articular y politizar aspec-
tos que, desde otras miradas, aparecen como dispersos e inconexos— la
región latinoamericana es un lugar privilegiado para pensar ésta y otras
cuestiones, ofreciendo perspectivas localizadas que desafían y comple-
mentan la comprensión sobre los cuidados.
Los tres enfoques latinoamericanos que identificamos aquí tienen
la virtud de ofrecer una reflexión encarnada en el contexto específico de
esta región y de su posición en el sistema capitalista mundial. El desarro-
llo teórico que acompaña la construcción de los sistemas nacionales de
cuidados abreva del enfoque de género y del de políticas sociales que se
impulsó en Europa en la década de 1980. Camina de la mano con algunos
desarrollos que se están realizando en algunas vertientes de la economía
feminista, aunque su principal campo disciplinar ha sido la sociología.
Su aporte sería su imbricación con el enfoque de derechos humanos y
con el de políticas públicas y el esfuerzo por concretar la construcción de
leyes, normativas e instituciones orientadas a resolver aspectos concretos
de esta problemática.
El segundo enfoque latinoamericano que revisamos retoma el
bagaje categorial y las reflexiones planteadas por las feministas marxistas,
actualizando esta reflexión para leer críticamente las condiciones actuales
de las mujeres y sujetos feminizados territorializados en esta región. Este
segundo enfoque despliega una lectura dialéctica que busca dar cuenta de
las relaciones de antagonismo que se desenvuelven a la par de los procesos
de despojo y explotación, focalizando estos esfuerzos y los modos en que
se producen como claves para transformar el orden socioeconómico actual.
Esta lectura es, por tanto, revolucionaria, en el sentido de que apuesta
por la transformación no sólo de los cuidados, sino de las condiciones en
los que éstos se realizan, es decir, el orden socioeconómico dominante.
El enfoque de sanación y crítica a la modernidad comparte este
talante subversivo y su crítica al ensamblaje de sistemas de opresión
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patriarcal, colonial, capitalista y racista. Ofrece también elementos para
replantear la propuesta de la ética del cuidado, pensando el ámbito de los
cuidados como un espacio surcado por otros valores, formas de relación y
saberes que, aunque han sido devaluados, son claves para construir otras
gramáticas de transformación. La vinculación, que desde los feminismos
comunitarios hacen entre cuerpos y territorios, constituye un aporte
medular para hilar una serie de reflexiones críticas que son recuperados
por las marxistas latinoamericanas y por el enfoque de sostenibilidad
de la vida. En el ámbito de los cuidados, este enfoque coloca una serie
de aspectos relacionados con la vitalidad y las interconexiones entre los
cuerpos, las tramas comunitarias, los efectos y modos de explotación
contemporáneos que enriquece el abanico a la construcción de múltiples
formas de pensamiento y acción.
Producir conceptualizaciones sobre cuidados es también producir
proyectos políticos. Abordar la reflexión sobre cuidados, situándose crítica
y epistémicamente en el paisaje latinoamericano, cuestiona y amplía las
apuestas de transformación abriendo y profundizando múltiples pre-
guntas y debates. Algunos cuestionamientos que nos interpelan a partir
de este mapeo son: ¿qué implicaciones tiene concebir los cuidados como
un derecho, como una necesidad, como un campo de lucha o como un
lugar estratégico para detonar la transformación feminista? ¿Nuestro
objetivo es distribuir de otra manera las tareas de cuidados o también
deseamos modificar las condiciones en las que éstos se resuelven? ¿Hasta
dónde es posible transformar los cuidados en el marco de los arreglos
socioeconómicos y políticos imperantes? ¿O lo que hay que transformar
es, justamente, estos marcos?, si es así, ¿qué lugar tienen los cuidados en
esta transformación?
En este recorrido hemos buscado estimular las preguntas y
aportar pistas para cultivar la discusión sobre los cuidados. Pues, si bien
compartimos con Batthyány (2021) la intuición de que éste es un con-
cepto potente y estratégico para articular debates y agendas entre los
feminismos, concebimos también que es imprescindible tener claros los
compromisos epistémicos y políticos que alimentan cada concepción y
orientan sus estrategias. En este sentido, Gago (2019) afirma que no
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existe un antagonismo irrenunciable entre reforma y revolución, sino que
ambos apelan a temporalidades distintas, pero también imbricadas. De tal
modo que resulta posible y necesario articular alianzas entre la diversidad
de posiciones feministas ante la conceptualización del cuidado. Aun así,
nos parece importante distinguir que las discusiones, la mayoría de las
veces, no tienen lugar en terrenos neutrales, sino que están atravesadas por
desigualdades de poder e intereses que generan importantes exclusiones.
De ahí que consideremos necesario ofrecer una mirada a la diversidad de
vertientes y posiciones feministas sobre los cuidados, destacando aquellas
menos visibles que suelen quedar relegadas de los programas académicos
y de formación, encuentros y agendas de discusión sobre el tema.
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Elsa Ivette Jiménez Valdez
Mexicana. Maestra en Ciencias Sociales y en Derechos Humanos y Paz,
por El Colegio de Sonora, ITESO y Universidad Jesuita en Guadalajara.
Actualmente es profesora en el Centro de Estudios del Desarrollo, BUAP.
Líneas de investigación: feminismos, violencia contra mujeres, resistencias
indígenas, economía feminista.
Correo electrónico: elsaivette@gmail.com
Beso | de Francisco Palacios Olmos