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Año 1 / Número 2 / Septiembre 2023 - febrero de 2024
Investigación
Grooming y quemar: Agresiones sexuales
en el estudiantado mexiquense durante el
connamiento 2020-2021
Grooming and Sexual Burning: Sexual Assaults on
State of Mexico Students During 2020-2021 Connement
Luz María Velázquez Reyes
ORCID: 0000-0003-4613-5405
Universidad Nacional Autónoma de México
Recepción: 8/12/22
Aprobación: 21/04/23
Resumen
En este trabajo se expone la incidencia
global de 21 agresiones virtuales y la
experiencia con la ciberviolencia sexual
padecida, perpetrada y observada durante
el confinamiento 2020-2021. La informa-
ción se recabó a través de un cuestionario
Google Forms, además de etnografía
virtualizada en una muestra por conve-
niencia de 6,915 estudiantes en el Estado
de México. El resultado es una incidencia
global de 20% en el estudiantado que se
vio implicado en ciberviolencia sexual.
Durante el confinamiento, las mujeres y
las personas no binarias recibieron más
cibervictimización que sus pares hombres.
Las propuestas sexuales y recepción de
contenido obsceno fueron las más frecuen-
Abstract
The global incidence of 21 virtual aggres-
sions is exposed, as well as the experience
with sexual cyberviolence suffered, perpe-
trated, and observed, during the 2020-2021
confinement. Through the application of a
Google Forms questionnaire in addition
to virtualized ethnography in a sample of
6,915 students in the State of Mexico. The
result is a global incidence of 20% of the
students that were involved in cyber sexual
violence. During lockdown, women and
non-binary people received more cyber-
victimization than their male counterparts.
The most frequent were sexual proposals
and reception of obscene content. The girls
were harassed by various sexual predators.
GénEroos
Volumen 1/número 2/septiembre 2023 - febrero 2024/ pp. 4-31
eISSN 2992-7862
DOI: RevGenEr.2023.2.01
CC BY-NC-SA 4.0
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Grooming y quemar: Agresiones sexuales en el estudiantado mexiquense...
Velázquez Reyes, L.M. | Pp. 4-31
Introducción
E
l horizonte cultural en el siglo XXI es un tiempo de profundos cam-
bios, perfilados por la aceleración, el hiperconsumo, la incertidumbre,
el debilitamiento de los vínculos, el desamparo e impactado por una
soledad masificada (Bauman, 2011); la cultura del clic y la hiperconexión
incitan a millones de cibernautas a permanecer cuasi permanentemente
enganchados a provocar y recibir ruidos electrónicos o destellos en la
pantalla (Bauman, 2011, p. 14), esta dependencia electrónica a ruidos
ininterrumpidos es recibida con beneplácito por los y las internautas,
quienes obedecen dócilmente la dictadura del like, debido en gran medida
al espejismo de asociar felicidad con la cantidad de likes recibidos. Las
ventajas de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) son
innegables, no obstante, presentan simultáneamente un lado sombrío.
Para Han (2021), filósofo crítico de la sociedad contemporánea, las per-
sonas viven obsesionadas por la información y la colección de datos de
cualquier índole. En sus palabras:
Viajamos a todas partes sin adquirir una experiencia. Nos
comunicamos continuamente sin participar en una comunidad. Al-
macenamos grandes cantidades de datos sin recuerdos que conservar.
Acumulamos amigos y seguidores sin encontrarnos con el otro. La
información crea así una forma de vida sin permanencia y duración
(p. 20).
Un rasgo cultural sobresaliente es la desaparición de la frontera
privado/público (Bauman, 2011; Sibilia, 2008), esta disolución ha favo-
recido la difusión de la intimidad como espectáculo en un mundo digital
abarrotado de autorretratos. De esta manera, el ciberespacio se ha trans-
formado en selfilandia, la cual deviene en un pertinaz festival de vidas
privadas, con variadas puestas en escena. Empero, con el redundante show
tes. Las estudiantes fueron acosadas por
diversos depredadores sexuales.
Palabras clave
TIC, acoso sexual, abuso sexual, violencia,
género.
Keywords
ICT, cyberviolence, sexual harassment,
violence, gender.
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
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del yo (Sibilia, 2008, p. 33), en su afán por mantenerse a la vista y alcanzar
popularidad, el estudiantado se presenta alegremente en las diferentes
redes sociodigitales, sin imaginar el riesgo de toparse con alguna o varias
manifestaciones de agresión, a través de las multipantallas a las que tienen
acceso de manera permanente.
La violencia digital sexual o ciberviolencia sexual se comprende
como una forma particular de ciberacoso, que busca crear un espacio
hostil e intimidatorio, donde las agresiones destacan por el matiz sexual.
Se trata de una invasión en la vida cotidiana de la víctima de manera
repetida, disruptiva y sin consentimiento, a través de alguna Tecnología
de la Información y Comunicación (TIC), donde la reiteración y falta de
consentimiento por parte de la cibervíctima son los elementos distintivos
de esta particular cara de la ciberviolencia.
Las formas en que puede manifestarse son variadas, ya sea a través
de la publicación de mensajes, imágenes o videos; creación de etiquetas
con el objeto de incitar a la violencia contra las cibervíctimas; mensajes
y propuestas sexuales; la solicitud de fotografías e imágenes sexuales; la
difusión no consensuada de sexting; zoombombing, en donde, durante
una videoconferencia, se irrumpe con material sexualmente explícito
y con tintes racistas; recepción de pornografía o redireccionamiento a
chats pornográficos; grooming, que es cuando un adulto hombre o mujer
contacta a un niño, niña o adolescentecon el fin de ganar su confianza e
involucrarle en una actividad sexual; robo de imágenes de la cibervíctima
para realizar publicaciones, en las cuales se insinúa que ésta ofrece servicios
sexuales; o el video porno de la venganza, que consiste en la difusión de
sexting no consensuado para vengarse de la víctima.
Como en toda ciberviolencia, cada día se incorporan nuevas for-
mas de ciberagredir, limitado únicamente por la imaginación y el alcance
de los dispositivos digitales del ciberagresor o agresora; por supuesto,
sus consecuencias no sólo afectan a la víctima, sino también alcanzan a
la audiencia, dado que nos convierte en “cómplices inocentes” (Anders,
2001, p. 23).
La arquitectura teórico-categorial de la investigación se sostiene
en el enlace de las siguientes esferas: itinerario erótico (Jones, 2010),
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Grooming y quemar: Agresiones sexuales en el estudiantado mexiquense...
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concepto de experiencia próxima (Geertz, 1994), experiencia profunda
(Benjamin, 2010), experiencia emotiva (Kaplan y Szapu, 2020) y violencia
contra las mujeres (Segato, 2016, 2018 y Calas, 2022).
Para Jones (1994), el itinerario erótico consiste en el recorrido
progresivo erótico sexual que puede incluir el tocamiento consensuado
o fajes, además de cualquier aprendizaje sexual previo a la primera rela-
ción coital, es tanto gradual como procesual. En cuanto al concepto de
experiencia próxima, Geertz lo define como:
Aquel que alguien puede emplear naturalmente y sin esfuer-
zo alguno para definir lo que él o sus prójimos ven, sienten, piensan,
imaginan, etcétera, y que podría comprender con rapidez en el caso de
que fuera aplicado de forma similar por otras personas (p.76).
La experiencia profunda, de acuerdo con Benjamin, es aquella
que deja una huella indeleble en la víctima; mientras que la experiencia
emotiva de Kaplan y Szapu (2020) consiste en “todo aquello que los
y las estudiantes expresan no sólo en lo que dicen (actos de lenguaje),
sino también en los signos corporales producto de los mecanismos y
las relaciones sociales de dominación simbólica (p.16); y, finalmente, la
violencia contra las mujeres, desde Segato y Calas, vista desde su forma
de mercantilización del cuerpo femenino.
Rita Segato (2016) teoriza en La pedagogía de la crueldad que, a
través de ella, se cosifica a las mujeres debido a que los sujetos transfor-
man algo vivo, en este caso las mujeres, en un objetivo cuya finalidad es
el mercantil, lo cual promueve la insensibilización ante la violencia y la
indiferencia hacia el sufrimiento del otro. De la propuesta de Segato se
retoma, precisamente, el desprecio por el cuerpo femenino, la indiferencia
hacia el sufrimiento de las mujeres, la cosificación de lo femenino y el
reconocimiento de las manifestaciones de masculinidad no hegemónica.
Las emociones juegan un papel destacado en la convivencia y, en
su contraparte, la generación de violencia, debido a que ambas situaciones
involucran una relación social, por lo tanto, se asume que las emociones
articulan lo individual con lo social, dado que:
En la medida en que las emociones están condicionadas por
los contextos sociales no es posible abordarlas si no atendemos la
perspectiva relacional de los seres humanos. Las emociones cobran
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
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su sentido más hondo en las relaciones de intersubjetividad, en la
convivencia que nos hace humanos. Las estructuras emocionales y
las estructuras sociales son las dos caras de una misma moneda. Ello
significa que las emociones pueden ser comprendidas si y solo si se
interrelaciona mutuamente la dimensión estructural material de lo so-
cial con la producción de la subjetividad (Kaplan y Szapu, 2020, p. 30).
Rita Segato (2016) resalta que lo llamativo y particular de la
violencia masculina es una obsesión con el cuerpo femenino. Debido a
ello, este cuerpo es violado, marcado, asesinado o desmembrado, de ahí
que la autora hable de juarización, alusión a las lamentables y aterradoras
mujeres asesinadas en Ciudad Juárez; de esta manera, la violencia contra
las mujeres resulta un mensaje de poder e impide cualquier muestra de
empatía con el sufrimiento de ellas, por lo que el dolor femenino es des-
estimado debido a la precarización del otro femenino. Segato, ante esta
condición y configuración del poder, señala enfáticamente que las primeras
víctimas del patriarcado son precisamente los hombres, quienes deberán
desmarcarse de estos mandatos de género que subordinan a las mujeres.
Desde la perspectiva de la autora, no se aspira a una comunidad
sin hombres, sino a una sociedad sin patriarcado. Por lo tanto, Segato
(2018) invita a construir contrapedagogías de la crueldad, cuya naturaleza
debería restarle espacio al poder patriarcal sobre el modelo de colectivos
de mujeres que privilegien la acción comunitaria antes que la individua-
lista y violenta. Para Segato, las mujeres, a diferencia de los hombres, se
compadecen con el dolor del otro, ellas pueden hablar de su sufrimiento,
mientras que los hombres no tienen espacio para la vulnerabilidad ni la
fragilidad, mostrándose renuentes a reconocer su precariedad, producto
de que han sido socializados bajo un mandato de género.
Para fines de esta investigación se destacan las siguientes cifras
provenientes de tres fuentes, en primer lugar, las reportadas por la En-
cuesta Nacional de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH):
El Estado de México, el segundo estado que registra más
violencia, […] entre la población joven y adolescente el tipo de vio-
lencia con mayor prevalencia, a lo largo de su vida, fue la psicológica
con 54.7%, seguida de la sexual con 49.6%, en los últimos 12 meses:
23.3% (2021, pp. 7-9).
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En segundo lugar, se suman otros tres porcentajes reportados
por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2015): a)
24.5% de la población mexicana ha sido ciberacosada, b) Más mujeres
que hombres se ven afectadas, c) La población mexiquense es la segunda
más acosada por medios electrónicos (32%) con porcentajes por arriba
del promedio. Por su parte, la ONU advirtió que en México durante la
pandemia se agudizó la ciberviolencia contra las mujeres (Xantomila,
2021, p. 26).
La experiencia de la violencia sexual online no resulta ajena al mun-
do estudiantil (Gutiérrez, 2014; Morales et al., 2016; Pérez-Domínguez,
2019; Velázquez, 2020; Gil-Llario et al., 2021); Velázquez y Reyes (2020)
reportaron grooming. Particularmente, Velázquez (2022) ha documenta-
do en el contexto de los videojuegos la presencia de ciberdepredadores
sexuales, quienes intentan atraer a niños, niñas, adolescentes y jóvenes
a reunirse con ellos en la vida tangible, además de solicitarles fotos o
conversaciones de índole sexual.
La violencia online tiende a acrecentarse con el uso redes sociales,
debido a la hiperconexión y a la impunidad generada por la protección
que ofrece actuar detrás de la pantalla, entre otros factores. Por lo tanto, el
objetivo a alcanzar es comprender la experiencia con la ciberviolencia sexual
que ha padecido el estudiantado de secundaria, preparatoria y licenciatura
en el contexto sui generis del confinamiento 2020-2021, debido a la pan-
demia provocada por el SARS-CoV-2, a partir de establecer los tipos de
agresiones virtuales de carácter sexual, su incidencia, frecuencia y narración.
Metodología
Diseño de investigación y participantes
Investigación de campo exploratoria, descriptiva, con un enfoque cuali-
tativo y transversal, que busca aportar comprensión sobre la incidencia
global y experiencia de la ciberviolencia sexual padecida (cibervictimiza-
ción), perpetrada (ciberagresión) y observada, para lo cual se acudió a un
diseño de etnografía virtualizada (Ardévol et al., 2003); en vista de que
abre la posibilidad de vislumbrar patrones sociales de comportamientos
facilitados o impactados por el uso de las TIC (Ardévol, 2016, p. 25),
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superando la dicotomía entre el mundo en línea y el mundo offline. La
muestra se integró por conveniencia, participaron 6,915 estudiantes (4,039
mujeres, 2,789 hombres y 87 se asumieron como persona no binaria o
PNB) de 56 escuelas en el Estado de México: 22 de educación básica,
26 de nivel medio superior y 8 de licenciatura.
Instrumentos para la recopilación y generación de información
Cuestionario Google Forms realizado ad hoc, a partir de la recuperación
de los principales hallazgos del estado del conocimiento, constituido por
75 preguntas agrupadas en tres secciones: Datos personales (seis preguntas);
Conectividad y comportamiento digital (seis preguntas dicotómicas: Sí/No);
y experiencia con la ciberviolencia, en tres dimensiones: ciberacoso, ciber-
violencia sexual y en las relaciones sentimentales (63 preguntas en escala
Likert con cuatro opciones de acuerdo a la frecuencia: nunca= cero veces,
algunas veces= de una a cuatro veces a la semana, casi siempre= cinco a
nueve veces a la semana, y siempre= más de diez veces a la semana), en
tres condiciones: cibervictimización, ciberagresión y audiencia. Para fines
de este artículo únicamente se exponen 21 condiciones correspondientes
a ciberviolencia sexual.
Etnografía virtual
En el contexto del confinamiento, la relación cara a cara resultaba im-
posible, por lo que se requería trazar un camino particular, en este caso
se acudió a un ejercicio de etnografía multilocal (Marcus, 2001), la cual
a partir de una pregunta generadora de narración se estimuló la toma de
la palabra por parte de los y las estudiantes participantes, generando 417
relatos de experiencia con las agresiones sexuales a través de las pantallas,
correspondiente a una población estudiantil diversa en contextos socio-
culturales y niveles educativos.
Procedimiento
El mapeo del terreno (Marcus, 2001, p. 113) inició con la solicitud de
colaboración a supervisoras, planta directiva y docentes para compartir
el cuestionario virtual con el alumnado, a quienes se les permitió elegir
contestarlo o no; es decir, se respondió de manera voluntaria, anónima
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y confidencial. El cuestionario permaneció abierto del 21 de septiembre
de 2021 al 18 de enero de 2022.
Análisis de datos
El análisis de los datos del cuestionario se llevó a cabo mediante estadística
descriptiva, aplicando contrastes de medias prueba T de Student y pruebas
de proporción para establecer diferencias estadísticamente significativas
entre hombres, mujeres y PNB.
Con la narrativa estudiantil, tras varias lecturas consecutivas,
cada uno de los relatos se codificó de manera abierta y axial (Schettini y
Cortazo, 2015, p. 38), siendo la categoría ciberviolencia el eje en torno
al cual se agruparon los relatos en 10 subcategorías o categorías superor-
dinales (Knobel y Lankshear, 2001); la ciberviolencia sexual fue una de
ellas, a la cual se le realizó un análisis categórico selectivo asignado, más
códigos temáticos y destacando el énfasis con letras negritas (Knobel y
Lankshear, 2001, p. 100), lo que permitió diferenciar siete modalidades
(cuadro II), de las cuales se exponen dos en este artículo.
El análisis de los datos etnográficos se realizó entrelazando las
categorías teóricas: experiencia, emoción, actores sociales involucrados e
interacciones sostenidas a través de la identificación de los descriptores
típicos, los medios y plataformas utilizadas, así como la determinación
de la frecuencia, tipificando la implicación: cibervíctimización —ciber-
violencia padecida—, ciberagresión —ciberviolencia perpetrada— y
ciberespectador/a.
De igual manera se estableció la relación social con el ciberacosador
o ciberacosadora: compañeros, familiares, conocidos offline, conocidos
online y desconocidos, resaltando la relación entre las personas que
ejercieron de ciberejecutores y las cibervíctimas de acuerdo con el sexo/
género: hombre a mujer, hombre a hombre, mujer a mujer, mujer a hombre,
mujer a PNB y hombre a PNB; igualmente se resaltaron las emociones
suscitadas y, por último, se clasificó la acción frente al ciberacoso: activa
o pasiva, así como la denuncia o falta de ella, de forma que con la infor-
mación analizada se construyeron los cuadros IV, V y VI.
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
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Resultados
Datos sociodemográcos
Participaron 6,915 estudiantes de secundaria, preparatoria y licenciatura,
cuya edad promedio es 15.3 años (15.5 años mujeres, 15.1 años hombres
y 14.3 años PNB). Con relación al sexo/género: 58.4% corresponde a
mujeres, 40.3% hombres y 1.3% se asumió como PNB. En cuanto a orien-
tación sexual: 83.2% se reconoció como heterosexual, 8.2% bisexual, 1.4%
homosexual, 5.7% mencionó que aún no se define y 1.4% hizo referencia
a opciones tales como fluido, pansexual, asexual, demisexual, entre otras.
Respecto a la escolaridad: 31.5% cursa nivel básico, 60% cursa
educación media superior y 8.3% estudia una licenciatura. El 98% del
estudiantado corresponde a escuelas con financiamiento público, mien-
tras que 2% al sector privado; en tanto las 58 escuelas se ubican en 27
municipios del Estado de México.
En cuanto al lugar de residencia, 48% del estudiantado lo describió
como ciudad, 38.9% asumió que radica en un pueblo, 4.7% admite que
vive en el campo en una zona rural y 8.3% indicó otro.
Implicación en ciberviolencia. Incidencia global de ciberviolencia sexual
El cuadro I muestra la incidencia global de cibervictimización, ciberagre-
sión y ciberaudiencia en orden descendente, considerando la condición
de cibervíctima. El porcentaje reportado es la suma de tres columnas del
cuestionario: a veces, casi siempre y siempre.
Incidencia global: 19.8% del estudiantado se vio implicado en
ciberviolencia durante el confinamiento, 21.5% en la condición de ci-
bervíctima, fluctuando entre 4.1% sextorsión y 29.8% la recepción de
propuestas sexuales; mientras en ciberagresión tenemos 3.5%, fluctuando
entre 1.0%, ejecutor de sextorsión y 8.2% distribución de sexting; y como
audiencia se encuentra 34.4%, fluctuando entre 15%, testigo de grooming y
44.9% observación de circulación de packs y nudes. En el siguiente cuadro
se desglosa de acuerdo con el género.
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Cuadro I
Incidencia global de ciberviolencia sexual en condición de víctima,
ciberagresor/a y espectador
Tipos de ciberviolencia sexual Cibervictimización Ciberagresión Audiencia
F % F % F %
Recepción, distribución u observación
de propuestas sexuales
2,062 29.8 377 4.8 2,966 42.9
Recepción de contenido sexual obsceno 2,057 29.7 166 2.4 2,662 38.5
Packs, nudes, sexting 1,862 27.0 463 6.7 3,102 44.9
Recepción, distribución u observación
de sexting
1,854 26.8 580 8.4 2,945 42.6
Pornografía 1,521 22.0 112 1.6 2,118 30.6
Grooming 785 11.4 NA* NA* 1,038 15.0
Sextorsión 287 4.1 62 1.0 1,841 26.6
Promedio 21.5 3.5 34.4
Total global 59.4
Incidencia global 19.8
Fuente: Elaboración propia a partir del cuestionario virtual Ciberviolencia, 2019.
*NA: Por denición quienes practican grooming son personas adultas o mayores.
Cuadro II
Incidencia global de ciberviolencia sexual diferencias entre géneros
Tipo de ciberviolencia H % M % PNB % Total %
Propuestas sexuales 661 9.6 1,348 19.5 53 0.7 2,062 29.8
Contenido sexual obsceno 600 8.7 1,407 20.3 50 0.7 2,057 29.7
Recepción de packs 647 9.4 1,182 17.0 33 0.6 1,862 27.0
Recepción sexting-nudes 641 9.2 1,178 17.0 35 0.5 1,854 26.8
Recepción pornografía 477 7.0 1,009 14.6 35 0.5 1,521 22.0
Recibió grooming 207 3.0 557 8.0 21 0.4 785 11.4
Sextorsión 81 1.1 198 2.9 8 0.1 287 4.1
Totales 6.9 14.2 0.5
Fuente: Elaboración propia a partir del cuestionario virtual Ciberviolencia, 2019.
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Estadísticamente existe una diferencia de género, lo cual arroja que
las mujeres padecen el doble de cibervictimación que sus pares hombres
en las siete condiciones investigadas.
La cara sombría: la experiencia de la ciberviolencia sexual
La experiencia estudiantil se concentró en 417 microrrelatos diferenciados
en 13 modalidades de ciberviolencia sexual, donde la recepción de conte-
nido obsceno resultó lo más frecuentemente narrado (19.9%), seguida de
la recepción de packs o nudes (16.3%), los intentos de sextorsión (14.9%),
la solicitud de fotos íntimas (9.8%), la difusión de sexting no consensuado
(9.1%), la intimidación con fotos sexuales (8.4%), el grooming (7.2%), las
propuestas sexuales (5.0%), la circulación de pornografía (5.0%), quemar
sexualmente (2.4%), derecho sexual (1.2%), ataques de zoombombing
(0.3%) y hackeo solicitando fotos sexuales (0.2%). Las mujeres narraron
mayor cantidad de experiencia en cibervictimización sexual que sus pares
hombres, como víctimas o como audiencia.
El siguiente perfil se elaboró a partir de los 417 relatos de ex-
periencia estudiantil con la ciberviolencia sexual de 348 mujeres, 57
hombres y 12 PNB.
Ciberagresión: condición de ciberviolencia perpetrada
Las plataformas más utilizadas para ciberacosar son Facebook, Messenger,
Instagram, Snapchat, Twitter, Apps de citas e incluso Google Meet. Sin
su consentimiento y de manera reiterada, la cibervíctima recibe mensajes,
fotos íntimas indecentes, packs, nudes, burlas, mensajes con contenido
sexual, propuestas sexuales, videollamadas, fotografías y videos pornográ-
ficos, imágenes obscenas, vulgares, stickers o redireccionamiento a páginas
porno o a chats con el mismo carácter.
Los ciberagresores van desde los desconocidos —más de la mi-
tad— hasta familiares, como tíos o primos; o bien, conocidos offline como
vecinos, amigos de los padres, expareja o pareja, compañeros, amigovios e
incluso exprofesores, así como también los conocidos y los amigos online y
offline. Cabe señalar que específicamente son amigovios, exparejas y parejas
quienes aprovechan el material sexual en su poder y suelen ciberacosar, al
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ejercer presión o chantaje, para obtener más imágenes sexuales o exigir
dinero a cambio de dichas imágenes.
La edad de los ciberdepredadores oscila entre adolescentes y
jóvenes, así como adultos, descritos en palabras del estudiantado como
señores mayores”. Las chicas hablan con naturalidad de la circulación
de los sugar daddy (hombres maduros que gastan dinero en beneficio de
una relación romántica o sexual, en la cual su pareja es más joven que él).
Las estrategias desplegadas por los ciberdepredadores discurren
desde extender invitaciones consideradas amables, tales como ¿quieres ser
mi diversión?, ¿quieres ser mi amiga o acompañante?, así como ofrecer
intercambiar fotos íntimas a cambio de dinero o dinero más dispositivos
electrónicos; en ciertos casos envían material y comentarios sexuales como:
mira mi masturbación o el envío de packs, para posteriormente inquirir:
“¿te gusta?” y, en caso de que las solicitudes no funcionen, recurren a la
coerción, los chantajes y la sextorsión, inclusive amenazan de muerte no
sólo a la cibervíctima, sino a la familia, lo cual provoca miedo aún más
aciago en la víctima.
Otras de las estrategias recurrentes entre los ciberdepredadores es
acudir al engaño, en donde se recurre a la suplantación de personalidades,
de esta manera se encuentran hombres haciéndose pasar por una mujer,
por una persona más joven, un conocido o un amigo, y sugerir que se
trata de un reto o una tarea.
La duración del ciberacoso sexual digital puede variar desde unas
cuantas horas o un día, hasta meses e incluso un año; no obstante, e inde-
pendientemente de la duración, la repercusión del hecho se extiende en
ocasiones de manera exponencial, al ocasionar que los daños o ciberheridas
se vivencien como una experiencia profunda (Benjamin, 2010).
Cibervictimización: condición de ciberviolencia padecida
La cibervíctima de violencia sexual digital vivencia un amplio abanico de
emociones y sentimientos, casi siempre ignora por qué fue elegida para
ser victimizado o victimizada y, en ocasiones, tiende a autoestigmatizase,
principalmente las mujeres. Entre los descriptores más empleados por las
víctimas para expresar su sentir destacan: incomodidad, asco, molestia,
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enojo, miedo, manipulación, chantaje, triste, depresión, ansiedad, en shock,
sucia, preocupada, sexualizada, paralizada, vigilada, en peligro e incluso
pánico, además del despectivo putas de internet.
Las emociones descritas cobran “su sentido profundo como
experiencia cultural y social, individual y colectiva manifestándose o
escondiéndose en el cuerpo” (Kaplan, Szapu, 2020, p. 31), lo cual se rela-
ciona con las formas de afrontamiento desplegadas por las cibervíctimas
y que discurren desde una postura pasiva, fundamentalmente perfilada
por no hacer nada, transitando por la desorientación y confusión, hasta
llegar a otras más activas, como bloquear y denunciar ante la plataforma.
Las amenazas recibidas afectan al estudiantado, dado que le pilla
desprevenido, especialmente al sobresalir las provenientes de la pareja o
expareja, y encontrarse en la totalidad del espectro de relaciones sentimen-
tales (desde las informales o casuales hasta las formales y las ya concluidas,
tanto en las parejas heterosexuales como en las homosexuales, así como
en aquellas donde interactúa una diversidad sexual).
Entre las consecuencias de la ciberviolencia sexual se encuentran
el silenciamiento, la normalización y la ausencia de una cultura de denun-
cia, lo que fomenta la impunidad y, en ocasiones, la autoestigmatización,
lo cual se suma a la vergüenza experimentada por la cibervíctima, que
pueden orillarla a optar por un desenlace fatal: se mató por la vergüenza
que sentía”.
En seguida se exponen únicamente dos manifestaciones de vio-
lencia sexual digital, aunque no son las más frecuentes, definitivamente
impactan en la subjetividad del estudiantado. Se seleccionaron ciertos
testimonios de la profusa narrativa estudiantil, que se considera contribu-
yen a una mayor comprensión en ambas modalidades. Los testimonios se
presentan tal y como fueron vertidos, en determinados casos se editaron,
se corrigió ortografía respetando la sintaxis, con el afán de no perder
cercanía con las personas que narran. Cada viñeta se acompaña de un
código que incluye la edad, el sexo/género, el nivel educativo, la residencia
geográfica y el número de relato.
17
Grooming y quemar: Agresiones sexuales en el estudiantado mexiquense...
Velázquez Reyes, L.M. | Pp. 4-31
Grooming
En la narrativa estudiantil se encontró que 7.2% del estudiantado —26
mujeres (6.2%), tres hombres (0.7%) y un PNB (0.2%)— han tenido la
experiencia de que alguna persona adulta se ha hecho pasar por alguien
más joven, en búsqueda de fotos o encuentros sexuales; sin embargo,
entre los hallazgos encontrados destaca que, durante el confinamiento,
los ciberdepredadores sexuales no ocultan su edad y plantean diversas
solicitudes con el propósito de cultivar, deliberadamente, una conexión
emocional con menores de edad, cuyo fin es el abuso. Desde la perspectiva
de Illouz (2020), “la sexualidad se convirtió en una actividad recreativa
más orientada al entretenimiento que a la reproducción: el sitio para la
exploración y la realización (p. 74), no obstante, el encuentro inesperado
con depredadores sexuales eclipsa este espacio de crecimiento, como se
observa en los siguientes relatos:
Mm, pues me han pasado muchas cosas, en un caso fue que
hace un tiempo tenía una persona muy adulta que me estaba literal-
mente acosando porque me mandaba muchos mensajes y no sé cómo
consiguió mi número, pero me marcaba y aunque lo bloqueaba hacía
nuevas cuentas y me marcaba de otros teléfonos, persistió como un
mes así hasta que cambié de teléfono (13. M.S. Tecámac. 2708).
Fue una vez que yo agregué a personas en mi cuenta de Fa-
cebook, hubo un señor que me estaba hablando de forma que no me
gustó y yo no le contestaba hasta que un día de esos me mandó una
foto de su parte íntima y yo al instante lo bloqueé y lo eliminé, pero
consiguió mi número y me mandó mensaje por WhatsApp Le conté
a mi mamá (17. M.P. Emilio Portes Gil. 3458).
Una vez en mi Facebook, cuando iba en sexto de primaria, me
mandó mensaje un chavo más grande que yo, como de 30 años o más,
invitándome a qué nos viéramos y tuviéramos relaciones sexuales. Le
dije que no, que le iba a decir a mi papá y me bloqueó y no se lo conté
a nadie, me hizo sentir mal, aunque no tuviera la culpa. Me sentí con
impotencia de no hacer nada y enojada. Espero que ninguna otra niña
o niño sufra lo mismo (16. M.P. Ecatepec. 4077).
Alguna vez platiqué con adultos mayores, la verdad es que
yo era pues muy inocente y creía que sólo era para platicar, pero había
veces que me querían conocer y me decían que, si nos podíamos ver
en lugares más privados o que me llevaban a un hotel, cosas de ese
tipo (15. M.P. Papalotla. 4345).
18
Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
Año 1 / Número 2 / Septiembre 2023 - febrero de 2024
Un señor me propuso ser su distracción durante pandemia, sin
importar la diferencia de edad, duró aproximadamente una semana,
ya que después hice algo al respecto y decidí contárselo a personas de
mi suma confianza (15. M.P. Atlacomulco. 837).
Cuando recién abrí mi cuenta de Facebook, un hombre adul-
to comenzó a acosarme, hasta el punto de pedirme sexting, me sentí
en peligro y bloqueé a esa persona, se lo conté a mi mamá (16. M.P.
Atlacomulco. 1252).
A continuación, dos relatos masculinos de victimización por
grooming:
Pues una ocasión me mandaron un mensaje diciéndome que
les mandara una foto mía sin ropa y me iban a pagar diez mil pesos
y me mandaron foto del dinero, pero obviamente yo nunca hice lo que
me pedía, y pues él me dijo que a las buenas o a las malas yo tenía que
mandarle una foto y que si no iban a matar a mi familia. Yo en ese
momento ya estaba muriéndome de miedo y pues lo único que hice
fue decirle a mi amiga y pues ella me dijo que lo bloqueara (15. H.P.
Atlacomulco. 1341).
Bueno, no sé cómo se denomina a la situación, pero por la red
social de Facebook (Messenger) me llegó un mensaje de una persona
que no conocía, era una solicitud de mensaje, el cual me decía que si
yo era una persona de mente abierta, a lo que respondí que pues sí,
ya que acepto y sé comprender las cosas, pero jamás me imaginé que
ésta persona me ofrecería dinero ($3,000) y un celular si yo aceptaba
verla, salir con ella o él y que yo accediera a que me hiciera sexo oral.
Yo me sentí demasiado incómodo, ya que a pesar de que soy de mente
abierta eso es algo muy diferente a lo que yo pensaba, la persona decía
ser un hombre, pero no tuve nada de comunicación con él, aunque
fue algo insistente, le conté a unos amigos y a mi mamá, pero así muy
poco, y me dijeron que lo bloqueara, ya que puede ser algo muy pe-
ligroso estar hablando con desconocidos y aún más si hacen ese tipo
de proposiciones (16. H.P. Atlacomulco. 1040).
El promedio de edad del estudiantado víctima de grooming es de
15.4 años. El testimonio con menor edad es de una estudiante de 13 años
y el mayor corresponde a una estudiante de 17.
Quemar sexualmente
Del estudiantado, 2.4% relató algún episodio del comportamiento virtual
de quemar a alguien en las redes sociodigitales, ocho mujeres (1.4%) y dos
19
Grooming y quemar: Agresiones sexuales en el estudiantado mexiquense...
Velázquez Reyes, L.M. | Pp. 4-31
hombres (0.5%) relataron que padecieron u observaron dicha situación.
El promedio de edad es de 15.8 años, la edad menor es 13 y la mayor 18
años. Se registra una diferencia de género, ya que el estudiantado femenino
experimentó ser quemada online cuatro veces más que sus pares hombres.
Según Jones (2010, p. 118):
El chisme es una forma de control social de la sexualidad. En
vista de que la figura de la puta actúa como un horizonte regulativo
para las mujeres: quien escucha un chisme que define así a una tercera
persona aprende qué debe evitar para escapar a esta reputación y, si-
multáneamente, recuerda la norma sexual transgredida. Esta estrategia
de control implica un ejercicio de poder mediante ciertas acciones en-
trelazadas (observar conductas, generar y transmitir chismes, actualizar
normas, construir reputaciones) que incitan o inhiben otras acciones.
Los siguientes testimonios evidencian la experiencia padecida:
A una amiga la quemaron con sus fotos, tuvo que borrar todas
sus cuentas y no hablarle a nadie… Se las había mandado a su novio
y le hackearon su cuenta (14. M.S. C. Izcalli. 6746).
Bueno conozco a una persona que difundieron su pack y en
todas sus redes la molestaban (15. M.P. Ecatepec. 4132).
Publicaron una foto casi desnuda que no era mía, entraron
a mi cuenta sin mi consentimiento y subieron la foto diciendo que
era yo y tuve mucha crítica por parte de familia y amigos (16. M.P.
Ecatepec. 4176).
Se difundió en la escuela fotos de maestras, compañeras y mías
de los traseros tomadas sin consentimiento y se hizo viral el tema y en
publicaciones de Facebook había comentarios de personas diciendo
que nosotras teníamos la culpa por usar falda escolar (15. M.P.C.
Izcalli. 4374).
Me agredían por subir fotos en ropa interior, me dijeron que
era una cualquiera (17. M.P. Ecatepec. 5268).
Hace como tres meses una expareja me mencionó en un grupo
de amigas y compartió mis imágenes sin ropa y dijo que era de lo peor,
después hablamos para arreglarlo, pero ya no encontramos solución
(17. H.P. Papalotla. 5370).
Amenazas con quemar:
Pues un día, una chica… me empezó a hablar en plan de
amigas, pero después me estaba contando que su hermano la tocaba
y que a ella le gustaba y la loca me mandó foto de su hermano con y
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sin ropa, entonces pues me espanté. Le dejé de contestar y como a la
semana me volvió a hablar y me dijo que iba a publicar que era una
ofrecida, una cualquiera, exhibidora y pues después la bloqueé y no le
dije a nadie (17. M.P. Atlacomulco. 1392).
Pues una vez hackearon mi cuenta y me amenazaron con
publicar y enviárselas a mi mamá, eran fotos poco decentes (18. M.P.
Neza. 5902).
Una vez una niña amenazó a una chava con matarla y subir
algunas fotos sexuales si no le hacía una tarea (13. M.S. Tecámac. 182).
Ser quemada en la red es un problema de envergadura mayor
para las chicas debido a la estigmatización que se padece, motivada por
el desacato a lo que se considera debería ser un comportamiento sexual
femenino correcto. La desnudez femenina sigue siendo cuestionada
desde lo heteronormativo y el desprestigio que conlleva ser quemada re-
percute fuertemente en su itinerario erótico (Jones, 2010), como señala
Pérez-Domínguez (2019, p. 213): “Las jóvenes refirieron temer más a
este riesgo de ser quemadas por sus pares que una posible sanción por
parte de sus padres”.
Segato afirma que el feminismo no es de ninguna manera una
lucha contra los hombres, sino que el enemigo a vencer es el orden
patriarcal, por lo tanto, en los siguientes dos testimonios se presenta la
postura de dos estudiantes que denuncian y se rebelan contra el mandato
de masculinidad hegemónica:
Hace dos años un amigo compartió con su grupo de amigos
fotos de alguien semidesnuda y dijo que eran mías, por el simple he-
cho de quedar bien con ellos y poder decir “ya me la comí”. Muchas
personas me defendieron y otras le creyeron, me humillaron y hasta
me dejaron de hablar. Esto duró casi un mes (15. M.P. Neza. 6086).
Pues un día conocí a una chica de la escuela que me pedía
packs a cada rato y pues aceptaba. Luego me enteré de que los pasaba
y le dije a mi papá y la suspendieron. Luego me agredía diciendo que
era un maricón que porque le dije a mi papá hasta que se cambió de
escuela (19. H.P. Toluca. 5381).
Como se observa, la resistencia masculina ante las solicitudes de
exhibir su intimidad es vista por el estudiantado como debilidad y falta
de masculinidad. Por lo cual es necesario reconocer la existencia de un
machismo femenino (Badinter, 2003, p. 71) que, al igual que la domina-
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ción masculina, representan diferentes maneras de expresión del orden
político patriarcal. En el último relato se observa un ejemplo de una
contrapedagogía de la crueldad (Segato, 2018), pues el estudiante se
aleja del mandato de género de masculinidad dominante y no se siente
impelido a mostrarse como tal. Ante esta situación es imperativo rescatar
una premisa del feminismo contemporáneo: No es no y, por supuesto, es
válido también para los hombres.
En los siguientes cuadros se resumen los hallazgos producto del
análisis refinado de los 417 relatos de experiencia estudiantil.
Cuadro III
Incidencia de ciberviolencia sexual en las tres condiciones
Sexo Víctima Ejecutor Espectador Total
F % F % F % F %
Mujeres 310 74.3 1 0.2 37 8.9 348 83.5
Hombres 38 9.1 0 0 19 4.6 57 13.7
PNB 12 2.9 0 0 0 0 12 2.9
Total 360 86.4 1 0.2 56 13.4 417 100
Fuente: Elaboración propia a partir del análisis categórico selectivo de la narrativa estu-
diantil.
El principal sujeto de los agravios sexuales en línea es femenino,
esto arroja que las estudiantes padecen seis veces más agresiones sexua-
les en línea que sus pares hombres. Es menester destacar el importante
porcentaje de hombres que no narran ni parecen observar ciberviolencia
sexual, lo que genera el cuestionamiento sobre si no padecen dicha vio-
lencia o prefieren silenciarla, aunque, en ambos casos, resulta importante
profundizar en dichos fenómenos. En términos globales el estudiantado
padece más violencia sexual de la que perpetra.
El 79.6% del estudiantado indica que el género del ciberacosador
es el masculino y que son las mujeres quienes padecen mayoritariamente
de ciberviolencia sexual, 14% veces más que sus pares hombres. Los hom-
bres agredidos por otros hombres sobrepasan a los hombres agredidos
por una mujer. Particularmente, los hombres agreden a las PNB.
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Cuadro IV
Incidencia en la relación social con la persona ciberagresora
Ciberacosadores
Hombres Mujeres PNB % Total
F % F % F % F %
Desconocidos 26 6.2 180 43.1 9 2.1 215 51.6
Compañeros 17 4.8 85 20.3 1 0.2 103 24.7
Conocidos online 1 0.2 40 9.6 1 0.2 42 10.0
Expareja 8 1.9 15 3.6 0 0 23 5.5
Conocidos oine 1 0.2 20 4.8 1 0.2 22 5.2
Familiares 1 0.2 7 1.7 0 0 8 1.9
Sin datos 3 0.7 1 0.2 0 0 4 1.0
Total 57 13.66 348 83.45 12 2.87 417 100
Fuente: Elaboración propia a partir del análisis categórico selectivo de la narrativa estu-
diantil.
De acuerdo con la fuente de los agravios virtuales, más de la mitad
del estudiantado desconocía la identidad de quien le ciberacosaba, mien-
tras la cuarta parte reconoció a compañeros/as, seguido por los conocidos
online, la expareja, conocidos offline y familiares.
Cuadro V
Relación ciberagresor o ciberagresora/género
Mujeres Hombres PNB Total
F % F % F % F %
Hombre versus mujer 309 74.1 13 3.1 0 0 322 77.2
Hombre versus hombre 0 0 23 5.5 0 0 23 5.5
Mujer versus mujer 14 3.3 0 0.0 0 0 14 3.3
Mujer versus hombre 0 0.0 7 1.7 0 0 7 1.7
Hombre versus PNB 0 0.0 0 0.0 10 2.3 10 2.4
Mujer versus PNB 0 0.0 0 0.0 1 0.2 1 0.2
Se desconoce 25 6.0 14 3.3 1 0.2 40 9.6
Totales 348 83.4 57 13.7 12 0 417 100
Fuente: Elaboración propia a partir del análisis categórico selectivo de la narrativa estu-
diantil.
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Discusión
El ciberespacio, fuente inagotable de diversión, socialización y sitio
ampliamente visitado en búsqueda de amor (Velázquez, 2021), muda a
jungla cibernética, en la cual, en ausencia de normas perfectamente es-
tablecidas sumada a la insuficiencia de ciudadanía digital, impera la ley
del que puede y quiere” (Velázquez, 2022), como lo muestra el índice
de incidencia global hallado, donde dos de cada diez personas que son
estudiantes han padecido alguna manifestación de ciberviolencia sexual.
Empero, la ciberviolencia observada por la audiencia es conside-
rablemente más alta a la reportada en cibervictimización y ciberagresión,
lo que afianza la hipótesis de la existencia de un subregistro en ambas
condiciones, en buena medida debido a la normalización, el silenciamien-
to, la vergüenza y el autoestigma que rodea a la violencia digital sexual.
Las estudiantes resultaron más victimizadas que sus pares hombres, lo
que lleva a retomar el discurso de Segato vertido en la mesa de diálogo:
“Contra la pedagogía de la crueldad: la experiencia vincular y comunitaria
de las mujeres” sostenida en la FIL de Guadalajara en 2022, donde afirma:
El ataque y la explotación sexuales de las mujeres son actos
de rapiña y consumición del cuerpo que constituyen el lenguaje más
preciso de la cosificación de la vida. El cuerpo de las mujeres es como
nada, el lugar donde esa cosificación, esa apropiación, esa depredación
sobre la vida, sobre el cuerpo vivo se realiza de una forma, como síntoma
de esa realidad(Calas, 2022).
La diseminación de ciberdepredadores sexuales durante el confi-
namiento ha sido vivenciada por el estudiantado incluso en el contexto de
los videojuegos (Velázquez, 2022). En la narrativa estudiantil se observa
de manera profusa la forma que en el ciberespacio se actualiza la crueldad
contra el cuerpo de las mujeres, donde el cuerpo de ellas es transformado
en cuerpo-cosa, un cuerpo cosificado que puede ser mercantilizado. Los
depredadores sexuales exponen claramente la intencionalidad de un in-
tercambio comercial, de ahí el imperativo de desmontar el mandato de
masculinidad (Segato, 2018).
La ciberesfera se convierte en un sitio de oportunidad para los
ciberdepredadores sexuales, encallecidos en su sensibilidad e inmunes al
24
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sufrimiento que sus acciones ocasionan (Segato, 2016), por lo que co-
sifican tanto el cuerpo femenino como el de las PNB y, al cosificarlo, lo
convierten en un cuerpo para-otros (Basaglia, 1980, p. 168), situación que
impacta en la subjetividad tanto femenina como de la diversidad sexual,
debido a que el cuerpo no es exclusivo de quien lo porta, sino que conlleva
un significado también para quien lo observa (Kaplan y Szapu, 2020,
p. 35). La mirada masculina cosificadora funciona como un mecanismo
regulatorio de la sexualidad femenina, lo cual imprime invariablemente
marcas de violencia imborrables.
Comportamientos tales como invitar, hostigar, acosar, coleccio-
nar y compartir imágenes sexuales de mujeres, si bien funciona como
un medio a través del cual los jóvenes pueden afirmar su masculinidad
(Pérez-Domínguez, 2019), lo cierto es que se considera violencia sexual
al tratarse de una apropiación simbólica del cuerpo femenino, en tanto
que: mediante este tipo de violencia el poder se expresa, se exhibe y se
consolida de forma truculenta ante la mirada pública, por lo tanto, re-
presentando un tipo de violencia expresiva y no instrumental” (Segato,
2016, p. 18).
La recepción de la desnudez femenina reafirma que las emociones
tienen una raíz social, al producir pena, vergüenza y autoestigmatización
en las mujeres estudiantes e instalarse la marca de sufrimiento, debido
a la ausencia de un reconocimiento e indiferencia hacia el desconsuelo
que ellas experimentan.
La narrativa estudiantil permitió aproximarse al mundo de la vida
de las y los jóvenes y PNB, cuyas existencias están vinculadas a la vida de
los otros. Este encuentro relatado bosqueja una porción del mundo de
la vida intersectada entre lo on y offline, por ello, Floridi (2015) le llama
onlife, contexto por antonomasia de la realidad social contemporánea;
por tanto, el ciberespacio representa simultáneamente la oportunidad
inapreciable para brillar y, de igual manera, viabilizar el lado oscuro de
padecer agresiones sexuales multifacéticas. Siguiendo la idea de Segato
(2018), violencia y patriarcado son dos impulsos que avanzan juntos, se
explican, se confunden y se apoyan mutuamente, tal y como se observa
en los relatos de experiencia del estudiantado. Un riesgo potencial de
25
Grooming y quemar: Agresiones sexuales en el estudiantado mexiquense...
Velázquez Reyes, L.M. | Pp. 4-31
la ciberviolencia sexual es su tránsito a la vida tangible, donde puede
alimentar un flujo continuo de agresiones sexuales en ambos sentidos.
Como se ha podido observar, las estudiantes relataron más episo-
dios de ciberviolencia sexual que sus pares hombres, pues la subordinación
de lo femenino sigue siendo constante a través de las pantallas, donde el
ejercicio de la dominación en este escenario cultural adquiere la forma
de intercambio comercial. Las agresiones sexuales en línea contra las
estudiantes presentan un carácter depredador, si esto no fuera cierto, en-
tonces cómo se explica que los ciberdepredadores sigan navegando en las
redes sociodigitales con la intención de comercializar el cuerpo de niñas,
adolescentes, mujeres y PNB, en tiempos donde en el internet las páginas
de pornografía se encuentran a tres clics de distancia y plataformas como
Only Fans facilitan la oferta de imágenes sexuales a cambio de dinero.
Es de hacer notar que ninguno de los dos géneros haya narrado
experiencia alguna de perpetración de ciberviolencia sexual, aunque sí
se considera que una cuarta parte de los agravios digitales fueron per-
petrados por compañeros, surgen las interrogantes siguientes: ¿por qué
sigue sin admitirse o a qué se debe el silenciamiento? En vista de que se
perseguía perfilar una visión panorámica de las agresiones sexuales en
línea, tras los hallazgos registrados, se precisa en un futuro inmediato
realizar investigaciones dirigidas a sectores educativos de acuerdo con el
nivel de enseñanza.
La convivencia requiere la posibilidad de vivir junto a otros para
protegerse mutuamente. En este sentido, la violencia sexual resalta el
desamparo de las cibervíctimas abandonadas en un mundo onlife (Floridi,
2015) desprovisto de sentido colectivo. Por lo anteriormente expuesto,
se considera que el objetivo: comprender la experiencia con la cibervio-
lencia sexual padecida, perpetrada y observada a partir de documentar
la incidencia global de las agresiones virtuales de carácter sexual, entre
los y las jóvenes estudiantes de secundaria, preparatoria y licenciatura,
ha sido alcanzado.
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
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Conclusiones
El itinerario erótico (Jones, 2010) del estudiantado se encuentra colmado
de posibilidades creativas y, paralelamente, de contingencias deplorables,
donde dichos itinerarios eróticos estudiantiles se ven trastocados por la
ciberviolencia sexual, particularmente debido a la asimetría de género, en
la cual las estudiantes resultan mayormente estigmatizadas con calificativos
sexistas como: sucia, quemada o puta; además de experimentar vergüenza y
autoestigmatización ante la exhibición sin consentimiento de su desnudez,
sumado al encuentro no deseado con ciberdepredadores sexuales.
La experiencia de la ciberviolencia sexual del estudiantado perfila
una situación cultural contemporánea, al exhibir la clase de sociedad que
construimos y simultáneamente nos construye (Curran, 2013), a partir
de la cual destaca la sexualidad como consumo multifacético. Hoy en día,
particularmente hombres adultos, ofrecen a las jóvenes dinero u otros
productos atractivos, como dispositivos digitales, a cambio de fotos con
y sin ropa, packs, nudes, compañía y charlas sexuales, invadiendo el mundo
de la vida del estudiantado, lo cual de manera notoria plasma un ejercicio
de colonialidad sobre lo femenino. Se trata de ciberdepredadores sexuales,
quienes aprovechan las redes sociodigitales para, sin consentimiento,
agredir a las estudiantes y PNB con sus solicitudes de imágenes o favores
sexuales, además de una posición patriarcal mercantilista donde se cosifica
y deshumaniza el cuerpo femenino y de las PNB.
Las agresiones sexuales multifacéticas, perpetradas por actores tan
diversos como pares femeninos o masculinos, amigos y conocidos online
y offline, exparejas, vecinos y familiares, impactan el itinerario erótico
(Jones, 2010) del estudiantado femenino y de las PNB, recalcando el
encuentro a temprana edad con este tipo de ciberviolencia (Velázquez y
Reyes, 2020). Destaca el hecho de que, particularmente, en este tipo de
ciberviolencia —la sexual—, más de la mitad de los perpetradores sean
desconocidos, a diferencia de otras formas de violencia a través de las
pantallas, como son la ciberviolencia en las relaciones sentimentales y el
ciberacoso, donde los perpetradores en ambos casos son generalmente
identificados.
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Velázquez Reyes, L.M. | Pp. 4-31
El malestar estudiantil femenino y de la diversidad sexual se
acrecienta y propaga por la intersección de las siguientes ideas: 1. La
introyección de la sexualidad como un escenario hostil e intimidador;
2. La cosificación, mercantilización y deshumanización del cuerpo; 3.
El incremento de la pérdida de confianza en el otro y en sí misma, ali-
mentado por la indiferencia del ciberacosador hacia el sufrimiento de la
cibervíctima; 4. La expansión alarmante del miedo, el cual figuró como la
emoción más persistentemente reportada. Es por ello que las emociones
resultan fundamentales en la producción y reproducción de las asimetrías
de género y la consiguiente dominación masculina tanto en lo femenino
como sobre la diversidad sexual.
Entonces, se concluye que las mujeres estudiantes de todas las
edades resultaron más frecuentemente victimizadas por la ciberviolencia
sexual. La incidencia global registrada refuerza que, durante el confina-
miento, la probabilidad de encontrarse con un depredador sexual fue
bastante alta. Desde la mirada cualitativa se destaca que la ciberviolencia
sexual lacera el itinerario erótico (Jones, 2010), dado que se instaura como
una experiencia próxima (Geertz, 1994), profunda (Benjamin, 2010) y
emotiva (Kaplan y Szapu, 2020) debido a que se trata de un sufrimiento
social que deja huella imperecedera en la totalidad del alumnado, indepen-
dientemente de la condición vivida, ya sea de cibervíctima, ciberagresor/a
o audiencia.
Por lo tanto, el propósito de este trabajo radica en que la lectura
y escucha atenta de las experiencias estudiantiles permitan destrabar la
imaginación en defensa del ciberespacio distante de la ley del que puede
y quiera. Y que, por el contrario, mude a un escenario proclive al respeto
irrestricto al otro, que viabilice una relación vincular entre géneros al
margen de la violencia, estimule la cultura de la denuncia con el objeto
de no dejar impune el sufrimiento social que ocasiona la violencia sexual
en línea y que neutralice el poder del uso de las TIC para ejercerla.
Finalmente, se apela a la palabra poderosa del poeta José Emilio
Pacheco (1984, p.7): “No quiero nada para mí, sólo anhelo lo posible
imposible: un mundo sin víctimas”. Ni una más, ni siquiera en la virtua-
lidad.
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
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Luz María Velázquez Reyes
Mexicana. Doctora en pedagogía por la Universidad Nacional Autónoma
de México. Docente en el Instituto Superior de Ciencias de la Educación
del Estado de México (ISCEEM), sede Toluca. Líneas de investigación:
estudiantes, violencia en la escuela, ciberviolencia, violencia en las redes
sociodigitales, equidad, violencia de género y convivencia en la escuela.
Correo electrónico: luz.velazquez@isceem.edu.mx
Performance público. Plaza Regina, Xalapa.