GénEroos

Volumen 3/número 6/Septiembre2025-febrero 2026/ pp. 272-292

eISSN 2992-7862

https://doi.org/10.53897/RevGenEr.2025.6.10

Experiencia y epistemología feminista. Voces de mujeres psicólogas en Argentina

Experience and feminist epistemology. Voices of women psychologists in Argentina

María Julieta De Paulis ORCID: 0009-0009-9334-768X

Universidad Nacional de Mar del Plata, Mar del Plata, Argentina

Ana Elisa Ostrovsky ORCID: 0009-0001-6420-4956

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Mar del Plata, Argentina

Recepción: 20/02/25

Aprobación: 24/06/25

Resumen

Desde la epistemología feminista, la herramienta conceptual de la experiencia permite cuestionar los modos de producción de conocimiento propios de la ciencia moderna y detectar sus posibles sesgos sexistas, la pretensión de neutralidad valorativa y la idea de objetividad. Este posicionamiento pretende reivindicar las experiencias de las mujeres en tanto sujetos de conocimiento a partir de una actitud crítica hacia los valores y conceptos androcéntricos. Siguiendo este marco, en la presente investigación se trabajó la noción de experiencia como instrumento analítico, para luego examinar algunas características de las experiencias de las mujeres en la historia de la psicología en Mar del Plata, Argentina. Para ello, se realizaron entrevistas semidirigidas y en profundidad a 30 mujeres que estudiaron la carrera de psicología en Mar del Plata entre 1956-1996. Los relatos recogidos evidencian las dificultades que estas mujeres enfrentaron al intentar compatibilizar las tareas de cuidado y la maternidad con el ejercicio profesional. Consideramos que este trabajo contribuye a visibilizar las huellas de las mujeres en la praxis de la historia de la psicología, aportando así una perspectiva histórica a debates contemporáneos.

Palabras clave

Experiencia, epistemología feminista, mujeres, historia de la psicología, Mar del Plata.

Abstract

The experience tool proposed from feminist epistemology allows us to question the modes of knowledge production of modern science and detect its possible sexist biases, the claim of value neutrality, and the idea of objectivity. This positioning aims to vindicate the experiences of women as subjects of knowledge based on a critical attitude towards androcentric values and concepts. Following this framework, in this research the notion of experience as an instrument will be worked on, to then examine some characteristics of women’s experiences in the history of psychology in Mar del Plata, Argentina. For this purpose, semi-directed and in-depth interviews were carried out with 30 women who studied Psychology in Mar del Plata between 1956-1996. The experiences of women psychologists from the city of Mar del Plata show the difficulties they had to face when trying to make compatible the world of home care and motherhood, and the world of professional practice. We consider that the work will provide a new perspective that makes visible the traces of women in the praxis of the history of psychology, providing a historical perspective to current debates.

Keywords

Experience, feminist epistemology, women, history of psychology, Mar del Plata..

Introducción

La crítica feminista ha cuestionado los modos de producción de conocimiento de la ciencia moderna por sus supuestos androcéntricos y sus prácticas sexistas (Bach, 2010). El surgimiento de la epistemología feminista no sólo propició una nueva mirada, distinta a la tradicional, sino que generó innovaciones en el campo del conocimiento al recuperar e incorporar las voces de las mujeres (Ramos y Ortega, 2019). Mediante la herramienta de la experiencia, el feminismo académico ha intentado visibilizar el borrado de las huellas de las mujeres de la praxis de la historia (Smith, 2012; Trebisacce, 2016).

Por su parte, los desarrollos feministas han resaltado la necesidad de retomar el tema de la objetividad enfatizando la imposibilidad de separación entre el sujeto cognoscente y el objeto cognoscible (Harding, 1986). Consecuentemente, dentro de la epistemología feminista emergieron diferentes posiciones que han reivindicado la dimensión cognoscitiva de la experiencia, categoría históricamente ignorada por la epistemología tradicional. La incorporación del conocimiento cotidiano al saber científico ha generado cambios teóricos, conceptuales y metodológicos. El concepto de conciencia bifurcada propuesto por Smith (2012) permite evidenciar la relación jerárquica existente entre el mundo objetivo patriarcal (asociado al conocimiento científico) y el mundo de las particularidades locales (relacionado con el conocimiento cotidiano).

Partiendo de lo antedicho, el presente trabajo pretende analizar la noción de experiencia propuesta por la epistemología feminista en la década de los ochenta, para luego dar paso a la caracterización de las experiencias de mujeres psicólogas de la ciudad de Mar del Plata, Argentina. Para ello, se entrevistaron a 30 mujeres psicólogas, entre 50 y 80 años, quienes estudiaron la carrera de psicología en Mar del Plata y participaron en alguno de los cuatro periodos de la historia de la psicología de la ciudad: la psicología antes de la universidad (1956-1966), la primera carrera universitaria (1966-1976), el cierre (1976-1986) y la reapertura de la Escuela Superior (1986-1996), (Di Doménico et al., 2007). Las entrevistas fueron semidirigidas y en profundidad, y el tipo de muestreo fue intencional a través de la técnica bola de nieve, considerando las experiencias, trayectorias y participaciones en la academia y en el campo psi local.

Siguiendo los desarrollos de la epistemología feminista, partimos de la idea que las experiencias constituyen una fuente legitima de conocimiento y, como tal, es necesario recuperarlas y visibilizarlas. De esta manera, se habilita un nuevo espacio visibilizado por las entrevistadas, el de las mujeres concretas hablando sobre sus realidades cotidianas. En el caso de las experiencias de las mujeres psicólogas de la ciudad de Mar del Plata, sus relatos evidencian la existencia de la dimensión de conciencia bifurcada al develar las dificultades que tuvieron que enfrentar para poder compatibilizar los dos mundos antes nombrados: el cuidado del hogar y la maternidad, y el ejercicio profesional.

Feminismo y academia

En Argentina, el cruce entre la producción de conocimiento científico y el feminismo se produjo a principios de la década de los ochenta, en coincidencia con el ingreso de la perspectiva feminista a los centros legitimados de producción de conocimiento, en otras palabras, las universidades (Trebisacce, 2016). La explosión (e implosión) de teorización académica y política dentro del campo del feminismo sembró la necesidad de una nueva mirada de la epistemología, distinta a la tradicional.

La epistemología feminista no sólo cuestionó los supuestos androcéntricos, los sesgos sexistas, la supuesta objetividad y neutralidad valorativa presentes en las teorizaciones académicas y en las formas discursivas dominantes, sino que también impulsó a la producción de las propias feministas. Luego de la revisión crítica, denuncia y rechazo del sexismo, se elaboraron diferentes cuerpos teóricos sobre el conocimiento general y científico que excedían, incluso, al campo de las cuestiones de género (Bach, 2010).

Esta epistemología se ocupó en principio de temas periféricos y entendidos en principio como insignificantes para la academia, para luego dar paso a cuestiones más centrales, como por ejemplo su aporte en el problema de la objetividad. Así, el aterrizaje del feminismo en la academia fue leído de diversas maneras: como complemento o añadidura al conocimiento científico, como una perspectiva innovadora o como respuesta a vacíos de la ciencia misma. Sin embargo, al margen de estas interpretaciones, lo cierto es que esta mirada puso en evidencia silenciamientos, generando tensiones y revuelos.

Los estudios feministas no ingresaron prolijamente a la academia sino a los empujones, “se supieron siempre hijos no deseados del conocimiento científico, y comprendieron también que su exclusión había sido fundamental para la construcción de la ciencia tal y como existía hasta entonces” (Trebisacce, 2016, p. 288).

Experiencia

Dentro de este marco, una pregunta posible sería si la teoría feminista contribuyó con una perspectiva, otra que destronó a los malos hábitos de la ciencia imperante. Lo cierto es que la epistemología alternativa generó innovaciones en el campo del conocimiento, a partir de la adopción de una actitud crítica hacia los valores, de la resignificación de la objetividad y de la redefinición de categorías o conceptos centrales para la filosofía feminista como para las ciencias sociales, entre ellas, la idea de experiencia.

La noción de experiencia tomó centralidad en los años sesenta y setenta en la historiografía marxista y en el debate de las ciencias sociales, principalmente en la sociología, la antropología y la historia. Desde sus orígenes ha sido un concepto controversial ya que tuvo como objetivo rescatar y ponderar las experiencias de sujetos hasta entonces ignorados por la historia tradicional. La experiencia, como herramienta epistémica y política, fue convocada para que se pudiera hablar de aquello no enunciado y no abordado por la ciencia hegemónica (Guil, 2016; Trebisacce, 2016).

En la década de los ochenta, los desarrollos feministas tomaron este instrumento y mediante el mismo cuestionaron los modos de conocimiento de la ciencia moderna por sus supuestos patriarcales y sus prácticas sexistas, y recuperaron lo desestimado, ignorado u olvidado por la epistemología dominante.

El término experiencia es un constructo teórico complejo que presenta una multiplicidad de significados y abordajes, muchos de ellos problemáticos e incluso contradictorios entre sí. La experiencia ha sido definida como un conocimiento irracional, un saber particular o un hecho personal intransferible. Por estas características no siempre ha sido valorada positivamente como base del conocimiento científico ya que, al ser individual, es subjetiva y, por consiguiente, no es posible la universalización (Bach, 2010).

Esta invención epistémica evidenció y cuestionó las relaciones de poder, de dominio y de opresión que existen y sostienen a los saberes científicos, y que producen sujetos subalternizados. La experiencia ha sido vocera de aquello silenciado, excedente, accesorio e invisible para la ciencia legítima, dando lugar a otras lecturas.

[La herramienta de la experiencia] se diseñó para crear una alternativa al sujeto deshumanizado del conocimiento del discurso científico social establecido. Este último se ajusta y está incorporado a lo que he dado en llamar ‘relaciones de dominación’, ese extraordinario y aún habitual complejo de relaciones que están textualmente mediadas, las que nos conectan a través del tiempo y del espacio y organizan nuestras vidas cotidianas (Smith, 2012, p. 10, como se citó en Trebisacce, 2016, p. 289).

Por medio de la experiencia, la teoría feminista sumó una nueva voz al sujeto de la modernidad, esta vez no masculina, la voz de las experiencias de las mujeres. Históricamente, las mujeres —en tanto sujetos y agentes sociales— fueron oprimidas, silenciadas y apartadas de la producción de conocimientos científicos. Este instrumental teórico-metodológico permitió reivindicar estas voces, recuperar sus biografías y construir una historia a partir de sus experiencias, tomando distancia de los conceptos, objetos y métodos del sistema androcéntrico de las ciencias.

La conjunción entre la historia social y la historia de las mujeres, enmarcadas respectivamente en los postulados de la izquierda marxista y la teoría feminista, propició “la recuperación de un pasado que había sido eliminado o reescrito en clave totalitaria y misógina” (Ramos y Ortega, 2019, p. 150).

La noción de experiencia ha presentado una gran potencia crítica, que dio como resultado la irrupción masiva de voces femeninas tanto individuales como colectivas que expresaban deseos, expectativas y afán de ser escuchadas. Entrados los años setenta, las mujeres, en tanto seres sexuados, encarnados y situados, pudieron correrse del lugar tradicionalmente asignado, los márgenes, para ocupar un lugar visible, “las mujeres hablan de ellas, entre ellas, para ellas y para las/los demás, combatiendo los silencios impuestos por el patriarcado” (Ramos y Ortega, 2019, p. 155). Es así como lograron transformar su rol, de ser y aparecer como objetos pasivos de saber a ser sujetos activos, portavoces de sus propias historias.

Otro de los aportes del feminismo refiere al carácter sexuado de la experiencia, la misma es distinta según los sexos ya que ocupan lugares sociales diferentes y son valorados de manera desigual. La relación de los modelos de género se encuentra atravesada por el poder, estableciendo jerarquías y ubicando a la experiencia de mujeres en un lugar subordinado en comparación con la experiencia del varón (heterosexual, blanco, burgués, cisgénero) (Bach, 2010).

Experiencia y objetividad

La epistemología feminista abordó el tema de la objetividad, cuestionando la separación entre el sujeto cognoscente y el objeto cognoscible que plantea la ciencia tradicional, y problematizando el deseo de objetividad como fin último de la investigación científica. La epistemología dominante no sólo establece una división entre quien conoce y aquello que es conocido, sino que también promueve la ruptura entre la persona que investiga y sus propios intereses o sesgos, más allá de aquellos que ella misma habilita. Al intentar acallar los prejuicios y las fuentes de error de quien investiga, la ciencia se convierte, una vez más, en un medio patriarcal de control, dando lugar a desarrollos clasistas, racistas y androcéntricos.

Las teorías feministas no proponen desechar la objetividad, sino resignificarla. Enfatizan que esta no puede desvincularse de los valores del agente cognoscente ni del contexto sociohistórico en el cual se encuentra inmerso. De esta manera, desde la epistemología alternativa, tener interés o experticia sobre un conocimiento o tema en particular no implicaría la invalidación o anulación de la investigación.

Harding (1998) llama objetividad fuerte a la reflexividad fuerte de quien investiga: subjetividad y objetividad no se pueden separar (Bach, 2010). Es necesario sustituir la objetividad débil de la investigación no feminista que ofrece una visión parcial (la mirada masculina) por la objetividad fuerte que tiene en cuenta los sesgos que entran en juego a la hora de producir conocimientos por parte de los investigadores, la experiencia histórica de las mujeres y los propios valores. En palabras de Harding “sólo de esta manera se puede contribuir con estudios y explicaciones libres (o, cuando menos, más libres) de distorsiones originadas en las creencias y comportamientos no analizados de los propios científicos sociales” (Harding, 1998, pp. 7-8).

Al igual que otras teóricas feministas, Harding (1998) considera que poder y conocimiento son dos caras de una misma moneda. Sostiene que en la investigación de las ciencias sociales se torna imprescindible explicitar variables como género, raza, clase y cultura de quienes investigan, elementos históricamente invisibilizados, ya que estas particularidades influyen y modelan los resultados de sus análisis. La autora plantea que son los estudios feministas los que invitan a que tanto quien investiga como el objeto de estudio se ubiquen en el mismo plano crítico y, de alguna manera, se coproduzcan mutuamente. De este modo, la investigadora o el investigador se deberían presentar no como una voz invisible, enigmática y secreta, sino como la de una persona real, situada histórica y socialmente, con deseos e intereses singulares y concretos.

Esta sería la única forma, al menos por ahora, de contrarrestar la posición objetiva de la epistemología tradicional que oculta las particularidades de quienes investigan dentro de los sistemas androcéntricos de la ciencia. Partir de las experiencias de las mujeres y explicitar las implicancias políticas de sus posiciones como recurso empírico y teórico produciría una objetividad fuerte (Harding, 1998).

Sin embargo, al interior de las experiencias de las mujeres existen relaciones de poder, dominancias y hegemonías. En este sentido, De Lauretis (1990) plantea el concepto de sujetos excéntricos para dar cuenta de las diferencias existentes entre los puntos de vista de las mujeres según su raza, sexualidad, clase social o ubicación geográfica, entre otros. Existe clara disparidad entre la mirada de una mujer blanca, heterosexual y de clase media o alta, a la de una mujer negra, homosexual y de clase baja.

Los aportes teóricos del feminismo decolonial promueven nuevas reflexiones y conceptualizaciones que suponen una ruptura con el feminismo hegemónico occidental al cuestionar los fundamentos centrales sobre los que se estructuraron sus premisas y al incorporar la noción de interseccionalidad en sus análisis (Vázquez et al., 2014). Este feminismo se ha ocupado de señalar los límites del feminismo hegemónico (blanco, burgués, occidental y heterosexual) y ha propuesto la no universalización del sujeto mujer. La interseccionalidad posibilita estudiar, entender y responder a las maneras en que el género se entrecruza con otras identidades, y cómo contribuye a experiencias únicas de opresión y privilegio. En palabras de Espinosa Miñoso:

El feminismo, en su complicidad con la apuesta descolonial, hace suya la tarea de reinterpretación de la historia en clave crítica a la modernidad, ya no sólo por su androcentrismo y misoginia, como lo ha hecho la epistemología feminista clásica, sino dado su carácter intrínsecamente racista y eurocéntrico (Espinosa, 2016, p. 144).

Curiel (2007) recuperó las voces y los aportes de feministas racializadas, afrodescendientes e indígenas de los años setenta, donde visibilizan la complejidad de las relaciones y subordinaciones que se ejercen sobre los considerados otros. Estas mujeres han documentado la existencia de entramados de poder entre racismo, sexismo, clasismo, heteronormatividad y formas contemporáneas de colonialismo, configurando estructuras de exclusión y sometimiento. No sólo han sido relegadas por la sociedad toda sino también por el propio feminismo hegemónico, debido a su carácter universalista y a su sesgo racista, clasista y occidental. La autora expresa:

Son ellas las que no han respondido al paradigma de la modernidad universal: hombre-blanco-hetero sexual; pero son también las que, desde su subalternidad, desde su experiencia situada, han impulsado un nuevo discurso y una práctica política crítica y transformadora (Curiel, 2007, p. 94).

Descolonizar, según la autora, implica registrar producciones teóricas y prácticas que han sido subalternizadas, racializadas y sexualizadas. En este sentido, los desarrollos decoloniales constituyen propuestas que enfrentan críticamente tanto la colonialidad del poder como la colonialidad del saber, así como también la noción de objetividad débil.

Este feminismo ha presentado la vinculación entre “la subjetividad, agencia, posicionamiento y las particularidades de las luchas para llevar a cabo un análisis local y global a la vez” (Vázquez et al., 2014, p. 80).

A partir de posicionamientos críticos y de conocimientos situados es que se puede arribar a una objetividad feminista y, en tanto feminista, encarnada.

Experiencia y conocimiento cotidiano: conciencia bifurcada

La epistemología feminista ha reivindicado la dimensión cognoscitiva de la experiencia como respuesta a la minusvaloración por parte de la epistemología tradicional. Ésta ha tendido a ignorar o marginar todo conocimiento de la vida cotidiana a partir de sus presupuestos androcéntricos. Históricamente el saber popular no ha sido relevante por ciertas desventajas que trae aparejado, como la subjetividad y la no universalización, y que perjudicarían, de algún modo, a la ciencia.

Este conocimiento ha sido caracterizado como sentido común o precientífico, ocupando un lugar de menor jerarquía frente al conocimiento científico, siendo este último el único tipo de saber a través del que se puede alcanzar la verdad (Bach, 2010). Desde esta perspectiva, la ciencia ha desatendido las narrativas de la vida cotidiana al considerar que el único conocimiento válido y seguro es el científico producido por sujetos neutrales, desgajados de sus propios valores y prácticas sociales.

Es por ello que la investigación feminista tiene el compromiso de reivindicar el conocimiento cotidiano, ponderar las voces de las mujeres, recuperar sus experiencias y rescatar sus valores. En la década de ١٩٨٠, el feminismo académico resaltó y revalorizó la faz cognoscitiva de la experiencia, partiendo de la afirmación de que “quien conoce es alguien que está en una determinada situación, posición o circunstancia, negando que el conocimiento se produzca desde ninguna parte” (Bach, 2010, p. 69). Los sujetos cognoscentes se encuentran situados y, por ende, producen conocimientos situados, es por ello que se torna inviable la separación entre el conocimiento científico y el conocimiento cotidiano. Las teóricas coinciden en que la epistemología en general debe encargarse de ambos tipos de conocimiento aceptando la continuidad entre lo objetivo y lo subjetivo.

La filósofa Lorraine Code considera que la epistemología debe ser entendida como una teoría del conocimiento y, por lo tanto, debe incluir el conocimiento cotidiano siendo central en el pensamiento feminista: “las feministas tienen que conocer sus experiencias y las experiencias de las otras mujeres además de las circunstancias de sus vidas” (Bach, 2010, p. 98).

Haraway, por su parte, nombra epistemologías de la localización, del posicionamiento y de la situación a aquellas donde el foco de atención está puesto en la parcialidad y no en la universalidad (Trebisacce, 2016). La fenomenología concuerda con la validación de todo tipo de conocimiento, destaca el papel del conocimiento cotidiano obtenido a través de la experiencia y propone métodos que van de lo singular a lo social, de experiencias individuales a experiencias comunitarias. La singularidad del feminismo académico de las últimas décadas responde a la incorporación de la noción de experiencia al saber científico, y a la relevancia del escenario social y político en general y en particular.

En respuesta a este clima de ideas, emergieron diferentes posiciones dentro de las epistemologías feministas. Harding (1986) reconoce tres corrientes: el empirismo feminista, la del punto de vista (standpoint) y la posmoderna. El común denominador de estas posturas es el cuestionamiento a la ciencia tradicional en tanto androcéntrica, la crítica de las bases epistemológicas y metodológicas que la sustentan, y el énfasis en la dimensión cognoscitiva de la experiencia. Por otro lado, las discrepancias giran en torno a la “incrementación de la objetividad y la presencia de valores en el proceso de investigación, que hizo imposible la agrupación en una sola postura” (Ostrovsky, 2019, p. 4).

La epistemología del punto de vista sostiene que el conocimiento es producido desde una perspectiva particular, socialmente situada. Esta teoría subraya que “la posición dominante de los seres humanos en la vida social se traduce en un conocimiento parcial y perverso, mientras que la posición subyugada de las mujeres abre la posibilidad de un condominio más completo y menos perverso” (Bach, 2010, p. 70). De esta manera, el punto de vista reconoce el posicionamiento social y político de la persona que conoce y produce conocimientos.

Los marcos teóricos, los conceptos, las categorías y las tecnologías de la ciencia imperante están basados y destinados al mundo masculino, más allá de evidenciar participación en la conformación de los mismos por parte de las mujeres. Consecuentemente, esta postura feminista se construye sobre la base de las experiencias de las mujeres, para así remediar los sesgos androcéntricos de la mirada histórica tradicional.

Algunas de las pensadoras que se ubican dentro de esta corriente son Hill Collins, Harding, Harstock, Rose y Smith; esta última (Smith, 2012) propone partir del punto de vista de las experiencias de las mujeres, no como una forma de conocimiento estancado y cerrado, sino como un terreno fértil para hacer descubrimientos y producir saberes, siempre situados. Este punto de vista refuta las formas ideológicas que dejaron de lado o no tuvieron en cuenta su experiencia en tanto sujetos de conocimiento. Según la socióloga, la categoría de mujer:

Ha funcionado como categoría política más que referencial porque crea algo que faltaba para las mujeres, una posición de sujeto en la esfera pública y, de forma más general, una posición de sujeto en la vida política, intelectual y cultural de la sociedad (Smith, 2005, p. 9, citado en Yañez, 2011, p. 114).

La noción de standpoint habilita un espacio, antes inexistente, dando voz a las mujeres en tanto sujetos silenciados por la ciencia. Mediante el método de la etnografía institucional la autora busca visibilizar las maneras en que el orden institucional crea las condiciones de la experiencia; es decir, “los mecanismos a través de los cuales las experiencias singulares se traducen en versiones asimilables y estandarizables para el funcionamiento de una institución” (Yañez, 2016, p. 3). En este marco, son las mujeres quienes se ven obligadas a ajustar sus experiencias al mundo androcéntrico en el cual se encuentran inmersas.

Frente a ello, mediante esta metodología, se crea una alternativa al sujeto deshumanizado del conocimiento de las ciencias a partir del trabajo con las realidades de la vida cotidiana de las personas y sus experiencias (Smith, 2012). Dentro de este marco, Smith (2012) desarrolla el concepto de conciencia bifurcada, el cual permite evidenciar cómo las mujeres deben lidiar entre dos mundos que se organizan y estructuran de forma muy distinta: el científico patriarcal y el de las particularidades locales.

El primero está enmarcado en el régimen institucional determinado por “relaciones de dominación organizadas racionalmente, siendo objetivas, impersonales y con pretensión de universalidad” (Bach, 2010, p. 78), siendo el sujeto de conocimiento neutral y desencarnado. Mientras que el segundo, es el mundo local, caracterizado por la concreción de la vida cotidiana ligado a tareas domésticas, la maternidad y todas aquellas actividades que hacen a la subsistencia inmediata.

Esta línea de ruptura que se genera al interior de sus experiencias hace que las mujeres deban desempeñar dos roles con lógicas diferentes, incluso antagónicas, y coordinar el pasaje de uno a otro sin perder el control sobre ambos. La identidad fragmentada es desarrollada de manera casi involuntaria por las mujeres, no así por los varones quienes no se ven obligados, en general, a habitar ambos mundos simultáneamente. Smith, a partir de la exploración cotidiana de su propia experiencia en las esferas domésticas y profesionales y su posterior reflexión, desarrolla la teoría: el concepto de conciencia bifurcada.

Mi experiencia fue la de modos contradictorios de trabajo; por un lado, tenía el trabajo del hogar y el de ser madre, por el otro, el trabajo de la academia, la preparación de clases, la enseñanza, las reuniones docentes, escribir artículos, etcétera (Smith, 2012, p. 11).

Metodología

Para examinar características de las experiencias de las mujeres en la historia de la psicología en Mar del Plata, Argentina, se empleó una metodología de corte cualitativa. La recolección de datos se llevó a cabo mediante entrevistas presenciales, semiestructuradas y en profundidad a informantes clave. Esta técnica consiste en la realización de una conversación informal entre el investigador o la investigadora y las participantes, donde si bien partirá de una serie de temas previamente establecidos, se podrá decidir libremente sobre el orden de los mismos y en la formulación de preguntas (Sautu, 2003; Taylor y Bodgan, 1986).

El tipo de muestreo fue intencional a través de la técnica bola de nieve teniendo en cuenta las experiencias, trayectorias y participación de las entrevistadas en la academia y en el campo psi local.

Se entrevistaron a 30 mujeres psicólogas, de entre 50 y 80 años, quienes estudiaron la carrera de psicología en Mar del Plata y participaron en alguno de los cuatro períodos históricos de la psicología de la ciudad: la psicología antes de la Universidad (1956-1966), la primera carrera (1966-1976), el cierre (1976-1986) y la reapertura de la Escuela Superior (1986-1996). Las entrevistas fueron grabadas previa autorización de las informantes, y duraron entre 45 minutos y una hora y 30 minutos, dependiendo de la disponibilidad y los detalles de los datos brindados. La mayoría de ellas se realizaron en las mismas viviendas o consultorios de las entrevistadas, intentando generar un buen clima de rapport y conexión emocional.

En cuanto a los aspectos éticos, las participantes recibieron información respecto a los objetivos y alcances académicos pretendidos con la investigación a través del consentimiento informado. Asimismo, durante el desarrollo de la investigación se les brindó a las entrevistadas el acceso a los resultados obtenidos.

Una vez realizadas las entrevistas, se procedió a la recopilación y análisis de las fuentes, así como a la utilización de criterios taxonómicos para jerarquizarlas y realizar su confrontación con los objetivos planteados.

Resultados

La pregunta por la experiencia, ya encarnada en mujeres que conocemos y entrevistamos, tuvo su origen en la indagación histórica sobre el desarrollo de la psicología en nuestra ciudad, Mar del Plata. Al respecto, cabe señalar que las carreras de psicología comenzaron a abrirse en Argentina hacia mediados de la década de 1950, y en Mar del Plata obtuvieron inscripción universitaria en 1966 con dos antecedentes: el Instituto Superior de Pedagogía (ISP) y el Instituto Superior de Ciencias de la Educación (ISCE) (Di Doménico et al., 2007).

La psicología rápidamente se convirtió en una carrera feminizada, con aulas llenas de mujeres, aunque no necesariamente con contenidos que mostraran la presencia de autoras femeninas o posiciones de vanguardia respecto de los lugares tradicionales de las mujeres. Nuestra historia, la de la formación de las primeras psicólogas y psicólogos y su desarrollo en los diferentes momentos políticos del país, formó parte de una investigación de mayor alcance donde quisimos relevar la tradición formativa local y sus obstáculos.

No obstante, o afortunadamente, en el desarrollo de nuestra labor paulatinamente se nos imponía la idea de que esta historia profesional, tan marcada por mujeres, pocas veces había contado con su experiencia como insumo historiográfico. Partiendo de dicha observación es que dirigimos nuestra atención a relatos de mujeres de diferentes periodos y advertimos cómo el concepto de conciencia bifurcada se nos hacía cada vez más operativa para entender y aprehender sus vivencias y relatos.

Los siguientes fragmentos son recortes de las entrevistas realizadas a las mujeres psicólogas de Mar del Plata los cuales evidencian la dimensión de conciencia bifurcada y dan cuenta de los obstáculos que tuvieron que atravesar y enfrentar al tener que transitar por dos mundos aparentemente incompatibles: el cuidado del hogar y la maternidad, y el ejercicio profesional. Esta división tajante genera, desde nuestro examen, modos de subjetividad y actividad que se contraponen y coexisten a la vez, mostrando contracciones y tensiones más que evidentes:

Me fue difícil la parte profesional cuando tuve a mis hijos […] tuve épocas que fueron muy complicadas porque en un momento aparece una carrera de posgrado donde tuve que viajar mucho y yo tenía a los nenes chicos y me costaba organizarme (Entrevistada 1).

Aquí aparece otro elemento propio de la conciencia bifurcada, que es como la expresión del conflicto se manifiesta como una vivencia íntima, personal, de falta de organización y fundamentalmente como una responsabilidad individual en lugar de un asunto de responsabilidad colectiva.

Se creó una situación complicada para mí cuando fui madre y tenía que trabajar, en el sentido de cuánto tiempo dedicarle al trabajo, cuánto tiempo a la formación… porque me debatía con la crianza […] entraba en contradicción con lo que yo quería progresar a nivel profesional (Entrevistada 2).

Durante el primer tiempo hasta que mis hijos empezaron el maternal esperé para empezar cursos de posgrado… hacia algún curso, pero no me implicaba una formación fuerte […] se me debatía un poco el tema de la formación versuss la crianza, se me hizo pesado… me sentía con culpa (Entrevistada 3).

A las mujeres nos pasa que el momento en que más tenés que hacer curriculum se junta con la fecha de ‘ser mamá’… eso fue algo que me planteé, me generó una incomodidad, me costó decidirlo, ver cómo manejar eso (Entrevistada 4).

Nuevamente ser madre y ser profesional aparecen en tensión, y el debate de tiempos y dedicaciones se percibe en la esfera íntima de la persona, fenómeno observado en investigaciones afines (Gamboa Solís y Pérez Abreu, 2017; Martínez Alarcón y Mandiola Cotroneo, 2022).

Los ambientes son muy competitivos, competís con varones que no tienen las mismas responsabilidades de cuidado de hijos o de procrear que tenemos las mujeres cis en cuanto estar embarazadas y eso [...] se te junta la fecha esa digamos con la fecha de ser mamá… eso fue algo que me planteé, me generó una incomodidad, me costó decidirlo, ver cómo manejarlo (Entrevistada 5).

La dificultad apareció en mi carrera docente porque ya recibida fui madre dos veces entonces ahí sí me implicó una reorganización de mi vida laboral, académica y familiar [...] los tiempos en que nosotras, las mujeres, formamos antecedentes son tiempos dispares con respecto a los hombres (Entrevistada 6).

Hacer una actividad extra en lo laboral como un curso de posgrado, me exigía equilibrar y restarme en otros roles que a veces son familiares, y que entiendo que para los varones están muchísimo más facilitado [...] además los espacios institucionales te exigen que la vida íntima, familiar y privada esté por fuera de… lo cual para las mujeres nos es mucho más difícil…nosotras tenemos estos paréntesis en la formación (Entrevistada 7).

En las palabras de estas últimas entrevistadas aparece la vivencia personal que observamos en las mujeres precedentes, pero con una mirada que contempla las desigualdades estructurales en las posibilidades y uso del tiempo en varones y mujeres profesionales.

Análisis

La epistemología feminista ha reivindicado el conocimiento cotidiano y ha considerado a la experiencia como una fuente legitima de conocimiento. De esta manera, se habilita un nuevo espacio, visibilizado por las entrevistadas, el de las mujeres concretas hablando de sus realidades cotidianas. Las voces de las mujeres psicólogas de la ciudad de Mar del Plata, Argentina, que estudiaron la carrera entre 1956-1966 presentan particularidades respecto de sus experiencias, trayectorias y participaciones en la academia y en el campo psi local. Las experiencias de las mujeres evidencian la existencia de la dimensión de la conciencia bifurcada al expresar las dificultades que tuvieron que sortear al intentar conciliar el mundo del cuidado del hogar y la maternidad, y el mundo del ejercicio profesional. Resultan ser dos modos de subjetividad y actividad que se contraponen y coexisten a la vez: el mundo local de la concreción de la vida cotidiana ligado a tareas domésticas, la maternidad, actividades que hacen a la subsistencia inmediata y el mundo científico patriarcal, enmarcado en el régimen institucional. La mayoría de las entrevistadas manifestaron haber transitado la carrera profesional con algún tipo de inserción académica en la universidad y, a la vez, haber estado a cargo de tareas de cuidado de hijos o familiares cercanos. Ser madre y profesional aparecen en tensión y en contradicción, las mujeres se vieron obligadas a desempeñar dos roles con lógicas diferentes y coordinar el pasaje de uno a otro sin perder el control sobre ambos.

Se trata en su totalidad de mujeres de clase media, insertadas laboralmente de forma exitosa que, al contar sus experiencias, la marca de ser mujeres aparece de forma indudable y como un espacio de tensión cuando otros deberes e imperativos sociales se cruzaban y amalgamaban con las metas de crecimiento personal. A su vez, el conflicto, a la hora de intentar compatibilizar los dos mundos, se manifiesta como una vivencia personal, de falta de organización, asumiendo cierta culpa por sus elecciones, como una responsabilidad individual en lugar de ser considerado una responsabilidad meramente colectiva.

Los recortes de las entrevistas señalan cómo la reivindicación de la experiencia de mujeres posibilita reflexionar sobre las genealogías femeninas, y rehacer las narrativas históricas evidenciando líneas de tensión entre las teorías científicas y los saberes precientíficos, entre lo público y lo privado, entre lo manifiesto y lo silenciado, y revelando “los obstáculos que han impedido que los relatos de/sobre las mujeres se desplacen desde los márgenes a las posiciones centrales en las dinámicas históricas” (Ramos y Ortega, 2019, p. 151). La conciencia bifurcada permite visibilizar y cuestionar la relación jerárquica entre los dos mundos y, entre el conocimiento científico y el conocimiento cotidiano. También muestra cómo los mandatos sociales y la desigual participación en las tareas de cuidado que ellos encarnan colisionan de manera directa con carreras académicas y profesionales que se estructuran bajo parámetros que no contemplan otros roles que los establecidos en el espacio público.

¿Es factible superar la dicotomía entre la vida cotidiana y la vida del trabajo? Smith (2012) plantea la imposibilidad de separar el sujeto que conoce de su realidad cotidiana ya que el uno no es sin el otro. A partir del rescate de trayectorias, discursos y prácticas de mujeres, las teorías feministas no sólo han develado las dificultades que enfrentan las mujeres en tanto sujetos subalternos, sino que han expresado la necesidad de crear nexos de compatibilidad entre el mundo de las particularidades y el mundo de las relaciones de dominación. La interrelación de las esferas pública y privada, las vivencias subjetivas y la objetividad, y las rupturas producidas desde la conciencia de la diferencia y la exclusión, han ocupado un espacio central en las voces de las mujeres. Sus experiencias tienen mucho para aportar al proyecto de recuperación, reconstrucción y transmisión de una historia que existía pero que no fue contada.

Conclusiones

Las teorizaciones feministas han producido innovaciones en el campo del conocimiento al cuestionar la visión androcéntrica, el sexismo, la supuesta objetividad y neutralidad valorativa, de la epistemología tradicional, y al proponer nuevos métodos y temas de investigación. El concepto de experiencia ha sido uno de los conceptos rescatados y revalorizados por la epistemología feminista en la década de los ochenta. Su resignificación ha sido bisagra para la historia ya que ha permitido reivindicar las voces de las mujeres silenciadas y marginadas por el sistema patriarcal de las ciencias, y ha posibilitado la visibilización de la matriz de dominación entre los diferentes saberes (cotidiano y científico).

La experiencia, en tanto recurso para la reflexión crítica, recuperó prácticas y vivencias de sujetos subalternos legitimando formas de conocimientos, hasta entonces insignificantes para la historiografía tradicional. Diferentes teóricas feministas han demostrado interés en la dimensión cognoscitiva de la experiencia, proclamando la necesidad de una nueva epistemología que valide un saber que parta de la realidad concreta y cotidiana. Una de ellas es la epistemología del punto de vista que cuestionó la separación entre el sujeto cognoscente y el objeto cognoscible, y sostuvo que el conocimiento es situado ya que quien lo produce se encuentra en una posición particular.

La conciencia bifurcada de Smith fue un término que evidenció la relación de subordinación existente entre el conocimiento cotidiano y científico, y la fragmentación de la conciencia vivenciada por las mujeres en tanto mujeres. La valorización de la realidad y saber cotidiano permitió construir una historia a partir de las experiencias, eliminando las diferencias y equiparando los conocimientos.

En este sentido la epistemología feminista ha jugado un papel fundamental al incorporar una voz hasta entonces muda, al considerar al sujeto cognoscente como activo y situado, y al ponderar un conocimiento hasta entonces desestimado, el conocimiento cotidiano. Dicha posibilidad nos permitió en nuestra indagación sobre el desarrollo de la psicología a nivel local, poder captar la especificidad de las trayectorias femeninas en su complejidad, despojándonos del lugar común de “hay muchas mujeres en psicología” o “las mujeres exitosas en sus carreras llegaron como llegaron sus pares varones”.

Nos mostró a través de las propias palabras de las mujeres que el carácter feminizado de nuestra disciplina o el hecho de que participen mujeres en espacios de decisión no significa que la brecha de género esté saldada. Las psicólogas que entrevistamos manifestaron tensión, culpa, desazón, sensación de injusticia e incertidumbre en momentos muy puntuales de sus vidas donde la vida era solo una y la separación entre vida académica y personal se volvía insostenible. Cursos de posgrado, viajes, mayor carga horaria y dedicación, proyectos, coexistían con hijos pequeños, cargas domésticas y sensación de agobio, mala organización o frustración.

En algunos casos, dicho fenómeno de conciencia bifurcada se percibía por las entrevistadas en un plano primordialmente individual, endilgándose las mismas faltas de organización o planificación de tareas, mientras que otras lo ubicaban como un correlato solidario a un sistema social desigual. Sea de una forma u otra, rescatar la esfera de conflicto, más allá del relato histórico de sus carreras, nos parece una herramienta valiosa para confeccionar una historia verdaderamente encarnada y heurísticamente rica para pensar la vida de las mujeres adentro y afuera de las aulas.

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María Julieta De Paulis

Argentina. Maestranda en estudios feministas, por la Universidad Nacional de Cuyo. Actualmente es becaria de docencia e investigación de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Líneas de investigación: se ubican en los cruces entre los estudios feministas y la historia de la psicología.

Correo electrónico: julietadepaulis@hotmail.com

Ana Elisa Ostrovsky

Argentina. Doctora en psicología por la Universidad Nacional de San Luis. Actualmente es investigadora adjunta en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y Profesora titular de la cátedra Historia Social de la Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Líneas de investigación: historia de la psicología y los estudios de género.

Correo electrónico: anaelios@gmail.com