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GénEroos
Volumen 2/número 3/marzo-agosto de 2024/ pp. 333-334
ISSN
-L 2992-7862
DOI: RevGenEr.2024.03.12
CC BY-NC-SA 4.0
Eva y Adán
Juan Carlos Zavala Olalde
ORCID: 0000-0002-3388-2017
Profesional independiente, Ciudad de México, México
H
abía pasado de media noche, nuestra abuela se sentó al lado del
fuego, todas en círculo, al principio de nuestra iniciación femenina.
Entonces comenzó a contarnos el origen de la vida en la Tierra mientras
hacía gestos con sus manos, como tocando la inmensidad de sus palabras:
En el primer día Dios creó a Eva y Adán; ella tenía la forma
perfecta y plena, él la seguía y el Espíritu de Dios los unía. Entonces
dijo Dios: Hágase la luz. Y la luz unió a Adán con Eva y vio Dios que
eso era bueno y los bendijo. A ella la llamó madre de la humanidad, y
al él, ser humano. Ése fue el primer día.
En el segundo día Dios dividió el ser de Eva y Adán entre
un alma celeste y un cuerpo terrestre. Puso el firmamento del sueño
entre el alma y el cuerpo, los vio soñar, vio que eso era bueno y los
bendijo con la vida diurna y la vida onírica. Iguales de noche, iguales
de día. Iguales en el Cielo, iguales en la Tierra. Ése fue el segundo día.
En el tercer día Dios brindó a Eva y Adán la conciencia
para habitar la Tierra, así ellos comenzaron a hablar y a comunicar
sus aspiraciones, a conocer y a comprenderse. Entonces les dijo: “sed
fecundos y habitad la Tierra”. Eva inventó el lenguaje practicando con
Adán, quien lo aprendió. Adán inventó la cacería para hacer juntos
la caza y la recolección. Y ellos produjeron la diversidad humana, las
primeras culturas de la Tierra, las primeras lenguas y las primeras cos-
tumbres. Millones de seres humanos, diversos, migrantes y creativos.
Y vio Dios que eso era bueno y los bendijo como especie humana.
Ése fue el tercer día.