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Volumen 2 / Número 3 / marzo-agosto de 2024
Investigación
GénEroos
Volumen 2/número 3/marzo-agosto de 2024/ pp. 232-260
ISSN
-L 2992-7862
DOI: RevGenEr.2024.03.08
CC BY-NC-SA 4.0
Emociones asociadas a la paternidad en
hombres heterosexuales de tres generaciones
de Colima, México en el siglo XXI
Emotion associated with the fatherhood of heterosexual men
of three generations in Colima, Mexico in the Century XXI
Eudes Jairo Medina Mendoza
ORCID: 0000-0002-2220-0586
Iván Ulianov Jiménez Macías
ORCID: 0000-0003-3333-8107
Sara Lidia Pérez Ruvalcaba
ORCID: 0000-0002-4515-7744
Universidad de Colima, Colima, México
Recepción: 30/05/23
Aprobación: 15/09/23
Resumen
El objetivo del presente estudio es analizar
las emociones asociadas a la paternidad
para comprender sus relaciones con la
construcción de las identidades de hom-
bres de tres generaciones en Colima,
México. El enfoque de la investigación
fue cualitativo pues se buscó describir e
identificar una realidad construida por
los diferentes actores involucrados en ella.
Con base en lo anterior, se optó por el mé-
Abstract
The aim of this study is to analyze the
emotions associated with fatherhood in
order to understand their relationships
with the construction of the identities of
men from three generations in Colima,
Mexico. The research approach was qua-
litative because it sought to describe and
identify a reality constructed by the actors
involved. The ethno-sociological method
of Bertaux (2005) was chosen, which is
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Introducción
El propósito de este estudio es analizar las emociones asociadas a la
paternidad para comprender sus relaciones con la construcción de las
identidades de los hombres participantes en la investigación. La discusión
de este trabajo se centra en revisar la relevancia de las emociones en el
estudio de los hombres como sujetos de género.
Para resolver el objetivo planteado se propone revisar, primero, la
noción de identidad. Según Hall (1996), al tomar en cuenta el término
identidad como una categoría esencialista, esta idea se volvió ambigua y
sin una definición clara; a pesar de ello, se sigue utilizando este concepto,
ya que es necesario para explicar otros procesos y otros conceptos socia-
todo etnosociológico de Bertaux (2005), el
cual se fundamenta en la etnografía para
observar los diversos mundos y relaciones a
través del análisis de las narrativas propor-
cionadas por los participantes. Al realizar
esta revisión es posible pasar de lo especí-
fico a lo general en busca de elementos que
permitan explicar procesos sociológicos
de gran escala. Uno de los hallazgos más
relevantes derivados de este trabajo es que
los hombres del estudio se permiten expe-
rimentar una mayor gama de emociones
en la relación con sus hijas e hijos. Esto
resulta significativo desde dos perspectivas.
Primero, porque las emociones descritas
por los participantes están directamente
relacionadas con la forma en la que ellos
significan su rol como padres. En segundo
lugar, porque las emociones sirven como
portadoras de significado, demostrando la
capacidad comunicativa de las emociones
entre los hombres y sus hijas e hijos.
Palabras clave
Paternidades, emociones, masculinidades,
generaciones, hombres.
grounded in ethnography to observe the
various worlds and relationships through
the analysis of the narratives provided by
the participants. By conducting this review,
it is possible to move from the specific to
the general in search of elements that can
explain large-scale sociological processes.
One of the most relevant findings is that
the men in the study allow themselves to
experience a wider range of emotions in
relation to their daughters and sons. This
becomes significant from two perspectives.
First, because the emotions described by
the participants are directly related to how
they perceive their role as fathers. Second,
because emotions serve as carriers of mea-
ning, demonstrating the communicative
capacity of emotions between men and
their daughters and sons.
Keywords
Fatherhood, emotions, masculinities, ge-
nerations, men.
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Volumen 2 / Número 3 / marzo-agosto de 2024
les. Entonces, ¿cómo es posible definir la identidad? El teórico señala lo
siguiente:
Uso «identidad» para referirme al punto de encuentro, el
punto de sutura entre, por un lado, los discursos y prácticas que in-
tentan «interpelarnos», hablarnos o ponernos en nuestro lugar como
sujetos sociales de discursos particulares y, por otro, los procesos que
producen subjetividades, que nos construyen como sujetos susceptibles
de «decirse» (Hall, 1996, p. 20).
El autor propone un enfoque que permite explorar cómo se forman
las identidades. El primer punto que menciona es la sutura como un lugar
de encuentro. Esta descripción permite identificar a la identidad como un
espacio definido, una posición dentro de la estructura social y su dinámica.
El otro elemento esencial al que se sugiere prestar atención es que
ese lugar no está bajo el control de las y los individuos, sino que lo supera.
Tal como señala Hall (1996), los procesos que operan en este contexto
son los discursos y las prácticas validadas por la sociedad para definir
cómo debe comportarse un hombre para ser reconocido de esa manera, o
cuáles funciones debe desempeñar una mujer para ser identificada en ese
papel específico, entre otras cuestiones. Estas disposiciones influyen en
las oportunidades y en las expresiones de los individuos en este sistema
que organiza y da significado a sus relaciones.
Además, el autor también argumenta que este encuentro da forma
al contexto en el que se involucran los procesos que generan subjetividades,
lo que permite una expresión única de los individuos, aunque limitada
por las oportunidades objetivas que se han acumulado con el tiempo.
No obstante, ¿por qué plantear las emociones como un eje analítico
en estudios relacionados con las identidades de los hombres y las mascu-
linidades? Enríquez y López (2014) mencionan que las ciencias sociales
en México han comenzado a desarrollar un giro hacia lo emocional, al
considerar que los afectos tienen alguna relevancia para las vidas de las
personas y, por lo tanto, importan en cuanto objetos sociales de inves-
tigación. García y Sabido (2014, p. 18) afirman que:Tanto el cuerpo
como las emociones tienen un papel significativo en las interacciones,
las prácticas y la misma construcción del self”.
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Ahora, es necesario comprender las emociones como elementos
construidos a partir de los contextos específicos y que implican en sí
mismas sentidos concretos, como lo plantea Noble (2014, p. 10):
Una de las aportaciones claves al debate desde disciplinas
como la antropología y la historia ha sido resaltar que, a pesar de que
sean universales (las emociones) no se experimentan ni se expresan
de manera uniforme, y que las condiciones que las ocasionen varían
según el contexto sociocultural y el periodo histórico.
Pensar las emociones desde este lugar que propone Noble (2014),
posibilita entender la especificidad de éstas no sólo dependiendo de las
condiciones contextuales, sino de las propias vivencias del sujeto, como
se da cuenta en este trabajo.
También se abre la posibilidad de entender una dimensión re-
lacional de las emociones, como lo plantean García y Sabido (2014, p.
21): La importancia de las emociones tiene que ver no sólo con cómo
las creaciones discursivas históricas moldean la experiencia emotiva, sino
cómo ésta genera vínculos entre seres humanos corporeizados, los afianza,
los deteriora o los rompe”.
Para estas autoras, la vinculación de la que hablan es el centro de
esta perspectiva, pues “la afectividad vincula seres corporizados y, por lo
tanto, personas que sienten (García y Sabido, 2014, p. 23).
Pensar en las emociones como categoría de análisis asociada a los
hombres en tanto padres, permite entender cómo éstas entran en juego
en la conformación de su paternidad en particular y en su masculinidad
en general, pues se abre la posibilidad de enfatizar en el papel que des-
empeñan en arrojar luz sobre los valores, la organización social, el poder,
el cuerpo, el género, etcétera (Noble, 2014, p. 12).
Ahora, si se parte de entender la masculinidad desde una pers-
pectiva dominante, como lo plantea Ramírez (2014), se puede identificar
que la experiencia emocional se asocia con una cualidad femenina, esto
es, con una capacidad naturalizada hacia la sensibilidad por parte de las
mujeres. Esta condición otorga a los hombres otras posibilidades que
tienen por objetivo el distanciamiento de dicha vida emocional, como
la autocensura o la censura de lo emocional entre los mismos hombres.
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Ante esto, el planteamiento de Kaufman (1995) ayuda a pensar
en las consecuencias de la autocensura que se menciona con anterioridad,
pues para que el hombre ejerza el poder ha de pagar con el distanciamien-
to. Esto tiene una doble lectura, por un lado, puede ser el distanciamiento
de sí mismo y, por el otro, con los demás, incluidas sus hijas e hijos.
Desde este lugar no sólo se ha construido la vivencia de las emo-
ciones de los hombres, sino también la creación de conocimiento, dado
que es un tema que se ha dejado de lado al considerar que existe un
analfabetismo emocional, como lo plantea Ramírez (2014). Sin embar-
go, también replantea el papel de dichas emociones como dispositivos
portadores de significado y, por lo tanto, modificadores de las propias
relaciones al interior de la pareja y la familia. Aquí también es necesario
considerar a las emociones en un marco más amplio de relaciones que
los hombres entablan.
Ramírez (2014) desarrolló sus reflexiones y el análisis desde la
perspectiva de la construcción social que se retoma para este trabajo, pues
aporta una visión más compleja desde la que se busca una explicación de
cómo las emociones permiten construir sentido en cuanto a ser padre, y
no sólo como proceso biológico inherente al ser humano.
También es necesario, siguiendo este planteo, entender a las
emociones en el marco de lo social, ya que tienen un componente deter-
minado por las relaciones que entablamos con los demás, esto es, no son
las mismas emociones en todos los entornos, sino que sus posibilidades
de expresión están delimitadas por éstos. Para Armon-Jones (1986), las
emociones tienen una carga moral asignada por el propio contexto en el
que se experimentan. Esta carga moral determina qué emociones están
bien y cuáles están mal, en cuanto a quien las experimenta y en dónde.
Esto permite identificar que las emociones se constituyen desde
una valencia positiva o negativa al estar situadas en un ámbito particular
(Elser, 2001); por ello, el significado del que se encuentran impregnadas
impacta en la relación que se construye desde ellas y consigo mismo.
Esto nos lleva a considerar que expresar las emociones por parte
de los hombres está ligado a una valoración que les antecede en el tiempo,
como lo mencionan Berger y Luckmann (2003). Por lo tanto, escapa a
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su propio entendimiento, debido a que es una convención en la que no
participaron de manera directa al asignarles valor a las emociones, pero sí
en cuanto a la reproducción del significado de éstas. Esto no quiere decir
que las emociones conservan la misma valencia que se les dio de manera
primaria, sino que también obedecen al momento histórico, político y
social en el que el sujeto vive y puede o no expresarlas.
Derivado de lo anterior, resulta necesario preguntar ¿qué hacen
los hombres con estas emociones?, ¿las sienten?, ¿las expresan?, ¿son
una condensación de significados e interpretaciones? Para este trabajo
consideramos que existe un proceso compuesto por dos momentos: la
experimentación y la expresión. La primera se asocia con el registro que
se hace de una serie de sensaciones corporales que van a ser interpretadas
a partir de los esquemas ya compuestos y socializados, mediante los que
se realiza un contraste para identificar la emoción que se experimenta. Es
necesario señalar que los procesos de socialización configuran el signi-
ficado que se le otorga a las sensaciones corporales que se experimentan
y que se comunican.
La expresión es la forma como se exterioriza la interpretación de
la sensación interior, la cual viene delimitada por el contexto, tanto en
su intensidad como en su significado. En este segundo paso se realiza
la restricción vinculada a ciertas emociones y la validación de otras en
los hombres como sujetos de género. Ante esto, Ramírez (2014) plantea
que éstos no son analfabetas emocionales, pues las emociones existen en
el repertorio, tanto del lenguaje como de la experiencia. Sin embargo,
existe una limitación en la capacidad de expresarlas, de manera parti-
cular, vinculada al tiempo histórico que cada grupo de hombres de este
estudio tiene como marco contextual. Además, como ya se planteó con
anterioridad, se contempla la existencia de una relación entre lo que se
considera femenino y asignado a la mujer y el mundo de lo emocional.
Este escenario permite reflexionar sobre los procesos de cambio
en las dinámicas de las relaciones en las que participan los hombres y
que sirven como trasfondo para el cambio social. Este proceso puede
ser entendido desde la perspectiva de Núñez (2013), quien plantea la
noción de destradicionalización, a partir de la cual los hombres pueden
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ser leídos por sí mismos y por los demás desde diferentes lugares. Para
el entendimiento de dicho concepto, el autor propone cinco puntos
centrales, a saber:
1) la creciente aceptación del placer como fin válido de la
sexualidad, en su diversidad, tanto en los hombres como en las muje-
res, sin estigma ni discriminación vs. la reproducción como fin válido
natural o divino de la sexualidad; 2) el creciente reconocimiento de la
autonomía de las mujeres, esto es, de la capacidad de decidir sobre su
cuerpo, su sexualidad y sus procesos reproductivos; y 3) la participación
igualitaria de hombres y de mujeres en el trabajo extradoméstico, do-
méstico y de crianza de los hijos. A partir de lo que otros estudios de
género han aportado, en la presente investigación se propone agregar
otros criterios: 4) la mayor capacidad para reflexionar y entenderse
como sujetos genéricos (como la sociedad define sus formas de ser
hombre y condiciona sus comportamientos y relaciones) y 5) la cons-
trucción de nuevos modos de intimidad basados menos en la supuesta
complementariedad de los géneros (Núñez, 2013, pp. XXIII-XXIV).
Por eso, adentrarse en la vida emocional de los hombres de tres
generaciones, con relación a su paternidad, permite explorar si han existido
cambios en cuanto a su forma de expresarla, experimentarla, significarla
y nombrarla.
Abordaje metodológico
Esta investigación se desarrolló desde el enfoque cualitativo, con el pro-
pósito de describir y reconocer una realidad construida por los diversos
actores involucrados en ella, como lo señala Hernández (2014). Además,
bajo este enfoque, la investigación se caracteriza por su dinamismo, ya que
avanza desde la recopilación de datos hacia su interpretación, y viceversa,
lo que permite que la pregunta de investigación evolucione a lo largo del
estudio, ajustándose a los hallazgos obtenidos. Estas particularidades
facilitan la aproximación a un tema tan variado como la paternidad.
El método utilizado en esta investigación fue el enfoque etno-
sociológico propuesto por Bertaux (2005). Este método se apoya en la
etnografía como herramienta para observar los mundos y las interacciones
de los individuos, sin embargo, va más allá al buscar establecer conexio-
nes desde lo particular, como lo aborda la etnografía, hacia aspectos más
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generales, permitiendo así la identificación de elementos que puedan
explicar procesos sociológicos de gran alcance.
La técnica de recopilación/producción de datos empleada en
este estudio consistió en entrevistas a profundidad, que buscan obtener
la expresión de los individuos sobre situaciones y experiencias pasadas a
través de un proceso de reconstrucción o narración detallada de los relatos
(Kahn y Cannell, 1977, como se cita en Vela, 2013).
Siguiendo el planteamiento de Vela (2013, p. 65): “La entrevista
es, ante todo, un mecanismo controlado donde interactúan personas: un
entrevistado que transmite información, y un entrevistador que la recibe, y
entre ellos existe un proceso de intercambio simbólico que retroalimenta
este proceso”.
Se llevaron a cabo entrevistas a un total de 18 hombres, distribui-
dos equitativamente en tres grupos de edad: el primero compuesto por
hombres mayores de 70 años, el segundo por hombres de entre 50 y 55
años y el tercero por hombres de 30 a 35 años. Los criterios utilizados
para elegir a los hombres que participaron en la investigación incluyeron
que tuvieran diferentes estados civiles, como matrimonio civil, matrimo-
nio civil-religioso y cohabitación; además, se consideraron relaciones de
más de tres años, un nivel socioeconómico medio, al menos educación
preparatoria, que hijas o hijos tuvieran una edad superior a tres años y,
por último, que vivieran en los municipios de Colima o Villa de Álvarez,
en el estado de Colima, México.
Cabe mencionar que, en aras de la protección de los participantes
en el estudio y para evitar ser identificados, algunos datos se cambiaron,
como los nombres de las empresas donde trabajan y los nombres propios
que durante la entrevista pudieron haber proporcionado, así como sus
nombres propios, para fines de mantener el anonimato. La selección de los
participantes se realizó de la siguiente manera: se asignaron nombres que
comenzaban con la letra A al grupo de mayores de 70 años, con la letra B
para los integrantes del grupo de 50 a 55 años y C para el grupo de 30 a
35 años. El enfoque metodológico aplicado fue el análisis temático, el cual
implica el uso de un conjunto de entrevistas en el que se identifican temas
y se establecen categorías. Esto se hizo con el propósito de comparar las
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respuestas de los participantes, con relación a estas categorías específicas,
y así describir las características distintivas de cada caso.
Mieles et al. (2012) presentan una serie de pasos que guían el
proceso de análisis temático. En primer lugar, se recomienda la fami-
liarización completa con la información recopilada. Esto implica la
transcripción, lectura y relectura de las entrevistas, así como de las notas
tomadas, con el objetivo de identificar los significados que se encuentran
dentro de las expresiones de los participantes. A continuación, los mismos
autores proponen la creación de códigos, que representan los elementos
más fundamentales y significativos de la información proporcionada por
los entrevistados. Esta codificación puede desarrollarse de dos maneras:
inductiva, partiendo de los propios datos, o teórica, siguiendo las teorías
que sustentan el estudio. En esta investigación se optó por emplear ambas
aproximaciones para construir las categorías de análisis.
Posteriormente, se procede a identificar los temas, es decir, es
aquello que ‘captura algo importante de la información en relación con
la pregunta de investigación, representando un nivel de respuesta estruc-
turada o significado (Mieles et al., 2012, p. 219). En un paso subsiguiente
se lleva a cabo una recodificación con el propósito de delimitar los temas
y posiblemente identificar nuevos, evitando al mismo tiempo sobrecargar
el análisis con elementos innecesarios. Esto se debe a que no es requerido
examinar todos los significados presentes en la información, sino única-
mente aquellos relacionados con la investigación en cuestión, siguiendo
el enfoque de Bertaux (2005). Finalmente, se procede a jerarquizar los
temas y subtemas, lo que facilita la construcción de una discusión basada
en los datos y en las teorías que respaldan la investigación.
Resultados
En el presente apartado se presentan y se analizan las emociones que los
hombres de este estudio asocian con su paternidad, así como los elementos
que estas emociones van implicando en sus relaciones con sus hijas e hijos.
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Emociones asociadas a la paternidad en hombres mayores de 70 años
Amor y orgullo en la experiencia de ser padres
Los hombres de este grupo generacional identifican dos emociones como
centrales, con relación al significado de ser padre: el amor y el orgullo.
En el caso de Arturo, el siguiente relato lo asocia al momento de esperar
el nacimiento de sus hijas, y esto lo vincula a su pareja y lo que le hacía
sentir, como se muestra a continuación:
Una enorme alegría, una inmensa alegría, porque debe existir,
entre la mujer y el hombre, un verdadero amor, un verdadero amor,
no nada más amor que esto y otro, amor que esto y aquello; […] un
verdadero sentimiento, que te nubla, que te llena tu cabeza, que te
llena tu corazón, que te llena tus esperanzas. Eso me motivó a sentir
muy bien, este, el saber que íbamos, que iba a ser padre (Arturo, em-
presario, 74 años).
En cuanto al orgullo, es asociado con la trayectoria de su propia
vida, pero también está asociado a los logros de los propios hijos e hijas,
como podemos ver a continuación:
No, pues es una bendición de Dios, es una satisfacción, por-
que, pues porque logré tener a las cuatro hijas, me siento a gusto, me
siento orgulloso, y qué bueno que estudiaron por bien de ellas, y yo le
hice la lucha a que estudiaran, aunque muy difícil pues, pero las saqué
adelante (Antonio, jubilado, 71 años).
Resulta interesante que en este grupo etario los relatos vinculados
a las emociones son menos abundantes que en los siguientes dos grupos.
Esto no quiere decir que hayan experimentado menos emociones, sino
que nombran menos a las emociones de manera directa y que se tendría
que refinar la forma en que se puede aproximarse a hablar de sus emo-
ciones con ellos.
Emociones asociadas a la paternidad de hombres entre 50 y 55 años
La felicidad vinculada con el ser padre
Entre las emociones que los entrevistados de este grupo etario asocian
con la paternidad se encuentra la felicidad. Esta emoción está asociada
a diferentes momentos e inclusive a diferentes personas. En el siguiente
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fragmento se puede observar cómo está asociada al nacimiento de la
primera hija:
Cuando nació mi hija lloré, lloré porque no sabía que era
tener un bebé que quería tenerlo; o sea yo quería sentir un bebé, pero
algo que fuera mío. Y cuando yo cargué a mi hija por primera vez, yo
decía, yo no quería que me la quitaran, porque esto sí es mío, y fue una
felicidad enorme (Benjamín, comerciante, 51 años).
También Blas en su relato hace alusión al nacimiento de su
primera hija:
Pues sentí emoción, mucha felicidad y más que nada, le pedí
gracias a Dios por haberme concedido ser padre. O sea, es lo máximo,
[…] porque yo la tomé, nadie, yo fui el primero que tomó a mi hija
(Blas, jubilado, 52 años).
De esta forma se puede identificar cómo una emoción como la
felicidad, expresada en las palabras de los propios entrevistados, tiene
relación directa con la primera vez que se tiene contacto con sus hijas,
en estos dos casos de manera particular. Esto mismo se puede señalar en
el siguiente fragmento de Bruno, donde describe cómo fue el sostener a
su segundo hijo, en comparación con el primero:
A él sí lo, a él sí lo sentí [a su segundo hijo] ya de una manera
diferente… a él sí lo sentí ya en las manos, sí lo sentí, pero la emo-
ción que pudiera yo decirte, así de, de gusto, de júbilo, de temor, creo
que sí fue la misma en los dos (Bruno, mecánico industrial, 52 años).
La felicidad no es exclusiva del momento en el que padre e hijo
o hija tienen contacto físico, sino que también se puede dar a raíz de la
noticia de que serán padres, como se deja ver en el siguiente relato de
Braulio, quien narra cómo fue su reacción al enterarse de que sería padre:
Fue pues, ganas de llorar, de alegría, ganas de gritar, de brincar,
pero pues como he sido muy callado, todo eso fue de manera interna,
claro, […] nos fuimos a la casa, agarré el teléfono y a la primera que le
avisé fue a mi mamá, y pegó un grito “¡Eeeh, va a ser papá!” (Braulio,
músico, 51 años).
Benito hace una asociación a la alegría de la paternidad ligada a
la exclusividad de la experiencia, pues en su relato se muestra que sólo
los que ya han pasado por ahí saben lo que se siente dicho proceso, como
se muestra a continuación:
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Una emoción que solamente cuando la vives la puedes com-
partir, es una sensación de intensa alegría, pero a la vez es como que
dices “¡híjole!, ahora que efectivamente voy a ser papá, ¿qué tengo que
hacer para ser un buen padre?” (Benito, profesor universitario, 53 años).
Es interesante que los momentos en el que los hombres de este
grupo generacional experimentan alegría, júbilo o felicidad se asocian, ya sea
con el saber que serán padres o con el tener a sus hijos o hijas en sus brazos.
El miedo y la experiencia de la paternidad
La otra emoción que aparece en los relatos de los padres entre 50 y 55 años
en este estudio es el miedo. Éste se relaciona con diversas circunstancias
que surgen en el contexto personal de los entrevistados, no obstante, se
encuentra atravesado por situaciones sociales que influyen en su aparición
y expresión.
Bernardo menciona el miedo cuando se entera de que será pa-
dre, pero como veremos en su relato, las emociones no se experimentan
de una en una, sino que están emparentadas con otras: “Pues emoción,
mucha emoción y algo de miedo. Se siente algo de miedo porque pues,
obviamente tú quieres que tu hijo nazca, tú quieres que tu hijo nazca y
nazca bien (Bernardo, diseñador gráfico, 50 años).
También podemos observar en el relato anterior cómo este miedo
se asocia a un posible problema de salud del hijo que viene en camino o
incluso a la muerte de éste. Así lo deja ver también Bruno en el siguien-
te relato, al expresar que el saber que sería papá lo llevó a modificar su
comportamiento:
En el primero [de sus hijos] fue ese compromiso y ese
miedo, de que híjole vas a ser papá: hay que ponernos a trabajar, hay
que empezar a hacer esto, a tener aquí, y acá, y pues al nacer falleció.
Y bueno […] ahí se reforzó mi temor a, no, ¡yo no quiero hijos, yo
no quiero hijos! Y ya en el segundo, que a los meses de embarazo se
pierde también, pues aumentó ese temor. Entonces, al tercero pues
ya, ya no era temor, ya era miedo ¿por qué?, por la cuestión de salud
de ella, que se complicaba mucho; entonces ya era miedo, era miedo
y era una inseguridad y una desazón constante, entonces fue con el
tercero, con el cuarto fue lo mismo, y con más miedo todavía (Bruno,
mecánico industrial, 52 años).
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Braulio asocia el miedo con algo distinto, pues él lo vincula con la
experiencia que tiene en el presente con su hijo adolescente y el mundo
en el que su hijo crece, a diferencia de los anteriores que lo relacionan
con la cuestión específica del nacimiento:
Yo creo que algo que todo ser humano sentimos, me da miedo,
me da miedo no por mí, sino por el mundo, dices: “tengo un hijo, hay
gente mala, hay cosas que están sucediendo en el universo (Braulio,
músico, 51 años).
La asociación que los padres de este grupo generacional hacen de
la paternidad y el miedo encuentra una línea directa con la posibilidad
de que los hijos o hijas no nazcan o que tengan algún problema de salud,
como en el caso de Bruno, pues dos de sus hijos fallecieron. También, re-
sulta interesante la relación que expresan los hombres en cuanto al miedo,
pues nos deja entrever una cualidad distinta de las emociones, dado que
aparecen también como un anticipo ante una vivencia, esto es, ante la
posibilidad de que algo no resulte como ellos y sus parejas desean, en este
caso, que sus hijos tengan alguna dificultad al momento del nacimiento
o también a lo largo de su vida.
Emociones asociadas a la paternidad en hombres entre 30 y 35 años
El miedo ante el nacimiento de los hijos e hijas
El miedo o el temor como una emoción ligada a la paternidad se relaciona
con diferentes respuestas en cada uno de los participantes de este grupo
etario, ya que algunos lo asocian con la posibilidad de que algo resulte
mal durante el embarazo y que su hijo o hija experimente dificultades
físicas, como se observa a continuación:
Yo me mantenía en esa línea de qué bueno que venga, pero
me la pasé los nueve meses muy parejo, no hubo bajas ni nada, todo
fue que venga bien, mi concentración fue que ella viniera sana, yo tenía
un miedo a que pudiera venir con alguna discapacidad o algo (Carlos,
profesor de música, 33 años).
Este miedo por la salud de los hijos durante el embarazo lo po-
demos observar también en el siguiente relato:
Al principio sí, yo quería que fuera niño, no sé por qué […]
pero ya después te empieza a entrar el temor cuando te dicen: “Sabes
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Medina Mendoza, E.J.; Jiménez Macías, I.U.; Pérez Ruvalcaba, S.L. | Pp. 232-260
que en tal semana vamos a revisar si tiene labio leporino, en tal semana
vamos a revisar si no tiene síndrome de Down”, entonces es ahí cuando
yo ya dije chínguesu, lo que sea, como venga, pero por favor Diosito
que venga sano, completo, que no le falte nada. Y hasta así hablando
espiritualmente, sabes qué, si tienes algo bueno designado para mí, por
favor que sea para mi hijo, que todo salga bien ¿no? Así era el miedo
totalmente que tenía (César, servidor público, 34 años).
Dicha emoción también se asocia con una experiencia previa de
pérdida de un hijo, que es el miedo convertido en la realidad, expresado
en los dos relatos anteriores. En este fragmento, Caín busca evitar el
dolor que tanto él como su pareja ya habían pasado con la pérdida de su
hijo anterior:
Eee, ay al principio sentí miedo mi esposa se emocionó
mucho, yo también, pero sentí temor, en algún momento dado creo
que la regué al decirle no te emociones, primero necesitamos saber qué
onda, date chance, no quiero que nos pase lo mismo (Caín, dentista,
34 años).
Otra de las asociaciones que los hombres de este grupo gene-
racional hacen con las emociones de ser padres es la que respecta a la
inexperiencia de serlo, pues son cuestiones que se presentan como nuevas
para sus trayectorias y eso los lleva a sentir miedo, como podemos ver a
continuación:
Los primeros 10 meses, el primer año fue […] cansado, un
poco estresante, con temor, […] por la cuestión de no saber cómo
sobrellevar ese asunto (Caín, dentista, 34 años).
Y también el miedo por la inexperiencia se da por no conside-
rarse apto por no haber vivido con su propio padre, como lo menciona
el siguiente relato:
Por supuesto, porque para empezar yo ni siquiera tenía la
noción de lo que era tener un papá, ¿me entiendes? Porque yo nunca
lo tuve, yo nunca tuve esa figura paterna, y ese era un miedo que yo
cargaba también, ¿pues yo cómo voy a saber ser padre si yo nunca tuve
un padre? Pensamientos equívocos, pues, ¿quién te enseña a ser papá?
La misma experiencia, los mismos niños, la misma vida te va formando
(Camilo, profesor de educación básica, 30 años).
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Esta emoción, el miedo, es asociada por uno de los padres a la
cuestión de proveeduría económica, de manera concreta con los gastos que
implicó el nacimiento de su hijo, como se muestra en el siguiente relato:
Pues al principio nervioso, entre nervioso y contento, no sé.
La verdad es que me dio mucho gusto, pero ¿cómo te digo? No sé si
sea miedo o soy muy precavido con las cosas. Se te vienen mil cosas a
la mente, chin, pañales, esto y lo otro (César, servidor público, 34 años).
Por último, Celso plantea que su temor está relacionado con la
reacción de su hijastra, pues ante la llegada de su hijo la relación con ella
pudiera tener dificultades, como lo expresa en el siguiente relato asociado
al saber que sería padre:
No pues emoción, mucha emoción, mucha emoción y al
mismo tiempo conforme pasaban los días iban surgiendo ciertas
incertidumbres y miedos. Uno de los principales era que no quería
en algún punto que María [hijastra] sintiera desplazamiento y yo
estaba en ese proceso de construir una relación con María, sigo en
ese proceso ya ahorita ya como adolescente. Pero sí me daba mucho
temor que llegase a sentir la familia de Perla [pareja] y pues la propia
María que yo estaba haciendo a María a un lado (Celso, diseñador
industrial, 35 años).
A partir de lo anterior se puede identificar cómo las emociones
tienen significados distintos para cada entrevistado y la asociación que
hacen con momentos históricos que viven sus familias, y de manera con-
creta ellos como padres. El miedo sigue teniendo una relación directa con
la posibilidad de que el embarazo no resulte como quieren, en particular,
relacionado con problemas físicos o con el deterioro de una relación ya
establecida con la hijastra, como en el caso de Celso. El miedo o el te-
mor también juega como un elemento que puede llegar a deteriorar las
relaciones, aun cuando los hijos no hayan nacido.
La alegría como emoción ante ser padre
La alegría o la felicidad también aparecen como emociones relacionadas
con la paternidad. Las asociaciones que cada uno de los participantes
elaboró con estas emociones y su propia paternidad son variadas, por
ejemplo, la primera vez que Camilo sostuvo a su hijo en brazos fue un
alivio, como lo muestra en su relato:
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Yo creo que en ese momento se te olvida todo por lo que
pasaste y sientes una emoción, una felicidad de que ya está ahí […]
ese fruto del amor que al final […] de cuentas es una vida que te da
una dicha, un amor, una felicidad de tan sólo verla (Camilo, profesor
de educación básica, 30 años).
En el relato de Caín también se puede identificar lo que sintió la
primera vez que sostuvo a su hija en sus brazos:
La primera vez que sentí en mis brazos fue alegría, fue alegría.
Ese proceso de impronta que sientes cuando la tomas cuando la ves
directamente, ya genera un proceso de empatía con ella, y de amor
muy fuerte. Tuve una alegría muy fuerte, cuando ya la pude tomar me
sentí tranquilo, me sentí alegre porque ya estaba ahí, me generó mucha
alegría, y me generó mucha tranquilidad porque dije: Ya está, ya está
aquí” (Caín, dentista, 34 años).
Así como en el relato de Cirilo se muestra una negativa inicial a
abrazar a su hijo por primera vez:
“¡Ayyy!, no, no lo quería agarrar, porque sentía que se me iba a
caer. Pero sí, no, no, no.Agárrelo”, y lo agarré. Y ya, bien bonito, bien
bonito (Cirilo, jefe de control, 35 años).
También se puede identificar que las emociones en el proceso de
ser padre no son fijas, sino que van evolucionando conforme los hijos
van creciendo y su interacción se vuelve distinta, tal como se evidencia
en lo que Caín expresó con relación a su hija en la actualidad, cuya edad
ya es de cuatro años: “En este momento […] tengo […] un proceso de
felicidad en ese sentido, cambió ese proceso de estrés por un proceso de
cambio y de felicidad como tal” (Caín, dentista, 34 años).
El mismo Caín también muestra que la alegría no depende sólo
de la edad, sino también de otros procesos, como las enfermedades de
los hijos, como se aprecia en el siguiente fragmento:
En este momento prácticamente todo tiende a ser cuestión
de alegría […], de repente te podrás estresar porque se enferma o ese
tipo de cosas, es normal, pero la mayor parte del tiempo tiende a darte
procesos de alegrías (Caín, dentista, 34 años).
También la felicidad como emoción vinculante entre padre e hijo
o hija aparece en el relato de Camilo, pues él les pregunta a sus hijos
248
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cómo se sienten, y sus respuestas le hacen sentir que su trabajo como
padre está bien hecho:
Esas personitas […] te hacen vibrar, te hacen sentir, te hacen
emocionarte con tan sólo verlas, con tan sólo verlos sonreír, reír. Yo
les he preguntado, reiteradas ocasiones, en diferentes momentos ¿hijo,
hija, eres estás feliz, estás contento, contenta? Y cuando te dicen que
sí, sientes que estás haciendo bien tu trabajo, que estás guiándolos de
forma correcta (Camilo, profesor de educación básica, 30 años).
El amor como una emoción que se expresa a los hijos e hijas
El amor es otra de las emociones que los participantes de esta genera-
ción asocian con el ser padres. Con esta emoción en particular existe una
consideración interesante, pues de los cinco padres que la mencionan
en sus narrativas, sólo en un caso se hace una pequeña mención de que
se expresa el amor, pues los demás dicen sentirlo. El que lo expresa de
manera verbal es Cirilo: Normalmente les digo que los amo (Cirilo,
jefe de control, 35 años).
Los demás padres experimentan el amor en otras formas y ligado
a otras situaciones dentro de la paternidad, por ejemplo, en la relación con
los hijos en el día a día y las dinámicas que entablan entre ellos, como se
puede ver a continuación en relación con lo que César siente por su hijo:
Pues cariño, es amor, sinceramente lo veo hasta en él, porque
de repente yo ya a las 9 de la noche ya estoy en casa y es raro, si quieres
una vez por semana me salgo, pero ya hasta le hago falta a él, le hace
falta ver a su papá y que le diga buenas noches o que lo deje dormido
(César, servidor público, 34 años).
O como se aprecia en el siguiente relato:
Cuando yo juego con ella, [es] jugar en la casa, así sea media
hora o cuarenta minutos, ahí veo y digo: ¡ah! sí soy papá, porque yo
lo sé hacer. Me gusta y aparte con alguien que amas, pues es mejor
(Carlos, profesor de música, 33 años).
También esta emoción es aplicada como un elemento potenciador
del ejercicio de ser padre, a pesar de los contratiempos que puede llevar,
como lo menciona Camilo en su relato: “Lo hacemos con todo amor,
con todo cariño a diario, aunque en ocasiones puede llegar a ser también
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desesperante, frustrante, sin embargo, lo tienes que sobrellevar” (Camilo,
profesor de educación básica, 30 años).
Otra de las aplicaciones que se mencionan con relación a esta
emoción es la capacidad de hacer cambios con base en el amor a los hijos,
como se muestra en el siguiente fragmento:
En algún momento dado yo podía determinar que la rela-
ción con mi hija tiene mucho que ver con el compromiso, con la […]
relación tan fuerte que se crea, y en lo que te permite hacer cambios
directamente por amor a los hijos (Caín, dentista, 34 años).
En el caso de Carlos, la relación con su hija le mostró una posi-
bilidad que para él no existía, la capacidad de ser amado, como se puede
observar en el siguiente relato:
Mi hija me hace darme cuenta de que no sabía que podía ser
papá o tener cualidades para ser amado por alguien más, y es la primera
vez que puedo decir que soy amado por alguien, porque el amor de ella
es puro, porque cuando lo dice se ve en sus ojos, y en otros sentidos
amplios de relaciones, nunca me había sentido amado hasta cuando
tengo a mi hija a mi lado se logra sentir ese amor (Carlos, profesor
de música, 33 años).
Así como la alegría, el amor también es una emoción vinculante
entre padres, hijas e hijos, como en el caso de Carlos, en cuyo relato expo-
ne que la relación con su hija le permite considerarse como una persona
que puede ser amada por alguien más. Esto puede llegar a desafiar y a
desmontar la noción socialmente atribuida de la carencia de emociones
en los hombres, pues no sólo lo experimentan hacia alguien más, sino
que también en ellos mismos.
El estrés como emoción ante el reto de la paternidad
La otra emoción de la que dieron cuenta los entrevistados fue el estrés
que, si bien no es una emoción propiamente dicha, sí es experimentada
y descrita por los participantes como una; así mismo, permite entender
algunas de las experiencias descritas por ellos mismos; es por esta razón
que se le da este tratamiento.
Los dos participantes que mencionan el estrés y cómo lo han
vivido, lo asocian a situaciones como cuando se enteraron de que serían
250
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padres. Por ejemplo, en el caso de Caín, que permite ver cómo se presenta
una constelación de emociones ante este hecho: “Pues es una mezcla
entre alegría, estrés, miedo, pero luego la felicidad de ¡está más grande!
no sé, es una mezcla de sentimientos muy rara (Caín, dentista, 34 años).
Otra de las situaciones donde expresan sentir estrés es en lo que
respecta al cuidado de sus hijos, como se puede observar en el siguiente
relato:
Al principio, realmente súper estresado, súper, súper, súper
estresado, te voy a decir por qué, porque aparte de yo trabajar, yo
siempre he tenido la fortuna de trabajar por las mañanas, aparte de yo
trabajar, mi esposa estudiaba por las tardes, me hacía responsable de
la niña, imagínate para un chamaco de 19 años, 20 años [edad en que
fue papá por primera vez], hacerte responsable de una bebé (Camilo,
profesor de educación básica, 30 años).
O como lo menciona Caín, también asociado al cuidado: “Un tanto
estresante de repente, por todas las cuestiones que implica, enfermedades
y todo ese tipo de cosas, con… ellos, desvelos, y demás, pero lo he vivido
gustoso, […] me gusta me agrada la idea” (Caín, dentista, 34 años).
El estrés también se relaciona con el embarazo, como se puede
ver en el siguiente fragmento:
Un proceso más de estrés, yo le comentaba una vez a un amigo,
no me ha podido caer el veinte en estos cuatro meses que soy papá,
no me ha caído el veinte, me la paso estresado, estoy ahí al pendiente
(Caín, dentista, 34 años).
Así también Camilo menciona cómo ha sido la vivencia del segun-
do embarazo con relación al estrés: Ya fue más tranquilo ese embarazo,
ya fue más de disfrutarnos como pareja, de disfrutarnos cuando el niño
se movía dentro de la pancita, ya era menos estrés” (Camilo, profesor de
educación básica, 30 años).
Se puede identificar que los dos padres que mencionan el estrés
como una emoción asociada a ser papá, realizan una apropiación de un
concepto que de manera específica no describe una emoción, sino una
reacción ante estímulos del medio. Esta apropiación nos permite enten-
der de manera más amplia que el repertorio de emociones que pueden
designar con el lenguaje, se ha quedado corto para explicar las sensaciones
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desencadenadas a partir del ser padre, y el concepto que mejor calza para
ellos es el de estrés.
Discusión
A partir de lo anterior se logran identificar elementos particulares y
otros que están presentes en los diferentes grupos etarios del estudio; por
ejemplo, para los hombres mayores de 70 años, las emociones aparecieron
en pocas ocasiones. Esto no quiere decir que no las experimentaran, sino
que no las identifican como un elemento vinculado a su paternidad. Y
siguiendo el planteamiento de Ramírez (2014), quien considera a las
emociones como portadoras de significado, para estos hombres quizá el
significado que éstas llevan implícito no tiene que ver con el ser padre de
manera exclusiva, sino con la pareja o con su propia trayectoria de vida.
Otra de las consideraciones que se plantean ante esta baja aparición
de las emociones como elementos vinculados a su ser padres encuentra
explicación en el planteamiento de Kaufman (1995), donde la búsqueda
del poder presenta como un requisito la capacidad de ser distante. Dicha
distancia podría presentarse en dos sentidos, siendo el primero una dis-
tancia hacia los demás y, el otro, hacia sus propias emociones, generando
un proceso de aislamiento. Resulta interesante observar cómo este proceso
se va presentando con diferencias en los siguientes grupos etarios, pues
tanto la identificación como la expresión de las emociones van teniendo
mayor relevancia en las vidas de los hombres.
Para los hombres mayores de 70 años, las emociones vinculadas a
su paternidad, amor y orgullo están situadas en sus relatos en un momento
histórico muy particular, cuando sus hijos e hijas ya son adultos y han
cumplido con algunas metas que ellos mismos como padres consideraban
importantes, como obtener un título universitario. Esto permite pensar
cómo la identidad de estos padres ha venido construyéndose a lo largo
de sus propias vidas y con relación a sus hijos e hijas. Parece que la con-
sideración que planteaba Kaufman (1995), sobre la distancia, se modifica
con el tiempo en términos de lo emocional; esto podría obedecer también
a cambios sociales que han permitido mayor grado de flexibilidad en
aquellas formas que los hombres ejercen y construyen sus masculinidades.
252
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Para los hombres entre 50 y 55 años, la experimentación de las
emociones ligadas a su paternidad se da de manera concreta cuando se
comienza la construcción de un vínculo con otro, como lo mencionan
García y Sabido (2014). Esto es, cuando se interactúa con un otro corpo-
reizado, que también siente, es decir, que experimenta su entorno a través
de las sensaciones de su propio cuerpo y a partir de las que construirá
sus propias representaciones de la realidad. Resulta interesante leer los
relatos de los participantes, y cómo esta cualidad de sentir va permitiendo
que este vínculo exista a través del cuerpo de la madre, en una primera
instancia, mediante el sentir los movimientos del propio hijo e hija. La
segunda se da cuando tienen a sus hijos en sus brazos, pues pareciera
darse un estado de confirmación de la experiencia corporal; el hecho
de sentirlo o sentirla de manera directa hace que el vínculo se afiance y,
por lo tanto, la paternidad pareciera ahora sí presentarse como real.
Esto resulta como un fenómeno interesante de manera particular,
pues para ellos pareciera que la paternidad les aparece de pronto al entrar
en contacto desde sus propias corporalidades con las de sus hijas e hijos.
La emoción que se presenta en los relatos de los hombres de este grupo
etario vinculada con este momento de encuentro es la felicidad; a partir
de sus relatos se identifica que la expresión de esta emoción no aparece
de manera clara, sino que genera un proceso de introspección de lo que
se necesita ahora para ser padre; es decir, más un diálogo interno que,
desde el planteamiento de Kaufman (1995), sigue sostenido desde la
distancia, pero no con las propias emociones, sino con la expresión de
éstas para otros.
En los mismos relatos se da cuenta del llanto como una potencial
expresión, sin embargo, aparece patente en el fragmento de Benjamín,
donde menciona que lloró al tener a su hija en brazos, mientras que Brau-
lio sólo reporta las ganas de llorar; es decir, el llanto a nivel de posibilidad
de expresión de las emociones al enterarse de que sería padre. Esto nos
lleva a preguntarnos ¿por qué se limita dicha expresión? Siguiendo con el
planteamiento de Ramírez (2014) de pensar las emociones como porta-
doras de significados, es probable que el significado que estos hombres no
querían transmitir a partir del llanto es una feminización de su identidad
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masculina y una posible duda en su capacidad de proteger, vinculada a su
paternidad (Medina, 2020).
La otra emoción que aparece en los relatos de los hombres entre
50 y 55 años es el miedo. Esta emoción tiene una connotación negativa
interpretada a partir de los fragmentos de los entrevistados, pues les
genera incertidumbre e incomodidad ante las situaciones venideras de
ser padres. En los relatos podemos identificar que esta emoción aparece
vinculada con la posibilidad de que el hijo o la hija muera en el emba-
razo, que en el caso de Bruno fue así, y esto le hizo pensar en que él ya
no quería tener hijos. A diferencia de la felicidad que se analizó antes y
que está vinculada con el encuentro, en este caso el miedo parece estar
vinculado con la posibilidad de no encontrarse con sus hijos o hijas, como
lo describe Bruno en uno de sus relatos. Esta experiencia es compartida
por los hombres de la siguiente generación con algunos matices.
Para los hombres entre 30 y 35 años, el miedo se vincula con el
nacimiento de los hijos o hijas que presentan algún problema de salud y
las consecuencias que esto podría traer; sin embargo, algo que también
aparece es esta emoción que se vive como una forma de estar seguros
desde la distancia. Esto muestra que el planteamiento de Kaufman (1995)
sobre el ejercicio de poder como una condición que exige ser y estar dis-
tante como aparece en el relato de Caín. En realidad, lo que se percibe es
el poder como un elemento de control (Ramírez, 2014), y cómo éste es
ejercido por ellos mismos en cuanto a sus emociones, como una forma de
evitar el sufrimiento en caso de que no suceda el nacimiento de sus hijas
o hijos. También hay una condición de miedo por no sentirse habilitado
para ser padre, es decir, no sentirse capaz frente a las condiciones que se
presentarán. Los relatos asociados a estas emociones permiten ver cómo
se da la organización de la familia (Noble, 2014) a partir de la presencia
de dicha emoción. Entonces, las emociones son dispositivos que permi-
ten identificar la configuración de la estructura familiar a partir de su
presencia o ausencia en un momento particular de la trayectoria de cada
familia, en general, y de cada padre, en particular.
Para los hombres entre 30 y 35 años las emociones aumentan en
cantidad y también en calidad. Por ejemplo, la aparición de la alegría y
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la felicidad como emociones asociadas a la paternidad tiene que ver con
lo que Ramírez (2014) plantea en cuanto a que éstas son portadoras de
significados e interpretaciones, determinadas por el contexto que posi-
bilitan su aparición e intensidad. Aquí resulta interesante preguntar ¿qué
significados buscan transmitir? A partir de los relatos de los participantes
se puede identificar que la felicidad o alegría aparecían, y que emociones
como el miedo o el estrés desaparecían o al menos no estaban tan pre-
sentes. Además, la condición de en qué momento aparece la felicidad o
alegría no está centrada en una experiencia única, sino que surge en el
cotidiano de estos hombres cuando entran en relación con sus hijas e hijos.
Esto puede mostrar indicios de un ejercicio de la paternidad diferente
a las generaciones anteriores, pues ahora la cercanía con los hijos en el
discurso y en la identificación de emociones es más palpable.
Para este mismo grupo etario, el amor resulta una emoción que,
como portadora de significados, ayuda a la vinculación con sus hijas e
hijos, pues aparece un estar con ellos, disponible y como sujeto de amor al
mismo tiempo. Esto, aunado a lo que se planteaba con la felicidad, parece
entrar en tensión directa con la idea de Kaufman (1995) sobre el distan-
ciamiento, pues estos hombres muestran en los fragmentos recuperados
una mayor vinculación con sus hijas e hijos, así como una identificación
de las emociones que nivelan con el ser padres.
Ramírez (2014) plantea que una mayor expresividad está social-
mente relacionada con la feminidad, y que esto no entra en los límites
de la masculinidad dominante. Sin embargo, se puede señalar esto como
un proceso de destradicionalización (Núñez, 2013) de la expresión
emocional de estos hombres hacia sus hijos e hijas. Esta ruptura permite
mayor aproximación entre padres, hijas e hijos que en los hombres de
las generaciones anteriores; esto permite considerar que dicha destradi-
cionalización impacta en el terreno de los significados y también en las
prácticas asociadas a la paternidad, y en la forma en que éstos construyen
su identidad masculina.
Ante esto, es necesario señalar que los cambios identificados
en los hombres de esta generación no son un elemento aislado. Esto
puede ser consecuencia del involucramiento mayor de las mujeres en el
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mercado laboral; en particular, de su salida del hogar para ganarse un
salario. Los hombres han tenido que incorporarse en mayor medida a
actividades como el cuidado de los hijos, lo que permite y en algún
sentido empuja a tener una mayor vinculación entre padres, hijos e
hijas. Lo anterior posibilita la aparición de relaciones distintas a las de
otros momentos históricos, como se da cuenta de los hombres de los otros
grupos generacionales en este mismo estudio.
Por último, es imprescindible mencionar que los hombres entre
30 y 35 años también identificaron el estrés como una emoción que, si
bien no lo es como tal, para ellos se vincula como algo que sienten rela-
cionado con su ser padre. Este estrés está relacionado con el cuidado y
con las posibles enfermedades que puedan padecer los hijos o hijas. Esto
va generando un aumento de la tensión en cada uno de ellos. Aunque
también, como en el caso de Camilo, al estar esperando a su segundo hijo,
la condición del estrés disminuyó y dio paso al disfrute del embarazo,
como él lo menciona.
Conclusiones
Las emociones, como dispositivos de transmisión de significados están
histórica y socialmente situadas, esto es, lo que se transmite mediante ellas
está determinado; sin embargo, es necesario comprenderlas en contextos
de cambio y ajuste, así como de resistencias y permanencias. Por ejemplo,
la incorporación de la mujer en el mercado laboral no obedece a una mo-
dificación en los mandatos de la masculinidad y a las emociones que se
permiten o no, sino a las condiciones sociales en las que se instalan dichas
relaciones laborales, como la precarización de las condiciones laborales
para los hombres, así como la economía familiar, en general (de Keijzer,
1998; Rojas, 2012). Estas condiciones permiten comprender cómo las
relaciones de la pareja han tenido un proceso de modernización (Núñez,
2013) y que esto, a su vez, ha generado un cambio en las relaciones con
los hijos e hijas, así como la modificación de las significaciones de estos
hombres en cuanto padres. Es decir, los elementos que los hombres han
tenido que incorporar a sus identidades masculinas se han tenido que
ajustar a los tiempos y a las condiciones sociales, es por ello que podemos
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identificar algunos cambios en la forma en la que los hombres expresan
y sienten sus emociones hacia sus hijas e hijos.
Estos cambios implican a las emociones como portadoras de
significado (Ramírez, 2014) y no como un elemento propio del mundo
de lo femenino. Los relatos mostrados en este trabajo permiten rastrear
de manera clara cómo los hombres han venido haciendo ajustes en sus
formas de expresarlas y cómo sus relaciones con sus hijos e hijas han
cambiado, e incluso cómo las propias relaciones impactan en la forma
en que estos hombres, siendo padres, se han experimentado a sí mismos.
Aquí es necesario hacer un señalamiento sobre la valencia de las
emociones descritas en esta investigación. Ramírez (2014) plantea en su
estudio sobre las emociones que experimentan los hombres en sus relacio-
nes de pareja, que las emociones que identifican sus participantes tienden a
tener una valencia negativa, esto es, hacia el displacer, lo que representa una
diferencia de lo obtenido en la presente investigación, donde los hombres
que participaron aluden a emociones que en su mayoría se identificaron
con el placer, es decir, con una valencia positiva. Esto permite identificar
un cambio en la forma en la que significa la paternidad en las diferentes
generaciones, pues las emociones con que los padres vinculan su propia
identidad se encaminan hacia el placer en tanto padres.
La destradicionalización (Núñez, 2013), en cuanto a la paternidad,
aparece con mayor contundencia en la expresividad emocional de los hom-
bres como padres de familia. Esto se argumenta a partir de los relatos de
los tres grupos etarios, en los cuales aparecen y se consolidan las emociones
como un elemento constitutivo de la paternidad, en particular, y de la
identidad masculina, en general. Es necesario señalar que las emociones
descritas en este estudio no son un elemento que venga de los mandatos
descritos por los participantes, por lo tanto, son un elemento que han
incorporado a su identidad masculina y que se separa completamente de
los mandatos de la propia masculinidad. Esta condición, sin embargo, no
aparece como una posibilidad y un ejercicio para todos por igual.
También resulta necesario reflexionar sobre cómo las emociones
aportadas por los participantes pueden ser una parcialidad de las emocio-
nes que se relacionan con su paternidad; esto es, que a partir de la forma
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en que se reconstruyó la información se mostrará dicha faceta. Resulta
interesante que la mayoría de los participantes reportaron emociones en
una misma dirección, y que esto muestra un ejercicio de la paternidad
distinto al del imaginario social.
Cabe señalar que el estudio de las emociones a través de las gene-
raciones nos permite identificar que en el grupo más joven del presente
artículo se da una mayor vinculación con sus propios hijos e hijas. Esto
no quiere decir que en las generaciones pasadas no se daba, sino que es
necesario comprender a las emociones como un proceso históricamente
situado y que configura espacios de posibilidad como una mayor expresi-
vidad por parte de un cierto grupo de hombres y que eso no implica una
condena social, como sí habría pasado en otros momentos.
La identidad de estos hombres como padres tiene un agregado en
términos de una mayor vinculación con sus hijos e hijas, sin embargo, no
quiere decir que suceda en todos los hombres padres de Colima, sino que
esto puede ser un fenómeno particular de una parte de la población con
las características descritas en el apartado metodológico de este trabajo.
Siguiendo con el planteo de Hall (1996) sobre la identidad como
una sutura, consideramos que una de sus partes corresponde a los signi-
ficados, en este caso de la paternidad, mientras el otro elemento son las
prácticas. Los significados son los elementos de las relaciones sociales
que han sido incorporados mediante el proceso de objetivación (Berger
y Luckmann, 2003) hasta convertirse en elementos que les permiten a
estos hombres identificarse como pertenecientes a un grupo de referencia
y tener un lugar dentro de la estructura social.
Por lo anterior, se puede decir que la paternidad constituye uno
de los pilares fundamentales de la identidad masculina, pues sigue fun-
cionando como un mandato para los hombres aun de las generaciones
más jóvenes, aunque en este proceso de destradicionalización existan
otras expresiones que permitan desligar la identidad del ser padre, que
se tendrá que revisar en otra investigación.
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Eudes Jairo Medina Mendoza
Mexicano. Doctor en ciencias sociales, por la Universidad de Colima.
Profesor por horas en la Facultad de Psicología y Facultad de Trabajo
Social de la Universidad de Colima. Líneas de investigación: masculini-
dades, género, emociones.
Correo electrónico: jairo_medina@ucol.mx; eudesjairo@gmail.com
Iván Ulianov Jiménez Macías
Mexicano. Doctor en socioformación y sociedad del conocimiento por el
Instituto CIFE. Profesor por horas en la Facultad de Psicología y Facul-
tad de Enfermería de la Universidad de Colima. Líneas de investigación:
habilidades socioemocionales, salud mental, gestión del conocimiento,
formación docente y educación.
Correo electrónico: ulianov@ucol.mx
Sara Lidia Pérez Ruvalcaba
Mexicana. Maestra en psicología de la salud por la Universidad Nacional
Autónoma de México. Profesora de tiempo completo en la Facultad de
Psicología de la Universidad de Colima. Líneas de investigación: estrés,
violencia y salud.
Correo electrónico: sallypr@ucol.mx
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
Volumen 2 / Número 3 / marzo-agosto de 2024
Wendy López en Plaza Regina, Xalapa. Fotografía de Gina Collins y Luis Calavera López