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Reseñas
Habitaciones furtivas de Silvia Quezada
Gloria Vergara
ORCID: 0000-0003-1959-7305
Universidad de Colima, México
C
uando José Luis Negrete me propuso la presentación de un libro de
Silvia Quezada en Colima, pensé de inmediato que se trataba de un
texto de crítica literaria, pues relacionaba su nombre con investigaciones
sobre mujeres poetas o estudios de género. Pero esta vez la autora nos
entregaba una novela. Fue una grata sorpresa encontrarme a Silvia como
creadora, en esta fusión de roles que deja ver su narrativa, al referenciar
claramente el papel de lectora y crítica en la figura de Marcela, quien
llegó a un vecindario huyendo del marido para defender su libertad de
estudiar letras.
Conformada de nueve partes y el epílogo, Habitaciones furtivas nos
involucra en la trágica historia de Érika Mondragón, que corresponde a la
de Rebeca Uribe Mondragón, nacida en Jalisco en 1912, y presuntamente
asesinada en un cuarto de hotel de la Ciudad de México, a manos de otra
mujer, en 1949. Tomada por un crimen pasional, la muerte de la escritora y
actriz, quien además se desempeñaba como secretaria particular de María
Félix, se convirtió en un escándalo para el mundo de la farándula y los
medios de comunicación de aquel tiempo. Su obra quedó sepultada bajo
la ignominia, y su vida “se mantuvo oculta por 70 años en los archivos
literarios y policíacos en México” (p. 8). La novela de Quezada refuerza
los hechos que ha investigado y referido en diversos trabajos académicos.
De esta forma, con su fase creativa, la autora complementa el rescate de
la vida y obra de la poeta Rebeca Uribe.
Habitaciones furtivas inicia sembrando la duda sobre el ¿suicidio?,
¿asesinato? de Érika. En una estructura de cajas chinas y ritmo detecti-
GénEroos
Volumen 1/número 2/septiembre 2023 - febrero 2024/ pp. 337-340
eISSN 2992-7862
DOI: RevGenEr.2023.2.16
CC BY-NC-SA 4.0
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vesco, la historia reconstruye la cronología de las noticias desde el 8 de
agosto de 1949, en que Érika salió de su casa, hasta el 14, cuando muere y
le avisan a la Fénix. Ésta da una conferencia de prensa sobre su empleada;
sin embargo, no esclarece nada acerca del crimen. Después, la cartografía
narrativa diseña pistas sobre el móvil del asesinato, nos desplaza hasta
El Navío, bar en el que Érika estuvo la última noche, antes de llegar al
motel, con Mimí García.
Samuel y Jaime, amigos cercanos de la poeta, aparecen en el esce-
nario como personajes fundamentales en la reconstrucción de la historia.
A través de los apuntes y recuerdos de Samuel se sugiere un posible
suicidio por sobredosis, que luego descartamos en el juego narrativo.
Jaime es quien recibe el informe médico, quien nos muestra fragmentos
del diario de Érika en donde se habla del deseo, la soledad, su amor por
Úrsula Fariano. Nos comparte el sentido erótico del diario ¿ficticio?,
¿real?, ¿construido por Quezada? Los tiempos y verdades de la ficción
opalescen en las referencias a la realidad. Se abre la necesidad de revisar
el contexto lleno de crímenes de odio, al que ya Monsiváis aludía en sus
ensayos sobre diversidad sexual y cultura mexicana del siglo XX. Así, el
aparente suicidio empieza a tomar otros tintes cuando nos enteramos de
que Jaime proporciona información secreta a Samuel. Con esto surge la
idea de un feminicidio y se desvela, por parte de los medios de comuni-
cación, la construcción de una historia que denigra a la poeta, como lo
muestra la nota del diario Cultura.
Quezada introduce en su novela estrategias propias de la entrevista,
del diario, notas de prensa, la biografía novelada, la historia ficcionalizada,
etcétera. Ensambla voces de todo tipo y en todas direcciones: los editores,
la madre, la jefa Fénix, las vecinas, los parientes, compañeros de trabajo,
las amigas. Anota opiniones encontradas de quienes apreciaban a Érika,
otros que la valoraban como poeta, pero también da voz a los temerosos
del qué dirán, a quienes se mantuvieron al margen de la tragedia y el
escándalo:
Era demasiado liberal/ Murió desangrada/ Yo sólo pido justi-
cia/ no tomaba drogas/ era bien cumplida/ No la conozco/ A veces no
traía ni para un café/ Investigar por el morbo/ Mi querida Érika, me
llegó a pagar el cuarto de hotel/ Murió solita en el Hospital Juárez/
Nadie supo que era la poeta/ Era editorialista muy atrevida/ Que se
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había suicidado/ Necesito decir que vale la pena leerla. Quiero ver su
“Poema en intervalos” en las antologías... (p. 81-85).
La segunda parte de Habitaciones furtivas da cuenta de la investi-
gación de Marcela: los documentos que tiene, los libros, la información
recuperada, las fotos de Érika con personajes del mundo artístico. Describe
los espacios de su búsqueda, la revisión de la prensa, la historia contextual
de Uribe. Así, recorremos, con Marcela, hemerotecas, bibliotecas, museos,
iglesias, oficinas gubernamentales, para descubrir las habitaciones furtivas
de Érika Mondragón.
En la novela los espacios se resimbolizan, al igual que el cuerpo de
quien investiga, ataviada con guantes y cubrebocas, cuando la narradora
enumera lo que va encontrando.
Habla de su tesis, de los poemas de Mondragón: “El mejor de los
trabajos, para mí, se llama «Poema en intervalos», seguido por el «Romance
a la madre» y «El sentido de morir»” (p. 112). La voz narrativa refuerza el
valor de las fuentes orales al hablarnos de la visita que hace a don Adán
Vizcarra. Marcela revisa los documentos obtenidos y deja ver el sentido
de corrección que implica el proceso investigativo, así como el juego que
se da entre la ficción y la realidad.
Cierra la novela con la aparición de Margarita, quien, al igual
que Samuel y Jaime, aporta información a la historia. Marcela confiesa
su pasión al leer a Érika Mondragón y su amiga Margarita le entrega
la foto del periódico que anuncia la muerte de la escritora. Marcela se
entera de que la camarera encontró a Érika desangrándose en el baño y
que la obligaron a mentir en su declaración. Entonces entendemos que la
historia se tergiversa para salvar un nombre del mundo artístico, ¿María
Fénix?, sembrando el escándalo en la vida sexual de Érika. Esta parte
abre nuevas líneas de investigación. Marcela visita el edificio donde vivió
Érika, su tumba y se pregunta: “¿Enterrarían a Érika con aquel vestido
que había mandado a la tintorería? ¿Asistió al funeral la mujer que la
abandonó a su suerte en el hotel de paso?” (p. 138).
El epílogo contiene tachaduras, como si se tratara de un ejercicio
transitorio; tachaduras que son ¿censuras?, ¿correcciones?, ¿borrosidades?
Aquí nos enteramos de que Samuel “cerró su duelo dibujando el rostro de
Érika Mondragón (p. 139), que Úrsula no volvió a hablar de la poeta, y
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que Marcela “supo que en un país como el suyo, Érika Mondragón seguiría
siendo tabú por mucho tiempo (p. 141). Con este último punto, Que-
zada pone sobre la mesa la urgencia de una crítica literaria que visibilice
la calidad del trabajo poético de Rebeca Uribe Mondragón, haciendo a
un lado el estigma de su muerte trágica y sus preferencias sexuales; una
crítica que la coloque en el lugar que le corresponde en la historia de la
literatura mexicana.
Quien se adentre en el mundo de Habitaciones furtivas, será testigo
del crisol fragmentario habitado por las dos mujeres que buscan liberarse.
La que huye del marido prolonga su travesía cuando decide rescatar la
imagen de la poeta que surge en su camino de manera fortuita. Así, el
ejercicio de palimpsestos que asobrona historias, fragmentos, destinos,
personajes, se convierte en una aventura para quien investiga, quien narra
y quien lee en la novela. Por esto podemos ver que tanto la escritura, como
la investigación y la lectura son actos ¿detectivescos?, que implican viajes
y obstáculos para llegar a buen puerto con la imaginación.
Referencias
Quezada, Silvia (2022). Habitaciones furtivas. Guadalajara: Consejo Estatal para la Cul-
tura y las Artes de Jalisco, 151 pp. ISBN: 978-84-19046-38-3.