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Año 1 / Número 2 / Septiembre 2023 - febrero de 2024
“¿Por qué me pesa tanto ser hombre?”: La
construcción social de la masculinidad de
varones universitarios de psicología
“Why does Being a Man Weigh so Much on Me?”: The Social
Construction of Masculinity of Male Psychology Students
Luis Miguel Rodríguez Huerta
ORCID: 0009-0005-7354-1566
Ana Lis Heredia Espinosa
ORCID: 0000-0002-3998-3003
Universidad Veracruzana, México
Recepción: 3/11/22
Aprobación: 23/05/23
Resumen
El objetivo de este trabajo es analizar y
describir los procesos de socialización y los
discursos a través de los cuales los varones
universitarios construyen y reconstruyen su
masculinidad. El análisis se centró en varo-
nes de entre 18 y 27 años, heterosexuales,
que estudian en la Facultad de Psicología
de la Universidad Veracruzana, en la región
Veracruz, durante 2021. La metodología
del estudio se sustenta en un enfoque
cualitativo. Para la recolección de datos se
realizaron dos grupos de discusión en los
que participaron nueve estudiantes varo-
nes de las generaciones 2018 y 2021. Se
elaboró una guía temática con preguntas
clave con el fin de facilitar la producción
Abstract
The objective of this work is to analyze the
socialization processes and the discourses
through which university men build and
rebuild their masculinity. The analysis
focused on heterosexual men between
the ages of 18 and 27, who studied during
2021 at the Faculty of Psychology at the
Universidad Veracruzana, in the Veracruz
region. The methodology is based on a
qualitative approach. For data collection,
two discussion groups were held in which
nine male students from the 2018 and
2021 generations participated. A thematic
guide with key questions was prepared to
facilitate the discursive production of the
participants. Among the research results
GénEroos
Volumen 1/número 2/septiembre 2023 - febrero 2024/ pp. 230-262
eISSN 2992-7862
DOI: RevGenEr.2023.2.10
CC BY-NC-SA 4.0
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“¿Por qué me pesa tanto ser hombre?”: La construcción social de la masculinidad...
Rodríguez Huerta, L.M.; Heredia Espinosa, A.L. | Pp. 230-262
Introducción
Masculinidad: objeto de estudio
L
a masculinidad es una categoría de estudio que ha sido abordada
desde la óptica de una gran diversidad de disciplinas científicas,
poniendo especial énfasis en las formulaciones teóricas sobre sus ma-
nifestaciones en la cultura y sociedad occidentales, al igual que en las
experiencias y discursos de quienes son sus principales portadores: los
individuos socializados como hombres.
Desde que Money (1955) y Stoller (1968) dieran las primeras
conceptualizaciones sobre género, a mediados de los años 1950 y finales
de los 1960, el interés de personas académicas y de investigación en el
estudio de esta temática ha ido en aumento a lo largo de los años. En el
caso de la masculinidad y el trabajo con hombres, Amuchástegui (2001)
considera algunos factores que pudieron haber causado este interés: a) la
influencia que tuvo el movimiento feminista estadounidense en la década
de los setenta y ochenta en algunos hombres de la academia, hecho que
los llevó a considerar su participación en la desigualdad de género; b) el
nacimiento del movimiento homosexual, que puso en boga la crítica a la
discursiva de los participantes. Dentro
de los resultados de la investigación se
encuentran: el papel fundamental que
tienen la institución familiar y el grupo
de pares como agentes socializadores en
el proceso de construcción de identidades
masculinas; además, se presentan dobles
discursos que muestran la vigencia del
modelo hegemónico de masculinidad,
pero que a su vez lo critican y cuestionan,
al igual que la constatación de la capacidad
de la masculinidad hegemónica para repro-
ducirse y perpetuarse a sí misma.
Palabras clave
Género, construcción, masculinidad, he-
gemonía, varones universitarios.
are the fundamental role of the family ins-
titution and the peer group as socializing
agents in the process of building masculine
identities. In addition, double discourses
are presented that show the validity of
the hegemonic model of masculinity, but
which in turn criticize and question it, as
well as the verification of the capacity of
hegemonic masculinity to reproduce and
perpetuate itself.
Keywords
Gender, construction, masculinity, hege-
mony, university males.
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homofobia; c) la inserción de las mujeres al mercado laboral en países de
tercer mundo y el consecuente cuestionamiento del rol de proveedor como
exclusivo de los hombres; d) los acuerdos internacionales de las conferen-
cias de El Cairo y Pekín, donde se apuesta por una mayor participación
de los hombres en la salud reproductiva; e) la inyección económica que
se realizó para el cumplimiento de tales acuerdos.
Por su parte, López y Güida (2001) mencionan otras posibles
razones para este creciente interés: a) las escasas aproximaciones teóricas
sobre el comportamiento de los hombres; b) la ineficacia de los programas
de control reproductivo dirigidos a varones; c) el fracaso en la incorpora-
ción de pautas de prevención del Virus de Inmunodeficiencia Humana
(VIH); d) la cada vez mayor exposición de los derechos de la mujer; e)
la renuencia de los varones a cuestionar los ideales masculinos.
Los hombres y la masculinidad no fueron considerados para su es-
tudio en las ciencias sociales sino hasta la década de 1970, con los llamados
mens studies, impulsados por el movimiento feminista de los años 1960. El
análisis de la masculinidad, como un objeto de estudio sin delimitaciones
claras, nos pide tomar en consideración los datos y producciones teóricas
de diferentes disciplinas, examinarlas críticamente, aceptar las posibles
contradicciones, permitirnos cuestionar tanto a la información como a las
instituciones que la producen y aceptar la característica multidimensional
de la masculinidad (Minello, 2002).
Para Connell (2003), la masculinidad y la feminidad son nociones
intrínsecamente conectadas, las cuales adquieren sus significados a partir
de la relación existente entre ellas. La característica relacional de ambos
conceptos se presenta siempre sin importar los contenidos de las posibles
delimitaciones en diferentes sociedades, culturas y momentos históricos;
por ende, la masculinidad es un objeto de conocimiento siempre en re-
lación con algo.
Entenderla dentro de la perspectiva que analiza la relación
varón-varón, varón-mujer y mujer-mujer —es decir, en términos de
género—, es una posición que tiene relativamente poco tiempo de
existencia —una, quizá dos décadas—. Adoptarla significa abandonar
la ¿ingenua? trampa del poder que considera posible explicar a los
varones en sí mismos; es en la intersección de los géneros donde se
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define la masculinidad; es decir, en la relación y el conflicto (Minello,
2002, p. 716).
Núñez (2016) ha propuesto llamar a este campo estudios de
género de los hombres y las masculinidades” bajo la premisa de que el
objeto de investigación no son los hombres o las masculinidades como
entidades en sí mismas, sino las dinámicas socioculturales y de poder
que adscriben a los seres humanos biológicamente machos en el género
hombre y masculino, y perpetúan su reproducción a través de sus cuerpos
y subjetividades.
Lo que nos interesa es, pues, conocer los procesos de signifi-
cación que instituyen lo masculino, la masculinidad y la hombría en
los diversos ámbitos de la vida de los sujetos y de la sociedad, con la
consecuencia de configurar identidades, subjetividades, prácticas, re-
laciones sociales diversas, incluyendo relaciones de poder y resistencia
entre las personas y en el cuerpo social todo (Núñez, 2016, p. 27).
La significación de un fenómeno es siempre producto de un diálo-
go, por ello, los significados de ser hombre pueden ser analizados mediante
los productos discursivos de quienes son socialmente considerados como
tal, y que nos remiten siempre a discursos sobre género. En este sentido, el
resultado de dicho análisis nos llevaría a entender la masculinidad como
un proceso social más que como un conjunto de características propias
de una entidad aislada (Amuchástegui, 2001).
Aspectos teóricos sobre género y masculinidad
Como se ha planteado en el anterior apartado, el análisis de la mascu-
linidad implica considerarla por su posición dentro de las relaciones de
género, por lo cual, adentrarnos en los planteamientos teóricos que tratan
de describirla conlleva de manera implícita el rescatar los apuntes que se
han hecho alrededor de la categoría género en las diferentes disciplinas
científicas que la abordan.
Se suele aceptar que las formaciones sociales a lo largo de la historia
han concebido prescripciones sobre comportamientos, actitudes y discur-
sos propios para hombres y mujeres, al igual que proscripciones acerca de
sus prácticas y roles en la sociedad, sostenidas en última instancia sobre
la base de la diferencia sexual anatómica (Burin y Meler, 2009).
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Para Lamas (2013), la diferencia sexual es la base sobre la que se
fundamentan, primordialmente, las diferencias en los papeles sociales
entre hombres y mujeres, diferencias enmarcadas más como hechos so-
ciales que como desprendidas de la biología.
A propósito de esto, Raewyn Connell menciona lo siguiente:
El género es una de las formas en las que se ordena la práctica
social. En los procesos de género, la conducta cotidiana se organiza en
relación con un ámbito reproductivo, definido por las estructuras cor-
porales y los procesos de reproducción humana (Connell, 2003, p. 109).
De esta forma, podemos entender el género como el conjunto de
concepciones sobre la diferencia sexual que imputa cualidades femeninas
y masculinas a cada sexo, lo que se manifiesta a través de una serie de
prácticas, ideas, discursos y representaciones sociales que dan atribuciones
a las personas en función de su sexo. Es así como la sociedad construye
aquellas cuestiones que dictaminan lo que es apropiado, tanto para hom-
bres como para mujeres (Lamas, 2002). Dichas atribuciones se traducen
en la instauración y reproducción de prescripciones de comportamiento,
social y culturalmente aceptadas para hombres y mujeres, en un proceso
mediado por la profunda interacción de una amplia gama de instituciones
económicas, sociales, políticas y religiosas (Conway, Bourque y Scott,
2013).
En este sentido, el género es un término que permite vislumbrar
la esencia socialmente construida de concepciones sobre los roles idóneos
para cada sexo; es decir, una forma de referirse a la génesis social de sus
identidades subjetivas (Scott, 2013).
Siguiendo estas nociones, De Keijzer (2003) define la masculini-
dad como un conjunto de atributos, valores, funciones y conductas que
se asumen como propias e intrínsecas a los varones dentro de una cultura
determinada, características que a su vez coadyuvan en el posicionamiento
dominante de la masculinidad dentro de las relaciones de género en el
mundo occidental.
La mayor valoración de ciertas características asociadas a la mas-
culinidad refiere que ésta es parte de un ideal cultural, es decir, de una
convención social sobre las posiciones que ocupan hombres y mujeres den-
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tro de las relaciones de género, que ha producido y continúa reproduciendo
una gran diversidad de influencias sobre los cuerpos, las subjetividades,
las prácticas, las relaciones, etcétera; esto significa que la masculinidad
participa en una realidad social en la que hay unas determinadas concep-
ciones de género dominantes que construyen relaciones de diferenciación
normalizadas (Núñez, 2016). La masculinidad es, precisamente, un lugar
dentro de estas relaciones de género, lugar donde se suscitan las prácticas
mediante las cuales, tanto hombres como mujeres, se adjudican un espacio
en el orden de género, y cuyos efectos se manifiestan en la experiencia
subjetiva de sus cuerpos y personalidades. A su vez, la masculinidad es
una construcción histórica que está sujeta a las turbulencias sociales del
momento histórico en que se le ubique, cambiando según el contexto y las
condiciones individuales de quienes la portan, tales como la clase social,
el origen étnico, la nacionalidad, etcétera (Connell, 1997).
En relación con el hombre, Vendrell (2020) plantea que referirse
al macho de la especie humana no es lo mismo que referirse al hombre,
ya que esto último es un título, una categoría que es alcanzada a través
del reconocimiento social obtenido a través de diversas demostraciones
de aptitudes y superación de pruebas, es decir, hombre hace referencia
a un honorífico que sólo es otorgado a una cierta parte de los machos,
dependiendo de la rigidez o flexibilidad de los requisitos impuestos por
la cultura en cuestión.
Carrigan, Connell y Lee (1985) introducen por primera vez, de
manera sistematizada, el concepto de “masculinidad hegemónica”, con
el cual buscaban adoptar una postura distinta a la de las teorías del rol
sexual masculino y entenderlo dentro del contexto de las relaciones de
género. De esta forma, y con la noción de que las relaciones de género a
su vez implican relaciones de poder, se puede definir a la masculinidad
hegemónica como:
La configuración de la práctica de género que incorpora
la respuesta aceptada, en un momento específico, al problema de la
legitimidad del patriarcado, lo que garantiza (o se considera que ga-
rantiza) la posición dominante de los hombres y la subordinación de
las mujeres (Connell, 2003, p. 117).
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La masculinidad hegemónica trata de una composición siste-
matizada de prácticas sociales preponderantes para los varones en las
sociedades patriarcales, que persiste más allá de las variaciones posibles
en las diferentes culturas, por lo que es también una construcción socio-
histórica, resultado de los procesos de organización social que determinan
la dinámica de las relaciones entre mujeres y hombres a partir de la nor-
malización de determinados discursos sociales sobre género, concebidos
para la legitimación de la jerarquía masculina y el ejercicio desigual del
poder (Bonino, 2002).
Connell (2003) estableció el concepto de masculinidad hegemóni-
ca describiendo su interacción con otros patrones de masculinidad dentro
de una misma dinámica en la cultura occidental: a) la subordinación, que
trata las relaciones de opresión ejercidas entre hombres por no portar
características propias de la hegemonía —como la heterosexualidad—; b)
la complicidad, que involucra a quienes no portan el modelo hegemónico
de manera pública y vehemente, pero que igualmente se ven beneficiados
de los privilegios que éste otorga; y c) la marginación, que describe las
relaciones entre la masculinidad hegemónica y los hombres socialmente
vulnerables debido a la interacción con otras estructuras, como la clase
y la etnia.
En una posterior revisión detallada del concepto, Connell y Mes-
serschmidt apuntan lo siguiente:
Sugerimos, por lo tanto, que nuestra comprensión de la mas-
culinidad hegemónica necesita incorporar una visión más holística de
la jerarquía de género, reconociendo la agencia de los grupos subor-
dinados tanto como el poder de los grupos dominantes y el mutuo
condicionamiento de las dinámicas de género y otras dinámicas sociales
(Connell y Messerschmidt, 2005, p. 848).
Schongut (2012) destaca dos posibles acepciones de la masculini-
dad hegemónica: la primera es pensarla como un reservorio imaginario y
descriptivo, en el cual un modelo de masculinidad quedará ubicado en la
cima de la pirámide, jerarquizando así sus diversas formas de expresión;
la segunda posición es entenderla como una estrategia de dominación, la
cual será efectiva siempre que sea invisible, se vea como práctica cotidiana
y sea asumida por los individuos como un hecho.
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La construcción social de la masculinidad
El modelo hegemónico puede absorber de las formas alternativas de
masculinidad algunos rasgos que le permitan transformarse, consolidando
así un nuevo modelo cada vez más flexible, pero sustancialmente domi-
nante, lo que implicaría que las masculinidades alternativas contribuyen
indirectamente a la reafirmación de una masculinidad hegemónica, que
es capaz de reciclarse. Es así que los patrones de masculinidad pueden
modificarse dentro de una misma cultura para cada individuo en parti-
cular, pero tales modificaciones no implican necesariamente un cambio
en las relaciones de género; cada vez hay más expresiones aceptadas de
la masculinidad, pero las mujeres siguen siendo vistas como el trofeo
(López y Güida, 2001).
En este sentido, De Keijzer (2003) considera que en todos los
países existe una forma hegemónica de socializar a los hombres, la cual
está construida histórica y culturalmente, y que sirve de referente, incluso,
para las formas de socialización alternativas; socialización que presenta
ventajas claras para el varón (como lo es una mayor independencia), así
como conductas violentas y temerarias en diferentes aspectos como la
conducción de vehículos, el consumo de sustancias, las relaciones fami-
liares y la sexualidad.
Más que ser masculino, el hombre debe demostrar que lo parece,
lo que lo lleva a una disyuntiva entre ser demasiado hombre o no serlo lo
suficiente, con el temor de mostrar su fragilidad ante los demás y, por ende,
no ser considerado lo bastante hombre (Fonseca, 2006). Por consiguiente,
para hacer valer su identidad masculina, el varón deberá convencerse a sí
mismo y a todos los demás de tres cosas: que no es una mujer, que no es
un bebé y que no es homosexual (Badinter, 1993).
Al respecto, David y Brannon (1976, citado en Badinter, 1993)
enuncian algunos imperativos de la masculinidad en forma de frases
populares: a) no sissy stuff —nada afeminado—, lo que implica que, para
ser un hombre de verdad, se deberá estar limpio de todo comporta-
miento considerado femenino; b) the big wheel —alguien importante—,
entendiendo que la masculinidad se mide por el éxito y poder que se ha
cosechado, así como la admiración que se logre despertar en los demás;
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c) the sturdy oak —ser un roble sólido—, que deja clara la necesidad de
ser independiente e impasible, sin mostrar cariño o cualquier emoción;
y e) Give’em to hell —mándalos al infierno—, que trata de la obligación
de siempre demostrar que se es más fuerte que los demás, incluso si eso
implica utilizar la violencia, mostrando audacia y la disposición de correr
riesgos.
A su vez, Bonino (2002) establece las creencias matrices propias
de la masculinidad hegemónica, las cuales plantea como afirmaciones no
racionales y arbitrarias basadas en la producción sociohistórica de valores
deseables para los hombres, permeadas en el imaginario social como ver-
dades evidentes. Estas creencias son: a) la autosuficiencia prestigiosa, que
adjudica al hombre la cualidad de ser autosuficiente, prestigioso, eficaz, así
como del dominio de sí mismo y de los demás; b) la belicosidad heroica,
la cual afirma que ser hombre implica ser un luchador valeroso, por lo que
debe alcanzar hazañas y proezas para ser reconocido; c) el respeto al valor
de la jerarquía, que afirma que los hombres deben adquirir una posición
prestigiosa dentro de una jerarquía masculina; d) superioridad sobre las
mujeres y los varones menos masculinos, que trata el ser una autoridad
para las mujeres y no parecerse a ellas, al igual que con los hombres que
no son tan masculinos.
Por su parte, Otegui (1999) señala que la identidad del hombre
se configura alrededor de su genitalidad y la metaforización social de
ésta como referente de la masculinidad. De tal manera que la genitalidad
masculina se conforma como símbolo y esencia de la masculinidad.
Las pruebas y angustias con las que se debaten nuestros ado-
lescentes masculinos; en las que se comparan la longitud y potencia
del pene, la referencia casi perpetua a la existencia o inexistencia de
pene como elemento de diferenciación entre los géneros: son algunos
ejemplos que permiten afirmar que […] la identidad del complejo
social sexo-género pasa por la asunción e interiorización de las dife-
rencias genitales (Otegui, 1999, p. 154).
Por otra parte, Sinay (2006) agrega que, en el paradigma que él
nombra la masculinidad tóxica”, se pueden encontrar una serie de ver-
bos que son validadores de ser hombre de verdad”, tales como: ganar,
tener agallas, éxito, poder, potencia; producir, poseer, proveer, conquistar,
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someter, imponer, penetrar, decidir, demostrar, entre otros. Así también,
menciona algunas frases que definen a esta masculinidad, como “matar
o morir”,poner huevos” o ponerles el pecho a las balas”, que, junto con
las palabras anteriores, configuran un tipo de lenguaje, pensamiento y
actitud que expresan los valores deseados en un hombre en la sociedad
occidental.
Metodología
Se llevó a cabo un estudio cualitativo, de enfoque fenomenológico, con
el objetivo de analizar y describir los procesos de socialización y los
discursos a través de los cuales los varones universitarios construyen y
reconstruyen su masculinidad. La investigación cualitativa implica la
adopción de un enfoque interpretativo, en el cual se busca estudiar los
fenómenos en sus ambientes naturales, con el fin de analizar y describir
los significados que los individuos les dan en su vida rutinaria (Denzin
y Lincoln, 2012), por ende, los datos obtenidos cobraron relevancia en
la medida en que lograron evidenciar los significados que los varones
participantes otorgaron a sus experiencias.
La investigación se realizó en la Facultad de Psicología de la Uni-
versidad Veracruzana (UV), ubicada en la región del propio estado de
Veracruz. Para la recolección de datos se utilizó la técnica de los grupos
de discusión, en los cuales se busca analizar los discursos producidos
por un grupo de personas, quienes durante su interacción se apropian
de diversos sentidos sociales y generan significados relacionados a éstos
(Pérez y Víquez, 2010). Al ser una técnica de aplicación grupal, ésta
permitió la generación de discursos plurales alrededor de la experiencia
colectiva del fenómeno.
Los participantes fueron estudiantes varones de la licenciatura
en psicología de la UV. Los criterios de inclusión fueron ser estudiante
activo al momento de la investigación, haberse matriculado en los años
2018 o 2021 y firmar el consentimiento informado; el criterio de exclu-
sión fue negarse a firmar la carta de consentimiento. Participaron nueve
estudiantes varones cuyas edades se encontraban entre los 18 y 27 años.
Se dividieron en dos grupos de discusión: el Grupo S18, conformado por
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cuatro estudiantes matriculados en el año 2018; y el Grupo S21, confor-
mado por cinco estudiantes matriculados en 2021. A todos se les hizo de
su conocimiento las actividades que se llevarían a cabo, cuál era el pro-
pósito de éstas y el trato de confidencialidad y anonimato que se le daría
a la información recolectada, así como el derecho que tenían de retirarse
del estudio si así lo deseaban, sin que hubiese consecuencias para ellos.
Los sujetos de estudio se presentaron de manera voluntaria con la
carta de consentimiento firmada en un aula de la Facultad de Psicología.
Para resguardar sus identidades se omitieron sus nombres reales y en su
lugar se les asignaron seudónimos. Para facilitar la fluidez de las conver-
saciones y rescatar los discursos tanto individuales como colectivos que
se pudieran generar; asimismo, se elaboró una guía temática que incluía
los siguientes puntos:
1. ¿Qué signicado tiene ser hombre?
2. ¿Qué hace a alguien un hombre de verdad?
3. ¿Qué vuelve a un varón más hombre que otros?
4. ¿Qué conductas y actitudes se esperan de los hombres?
Las discusiones grupales fueron grabadas en audio para ser trans-
critas en su totalidad y, posteriormente, ser analizadas cualitativamente
bajo el método de condensación del significado de Kvale (2008), el cual
consiste en las siguientes fases: 1) una primera lectura de la información
que fue transcrita para relacionarse con ella; 2) la determinación de
unidades de significado a partir del discurso tal y como lo expresaron
literalmente los participantes; y 3) la formulación de los temas, conceptos
e interpretaciones centrales de las unidades de significado anteriores en
expresiones más breves, de manera que puedan agruparse en catego-
rías de estudio. Al analizar las discusiones grupales, emergieron cuatro
categorías: grupo de pares, influencia familiar, masculinidad hegemónica y
costos de la masculinidad y nuevos discursos, mismas que se desarrollan en
el siguiente apartado.
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Resultados
Grupo de pares
Los grupos de pares no se limitan exclusivamente a aquellos coetáneos
con quienes se convive e interactúa cotidianamente, sino que incluye al
grupo con el que se llega a sentir identificado, aquél que influye en la
persona, ya sea a través del ejemplo que le dan de determinados com-
portamientos, del vínculo interpersonal que han generado o de lo que
perciben que estas figuras significativas esperan o desean que hagan. El
grupo de pares funge un papel fundamental en la configuración de pre-
ferencias, intereses y conductas ligadas a uno u otro sexo (Vargas, 2013).
En el caso de los varones, la presión entre pares por demostrar que son
verdaderos hombres va en aumento, incitándolos a manifestar las con-
ductas propias de lo masculino de manera brutal y desenfadada, ya sea a
través de la agresión y la violencia (principalmente dirigida hacia otros
varones), los encuentros sexuales con mujeres, el entrenamiento del cuerpo
para resistir el dolor, aguantar las incesantes jornadas de trabajo, entre
otras (Olavarría, 2003). Los varones participantes compartieron algunas
de sus experiencias con los grupos de pares, especialmente relacionadas
con el trabajo y la escuela.
Cuando trabajé sacando azúcar […] era el menor de todos,
tenía 19 años y cargando acá y todo […] pero pues escuché un co-
mentario que me gustó que decía “aquí es donde se diferencian los
hombres de los niños”, dijo uno de los compañeros ya bien excitado,
ya bien loco, aquí se diferencian los hombres de los niños, aquí no
está mamá y la chingada, y no sé, como que me infundió ese… me
contagió de esa adrenalina (Pedro, grupo S21).
Cuando yo iba en la secundaria […] lo que hacían algunos
vatos era mover las sillas y hacer un círculo, y entre todos se empezaban
a agarrar a vergazos, y se ponían a pelear […] me decían “wey métete”
y yo decía no wey, no quiero”, me decían “¿qué? ¿eres puto?” que no sé
qué, y te iba peor si no te metías con ellos porque te madreaban entre
todos, o te metías a madrearte uno contra uno o te madreaban entre
todos (Carlos, grupo S21).
Yo veía que mis compañeritos en secundaria o en prepa […]
mis amigos hombres salían de fiesta, pues estaban con muchas mujeres,
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casi cada que salían estaban con una muchacha diferente, en la escuela
hablaban con otras, cosas de ese tipo, no sé a lo mejor hasta perder la
virginidad a cierta edad era como de ah, esos weyes son hombres” y yo
siempre me preguntaba “¿seré un hombre? ¿por qué yo no he vivido
todo eso? ¿por qué yo no hago todo eso?” (Julio, grupo S18).
Pero no sólo se trata de los amigos hombres, ya que las mujeres
también juegan un papel importante en la influencia que ofrece el grupo
de pares, aunque de manera diferenciada a los anteriores. Los varones
deben de pasar por un proceso en el que son escrutados desde niños, al
final del cual “se habrán hecho hombres”. Para tal motivo, resulta muy
significativo el ser reconocido como un hombre, ya no sólo por los de-
más varones, sino también por las mujeres (Olavarría, 2005). A su vez,
las relaciones de amistad que se forman con las mujeres cobran una
especial relevancia en la definición de su masculinidad, encarnando un
papel de guía o consejera en sus vidas afectivas, posición desde la cual
actúan como reguladoras de su comportamiento como hombres, a la
par que configuran un refugio para permitir al varón ser más vulnerable
(Guevara, 2006). Estas cuestiones quedan plasmadas en los discursos
de algunos de los participantes al referirse a las mujeres en relación a su
sentir como hombres.
Mis compañeras igual siempre decían “Carlos sí es un hombre
de verdad, es un hombre hecho y derecho […] y eso sí te sube el ego
la verdad, sí se te sube que en un trabajo donde hay cinco hombres
nada más y de ahí en fuera, de los veintitantos que somos, son puras
mujeres y todo el mundo te dice: “No, es que tú sí eres un hombre de
verdad” y que la chingada, pues eso sí, quieras o no, sí te sube el ego,
y yo decía “no pues es que, de todos yo soy el más hombre de aquí”
(Carlos, grupo S21).
Una amistad, que es la más importante para mí […] es el
tipo de amor de mi vida pero que llegó en forma de una amiga… nos
apoyamos de todo, nos contamos todo y siento que es alguien con la
que espero llegar a viejo y seguir hablando con ella y que si tenemos
hijos que nuestros hijos se conozcan (Elías, grupo S21).
La verdad, por desgracia la neta […] en mi círculo social de
amigas estoy muy limitado […] o sea, tengo una amiga que de verdad…
es muy importante para mí, o sea el estar con ella es como que puedo
soltarme, puedo desahogarme, puedo decir cosas y sí, sabiendo que
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me va a pegar una regañadita o algo, pero pues al final, después tal vez
nos terminemos riendo o algo (David, grupo S21).
Otros de los varones participantes compartieron significados
alrededor de estas experiencias en las que convergen con sus pares, desta-
cando su descontento con lo que llaman machismo. En opinión de Téllez
y Verdú (2011) este desdén que tienen hacia los mandatos tradicionales
de la masculinidad se encuentra acompañado por el interés en el surgir de
nuevas formas de ser hombre y en la continua configuración de masculi-
nidades diversas, que se plantean como una revolución contra el modelo
machista tradicional bajo el que actualmente se sigue fundamentando
mayormente la identidad masculina.
Entré a la secundaria y mi salón era de puro hombre, así
como dice mi compañero, asimilé esa actitud de machistas que tanto
me incomodaban en primaria, empecé a regresar los golpes, empecé a
llevarme mal, empecé a aceptar cosas que no hacía antes como saltar-
me la clase o beber, fumar, también como a morbosear más a las chicas
porque todo mi círculo hacía eso, me sentía aceptado (Alan, grupo S18).
La forma en la que pienso no puedo decir que eso como tal
me hace sentir masculino, porque muchas personas o muchos hom-
bres con los que he hablado o comparto ideas tienen una forma de
pensar muy diferente, como que el hombre es el fuerte, el hombre no
demuestra sentimientos, al menos mi círculo social, en la mayoría de
mi círculo social aquí en donde yo vivo es bastante machista en muchos
aspectos, entonces la forma de pensar que yo tengo no me hace sentir
muy masculino (Iván, grupo S18).
Inuencia familiar
La familia se constituye como el primer ambiente de socialización al que
el infante se encuentra expuesto, y es en su constante interacción donde se
erigen las primeras nociones sobre lo que se espera de ellos a partir de si
son niños o niñas; es decir, roles de género, comportamientos socialmente
aceptados, etcétera (Vargas, 2013). Si bien el padre y la madre son quienes
comúnmente establecen una jerarquía y las reglas a seguir en la familia,
en muchas ocasiones los parientes cercanos —o incluso algún vecino o
profesor en la escuela— son quienes adquieren para el varón el papel de
figura paterna al ser ellos quienes les abren la puerta al mundo de los adultos
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
Año 1 / Número 2 / Septiembre 2023 - febrero de 2024
de una forma que pueda ser digerible, sobre todo, cuando los padres están
ausentes (Olavarría, 2003). La figura paterna resulta primordial para el
varón al momento de conformar su identidad como hombre, algo que los
participantes dejaron claro compartiendo algunas de sus experiencias en
relación a personas que han ocupado este rol en sus vidas.
De figura paterna tengo a mi abuelo, entonces, yo, pues, más
que nada desde pequeño intento, bueno, he intentado seguirlo en cier-
tos actos porque me parece bien, más de pequeño me parecían las cosas,
pues muy sencillas, muy fáciles, nada más era hacer las cosas que hacía
mi abuelo y pues, eran correctas de cierto modo (David, grupo S21).
Un concepto que me enseñó mi abuelo, sobre el hombre
debe ser capaz de proveer, tanto para él como para su familia y para la
amante, ese es el concepto con el que se me crió (Pedro, grupo S21).
En la forma en que yo fui criado, todas mis figuras paternas,
tanto mi abuelo como mis tíos siempre me decían “no pues lo que hace
a un hombre hombre’ es que tienes que tu aportar siempre”, si tienes
una novia, mujer, pareja, lo que tú quieras […] ver que todo esté bien,
o sea, tú eres el hombre de la casa como quien dice, eso era lo que a
mí se me decía “tú eres el hombre de la casa y si algo sale mal es tu
culpa y cualquier problema que hay tiene que ser tu responsabilidad
resolverlo (Carlos, grupo S21).
Yo sabía que, a lo mejor mi papá es mi papá, pero pues no sé,
al final del día pues él me enseñó a ser hombre, pero realmente ¿quién
es mi papá? ¿no? ¿qué es padre”? (Julio, grupo S18).
El hablar de la figura paterna remite obligatoriamente a las im-
plicaciones que tiene el ejercicio de la paternidad, que de acuerdo con
Ortega et al. (2012) se trata de un espacio en el que surgen aspectos de
recreación, convivencia, enseñanza, etcétera, por medio de los cuales,
tanto el hombre como sus hijos, van reconstruyendo y construyendo,
respectivamente, sus propias identidades. Los participantes compartieron
significados respecto a lo que ellos consideran es ser padre.
Un padre es un guía (Alonso, grupo S21).
Yo estoy completamente de acuerdo con lo que dijo Alonso,
en una palabra, resumió demasiadas cosas, el hecho de que, pues tam-
bién como mencionaba mi compañero Carlos, de que hay que estar
cuidando a la persona, hay que estar viendo a la persona, hay que estar
moldeando al ser, hay que, de cierto modo es que guiarlo yo creo
que es una palabra que lo define perfectamente (David, grupo S21).
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“¿Por qué me pesa tanto ser hombre?”: La construcción social de la masculinidad...
Rodríguez Huerta, L.M.; Heredia Espinosa, A.L. | Pp. 230-262
Padre es quien cría, quien apoya, quien está con el niño para
hacerlo crecer, desarrollarse, brindarle las herramientas necesarias para
que enfrente la vida y todo eso, brindarle apoyo económico, alimento
y todo eso (Iván, grupo S18).
La institución familiar no sólo implanta en los varones concepcio-
nes e identidades de lo masculino, sino que dentro de éstas se incrustan
las expectativas respecto de los logros y éxitos que como hombre se espera
que consigan. Entre los ideales familiares el hombre debe ser alguien
ilustrado, ostentar propiedades, ser un ejemplo de la vida pública y eco-
nómicamente solvente, además de esposo y padre de familia, para lo cual
deberá dominar sus impulsos pasionales (Bolufer, 2007). Las expectativas
que las familias de los varones han depositado en ellos no se alejan nada de
esto, ya que en ellas se habla de la conclusión de los estudios académicos,
la independencia económica y la conformación de una familia propia.
Lo que yo creo que esperan los demás de mí como hombre
es un poco más, no solamente poderme sostener a mí mismo, sino
que pueda sostener a toda una familia detrás de mí, yo creo que esa
es la expectativa que tiene mi familia, que en algún momento como
hombre pueda ocuparme de mí, pueda ocuparme de ellos y de la que
yo cree (Pedro, grupo S21).
Hablando en plan familiar, aquí sí se espera que me case, que
tenga familia, esposa, pero no está en mis planes, no se puede hablar
de eso porque empieza un drama bien feo (Alan, grupo S18).
Mi familia, que es como que a lo que más le tomo importancia
[…] además de ser autosuficiente […] está muy marcado el hecho de
estudiar, no porque crean que el estudiar me va a hacer más rico, pero
si tienen la idea, al menos mis papás, que el estudiar me va a dar un
nombre, ellos no tuvieron la oportunidad de estudiar también creo que
viene por ahí, y entonces para ellos es muy importante que yo y mis
hermanos terminemos la escuela (Julio, grupo S18).
Masculinidad hegemónica
La masculinidad hegemónica se conforma como un cúmulo de valores
jerarquizados socialmente, de los cuales los hombres deben ser portadores
y que se transmiten por medio de un estatuto conformado por una serie
de imperativos que impregnan atributos, cualidades y demandas sociales
en los hombres (Bonino, 2002). Uno de estos tantos valores es el del tra-
246
Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
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bajo, el cual se constituye como una esencia fundamental de la identidad
masculina y legitima el predominio de los hombres dentro de la esfera
pública. Ingresar al mundo laboral implica confirmarse como un adulto,
alguien capaz de establecer y sostener una familia, situación que lo hace,
a su vez, acreedor de reconocimiento social. Para los hombres jóvenes el
trabajo representa un medio a través del cual consagrar su autonomía
personal y su masculinidad, ya que les permite aportar económicamente
a sus familias y estar a la par de otros hombres adultos (Fuller, 2001). Los
hombres participantes compartieron sus propias experiencias de trabajo,
sobre todo, relacionadas al trabajo duro y remunerado, que los han hecho
sentir que son hombres de verdad.
Mi abuelo trabaja en lo que es el oficio de la albañilería, yo
la verdad desde hace años voy con él a trabajar. Desde que empecé
a ganar dinero y todo eso por mi cuenta, que, pues sí era poco, pero
pues realmente más que sí ganaba dinero, el hecho de irme a trabajar
temprano y regresar en las tardes o luego de saliendo de la escuela ir a
trabajar un rato y regresar, yo me sentía ¿cómo decirlo? más hombre,
me sentía ya más quizás ¿adulto? Un adulto, pero de cierto modo me
hacía sentir más maduro y quizás, en ese momento, yo lo relacionaba
mucho con ser hombre como tal (David, grupo S21).
Ha habido algunas cuantas ocasiones en las que he dicho:
Ahora me siento como un hombre de verdad”, de las más recientes
fue cuando empecé a trabajar en diciembre y todo lo que ganaba yo
le decía a mi mamá: “¿Sabes qué? Esto es para ti” y yo nada más me
quedaba con lo de mi pasaje, que prácticamente era lo que necesita-
ba, yo comía en el trabajo, o sea realmente no necesitaba nada más,
entonces decía: “¿Sabes qué? Ten”, o hace falta algo, yo lo pongo y ahí
está (Carlos, grupo S21).
Cuando terminamos el último tráiler y me di cuenta que no
me bajé, o sea si veía un tráiler me subía, veía otro tráiler, me subía…
cuando acabamos la primera vez que trabajé en eso me sentí como
hombre, hombre de aquéllos vaya, creo que cuando han sido trabajos
rudos, los trabajos pesados… en donde he acabado destrozado, pero
me he ganado una buena cantidad por eso (Pedro, grupo S21).
En el proceso de búsqueda y consecución de la masculinidad
hegemónica, los hombres se ven en la obligación de abolir toda una di-
versidad de emociones y necesidades que resultan no apropiadas al poder
masculino. Estas emociones se ven suprimidas al experimentarse como
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“¿Por qué me pesa tanto ser hombre?”: La construcción social de la masculinidad...
Rodríguez Huerta, L.M.; Heredia Espinosa, A.L. | Pp. 230-262
obstáculos para la capacidad de control y dominio del hombre sobre los
demás y sobre sí mismo, además de verse relacionada con la feminidad
tan rechazada por la hegemonía. Con el afán de obtener dicho poder,
los hombres se privan de la libre experiencia de sus emociones; deben
estar a la altura de las situaciones, mantener el control y mostrarse con
una coraza dura e impenetrable (Kaufman, 1997). Esta represión de las
emociones se manifiesta en las experiencias de algunos participantes, que
ante diversas problemáticas se han encontrado con que deben ser ellos
quienes se muestren firmes y racionales, situaciones que los han hecho
confirmarse como hombres.
Hace unos años que tuve unos problemas familiares, mi mamá
se separó de mi papá, y luego seguido de eso ocurrieron muchos fa-
llecimientos en mi familia, primero mi abuela, luego mi abuelo, y de
ahí mi hermana, entonces en ese momento yo estuve siempre para mi
mamá como un pilar, un apoyo, que tuviera con quien desahogarse,
platicar, y pues en ese momento me sentí hombre (Elías, grupo S21).
Mi familia siempre ha atravesado por situaciones algo difíciles,
sobre todo en las cuestiones económicas […] entonces a veces sí me he
sentido yo pues, en cierta forma, hombre cuando pues a veces siento la
presión y todo eso y digo: “No me puedo quedar sentado a llorar o sin
hacer nada, tengo que responder porque también mi familia depende
de mí”, me echo en cierta forma esa responsabilidad, esa carga de que
yo debo velar por mi familia, debo responder (Kevin, grupo S18).
Viví una experiencia con mi pareja en donde fuimos a beber y
durante esa fiesta mi novia bebió de más, ella tiene una hija y pues me
tocó cuidarla […] y en su casa prácticamente se desmayó y me tocó
bañarla porque vomitó, cambiarla y poner a su hija que tomara pecho
[…] y pues la verdad ahí me sentí como hombre, porque sí pasó por
mi pensamiento […] pues hay que coger ¿no? hay que coger hoy”,
pero no me aproveché de su estado y eso me hizo sentirme como un
hombre con valores (Pedro, grupo S21).
Una de las creencias características del discurso de la masculinidad
hegemónica es aquella en la que se presenta al varón como permanente-
mente en la búsqueda de tener relaciones sexuales con mujeres, práctica a
través de la cual demuestra su hombría. El constante cortejo con mujeres,
su posterior conquista y la consumación de actos sexuales con ellas repre-
senta un punto de evaluación central de los hombres hacia su identidad
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
Año 1 / Número 2 / Septiembre 2023 - febrero de 2024
masculina (Jiménez, 2003). Dentro de las culturas patriarcales, el placer
y el erotismo se ven centralizados como una ostentación más del poder
otorgado a los varones, a partir del cual la mujer funge el papel del objeto
sexual que proporciona ese placer (Hardy y Jiménez, 2001). Rastros de
esto se manifestaron en los significados que otorgan los varones univer-
sitarios a sus experiencias sexuales con mujeres.
Creo que la primera vez que me sentí como un hombre, a lo
que yo entendía de lo que es un hombre cuando era joven, sería cuando
tuve sexo por primera vez (Alan, grupo S18).
Hace no mucho tiempo […] el hecho de que yo me estuviese
hablando con varias mujeres o hubiese tenido contacto, ya sea físico o
sexual, con más mujeres, me hacía sentir más hombre […] de decir no
pues […] ahora yo traigo varias, traigo a varias con las que yo puedo
tener lo que yo quisiera o algo así (Iván, grupo S18).
La competitividad es otro de los imperativos centrales de la mas-
culinidad hegemónica; los hombres deben buscar la apropiación del poder
en todas sus extensiones, principalmente en el ámbito público donde, al
excluirse a las mujeres, otros varones se vuelven objeto de comparación
(Jiménez, 2003). Con estas condiciones, la competitividad masculina se
convierte en una validación homosocial. Los hombres se encuentran cons-
tantemente bajo el ojo examinador de otros hombres, buscando unos de
otros la aprobación que confirme su virilidad, para lo cual deberán hacer
alarde de su poder y sus logros —conquistas sexuales, trabajo, posición
social—, así como hacer demostraciones de su fuerza, valentía y capaci-
dades (Kimmel, 1997).
Respecto al trabajo como valor central de la masculinidad, Fuller
(2001) considera que el hombre que fracasa en la obtención de un trabajo
que sea aprobado por otros hombres verá mermadas sus posibilidades de
obtener el reconocimiento de su hombría por parte de ellos, reduciéndolo
así a un pobre diablo al no ser visto como alguien responsable, digno y
capaz. En relación a esto, los discursos de los varones universitarios que
se inscribían en el eje del trabajo dejaron entrever de manera implícita la
competitividad constante que existe entre hombres, incluso entre ellos
mismos.
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“¿Por qué me pesa tanto ser hombre?”: La construcción social de la masculinidad...
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Hay veces en las que uno está trabaje y trabaje dándole duro
[…] entonces pues me ha tocado ver cómo hay unos que de plano dicen:
“¿Sabes qué? yo ya no puedo seguir trabajando, estoy muy cansado
[…] pues ahí voy yo a darle, hasta donde pueda, hasta donde me dé
el alma por decirlo de una forma, y pues eso es lo que de cierto modo
me ha hecho sentir más hombre, me ha hecho sentir más hombre que
otros hombres (David, grupo S21).
Hagan de cuenta que yo he tenido la suerte, entre comillas,
de nunca tener que trabajar haciendo trabajos pesados, nunca hemos
tenido una economía elevada, de hecho, somos clase media baja en
nuestra familia, pero sólo somos tres personas, ahora somos sólo dos,
entonces yo sí he realizado trabajo, claro que he trabajado, pero no en
trabajos pesados (Alonso, grupo S21).
No tuve que hacer nada tan pesado como lo de estos vatos,
pero yo trabajé en un restaurante de comida rápida, y para muchas
personas trabajar en un restaurante de esa magnitud es como nah,
es muy sencillo o nada más tienes que hacer hamburguesas y ya”,
pero dentro del trabajo es muy diferente a como la gente piensa que
es (Carlos, grupo, S21).
En cuanto a la interacción con mujeres, ellas son concebidas como
una moneda de cambio que se utiliza entre hombres para mejorar su
posición en la jerarquía masculina, a su vez que se someten al escrutinio
entre ellos (Kimmel, 1997). Una de las creencias de la masculinidad he-
gemónica que plantea Bonino (2002) es la belicosidad heroica, que otorga
al hombre la cualidad de luchador valeroso, mientras que la mujer sólo se
limita a ocupar el lugar del objeto a conquistar por el varón o el público
que será maravillado por sus hazañas. Ya sea por protegerlas a través de
actos de valentía o por obtener su atención, los varones universitarios
configuran discursos en los que las mujeres representan un valor agregado
a su masculinidad en competencia con otros hombres.
Esta chica tenía otro amigo que era casi como su novio […]
entonces este chico tenía unas ciertas actitudes que podríamos catalogar
como tóxicas […] a tal punto de que él pues… la trataba mal […] y
yo pues, como quien dice, le di un frenón […] y pues en ese momento
yo creo que sí me sentí hombre, me sentí, como quien dice, de forma
instintiva dominante pues, un hombre, así como que se impuso ante
otro (Alonso, grupo S21).
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
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Como en el momento en el que estamos, no sé, con una pareja,
buscamos una pareja y sabemos que hay otros siempre ¿no? no somos
tontos, sabemos que siempre hay otros weyes que quieren con la misma
persona que estamos buscando nosotros, entonces el hecho de tenerla,
de lograr el objetivo de estar con ella en algún sentido, no importa si
sexual, como pareja, como compañera, eso siento que nos empodera
un poco, nos alimenta el ego (Julio, grupo S18).
En su momento el estar rodeado de más mujeres o tener
más amistades femeninas muy íntimas, me hizo sentir más hombre
a diferencia de otros compañeros que no tenían contacto femenino o
no tenían pareja (Alan, grupo S18).
A los hombres se les adjudican las cualidades de independencia y
dominio tanto de sí mismos como de la realidad externa: ser hombre no
únicamente significa tener ciertas cualidades, sino también demostrar-
las y defenderlas. Los demás —ya sean mujeres u otros hombres— se
convierten en objetos a disposición de los varones, con menor capacidad
o que necesitan ser protegidos. En este sentido, aquellas cualidades y
valores que han de ponerse a prueba son la madurez y la responsabilidad
para poder responder eficientemente a las circunstancias, el sacrificio
propio a favor de la provisión y protección a los demás, así como ser una
representación de las normas y los límites (Bonino, 2002). Algunos de
los participantes destacaron la defensa de estas cualidades como formas
de verse más hombres que otros hombres.
Cuando estoy con algún grupo de personas […] y yo soy el
que responde, el que representa, ahí es en donde llego a sentir que soy
más hombre y en ese sentido de decir soy más hombre también siento
que tengo más responsabilidad […] tengo que ser más fuerte, tengo
que ser más elocuente, tengo que ser más certero, esos son momentos
en los que yo siento que tengo que representar esa hombría por así
decirlo, en donde yo me siento más hombre que los demás hombres
(Pedro, grupo S21).
Me he sentido hombre, me he sentido masculino, cuando está
en mi poder proteger o ser el que puede dirigir o llevar a cabo algo,
o estar a cargo de otras personas, ya sea personas más chicas o con
menos conocimiento, o simplemente ser un líder en algún momento
en el grupo me hace sentir más viril, más hombre por así decirlo (Iván,
grupo S18).
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“¿Por qué me pesa tanto ser hombre?”: La construcción social de la masculinidad...
Rodríguez Huerta, L.M.; Heredia Espinosa, A.L. | Pp. 230-262
Los privilegios masculinos que la hegemonía otorga a los varones
muchas veces conllevan para ellos situaciones impuestas de dolor y ten-
sión como resultado de cumplir con el deber de afirmar su virilidad en
cualesquiera que sean las circunstancias, virilidad que tiene que ser reco-
nocida por los demás hombres y consagrada con el honor de pertenecer
a un grupo de “hombres auténticos” (Bourdieu, 2000). Los varones están
socializados para ser activos y fuertes, valerse por sí mismos y entrenar el
cuerpo para ser una herramienta resistente al tiempo y al dolor (Bonino,
2001). Las demostraciones de fuerza y el ejercicio de la violencia no son
ajenos a los discursos de los universitarios participantes en relación con
la construcción de su masculinidad.
En su momento yo creo que me he llegado sentir más hombre
que otros hombres cuando soy capaz de tener más fortaleza física,
generalmente física o mental en ocasiones respecto a otra persona,
por ejemplo, cuando aguanto más dolor físico o cuando aguanto más
carga de peso o algo así, cargar más que otros hombres te da como
que ese sentimiento de superioridad y te hace sentir más, no sé, más
macho o algo así (Iván, grupo S18).
Cuando logré sobreponerme ante toda la hostilidad que había
en la facultad a la que yo pertenecía […] después llegó un momento
en que los demás ya no se metían conmigo porque sabían que iban
a salir mal parados o incluso si llegaba otro queriendo echar pleito,
otros decían: “No te metas con él porque no te va a ir bien”, yo en ese
momento me sentía más hombre que los demás (Kevin, grupo S18).
Costos de la masculinidad y nuevos discursos
Los privilegios que comúnmente otorga la masculinidad hegemónica
resultan irrisorios en comparación con las desventajas que éstos aca-
rrean para la vida de los hombres. La gran mayoría de ellos tienden a
experimentar el sufrimiento que conlleva la búsqueda de apropiación de
los irreales patrones de virilidad que se les exigen, lo que implica que las
formas dañinas de masculinidad que se permean en las sociedades do-
minadas por los hombres son perjudiciales tanto para las mujeres como
para los propios hombres (Kaufman, 1997). Estos mismos patrones de
virilidad imponen que los hombres deben ser audaces y valientes, actuar
en todo momento con el máximo temple. Esto deviene en la creación de
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
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vínculos lejanos consigo mismos, con su propio cuidado, que se mani-
fiestan en su dureza, ya que las preocupaciones, malestares y ansiedades
deben permanecer en silencio, experimentarse como una parte oculta de
sus vidas (Mendoza, 2019). En los discursos de los varones participantes
se pudieron constatar algunos de estos costos de la masculinidad.
Siempre esperan mucho de nosotros, al mismo tiempo eso
genera una inseguridad hacia nosotros porque pues “chale no cumplí tal
cosa, le fallé a todos, le fallé a esto, le fallé al otro”, o “no pude superar
tal cosa”, “decepcioné sus expectativas”, “ya no soy tan hombre” o “fallé
como hombre” (Alonso, grupo S21).
La presión de wey eres hombre, tú no tienes que tener mie-
do”, no te tienen por qué dar miedo los animales, los insectos, ese tipo
de cosas, o “¿tú de qué te quejas? si eres hombre”, todo ese tipo de
comentarios es escucharlos una y otra y otra vez, o entre los mismos
hombres es mucha la presión social, de que si no haces algo wey ¿eres
puto o qué verga?” […] y es mucha la presión (Carlos, grupo S21).
Esas son cosas que a veces uno duda ¿por qué me pesa tanto
a veces ser hombre? a veces pesa mucho ser hombre por todas estas
expectativas que se tienen, porque a veces no nos damos la oportunidad
tampoco de preguntarnos “¿cómo me siento en mi sentido emocional?”
y cuando nos lo preguntamos no lo expresamos (Julio, grupo S18).
A consideración de Menjívar (2001), desarticular estos privilegios
comprende la necesidad de desnaturalizar los discursos del orden social
del género, comprendiéndolo como una construcción social y no una serie
de determinantes biológicas, lo cual permite visibilizar y analizar más crí-
ticamente el sistema patriarcal. A partir de esto, se pueden concentrar los
esfuerzos en la difusión de nuevos discursos que no perpetúen la división
genérica de lo masculino y femenino, sino que reconozcan la diversidad
del comportamiento social que rodea a las personas y las formas de convi-
vencia que sean más efectivas al momento de relacionarnos con nuestros
iguales, de cuidar la salud y la vida (Medina, 2015). Estas perspectivas de
cambio se ven incluidas en lo que los varones universitarios consideran
como sus expectativas de sí mismos como hombres.
Antes, cuando era más joven, mis expectativas sobre ser un
hombre sería ser más fuerte, más agresivo, ahora en la actualidad mis
expectativas son sobre mi futuro, lo que quiero ser, se basan en mí
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mismo y no en mi género, mi expectativa no es ser un buen hombre,
sino ser una mejor persona, sin importar mi género (Alan, grupo S18).
Mi expectativa, ahora más que antes, de lo que quiero yo como
hombre es poder actuar o ser lo menos que se pueda lo que se inculca
en alguien como ser hombre”, por ejemplo, no tener estas conductas
como machistas, sexistas… entonces lo que yo espero como hombre
en un futuro es poder llegar a ser una persona, un hombre que tenga
sus comportamientos, tenga sus actitudes sin basarse tanto en este
comportamiento patriarcal o machista que se tiene en la sociedad
(Iván, grupo S18).
A pesar de esto, hay que tomar en consideración que la masculi-
nidad hegemónica tiene la capacidad de constantemente reconstruirse,
recrearse, justificarse y remodelarse a través de la acción social, por lo que
pensar en una masculinidad hegemónica contemporánea implica consti-
tuirla como una estructura social que relacional y discursivamente legitima
relaciones de género desiguales entre hombres y mujeres, masculinidades
y feminidades, y entre las propias masculinidades. Esta estructura social
consiste en diferentes relaciones de poder que continuamente se renue-
van, modifican y reproducen (Messerschmidt, 2018). Con esto en mente,
podemos apreciar que algunos discursos de los varones universitarios
constatan esta característica adaptativa de la masculinidad hegemónica al
hablar sobre los cambios que han tenido en su concepción del ser hombre.
Cuando entré a la Facultad de Psicología, cuando empezó a
cambiar mi mentalidad, en donde me empecé a sentir más hombre,
me empecé a sentir más, no sé, hombre de verdad, cuando empecé
a discernir estas conductas que son aprendidas o que el patriarcado
inculca en nosotros, entonces cuando yo ya opinaba diferente de la
mayoría de mis compañeros hombres, me sentía más hombre de verdad,
por ya haber aprendido que son conductas que no son inherentes del
hombre, sino que son aprendidas (Iván, grupo S18).
Cuando me he sentido más hombre que los demás es ahora,
por ejemplo, que ya he estudiado Psicología, que he podido aprender
cosas nuevas, que me siento mucho más hombre que incluso todos
esos compañeros de filosofía porque yo tengo la libertad de expresar
mis sentimientos, yo tengo la libertad de vestirme como yo quiera,
tengo la libertad de no necesitar recurrir a comportamientos como
quien dice “de etiqueta”,de cajón”, que tienen que ser exclusivos de
los hombres (Kevin, grupo S18).
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
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Discusión
Resulta importante destacar —primero— algunas de las limitaciones que
tuvo la presente investigación. La principal de todas fue que la técnica de
recolección de datos tuvo que adaptarse a la situación de confinamiento
que se vivía debido a la pandemia de covid-19, lo que además de no
permitir la interacción directa con los participantes, impidió la conside-
ración de utilizar una población diferente a la presentada o inclusive de
hacer comparativas entre varones universitarios de diferentes carreras.
Así también, las limitaciones de tiempo para realizar el estudio llevaron
a considerar esta población como la más idónea por su mayor accesibi-
lidad. Todo esto también llevó a la imposibilidad de obtener discursos
de los participantes en otros espacios donde éstos pudieran plasmarse de
maneras diferenciadas —como en la familia— y, en este caso particular, el
haberse hecho en un espacio académico, siendo conscientes de la temática
del estudio y de la presencia de los investigadores, pudo condicionar sus
participaciones durante los grupos de discusión. Sin embargo, considera-
mos que a pesar de estas limitaciones los resultados obtenidos brindaron
información valiosa para su análisis.
Los resultados que arrojó el estudio develan la existencia de
discursos consensuados entre los varones universitarios respecto a la
importancia de la intervención de diversos agentes socializadores en la
forma en que han construido y siguen construyendo su propia masculi-
nidad, principalmente en las primeras etapas de vida. También se pudo
observar la existencia de otro tipo de discursos, los cuales constataban
la relevancia del cumplimiento de determinados mandatos de la mas-
culinidad hegemónica para la constitución de la identidad del hombre,
masculinidad hegemónica que, si bien es criticada por los participantes,
también confirma su capacidad de mantenerse vigente.
En la constante búsqueda de su identidad masculina, los varones
universitarios comparten la importancia de los papeles que la institución
familiar y el grupo de pares han jugado en la definición de su masculinidad.
A través del diálogo ocurrido en los grupos de discusión, se dejó claro
que la familia es el espacio primordial donde ellos forjan sus primeras
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concepciones sobre el ser hombre, concepciones que muchas veces re-
sultan de la interacción que tienen con miembros de la familia que han
adoptado el rol de figuras paternas, a la vez que se les carga con expecta-
tivas de comportamiento propias del género masculino. Igualmente, se
confirmó que el grupo de pares se configura como un referente central
para la construcción de su masculinidad, principalmente durante la niñez
y la adolescencia, etapas en las que se pone a escrutinio la consecución
de diferentes logros —como ganar peleas e intimar con mujeres— que
pondrán a unos por delante de otros dentro de la jerarquía masculina.
Esta relevancia de la familia y el grupo de pares para la construcción
social de la masculinidad pueden verse equiparados con los resultados
de Guevara (2006) y Vázquez y Castro (2009) en los que se observó que
estas instituciones influyen de formas variadas en la constitución de la
identidad masculina de varones universitarios.
En las experiencias que compartieron los varones universitarios
se logra confirmar la existencia aún prevalente de prescripciones sociales
de género propias de la masculinidad hegemónica, tales como el trabajo
pesado, las interacciones sexuales obligatorias con mujeres y el dominio
tanto de sí mismos como de los demás, las cuales para ellos han funcio-
nado como medios de confirmación de su masculinidad y constituyen el
estándar con el cual comparan su virilidad con la de otros hombres. Estos
hallazgos tienen similitud con aquéllos encontrados en las investigaciones
de Vázquez y Castro (2009), Reyes (2013), Bolaños (2020) y Peña et al.
(2022), en los que se constató la vigencia de discursos reproductores de
la masculinidad hegemónica en poblaciones similares.
A pesar de esto, los varones universitarios también tratan de
hacer visibles estos discursos y de adoptar posturas críticas hacia ellos,
reconociendo los privilegios que el sistema patriarcal les otorga por ser
hombres y a su vez, corroborando las desventajas y costos que conlleva
mantener dichos privilegios y seguir los mandatos de la masculinidad
hegemónica, estructurando así expectativas de cambio sobre su forma de
vivir como hombres. Estos hallazgos nos muestran que los varones uni-
versitarios construyen su masculinidad dentro de un constante conflicto
entre abandonar las creencias hegemónicas y no hacerlo del todo, tanto
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por los beneficios que aún les reditúan como por la falta dirección hacia
lograr el cambio. Esta disyuntiva sobre los discursos de la masculinidad
también ha surgido en otras investigaciones como las de Vázquez y Castro
(2009), Arias y Centeno (2020), Torres et al. (2021) y Peña et al. (2022),
donde una parte de los participantes reproducían significados sobre el
ser hombre asociados a la hegemonía mientras otros se mostraban en
desacuerdo con dichos significados.
Algunos discursos que se suscitaron entre los varones universitarios
dieron cuenta de cómo la masculinidad hegemónica logra transformarse
y crear nuevos modelos de sí misma, diferentes de acuerdo a la cultura y
el momento histórico, pero igualmente dominantes, características que
referentes teóricos como Connell (2003) y Messerschmidt (2018) ya han
descrito. En estos discursos, la consecución de un cambio en su mascu-
linidad implicaría la creencia de que aquellos hombres que no busquen
también dicho cambio serán menos masculinos que los que si logren llegar
a ser hombres diferentes. Es decir, el intento de construir nuevos modelos
de masculinidad alternativos podría llegar a ser, paradójicamente, una
forma de perpetuar el modelo hegemónico de masculinidad.
Conclusiones
En la actualidad, los estudios sobre hombres y masculinidades se encuen-
tran circunscritos en un contexto social continuamente cambiante que
cada vez da mayor apertura para su discusión, ya no sólo dentro de la
academia, sino también en los espacios de común encuentro. Los varones
universitarios representan un grupo de hombres que se hallan atravesados
por distintas épocas y pensamientos, debatiéndose entre lo que la sociedad
y la cultura les exige como hombres y lo que ellos reflexionan sobre cómo
en verdad desean construirse. Se entienden a sí mismos como productos
de su ambiente más que de un imperativo biológico universal, haciéndose
conscientes de que muchas de sus conductas y actitudes son el resultado
de su socialización como parte del género masculino.
Como remarca Viveros (2002), la masculinidad no hace referencia
a un tipo de personalidad fija, sino a una configuración de la práctica de
género que surge en contextos sociohistóricos y culturales muy especí-
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ficos. Es entonces que nos parece propicio recalcar la importancia de la
continua producción de materiales académicos, tanto teóricos como de
investigación, que expliquen y aborden las diversas formas de construcción
de la masculinidad desde estos entornos sociales en constante transforma-
ción. Estas acciones constituyen una aportación necesaria para optimizar
el trabajo con hombres y las cada vez más necesarias intervenciones en
materia de género y masculinidades. En este sentido, y en común acuer-
do con lo dicho por Robles et al. (2019), resulta importante enfrentar el
desafío de promover formas de socialización de la masculinidad que no
descansen en principios hegemónicos.
Esto conlleva también la necesidad de marcar algunas pautas en
cuanto a las futuras líneas de investigación. Como menciona Connell
(2003), el objeto de estudio que nos atañe es, en esencia, el de las relaciones
de género; es decir, lo que podemos conocer sobre la masculinidad surge
del estudio de estas relaciones, por lo que consideramos oportuno que
próximas investigaciones sean conducidas por metodologías que prioricen
el análisis de interacciones entre individuos —tales como los grupos de
discusión— independientemente de su identificación de género. Estas
acciones constituyen una aportación necesaria para optimizar la produc-
ción de material académico y las cada vez más necesarias intervenciones
en materia de género.
Asimismo, dichas intervenciones deben fungir como un parteaguas
en la visibilización de los discursos y las prácticas que reproducen y per-
petúan a la masculinidad hegemónica para, de esta forma, poder realizar
los cuestionamientos y los cambios pertinentes a los discursos en cuestión,
con el fin de evitar que los nuevos modelos de masculinidad que surjan de
estos esfuerzos se vean transformados en nuevas formas de hegemonía.
El objetivo final debe ser la creación y difusión de nuevos discursos sobre
masculinidad que permitan la posibilidad de una reflexión crítica y real
por parte de los individuos involucrados y que, a partir de esto, puedan
descubrir nuevas formas de comprender y vivir su masculinidad de forma
más libre, siendo partícipes activos de su proceso de construcción.
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Luis Miguel Rodríguez Huerta
Mexicano. Licenciado en Psicología por la Universidad Veracruzana.
Profesor en la licenciatura en psicología de la Universidad Veracruzana,
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Correo electrónico: lumiguelrh@outlook.com
Ana Lis Heredia Espinosa
Mexicana. Doctora en Psicología por la Universidad Veracruzana. Profe-
sora en la licenciatura en psicología de la Universidad Veracruzana, UV.
Líneas de investigación: sexualidad y género.
Correo electrónico: aheredia@uv.mx
Performance público. Plaza Regina, Xalapa.