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Año 1 / Número 2 / Septiembre 2023 - febrero de 2024
Aunque la rama se doble, vuelve a su sitio:
Cambios en las masculinidades de estríperes
heterosexuales para varones
Even if the Branch Bends, it Returns to Its Place: Changes in
Masculinities of Heterosexual Strippers for Men
Oscar Emilio Laguna Maqueda
ORCID: 0000-0003-3739-6582
Centro Nacional de Información del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional
de Seguridad Pública, México
Recepción: 10/10/22
Aprobación: 25/04/23
Resumen
Este escrito detalla algunos hallazgos
identificados durante una investigación
postdoctoral, en la cual se buscaba iden-
tificar cambios en las masculinidades, así
como reconocer qué es lo que permite que
se efectúen tales modificaciones. Esta in-
dagación se realizó en bares donde varones
bailan y se desnudan (estríperes) ante una
audiencia compuesta por hombres de la
diversidad sexual y afectiva (homosexua-
les y bisexuales). En ella se estudiaron y
analizaron los desplazamientos identifi-
cados en la expresión y materialización
del género de los estríperes y, al mismo
tiempo, se identificaron espacios donde
se transforma la masculinidad, las razones
por las cuales es posible y las condiciones
Abstract
This paper details some findings identi-
fied during postdoctoral research, which
sought to identify changes in masculinities,
as well as to recognize what allows such
modifications to take place. This inquiry
was carried out in bars where men dance
and undress (strippers) before an audience
made up of men of sexual and affective
diversity (homosexuals and bisexuals).
In it, the displacements identified in the
expression and materialization of the
stripper gender were studied and analyzed.
At the same time, spaces were identified
where masculinity is transformed, the
reasons why it is possible and the condi-
tions that favor them. During the research,
some changes in the masculinity of these
GénEroos
Volumen 1/número 2/septiembre 2023 - febrero 2024/ pp. 202-229
eISSN 2992-7862
DOI: RevGenEr.2023.2.08
CC BY-NC-SA 4.0
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Laguna Maqueda, O.E. | Pp. 202-229
men were recognized. The changes are
carried out during the time that they are
developing their work, both for the needs
of the service and for the express requests
of the clients.
Keywords
Masculinities, liquidity, homophobia,
gender, stripper.
que los favorecen. Durante la pesquisa se
reconocieron algunas modificaciones en
la masculinidad de estos varones; éstas
se realizan durante el tiempo que ellos se
encuentran desarrollando sus labores, tanto
por las necesidades del servicio como por
las solicitudes expresas de los clientes.
Palabras clave
Masculinidad, liquidez, homofobia,-
nero, estríper.
Introducción
E
n los años recientes se ha hablado de la necesidad de impulsar nue-
vas masculinidades. Ellas se pueden nombrar como positivas, no
violentas, igualitarias. Sin embargo, se ha considerado que esas expre-
siones deseables del género de los hombres son etapas o variaciones de
la masculinidad, y que éstas se incorporan dentro de una linealidad que
sólo conlleva avances, no retrocesos. Aquí los hombres han llegado a un
punto de no retorno; es decir, que al ser materializadas por los hombres
ya no hay manera de que vuelvan a demostrar otro tipo de expresiones
de masculinidad tradicional.
1
No obstante, a partir de la investigación realizada entre hombres
heterosexuales que bailan y se desnudan ante otros hombres, se identificó
que, si bien puede haber cambios radicales en la expresión de género, éstos
no son necesariamente permanentes. Más bien, los varones deambulan
entre prácticas asociadas a la masculinidad hegemónica y prácticas que
contravienen el modelo de hombre emanado de dicho tipo de masculi-
nidad.
Este documento señala hallazgos derivados de una investigación
postdoctoral realizada en el Instituto de Investigaciones Culturales-
Museo de la Universidad Autónoma de Baja California, México. El
1 Para este documento retomo la denición de Varela (2008, 277), respecto a la expresión del
género de los hombres: “Compuesta por una constelación de valores, creencias, actitudes y
conductas que persiguen el poder y autoridad sobre las personas que considera más débiles”.
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enfoque de dicho trabajo fue identificar cambios en las expresiones de
género y sexuales de los hombres heterosexuales que bailan y se desnudan
(estríperes, a quienes se contactaron en bares enfocados a varones de la
diversidad sexual y afectiva) ante una audiencia conformada por hombres
homosexuales y bisexuales.
Esta investigación buscaba saber cómo se desarrollan cambios en
la expresión y materialización del género de los hombres en tales espa-
cios, así como identificar qué hace posible esos desplazamientos, qué se
modifica, qué permanece y si ocurre de forma permanente o temporal,
tanto en las ideas de lo que significa ser un hombre como en la expresión
del género de los bailarines.
El género no es una entidad u objeto tangible; por tanto, requiere
de sujetos que lo materialicen a través de su performance. En este sen-
tido, los sujetos aprenden a materializar el género durante los procesos
de generización.
[La generización del sujeto es como un] proceso de materia-
lización que se estabiliza a través del tiempo para producir el efecto
de frontera, de permanencia y de superficie que llamamos materia
[…]. El proceso de esa sedimentación o lo que podríamos llamar la
materialización será una especie de apelación a las citas, la adquisición
del ser mediante la cita del poder, una cita que establece una compli-
cidad originaria con el poder en la formulación del ‘yo (Butler, 2005,
pp. 28, 38).
El que los varones se empleen como desnudistas implica que mu-
chos de los preceptos e ideas asociadas a lo que significa ser un hombre
sean trastocados por las labores que realizan hacia la clientela que acude
a esos bares para conocer a otras personas o para tener fantasías con los
bailarines. La clientela está conformada por hombres de la diversidad se-
xual y afectiva, es decir, cuya preferencia sexual se asocia a la crítica tanto
del binarismo sexual como de las ideologías y prácticas androcentristas y
heterosexistas. Es una concepción que socava directamente los principios
estructurales del sistema patriarcal” (Núñez, 2011, p. 75).
El escrito se guiará bajo la siguiente hipótesis: las masculinidades
son modificables porque son expresiones líquidas. Por ello es factible que
los hombres transformen y amolden sus expresiones de masculinidad a
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los diferentes lugares, espacios o grupos donde se desenvuelven, lo que
posibilita un cambio. No obstante, los varones vuelven a materializar
las expresiones de género que conocen si no existiera otro factor que dé
continuidad y facilite la permanencia de dichos cambios.
Resultados
Los estríperes trastocaban y modificaban radicalmente las pautas de
comportamiento asociadas al modelo de masculinidad hegemónico;
incluso, desarrollaban algunas prácticas que contravenían las marcas del
género asociadas a ese modelo cuando realizaban su trabajo en los bares
destinados para hombres gays y bisexuales. Eran cambios radicales en la
expresión de su masculinidad, pero cuando terminaban su jornada volvían
a materializar la masculinidad que conocían, es decir, la tradicional, pues
el entorno o los imperativos que posibilitaban u obligaban ese cambio
se desvanecían.
Esto señala que la masculinidad es líquida, que la expresión y ma-
terialización de la masculinidad por parte de los varones se adecua a los
espacios y grupos donde convive y se desarrolla. Por tal motivo, el varón
adecuará su expresión masculina dependiendo de su lugar en la escala de
valoración asociada a determinado espacio o grupo, por lo que en algunos
lugares podrá expresar una masculinidad asociada a la hegemónica, pero
en otros espacios podrá ser subalterna o cómplice.
Metodología
Esta investigación inició con una revisión bibliohemerográfica sobre
diversos temas, como masculinidades, diversidad sexual, estudios sobre
sexoservicio y estríperes. Para ello, se consultaron las bibliotecas de la
Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad Autónoma
Metropolitana - campus Xochimilco, Universidad Autónoma de Baja
California y University of Houston; a la par, se buscaron artículos en
bases de datos académicas como la Bibliography of the Social Science,
Dialnet, Gender Watch, JSTOR, MLA International Sage eReference
y SocIndex. Tales procesos fueron clave para conjuntar la información
necesaria del estado del arte, así como tener acceso a los trabajos de
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diversos autores que se han enfocado en los temas referidos, como Bird
(1996), Schifter (1997), Addelston (1999), Erickson y Tewsbury (2000),
DeMarco (2007), Hurley (2007), Mitchell (2011), Freitas (2012), Piquei-
ras (2013) y Hakim (2015).
Después de revisar la información se inició el trabajo de campo,
el cual se enfocó a siete ciudades de la República mexicana: Campeche,
Ciudad de México, Mérida, Mexicali, Puerto Vallarta, Tijuana y Xalapa,
elegidas por su ubicación geográfica, por la afluencia del turismo nacio-
nal y extranjero, así como por la existencia de lugares donde bailan y se
desnudan estríperes para varones, además de su permisibilidad para la
existencia de este tipo de negocios.
Para el desarrollo de la investigación se utilizaron dos técnicas
metodológicas: la investigación participante y las entrevistas focalizadas
a estríperes, clientes e informantes con conocimientos de esos lugares.
Para la investigación participante se acudió a los bares de estríperes
como un cliente más, lo que permitió interactuar con la clientela y con
los desnudistas.
Durante el trabajo de campo y la investigación participante se
acudió a sus espacios laborales para identificar su manera de trabajar, las
formas de relacionarse de los bailarines con la clientela, las actividades
que desarrolla el desnudista como parte de su trabajo; además, fue posible
reconocer la interacción que había entre clientes, y entre clientes y estrí-
peres. Las entrevistas con los bailarines se llevaron a cabo en sus lugares
de trabajo, acordada tras previa conversación. El acercamiento con ellos
se dio usualmente como parte de la interacción propia: se aproximaban,
saludaban y hacían un poco de plática, entonces se les comentaba sobre
la investigación y, si mostraban interés, se les planteaba la propuesta de
participar. Algunas entrevistas no fueron grabadas, ya que se llevaron a
cabo en los bares y las condiciones impedían hacerlo.
Durante el trabajo de campo se entrevistó a doce estríperes de
Puerto Vallarta, Tijuana, Campeche y la Ciudad de México; para su
desarrollo se utilizó un guion, siete fueron entrevistas no estructuradas y
cinco entrevistas estructuradas y grabadas. Los informantes pertenecían
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a la clase media,
2
de rasgos mestizos, once de ellos se asumían como he-
terosexuales y uno de ellos como gay. Aunque la investigación se enfocó
en bailarines heterosexuales, se incorporó al desnudista gay porque validó
información proporcionada por algunos de los informantes y abundó
en cómo interactuaban entre ellos. Con ese número de informantes se
alcanzó la saturación de la información (cf. Bertaux, 1997). La informa-
ción obtenida a través de las entrevistas no buscó tener representatividad
estadística, sino que pretendió ilustrar el fenómeno observado.
Análisis
Los bares de estríperes en México
En México, los lugares, principalmente bares, donde bailan estríperes
aparecieron en la Ciudad de México y en otras ciudades aproximadamente
en la década de los ochenta del siglo pasado. De ser un trabajo enfocado
al público femenino, progresivamente este tipo de espectáculo fue in-
corporándose en los lugares de encuentro de hombres gays y bisexuales.
La presencia de los desnudistas en dichos bares se fue ampliando
hasta que, en la actualidad, se ha convertido en la atracción principal de
algunos lugares. La investigación se enfocó a estudiar las interacciones
de los varones que laboran en tales bares y los clientes que acuden a ese
tipo de negocios.
En estos bares se han impulsado cambios en las actividades de
los bailarines, derivados de las solicitudes de los clientes; por ejemplo,
en ciudades como Puerto Vallarta o Tijuana se adecuan los espectáculos
a partir de peticiones y expectativas de turistas provenientes de Estados
Unidos y Canadá. Anteriormente, los desnudistas desarrollaban sus shows
alejados del público, sobre un escenario; poco a poco, ese espacio se fue
reduciendo hasta llegar a ser sólo una plataforma; además, se agregaron
2 Aunque existen muchas deniciones de clase media, todas contemplan la búsqueda de la
educación como un medio de superación y movilidad social; empleo esencialmente en el sec-
tor servicios; un interés por la cultura, el cine y otras manifestaciones artísticas como entre-
tenimiento; la propiedad o alquiler de una casa o apartamento como base de su desarrollo
familiar; la construcción de un segundo piso; la posesión de un automóvil u otro tipo de sa-
tisfactores materiales” (De la Calle y Rubio, 2010).
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mesas para que la clientela pudiera estar sentada más cerca del bailarín;
también se incluyeron otros implementos para erotizar el ambiente y a los
clientes, por ejemplo, el tubo, que es un elemento metálico anclado en el
techo y el piso del establecimiento, donde los desnudistas se pueden con-
torsionar; además, se han sumado regaderas donde los bailarines toman
una ducha mientras ven de manera insinuante a los asistentes; también
pueden escenificar prácticas de sexo en vivo; incluso se ha incorporado
el ofrecimiento de bailes privados, los cuales se abordarán más adelante.
Dependiendo de las reglas del lugar, los bailarines pueden o no
tocar a los clientes, pueden ser insistentes en sus invitaciones o realizarlas
de manera casual. En una de las ciudades visitadas se encontraron dos
bares de estríperes; en uno, los bailarines eran insistentes para incitar a los
clientes a que contrataran un privado o les invitaran una bebida, para ello
los acariciaban, se les sentaban en las piernas e incluso llegaban a tocarlos
en la entrepierna para que la erección fuera su referente sobre el interés
que podría tener el cliente sobre él. Las reglas del otro bar impedían que
los bailarines tocaran a los clientes, lo que generaba que el flirteo de los
desnudistas con los clientes fuera más sutil, situación que fomentaba las
fantasías en la concurrencia a través de miradas y juegos eróticos.
El estríper homosexual, como ya se comentó, se convirtió en
informante clave, pues con sus comentarios fue posible corroborar la
información compartida por sus compañeros. Algo notorio de su par-
ticipación es que se sorprendía por las actividades que sus compañeros
heterosexuales realizaban para obtener mejores propinas o para inducir
la contratación de bailes privados. Él refirió: “Hacen cosas que ni siquiera
yo [como gay] hago”, lo cual indicó hasta qué punto se podía modificar
la expresión de la masculinidad de los bailarines heterosexuales en esos
espacios de trabajo y lo disruptivo que éstas podían ser.
Actividades disruptivas de la expresión tradicional del género de los hombres
El trabajo de un estríper es una labor que conjunta dos prácticas que
socialmente se contraponen y que podemos reconocer como detonantes
de los cambios en la expresión y materialización del género de los hom-
bres. Por un lado, desarrollan actividades que se alinean perfectamente a
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las normas y el orden derivados de la cultura de género y, por otro lado,
modifican sus expresiones de género para satisfacer los deseos de los su-
jetos que socialmente se consideran abyectos. En este sentido, siguiendo
a Judith Butler (2005, pp. 19-20): “Lo abyecto designa aquí, precisamente
aquellas ‘zonas invisibles’, ‘inhabitables’ de la vida social que, sin embar-
go, están densamente pobladas por quienes no gozan de la jerarquía de
los sujetos, pero cuya condición de vivir bajo el signo de lo invisible’ es
necesaria para circunscribir la esfera de los sujetos”.
Se considera que la cultura de género es:
Un concepto […] histórico que cada sociedad parte de una
división sexual del trabajo originada en las diferencias biológicas de
los individuos; que supone un tipo de relaciones interpersonales donde
los sujetos de género comparten una lógica de poder que vuelve tal
relación de supremacía masculina, en asimétrica, jerárquica y dominan-
te en todos los ámbitos de su vida cotidiana; que genera y reproduce
códigos de conducta basados en elaboraciones simbólicas promotoras
de las representaciones de lo femenino y masculino; dichos códigos y
representaciones rigen, desde la vida sexual de los sujetos femeninos
y masculinos, hasta su participación política y su intervención en los
procesos productivos (Muñiz, 2002, pp. 320-321).
Los bailarines dan continuidad a dicha cultura, pues ésta define
las prácticas, imperativos y marcas que, como refiere Judith Butler (2001):
“Las marcas se inscriben en los cuerpos que los moldean y que la hacen
diferente y reconocible a otros sujetos”, y los controles sociales asocia-
dos a los géneros, los cuales conforman el dispositivo de la sexualidad
cuando se articulan para excluir a quienes experimentan una sexualidad
no heterosexual. Los varones aprenden y reproducen esos mecanismos
para ser considerados hombres, por parte de sus pares y de la sociedad.
Los bailarines favorecen la reproducción del modelo de mascu-
linidad hegemónico que deriva y se sustenta en dicha cultura; pero las
prácticas y actividades que configuran en su trabajo son realizadas para
otros varones, quienes han sido excluidos simbólicamente del concierto
social porque —se estima— transgreden la heteronormatividad. Según
Cathy J. Cohen (1997, p. 440), esta heteronormatividad la conforman la
práctica y las instituciones que legitiman y privilegian la heterosexualidad
y las relaciones heterosexuales como fundamentales y naturales’ dentro
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de la sociedad”. La conjunción de estas prácticas, que podríamos referir
como dicotómicas, favorece el desarrollo de desplazamientos o deslices
en la expresión del género de los hombres.
En México, el orden derivado de la cultura de género, la hetero-
normatividad y el heterosexismo forman parte del entramado en el que
se articula y acota la expresión de la masculinidad. Esas características
y pautas conforman el tinglado de marcas que guían el control social;
es decir, los mecanismos o estrategias que moldean la conducta de los
individuos, ya sea a través de la censura (reactivo) o que produce un com-
portamiento más que prohibirlo (activo)” (Melossi, 1992, p. 35) y que a
la postre son las guías desde donde se vigila la observancia de las normas
sociales asociadas a la masculinidad. En efecto, socialmente se estima que
los varones deben tener prácticas generizadas que estén alineadas a esas
pautas de conducta.
A continuación, se describen algunas de las actividades que rea-
lizan los bailarines y que favorecen los desplazamientos en la expresión
del género de los hombres:
a) Creación de fantasías en la audiencia
La labor principal de los estríperes durante sus bailes es promover fan-
tasías en los asistentes; crean la ilusión de ser ciertos tipos de hombres
que socialmente representan el modelo de masculinidad hegemónico-
tradicional (policías, bomberos, leñadores), en concreto, que representan
a los hombres de verdad. En ese proceso dan continuidad a las expresiones
tradicionales del género de los hombres, pero al hacerlo para otros hom-
bres transgreden el orden derivado de la cultura de género.
b) Seducción de otros varones
Los estríperes utilizan en los clientes las mismas habilidades que conocen
para seducir mujeres. Lo hacen a través de miradas, aproximaciones e,
incluso, con caricias; con ello se busca erotizar a los asistentes para im-
pulsarlos a contratar bailes privados o que les inviten una bebida. De esa
manera contravienen las políticas homofóbicas que Raúl Balbuena (2010,
p. 74-75) define como: “Sistema de reglas que inhiben las expresiones
homosexuales con el objetivo de perpetuar un solo sistema sexual y un
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solo modelo familiar: el reproductivo y heterosexual”. Dichas políticas
señalan que los sujetos homosexuales deben ser excluidos, violentados e
invisibilizados; además, guían el hacer del género de los hombres en los
espacios donde interactúan. En ese sentido, las actividades que realizan
los estríperes son transgresoras por estar enfocadas a varones de la di-
versidad sexual y afectiva.
En los bares donde se realizó la investigación los bailarines
deambulaban continuamente entre la concurrencia. En esos espacios se
observaron mayores desplazamientos y trastrocamientos de las prácticas
asociadas a los dispositivos
3
de reproducción y continuidad de la mascu-
linidad, pues se trastocaba la homofobia internalizada, ya que los varones
dejaban de evaluar homofóbicamente sus acciones y las de sus compañeros,
además que hacían de lado el panóptico homofóbico aprendido durante
la homofobización; en otras palabras, obviaban los aprendizajes asociados
al proceso de formar, moldear y construir la experiencia de vida de los
sujetos a partir de los dictados homofóbicos, este proceso hace que la
persona aprenda, reconozca e interiorice la homofobia y la aplique tanto
a sí mismo como a otros individuo (Laguna, 2013, p. 365). Lo anterior
les permitía realizar su trabajo con un impacto menor en sus vidas.
c) De proveedores a receptores
Otro cambio identificable es que, a los bailarines, como hombres,
usualmente se les considera proveedores (que es la concepción del varón
asociada a la masculinidad tradicional); no obstante, en estos espacios se
convierten en receptores de atenciones, por lo que deben solicitar que les
inviten bebidas o que les den propina a cambio de ser acariciados por los
clientes o para pasar un rato con ellos.
Como parte de su trabajo buscan que los clientes les paguen por
beber y platicar con ellos (usualmente agua mineral o cerveza, depen-
3 Dispositivo, como comenta Foucault (en Dits et Écrits 3): “Es, en primer lugar, un conjunto
resueltamente heterogéneo que incluye discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas,
decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados cientícos, proposicio-
nes losócas, morales, lantrópicas, brevemente, lo dicho y también lo no-dicho, éstos son
los elementos del dispositivo. El dispositivo mismo es la red que se establece entre estos ele-
mentos” (citado por Agamben, 2011, p. 250).
212
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diendo del establecimiento) o, bien, sentarse en su mesa a conversar
sobre cómo pueden hacer realidad sus fantasías. El incentivo para esta
práctica es que un porcentaje de la venta de estas bebidas va al sueldo de
los bailarines. Con esta cercanía acrecientan el deseo de los clientes por
contratar un privado con el bailarín.
d) Prácticas erótico-sexuales con clientes
Los bailes privados son una actividad que se ha implementado reciente-
mente en los bares de estríperes, son un medio para impulsar el consumo
del cliente al querer hacer realidad sus fantasías. Los privados, como
comúnmente se les conoce, son servicios que realizan los estríperes para
clientes que desean satisfacer el deseo de estar cerca del bailarín. En estos
espacios, alejados de la vista del público asistente, el bailarín sólo le baila al
cliente, quien dependiendo de las reglas del lugar puede tocarlo o, incluso,
puede tener algún tipo de interacción erótica o sexual, dependiendo de
los límites y costos que defina el propio desnudista.
e) Cambios en la agresiones y acciones homofóbicas
Otra de las prácticas que trastocan los estríperes en sus labores son aquéllas
asociadas a la homofobia. Guillermo Núñez (s.f. p. 1) la define como:
“El temor, la ansiedad, el miedo al homoerotismo, hacia el deseo y el
placer erótico con personas del mismo sexo. La homofobia es la práctica
socialmente regulada y avalada que expresa ese miedo y ansiedad con
violencia; una ansiedad que previamente ha sido creada en un proceso
de socialización”.
Esta manifestación de intolerancia, que forma parte del dispositivo
de la sexualidad, sustenta el señalamiento, exclusión y violencia contra
quienes transgreden la heteronormatividad y es uno de los mecanismos
más usuales para señalar y excluir a los varones homosexuales. De hecho,
los hombres y las mujeres la aprenden a través de la homofobización
durante los procesos de socialización y generización.
4
4 Se entiende este término como “las relaciones diferenciadoras mediante las cuales los sujetos
hablantes cobran vida. Sujeto al género, pero subjetivado por el género, el ‘yo no está ni an-
tes ni después del proceso de esta generización, sino que sólo emerge dentro (y como la ma-
triz de) las relaciones de género mismas” (Butler, 2005, p. 25).
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Ese aprendizaje de la homofobia los obliga a juzgar continua y
perennemente a los hombres, con base en su aproximación o alejamiento
del ideal de masculinidad y de acuerdo con las políticas homofóbicas.
Permite distinguir al hombre de verdad del sujeto abyecto, quien debe
ser rechazado y señalado de tal forma que se ubique en los espacios de
abyección,en el sentido del ser humano que pierde su humanidad y se
ve relegado al estatus de paria con relación a los dominantes” (Eribon,
2004, p. 69).
En México, la homofobia es un mecanismo presente en las rela-
ciones entre los varones, pues guía las relaciones intergenéricas y sirve
para la evaluación de la hombría. A partir de una evaluación homofóbica
se acepta o rechaza a determinado individuo en ciertos espacios o grupos.
Este mecanismo de evaluación se expresa continuamente entre los varones
a través de prácticas homofóbicas, las cuales son:
El conjunto de arreglos, usos, acciones y convenciones que se
repiten continuamente en las relaciones sociales y entre las personas
que favorecen el desprestigio, discriminación y estigmatización de
los sujetos de la diversidad sexual. Con su continua repetición en los
ámbitos donde se desarrollan los varones les recuerdan el lugar que
ocupan los sujetos de la abyección (Laguna, 2013, 366).
Derivado de dicha evaluación, los hombres son jueces de ellos
mismos y de otros hombres a partir de los dictados de la homofobia y de
la calificación definida a partir de las políticas homofóbicas.
Este proceso de acotar o congelar dicha evaluación, lo expresó el
participante de la siguiente manera:
Pues a veces… como te digo como que ya, ya quité el tabú
ese, como que ya, pues es mi chamba. Primero lo veía así: ¡que maya-
te! ¡Puta madre! ¡Ahhh, me paso de verga! ¡No puedo creerlo, hasta
dónde fui a caer! ¡Soy bien pasado de lanza! ¡Ahh, deja que se entere
la gente! (Christian, stríper).
Sin embargo, él mismo refiere que se quitó ese tabú, que podría
ser todo el proceso de autoevaluación asociado a la homofobia.
La homofobia se expresa como una visión dicotómica que segrega
al que se considera es un hombre de aquél que no lo es; de ahí que las
prácticas para señalar, excluir, humillar y violentar a quien transgrede la
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heteronormatividad son ejercidas sobre todo en hombres que no cumplen
con los parámetros de esa norma. En este control social no importa tanto
la certeza de la transgresión, sino que la materialización de la masculini-
dad del hombre se aproxime a los estereotipos del hombre homosexual.
En estos espacios, los bailarines dejan de evaluar homofóbicamente
a sus colegas heterosexuales, con ello evitan pensarse como sujetos ab-
yectos; además, cuando no evalúan homofóbicamente a sus compañeros
les facilita también no autoevaluarse, lo que les permite hacer su trabajo,
pero sobre todo permanecer en él. Sin embargo, la violencia homofóbica
no desaparece, sino que se enfoca en los bailarines homosexuales, quienes
se vuelven el sujeto de su evaluación homofóbica, pues se supone que
realizan dichas actividades por gusto y no por necesidad.
Esa evaluación homofóbica se modifica con respecto a los clientes
de los bares y lugares de encuentro para hombres gay, ya que no se usa
para violentar a los sujetos que tradicionalmente han sido sus destinatarios
(los hombres gays y bisexuales). Esa evaluación homofóbica forma parte
constitutiva de la masculinidad en México, de ahí que, en los bares —al
ser espacios para varones—, se modifique o aparezca de diferente manera;
por ejemplo, los estríperes heterosexuales son evaluados homofóbicamente
por los clientes que acuden al lugar, pues éstos la utilizan para denostar
o rechazar a los bailarines que consideran que no se apegan al modelo
de masculinidad hegemónico o que no representan al hombre de verdad,
por lo que pueden rechazar sus devaneos y flirteos.
Cabe mencionar que cuando los bailarines evitan ejercer la homo-
fobia y la humillación “interpretada como una práctica de rebajamiento
e inferiorización (Diaz-Benitez, Gadelha y Rangel, 2021, p. 12), favo-
recen el cambio de las estructuras de valoración de las masculinidades y
reacomodos en las jerarquías inherentes a ellas.
f) Cambios en la escala de valoración de la masculinidad
Los bailarines aceptan un reposicionamiento con respecto a la escala social
de valoración de las masculinidades. Los clientes, al contar con recursos
económicos, desestabilizan el orden derivado de la cultura de género,
cuyo parámetro de medición es la heterosexualidad y la aproximación
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o distanciamiento del modelo de hombre definido por la masculinidad
hegemónica imperante en ese espacio geográfico.
Los hombres gays y bisexuales se reposicionan en la escala de
valoración asociada al prestigio y espacios sociales elevados en los bares
de estríperes. Connell (2003) refiere que los hombres homosexuales son
ubicados en la base de escala de valoración porque su expresión sexual se
contrapone a los dictados del modelo de masculinidad hegemónico. No
obstante, en los bares y negocios visitados se observó que esa estructura
simbólica se reacomodaba y reacondicionaba con base en las necesidades
del lugar.
Los hombres homosexuales, quienes controlan el flujo del dine-
ro, tienen acceso al ejercicio del poder y la capacidad de decidir a quién
brindarle su atención y sus recursos. Ello los hace ascender en la escala
de valoración de las masculinidades, con lo cual se ubican sobre el espacio
simbólico-social ocupado por los estríperes heterosexuales. Por ello no se
les agrede, sino que se evita incomodarlos u ofenderlos de alguna forma,
para evitar perder su interés y, por lo tanto, sus recursos.
Las actividades que desarrollan los bailarines en estos espacios, por
un lado, dan continuidad a las expresiones de masculinidad tradicional,
pero, por otro, trastocan uno de los imperativos del género de los hom-
bres, como es la heteronormatividad, pues los sujetos a quienes dirigen su
afecto o interés son otros hombres que han sido señalados como abyectos
por no seguir los mandatos del pensamiento heterosexual. Siguiendo a
Monique Wittig (2006, p. 53):
La sociedad heterosexual está fundada sobre la necesidad
del otro/ diferente en todos los niveles. No puede funcionar sin este
concepto ni económica, ni simbólica, ni lingüística, ni políticamente.
Esta necesidad del otro/diferente es una necesidad ontológica para
todo el conglomerado de ciencias y disciplinas que [conforman] el
pensamiento heterosexual.
El estríper baila aunque su masculinidad cruja, porque sabe que es un hombre
de verdad
Cómo se describió en el apartado anterior, muchas de las prácticas que
realizan los estríperes en sus lugares de trabajo contravienen los dic-
216
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Año 1 / Número 2 / Septiembre 2023 - febrero de 2024
tados de la heteronormatividad, la homofobia, el orden derivado de la
cultura de género y el heterosexismo, el cual es un sistema razonado de
prejuicios con respecto a la preferencia sexual. Denota prejuicio a favor
de las personas heterosexuales y connota prejuicio contra las personas
bisexuales y, especialmente, homosexuales” (Jung y Smith, 1993, p. 13).
A continuación, se señalan algunas de las prácticas que permiten que
los varones que trabajan como estríperes puedan realizar su trabajo sin
mayor impacto en sus vidas.
a) La masculinidad es líquida
Los géneros son cambiantes y modificables debido a que son cons-
trucciones sociohistóricas. Si bien por la reificación,
5
se pensaron como
estructuras naturales e incluso innatas; los estudios sociológicos y an-
tropológicos realizados en diversas sociedades han mostrado que sus
diferencias y su reproducción son fenómenos sociales y culturales, más
que un evento natural.
Asimismo, se ha identificado su fluidez. De ahí que el concepto
de liquidez de Zygmunt Bauman (2017, p. 8), quien refiere:
“Los líquidos no conservan una forma durante mucho tiem-
po y están constantemente dispuestos (y proclives) a cambiarla; por
consiguiente, para ellos lo que cuenta es el flujo de tiempo más que
el espacio que puedan ocupar: ese espacio que, después de todo, sólo
llenan [momentáneamente, sea útil para estudiarlo].
Con esa noción en mente, Tristan Bridges (2011, p. 82) considera
que el género tiene la característica de la liquidez porque cuentan, en sus
palabras, con la habilidad de transformarse a uno mismo de acuerdo a los
estándares cambiantes de los múltiples arreglos grupales”, y esa liquidez
implica “la transformación contextual de los performance de género”. Para
esta investigación entiendo performance de acuerdo con lo definido por
Preciado (2009, p. 112): conjunto de reflexiones acerca de la inscripción
5 Retomo la denición de reicación de Peter Berger y omas Luckmann (2008: p. 114): “Es
la aprehensión de fenómenos humanos como si fueran cosas, vale decir, en términos no huma-
nos, o posiblemente supra-humanos. […] Es la aprehensión de los productos de la actividad
humana como si fueran algo distinto de los productos humanos, como hechos de la natura-
leza, como resultados de leyes cósmicas o manifestaciones de la voluntad divina. La reica-
ción implica que el hombre es capaz de olvidar que él mismo ha creado el mundo humano”.
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de repeticiones ritualizadas de la ley que diversos autores, desde Foucault
(disciplina) hasta Bourdieu (habitus), llevarán a cabo para explicar los
procesos de socialización y de interiorización de normas”.
Dicha liquidez nos permite explicar las fluctuaciones en las ex-
presiones de género de los estríperes, quienes en sus labores trastocan
diversos dispositivos del género de los hombres que se han implementado
para evitar la desviación del modelo de masculinidad que es hegemónico
en determinada región geográfica.
En ese contexto, las expresiones de las masculinidades de los
bailarines fluctúan entre representar hombres que están en la cima de la
pirámide de valoración de las masculinidades a ocupar espacios sociales
vinculados a masculinidades subalternas o masculinidades desempode-
radas, pues se alinean a los deseos de los clientes, quienes, por contar con
recursos económicos, definen sus intereses y voluntades sobre aquéllas
de los bailarines.
Esta liquidez en la expresión del género de los hombres es una
constante en los bares donde laboran los estríperes. En esos lugares se
va intercambiando la representación del modelo de masculinidad hege-
mónico entre clientes y bailarines, lo que define el acceso al poder y al
dividendo patriarcal. En unos momentos, la materialización del modelo
de la masculinidad hegemónica la tienen los bailarines, cuando son la
representación de los ideales de hombres, pero tan pronto bajan del
escenario o terminan su espectáculo quienes asumen esa representación
son los clientes, es decir, los hombres gays y bisexuales. Esto se debe a
sus recursos económicos, ya que así pueden obtener las atenciones de los
bailarines, además de que no son objeto de ningún tipo de violencia o
rechazo.
Cuando los clientes materializan dicha masculinidad los bailari-
nes ubican un espacio en la escala de valoración inferior a la de ellos y,
por lo tanto, les reconocen el poder de decisión y de hacer su voluntad
e, incluso, la posibilidad de rechazarlos con base en valoraciones homo-
fóbicas, estéticas o su aproximación o distanciamiento del modelo ideal
de masculinidad.
218
Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
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Lo antes descrito señala la profunda liquidez del género de los
hombres, lo cual se identifica en estos espacios de interacción entre hom-
bres de la diversidad sexual y afectiva, y varones heterosexuales, donde hay
desplazamientos continuos, tanto en su expresión de género como en la
implementación de los controles sociales asociados al mismo.
b) Los lugares de trabajo son espacios liminales
La liquidez del género no sería en sí misma una explicación suficiente
para entender los cambios en las expresiones y materialización del género
de los estríperes y de los clientes que acuden a los bares para hombres
gays y bisexuales. Por ello, resulta importante reconocer a los bares donde
laboran los estríperes como espacios que permiten el trastrocamiento
de las normas de género y del orden que deriva de la cultura de género.
Siguiendo a Victor Turner, podemos decir que estos negocios son
espacios liminales.
Los atributos de la liminalidad o persona liminal (gente
umbral) son necesariamente ambiguos, ya que esta condición y estas
personas eluden o se deslizan a través de la red de las clasificaciones
que normalmente ubican los estados y las posiciones en los espacios
culturales. Las entidades liminales no están ni aquí ni allá, se ubican
en medio, entre las posiciones asignadas y dispuestas por la ley, la
costumbre, la convención y el ceremonial (Turner, 2009, p. 95).
Esa liminalidad permite que se pueda trastocar el orden derivado
de la cultura de género sin que haya mayores repercusiones para los des-
nudistas. Los bares visitados por los hombres gays pueden estar ubicados
lejos o cerca del centro de la urbe, lo cual depende de la permisibilidad y
tolerancia de cada ciudad, pero las condiciones que proveen son similares,
ya que favorecen cambios en la expresión y materialización del género
de los hombres.
Son lugares donde se facilita el trastrocamiento del orden y prácti-
cas de género tradicionales, permite que los varones gays dejen los espacios
de abyección en los que se los ubica socialmente y se reposicionen en la
escala de la masculinidad, pero además facilita que los bailarines trans-
gredan la heteronormatividad y no den continuidad a la homofobicidad,
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la cual es una especie de panóptico social que vigila la observancia de la
heteronormatividad” (Laguna, 2013, p. 213).
c) Creación de complicidades
En estos espacios se crean algunas connivencias entre los bailarines he-
terosexuales. Entre estas complicidades destaca el congelamiento de la
homofobia y de la evaluación homofóbica entre los bailarines, pues dicha
valoración los obligaría a reconocerse como sujetos abyectos. Dejan de
evaluarse con respecto a la norma heterosexual y simplemente realizan
las labores que les sean solicitadas, aunque contravengan la heteronor-
matividad y el heterosexismo. Ese cambio les permite crear una especie
de red de acuerdos implícitos que favorece trastrocamiento de la norma
heterosexual y no tener repercusiones por ello.
El que los estríperes puedan congelar las prácticas homofóbicas
durante su empleo les facilita su permanencia, aunque ello no implica
que no tengan conflictos personales entre las actividades que realizan y
la concepción de lo que significa ser un hombre de verdad. De ahí que,
en ocasiones, busquen realizar actividades que reafirmen su masculinidad;
por ejemplo, que acudan en grupo a tener relaciones sexuales con sexo-
servidoras, como una manera de fortalecer los vínculos entre ellos, pero
también para demostrar su masculinidad, la cual estiman que se debilita
por las relaciones o las actividades que desarrollan durante sus horas de
trabajo. Un ejemplo de ello es la siguiente mención:
Anoche el jefe nos invitó a una fiesta con teiboleras por mi
cumpleaños (Emiliano, estríper).
Ese tipo de actividad, la gestionan los dueños de ese establecimien-
to para promover la masculinidad de los bailarines, para crear vínculos de
amistad que permitan cuidarse dentro del espacio de trabajo y para evitar
que los bailarines deserten al tener dudas de su sexualidad.
Los bailarines se cuidan entre ellos, pues a los nuevos se les enseña
como colocar el talón cubriendo la zona anal cuando se agachan para
evitar que los clientes les den una pasteleada (es decir, impedir que les
metan el dedo en la zona anal), como refirió el entrevistado:
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Llegué la primera noche, me pidieron que me quitara la
playera, pero que me dejara los jeans que llevaba puestos. Esa noche
no bailé sólo estuve viendo y aprendiendo el negocio. Al día siguiente
me dijeron que me quedara en boxers e hiciera lo que hacían mis
compañeros. En algún momento de la noche tuve que bailar frente a
los clientes (Christian, estríper).
Como se muestra, la incorporación al trabajo es paulatina, pues los
administradores y dueños de los espacios cuidan a los posibles candidatos,
de tal forma que no se amedrenten con las labores que deben realizar y
continúen laborando.
En los espacios donde laboran los estríperes se reproducen ciertas
prácticas asociadas a la masculinidad tradicional, como la competitividad;
por ejemplo, se busca saber quién obtiene más propinas o le contratan
más privados; o bien, mostrar fortaleza a pesar de la adversidad, como el
caso de Omar, quien comentó que un cliente le dijo: “Haz lo que te digo
porque por eso te pago, eres una puta”, y no mostró sus sentimientos.
También se crean vínculos entre los varones para cuidarse mutuamente,
para proteger sus trabajos sin ofender a los clientes. Un ejemplo de ello
es cuando un cliente está muy tomado o se está tornando impertinente,
entre ellos se avisan para que lo tomen en cuenta cuando se aproximen
al cliente en cuestión o para pedir ayuda al personal de seguridad del
negocio, ya que no pueden ejercer violencia contra los clientes por temor
a perderlos.
Estas complicidades resultan muy importantes, pues los hombres
se sienten respaldados por su grupo, pues reconocen que tienen el apoyo
de otros hombres que se encuentran en la misma situación. Esa com-
plicidad les sirve para evitar las políticas y prácticas homofóbicas que se
implementan para evitar la desviación de la heteronormatividad, pero,
además, resulta útil para cuidarse mutuamente.
d) Creación de nuevas escalas de valoración de la masculinidad
Los hombres aprenden a ejercer el poder durante los procesos de gene-
rización, pero también a alinearse con respecto a un hombre u hombres
que por su posición social, laboral o económica tenga predominancia
sobre otros hombres (Bridges, 2011). De ahí que no sea difícil entender
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el cambio en la pirámide de valoración de las masculinidades en estos
bares; lo interesante es que se ceda el lugar a hombres gays, situación que
no se identifica en otros espacios sociales.
e) Todo es un juego
Algunos varones ven el trabajo que realizan como un juego, consideran
que están cotorreando,
6
por lo que se divierten y lo ven como una travesura
que, además de hacerles pasar un rato agradable, les deja ingresos con-
siderables. Algunos de mis entrevistados me describían sus actividades
con una sonrisa cómplice, ello me recordaba a los niños que describen
alguna travesura.
f) Fortalecimiento de concepciones tradicionales de lo que signica ser hombre
Muchas prácticas del género de los hombres son desestabilizadas en es-
tos espacios a partir de las labores que realizan los estríperes, pero otras
prácticas de la masculinidad tradicional se fortalecen, como la idea del
papel del hombre como proveedor. Dado que los ingresos de los bailarines
son considerables, pueden brindarles buena calidad de vida a sus familias
y, con esa finalidad, consideran que las actividades que realizan son para
darle un mejor sustento a su familia y que lo hacen por necesidad, de ahí
que quede en un segundo plano la manera como acceden a los recursos.
Le pedí permiso a mi suegro para trabajar en este lugar para
tener ingresos para mantener a mi esposa y a mi hija (Diego, estríper).
Uno de los incentivos para mantenerse en el trabajo es que sus
ingresos eran elevados, pues en una noche podrían obtener hasta mil
dólares americanos en temporada alta.
Después de todos los cambios ¿algo cambia?
Como se describió previamente, los estríperes heterosexuales que bailan
ante hombres gays o bisexuales cambian algunas concepciones de lo que
significa ser hombre y las adecuan a las labores que realizan para poder
permanecer en el empleo. Durante el trabajo de campo se encontró que
6 Cotorrearla (expresión popular): pasar el tiempo divirtiéndose o sin hacer nada: “Se fue al par-
que a cotorrearla” (Diccionario del Español de México). Digno de mención es que muchos
varones en México utilizan esta palabra para referirse a actividades sexuales entre varones.
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
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muchos varones sólo trabajaban una noche, pero ya no volvían. Hubiera
sido interesante conocer qué les impidió volver y conocer cuáles cues-
tiones asociadas a la construcción de la masculinidad y la homofobia no
pudieron moldear, de acuerdo con las necesidades del empleo.
Quienes permanecen en sus trabajos modifican algunas prácticas
naturalizadas asociadas a la homofobia, a la exclusión y la agresión de los
hombres homosexuales, incluso soportan o permiten ser objeto de valo-
ración y señalamientos homofóbicos por parte de los clientes. Durante
el trabajo de campo, algunos clientes de los bares se referían de manera
despectiva a los estríperes, como expresar que no le gustó el bailarín por-
que era muy mujer”, esto es, que los rasgos del bailarín le resultaban muy
femeninos. En tanto que otro comentó ahora resulta que debo invitarle
una bebida, como si fuera niña”, para criticar las prácticas que realizan
como parte de su trabajo.
El modelo de masculinidad hegemónico señala el cuerpo como
inaccesible para otros varones, pero aquí se modifica la corpografía
7
de la
masculinidad, ya que los clientes pueden acceder con caricias o toqueteo
a todo el cuerpo de los estríperes, con acotamiento casi siempre a la zona
anal, espacio corporal que se vuelve el último baluarte de la impenetrabi-
lidad asociada a la masculinidad. Así lo comentó el entrevistado:
Si te cogen [si te penetran], ya dejas de ser hombre, porque te
cogieron, ya eres… te gusta que te cojan, y ya eres como niña, porque
a ellas les gusta que se las cojan. Si me tocan dejaría de ser hombre
(Christian, estríper).
Sin embargo, todos esos cambios se realizan solamente en sus espa-
cios laborales que, como ya se dijo, son espacios liminales. Esas libertades
que brinda el lugar se desvanecen al salir. Cuando los estríperes terminan
sus labores regresan a sus hogares y a los grupos de hombres donde se
desenvuelven, por lo que reproducen la masculinidad que conocen y que
los ubica dentro de un entramado social específico, el cual les apoya para
el reconocimiento de otros hombres.
7 La corpografía habla de un cuerpo que puede ser mirado a partir de lo inscripto en él (Díaz,
2016, p. 13).
223
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Esas modificaciones en su expresión y materialización de la mas-
culinidad se realizan durante la noche, cuando los bailarines cambian su
nombre para que, en caso de ser reconocidos en la calle, puedan señalar
que la persona está equivocada. Esto les permite desligarse de muchas de
las ataduras y controles sociales asociados al género. Cuando se desvanecen
los imperativos que les llevan a realizar dichas transformaciones vuelven
a materializar la masculinidad que conocen: la tradicional; por ejemplo,
Christian refería un lado violento que mostraba fuera de su lugar de
trabajo y que no podría demostrar en su empleo.
Los vatos me dicen no pus que eres bien mayate, bien
chichifo y así, si son compas [amigos] les digo wey [sic] la neta bájale
de huevos o vamos a salir mal, wey [sic] la neta cálmate, o qué pedo
¿en qué te molesto?
Si se empiezan a burlar, en breve les suelto un vergazo [golpe]
para que se acomoden.
Si es un vato que no conozco, la mínima, la neta o le digo
a los vatos, wey [sic] la neta te voy a decir de qué chambeo, pero a la
primera que me eches carrilla, vamos a salir mal (Christian, Stríper).
Otro de los entrevistados comentaba sobre sus experiencias como
si fueran realizadas por otra persona, con lo cual disociaba las actividades
en su trabajo con su idea de hombre fuera de él:
Pues me sentía otra persona, doble identidad, tal vez, pero
sólo en el trabajo, porque por fuera me sentía yo (Daniel, estríper).
Como refiere Connell (2003, p. 86): “La constitución de la masculini-
dad a través del desempeño corporal determina que el género sea vulnerable
cuando el desempeño no puede sostener [el sujeto puede] reformular la
masculinidad al acercarla a la masculinidad que es entonces posible”. Así,
los espacios laborales y las solicitudes de los clientes imponen a los estríperes
ciertas guías que deben cumplir para amoldar su expresión de género a las
necesidades del trabajo; sin embargo, cuando terminan sus labores vuelven
a las prácticas de género que conocen y que están validadas en su ambiente
familiar y en los grupos donde desarrollan su vida y actividades.
En estos espacios se observa una premisa que refieren Connell
y Messerschmidt (2005, p. 840): “Los hombres pueden adoptar la mas-
culinidad hegemónica cuando es deseable, pero los mismos hombres se
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
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pueden distanciar estratégicamente de la masculinidad hegemónica en
otros momentos”. Así, estos hombres modifican radicalmente la expresión y
materialización de su masculinidad en los horarios laborales, pero tan pronto
dejan su empleo vuelven a materializar las masculinidades que conocen.
Conclusiones
Este estudio se realizó entre varones que decidieron permanecer en el
trabajo de estríper; es decir, hombres que conocieron las labores que se
desarrollan en los negocios enfocados para hombres gays y que perma-
necieron en el empleo a pesar de las implicaciones que pudieran tener
en su concepción y expresión de la masculinidad.
Los bailarines desarrollan actividades disruptivas que los hacen diso-
ciarse del modelo de masculinidad hegemónico mientras están en el empleo:
crean fantasías y seducen de manera real o simbólica a otros hombres; se
ajustan a una escala de valor simbólica asociada a la masculinidad donde
los hombres gays y bisexuales tienen un lugar preponderante; no ejercen
prácticas homofóbicas y reducen a un mínimo la evaluación homofóbica.
Las experiencias vividas por los estríperes en estos bares son
posibles porque éstos pueden considerarse espacios liminales, porque
permiten las transgresiones a la heteronormatividad. En ese orden de ideas
podemos considerar que hay espacios que favorecen las modificaciones
a las prácticas de la masculinidad tradicional; por ejemplo, las oficinas
gubernamentales asociadas a la protección de los derechos de las mujeres
y espacios que facilitan la reproducción de dicha masculinidad, como los
talleres mecánicos.
Adicionalmente, los bailarines crean complicidades que les permi-
ten modificar pautas homofóbicas grupales; también procuran fortalecer
otras características de la masculinidad, como el papel de proveedores en
sus hogares, con lo que compensan el debilitamiento de otras expresiones
de masculinidad.
Otra característica del género que favorece estos cambios es que
las masculinidades son fluidas, líquidas. El género, para su existencia,
requiere de su materialización por parte de las personas, lo cual lo hace
modificable y variable, de ahí que la heteronormatividad y la homofobia
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se establezcan para acotar las desviaciones del orden derivado de la cul-
tura de género. Sin embargo, cuando dichos vectores de poder no son
aplicados, favorecen que impere la liquidez del género y, por lo tanto, la
posibilidad de su transformación.
Guillermo Núñez (2013) ha estudiado los cambios en las mas-
culinidades en períodos largos de tiempo; sin embargo, los trabajos de
Tristan Bridges (2009, 2011), Bridges y Pascoe (2014) y Barber y Bridges
(2017), así como el presente trabajo, señalan que para identificar cambios
en las masculinidades no se necesita de períodos amplios de tiempo, sino
que la transformación es continua. El que permanezca y se materialice
determinada expresión de masculinidad en el hombre dependerá de
vectores de poder, como la homofobia, el heterosexismo, el machismo,
etcétera. El entorno donde se desarrollan o conviven los varones tam-
bién influye; por ejemplo, un hombre podrá expresar una masculinidad
asociada con el modelo de masculinidad hegemónico en su hogar, siendo
el jefe de familia, pero ese mismo hombre puede expresar una masculi-
nidad subalterna en su trabajo, donde el jefe expresa el ideal asociado a
la masculinidad hegemónica; y con sus amigos puede materializar una
masculinidad cómplice. Al observar este tipo de fenómenos podemos
inferir que el género de los hombres es líquido.
Durante el trabajo de campo también se identificaron cambios en
el dispositivo que se articula para evitar la desviación de la heterosexuali-
dad obligatoria, como es la homofobia. Esta desviación, al ser aprendida
durante los procesos de generización y homofobización, no desaparece,
sino que se modifica de acuerdo con los espacios donde conviven varones,
dependiendo de las relaciones de género que se establezcan entre ellos.
En el caso de los bares para hombres gays y bisexuales, esta desviación
sufría modificaciones, pero no se desvanecía.
Durante su trabajo, los bailarines materializan la masculinidad más
adecuada para ese momento específico, además se logró identificar que su
expresión de género no se modificaba, lo que permite inferir que aunque
se observen cambios en la concepción, expresión y materialización de la
masculinidad de un hombre, los cambios no siempre son permanentes
si no existe un imperativo, obligación o necesidad de ello.
226
Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
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En resumen, los cambios en la expresión del género identificados
en estos espacios —por radicales que parecieran— se desvanecían casi sin
dejar huella en la vida de los bailarines, cuando se iba el último cliente y
se prendían las luces del lugar. En esta investigación se puede concluir
que, para que haya un cambio radical y perdurable en las masculinidades,
debe haber transformaciones en las marcas y entramados que respaldan el
género de los hombres. Esto implica un proceso de larga duración; de otra
manera, solamente serán cambios temporales que se desvanecerán cuando
su imperativo desaparezca. Así, aunque la rama se doble, vuelve a su sitio.
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Óscar Emilio Laguna Maqueda
Mexicano. Doctor en Ciencias Sociales con especialidad en mujer y
relaciones de género, por la Universidad Autónoma Metropolitana-
Xochimilco. Adscrito al Centro Nacional de Información del Secreta-
riado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Líneas de
investigación: masculinidades, diversidad sexual, políticas y presupuestos
con perspectiva de género, derechos humanos.
Correo electrónico: oscarlaguna1@gmail.com
Performance público. Plaza Regina, Xalapa.