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Año 1 / Número 2 / Septiembre 2023 - febrero de 2024
De maestras y escritoras a periodistas:
Evolución y actualidad del periodismo
femenino en el Ecuador
From Teachers and Writers to Journalists: Evolution and Status
of Female Journalism in Ecuador
Ana Gabriela Dávila Jácome
ORCID: 0009-0007-6293-5417
Ponticia Universidad Católica del Ecuador
Recepción: 14/11/22
Aprobación: 05/07/23
Resumen
Las mujeres periodistas han cumplido un
rol decisivo en la consolidación del perio-
dismo en el Ecuador. Sus pasos en este
campo empezaron a principios del siglo
XX, cuando, como maestras y escritoras,
difundieron sus ideas, inicialmente en las
aulas de los colegios y luego en la funda-
ción de las primeras revistas femeninas
de la época. En la década de los noventa,
el ingreso de las mujeres a los medios de
comunicación aumentó y siguió avanzando
sin detenerse hasta la actualidad. Hoy
existe un gran número de mujeres en el
periodismo, por lo que según algunas au-
toras se puede hablar de una feminización
de la profesión, es preciso señalar que ésta
no ha llegado de la mano de la erradica-
ción de los estereotipos de género que
Abstract
Female journalists have carried out a
significant role in the strengthening of
journalism in Ecuador. Their steps in this
field started when, at the beginning of
the XX century, both female teachers and
writers disseminated their ideas, initially
in classrooms, and afterwards in the first
womens magazines they founded at that
time. In the 1990s, the entry of women
into the media increased and continued
to advance without stopping until today.
Today there are many women in journa-
lism, so according to some authors one can
speak of a feminization of the profession.
It should be noted that this has not come
hand in hand with the eradication of
gender stereotypes that have historically
been present in the media. At all stages
GénEroos
Volumen 1/número 2/septiembre 2023 - febrero 2024/ pp. 142-172
eISSN 2992-7862
DOI: RevGenEr.2023.2.06
CC BY-NC-SA 4.0
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históricamente han estado presentes en los
medios. En todas las etapas del desarrollo
de la profesión, las mujeres han tenido que
enfrentar estos estereotipos para lograr la
igualdad con sus pares masculinos, lo que
refleja que el camino no ha sido fácil pero
tampoco un limitante para destacarse en
un entorno dominado por hombres, y para
constituirse en uno de los puntales para el
fortalecimiento del periodismo en el país.
Palabra clave
Periodismo, medios de comunicación,
trabajo periodístico, periodismo femenino,
trabajo productivo y reproductivo.
of the development of the profession,
women have had to face these stereotypes
to achieve equality with their male peers,
which reflects that the road has not been
easy. But neither has it been a limitation to
stand out in an environment dominated by
men and to become one of the mainstays
for the strengthening of journalism in the
country.
Keywords
Journalism, mass media, journalistic work,
women´s journalism, productive and re-
productive work.
Introducción
E
n los últimos años, en Ecuador, el periodismo como campo laboral
ha atravesado profundos cambios, producto de la transformación
de los medios de comunicación, generada principalmente por el avance
de la tecnología y de la comunicación digital. Algunos de estos cambios
están relacionados con el personal que labora en estos espacios: las pe-
riodistas y los periodistas. Aunque una importante cantidad de mujeres
se desempeñan en el periodismo, el número de hombres que trabajan en
los medios de comunicación sigue siendo mayor.
No se trata de un asunto cuantitativo, sino de un notorio prota-
gonismo del sexo masculino en las salas de redacción, lo cual se observa
en que los hombres siguen siendo quienes, desde las cabezas editoriales
de los medios, toman las decisiones sobre lo que se publica y lo que no.
En ese sentido, en los medios ecuatorianos impera una cultura patriarcal
que ha hecho que la mujer experimente una evolución profesional de la
prensa, empañada por estereotipos de género, los cuales le han impedido
alcanzar el mismo desarrollo que sus pares masculinos.
Ecuador se ha caracterizado por ser un país en el que casi nada
se ha indagado sobre la cultura periodística nacional y sus actores, entre
éstos, los periodistas. Es preciso señalar, además, que las escasas investi-
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gaciones que han explorado este campo pocas veces lo han hecho desde
una perspectiva de género; es decir, estos trabajos no se han enfocado de
forma particular en las mujeres periodistas como elementos que forman
parte de dicha cultura.
La única institución oficial que ha utilizado una variable de gé-
nero, a través de la cual ha sido posible recoger información específica
sobre las mujeres periodistas, es el Consejo de Comunicación, instancia
gubernamental que lidera y promueve procesos relacionados al acceso,
desarrollo y promoción de los derechos a la libertad de expresión, la
información y comunicación. En el último registro público de medios,
realizado por esta institución en 2021, se observan datos sobre cuántas
mujeres y hombres periodistas trabajan en los medios ecuatorianos, y
cuántos se desempeñan en cargos de dirección al interior de estos espa-
cios. No obstante, estos datos resultan insuficientes para dar cuenta de la
realidad de las mujeres como trabajadoras de los medios, como periodistas
en ejercicio profesional.
Existen pocas investigaciones relativas al ejercicio periodístico de
las mujeres. Aunque en dichos estudios se han mostrado cifras y se han
revelado elementos, éstos carecen de alcance, profundidad y continui-
dad —en alguna medida son aislados, pero de igual manera se muestran
en este trabajo— por lo que no han logrado constituirse como estudios
representativos o referenciales ni consolidar una línea de investigación
en este campo.
Otras instancias relacionadas con los medios de comunicación
y la práctica periodística, como organizaciones no gubernamentales y
asociaciones gremiales, por ejemplo, tampoco cuentan con información
precisa. Luego de un sondeo realizado por instituciones nacionales, como
Fundamedios —reconocida ONG que trabaja en temas relacionados a los
medios de comunicación y a la libertad de expresión— se constató que,
a pesar de ser una instancia que ha velado por el respeto de los derechos
humanos, no se ha enfocado en la situación de los periodistas al interior
de los medios, en general, mucho menos de las mujeres periodistas, en
específico.
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Asimismo, en la Unión Nacional de Periodistas —organización
gremial que acoge a 620 periodistas de todo el país—, 40% son mujeres,
pero tampoco se ha levantado información de este tipo (Rosales, 2013).
Estos elementos permiten señalar que en el país existen pocos
estudios representativos sobre el periodismo como campo laboral, en
general, y en específico sobre la situación de las mujeres en este ámbito.
Este artículo tiene el objetivo de mostrar la evolución que ha tenido
el periodismo femenino a lo largo de la historia a través de una breve
retrospectiva desde los inicios de la profesión, a principios del siglo XX,
hasta la actualidad, cuando es posible observar al periodismo como una
profesión que ha logrado una importante impronta femenina, fruto del
rol que han cumplido las mujeres en este campo. A la vez, el artículo se
enfoca en presentar los rasgos que caracterizan a la situación actual de
las periodistas en el Ecuador.
Aproximaciones teóricas
Los conceptos que atraviesan esta investigación y que se han utilizado
para interpretar los resultados son varios, por lo que en este apartado
se incluirán únicamente los que resultan centrales. Primeramente, cabe
señalar que, por un lado, este estudio se enmarca en el ámbito de la comu-
nicación, puntualmente de los estudios sobre los medios de comunicación
y el periodismo; y por otro lado, se encuentra inmerso en los estudios
de género, específicamente en lo que concierne a los estereotipos y roles
de género.
Para Isabel Rauber, el género es la forma social que adopta cada
sexo, toda vez que se le adjudican connotaciones específicas de valores,
funciones y normas, o lo que llama también, no muy felizmente, roles
sociales. No está vinculado a lo biológico, sino a lo cultural, a lo social”
(Rauber, 2003, p. 10). Esta definición se enmarca en lo que señala la teoría
feminista, sobre todo desde la época en la que se habla del género como
una construcción cultural. La palabra cultura puede ser interpretada
como un cúmulo de valores, creencias y costumbres que se aprenden
y que, además, se transmiten de generación en generación, en este caso,
perpetuando en el tiempo las diferencias entre hombres y mujeres.
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Arellano señala que mientras el sexo es una categoría biológica, el
concepto de género hace referencia, más bien, a la construcción social del
hecho de ser hombre y ser mujer, las expectativas y valores, la interrelación
entre hombres y mujeres, así como las diferentes relaciones de poder y
subordinación existentes entre ellos (Arellano, 2003).
A partir de esta conceptualización aparecen los estereotipos que
para Aguilar y González son:
El conjunto de creencias existentes sobre las características
que se consideran apropiadas para hombres y mujeres. Los estereoti-
pos crean, a su vez, los roles de género, es decir, la forma en la que se
comportan y realizan su vida cotidiana, tanto ellas como ellos, según
lo que se considera apropiado para cada uno (2013, p. 209).
Desde esta perspectiva, históricamente han sido atribuidos, a
ambos sexos, distintas características: la sensibilidad, ternura, emoción,
pasividad, sumisión e intuición, asociado a lo irracional y subjetivo, a la
mujer; mientras que al hombre se le identifica con tener valor, fuerza y
poder, lo cual, a su vez, está relacionado con lo racional y lo objetivo. Según
Isabel Rauber (2003), estos adjetivos expresan la base sociocultural de la
desigualdad entre las relaciones de los sexos, sobre las que se asienta la
subordinación jerárquica de la mujer frente al hombre.
Con relación a los roles de género, la autora explica que la di-
visión y asignación de roles determinados ocurrió durante un proceso
de diferenciación de tareas, marcado principalmente por la necesidad
de sobrevivencia de las comunidades o núcleos familiares. En esa línea
afirma que:
El origen histórico de la discriminación de la mujer nace
de la diferencia de roles como la forma más primaria de división del
trabajo: la mujer se centra en la maternidad y en el ámbito doméstico
y el hombre asume el quehacer público, socialmente valorado como
más importante que el privado (Rauber, 2003, p. 14).
Para Rauber (2003), esto habla de la existencia de una diferencia-
ción cultural creada por la sociedad, entendiendo que el trabajo es, quizá, la
primera conquista cultural de los seres humanos y de una diferenciación
natural —biológica—, la cual subyace y atraviesa cualquier propuesta de
equidad entre los sexos. En ese sentido, no se trata de negar las diferencias
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que existen entre los sexos, sino de eliminar las diferencias en los roles
atribuidos a hombres y mujeres.
En tanto, para Eagly (citado por Godoy y Mladinic, 2009), los
roles de género se basan en las diferentes posiciones que ocupan hombres
y mujeres en la división sexual del trabajo. A partir de esto, las personas
infieren que esos roles reflejan características personales o disposiciones
internas naturales. Eagly nombra a los rasgos atribuidos a las mujeres como
comunales y a los atribuidos a los hombres como agénticos, señalando que
ninguna de estas atribuciones de roles es definitiva, ya que, si bien los
sexos son diferentes entre sí, no lo son completamente, pudiendo tanto
hombres como mujeres presentar, en distintos niveles, rasgos agénticos
y comunales.
El campo laboral ha sido históricamente un espacio en el que han
predominado los estereotipos de género, marcando las diferencias entre
hombres y mujeres. Precisamente, en este contexto surge el concepto de
techo de cristal, que refiere a la existencia de una barrera invisible que limita
a las mujeres el acceso a cargos de poder dentro de los entornos laborales,
y que estaría configurada por estereotipos de género que les impiden su
ascenso profesional (Busto, 2010).
Según Griselda Martínez (2001, p. 65):
La idea del cristal alude a un límite imaginario y, por ende,
subjetivo que impide a las mujeres que ya participan en el ejercicio del
poder, escalar las máximas posiciones jerárquicas. De ahí que representa
un límite simbólico que resguarda para los hombres las posiciones más
altas en las que se ejerce la toma de decisiones.
Este es un concepto aplicable a todo tipo de organizaciones,
incluyendo los medios de comunicación, donde continuamente se ve
que persisten limitaciones para que las mujeres accedan a los cargos de
dirección desde donde pueden tener influencia en los contenidos que se
publican. Son los medios de comunicación donde, precisamente, tiene
lugar la práctica del periodismo.
Algunas de las definiciones que se han desarrollado sobre el pe-
riodismo centran su atención en las actividades y rutinas que desarrollan
los periodistas para obtener la información principal insumo de su
trabajo—, y otras están enfocadas en el rol que cumplen en la sociedad.
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Para Kovach y Rosenstiel (2012, p. 24), el propósito del periodismo
es proporcionar a los ciudadanos la información que necesitan para ser
libres y capaces de gobernarse a sí mismos”. En otras palabras, le estarían
adjudicando al periodismo la capacidad de influir en la sociedad, a través
de la información que ésta absorbe. Es decir, el periodismo contribuiría
a la conformación de la percepción sobre la realidad, algo que también
se les adjudica a los medios de comunicación.
Además, Kovach y Rosenstiel reflexionan sobre el aspecto instru-
mental del periodismo, como un conjunto de tareas —enmarcadas en los
principios propios de la profesión— que se desarrollan para conseguir la
información que, una vez procesada, será consumida por el público. “El
periodismo busca recoger, sintetizar, jerarquizar y publicar información
relativa a la actualidad, apelando a fuentes verificables o al testimonio
del profesional en el tema (Kovach y Rosenstiel, 2012, p. 40). En esta
definición aparecen las fuentes como un elemento fundamental de la
práctica periodística, entendidas como las personas, documentos o instan-
cias de donde proviene la información que registra el periodista y en las
cuales basa su trabajo, ya que el periodismo es una práctica que involucra
el registro de la realidad, desde la voz de los implicados en los hechos.
Por su parte, Ortega y Humanes (2000) señalan que el periodis-
mo es entendido como parte de un sistema social, su función sería hacer
público lo que sucede y estaría al servicio del bien común; esta última
característica es quizás una de las que más identifica al periodismo, lo
diferencia de otras profesiones y permite comprender su naturaleza.
El periodismo, desde sus inicios, muestra su compromiso con la
sociedad al informar con veracidad y develar todo aquello que permanece
oculto en las esferas de poder y que afecta a dicha sociedad. En ese sentido,
uno de los valores de esta profesión radica en la capacidad que tiene para
influir en la transformación de una realidad y para propiciar la justicia, la
igualdad y el bienestar de la colectividad.
Por todo lo apuntado, no hay duda de que el periodismo implica,
entre otras cosas, un arduo trabajo mental, ya que, en gran parte, es un
oficio que conlleva reflexión y análisis de la realidad. También requiere
una gran dosis de creatividad, que permita renovar y actualizar los pro-
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ductos informativos que se encuentran inmersos en ciclos de producción
y que se desarrollan cíclicamente sin parar. En esa línea, quien ejerce el
periodismo requiere tener una aguda agilidad mental, toda vez que, en
el proceso de recabar la información de las fuentes se pueden presentar
múltiples situaciones que impliquen un replanteamiento sobre la marcha
de las acciones previamente definidas.
En el día a día, la capacidad mental está volcada en la producción
de las noticias, pues representan una parte constitutiva y característica
de la práctica periodística; por ello, resulta necesario referirse al concepto
de rutina periodística, toda vez que el proceso de producción está basado
en una rutina de trabajo estandarizada, en actividades que habitualmente
realizan para conseguir la información.
El personal periodístico cumple reiteradamente las rutinas para
obtener la información, y éstas tienen un carácter internalizado, institu-
cional y repetitivo. Para Kovach y Rosenstiel (2012) son comprendidas
como las prácticas que se realizan en diversos momentos y que orientan
todo el proceso que genera información noticiosa. Los y las periodistas han
desarrollado estilos sobre cómo realizar su trabajo, es decir, han definido
sus propias rutinas productivas, basadas en su conocimiento y experiencia,
en las normas de los medios en los que trabajan y en la naturaleza de los
hechos que cubren.
A través de lo señalado, se destaca la concepción del periodismo
como un trabajo intelectual, dado que eso tiene una repercusión directa
con la forma de trabajo imperante en los medios de comunicación; en
otras palabras, con las características de las rutinas que diariamente en-
frentan las mujeres. El producto es resultado de un trabajo intelectual,
esto significa que posee un valor social. En la práctica, además, este tipo
de pieza implica altos estándares de calidad, por la rigurosidad que se
debe mostrar en la información, por el contraste minucioso de fuentes y
la impecable presentación que debe alcanzar, entre otros requerimientos.
El periodismo implica dedicar bastante tiempo y esfuerzos dia-
rios, tomando en cuenta que sus productos circulan todos los días, lo que
impacta en la forma de trabajo de las mujeres en razón de éstos, entre
otros aspectos.
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Metodología
Para recabar los datos se utilizaron dos técnicas: revisión bibliográfica y
entrevista semiestructurada. Las fuentes bibliográficas encontradas, en su
mayoría, revelaron que el origen y evolución del periodismo femenino no
han sido registrados desde estudios propios sobre el mismo, sino desde
la historia de la profesionalización de las mujeres, principalmente, de la
mano de la historiadora experta en género Ana María Goestchel, quien
ha investigado el rol de las mujeres ecuatorianas en distintas épocas de
la historia. Los datos se recogieron de las entrevistas realizadas y de las
estadísticas proporcionadas por el Consejo de Comunicación.
Se hicieron entrevistas semiestructuradas a siete mujeres desta-
cadas en esta profesión; de ellas, dos han ganado el Premio Nacional de
Periodismo Eugenio Espejo y otros galardones internacionales; además,
cuentan con una amplia experiencia avalada por casi treinta años de tra-
bajo; cuatro son, desde hace tiempo, editoras generales y directoras de
medios, e iniciaron en la profesión en la década de los noventa, cuando el
ingreso de las mujeres al periodismo se intensificó paulatinamente y que
se evidenció no sólo con el aumento de mujeres en las aulas, sino también
con su presencia en las redacciones de los medios de comunicación.
Entre los parámetros que se eligieron para definir la muestra
estaba el que fueran mujeres que tuvieran entre veinte y treinta años en
la profesión. Estos años en el oficio les permitiría reflexionar cómo ha
evolucionado la profesión y cómo se ha modificado el rol de las perio-
distas. Sus edades oscilan entre los cuarenta y los cincuenta y cinco años;
dos trabajan en medios digitales, dos en noticieros de televisión y tres
en periódicos. Algunas de las preguntas planteadas durante la entrevista
giraron en torno a los estereotipos de género presentes en los medios,
al rol que hoy tienen las mujeres en el periodismo, a los rasgos que han
caracterizado la evolución de la profesión en los últimos años, al acceso
de las mujeres a los cargos de poder y a las características de la cultura
imperante en los medios. Las entrevistas duraron una hora, aproximada-
mente, se grabaron en audio y luego se transcribieron para ser analizadas.
Se decidió no revelar los nombres de las entrevistadas por confidencia-
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lidad, los extractos de sus discursos están identificados con seudónimos,
así como el tipo de medio en el que trabajan.
Resultados
Las maestras y escritoras: el origen de las mujeres periodistas
La cronología del periodismo ejercido por mujeres en el Ecuador, en su
mayoría, proviene del campo de la historia. Desde esa fuente se conoce
que las antecesoras de las periodistas fueron las maestras, mujeres consi-
deradas de libre pensamiento, quienes manifestaron sus ideas en las aulas
de los colegios y en las revistas femeninas que nacieron a inicios del siglo
XX (Goetschel, 2007).
La Revolución Liberal se desarrolló entre finales del siglo XIX y
principios del XX, su líder fue uno de los presidentes más emblemáticos
del Ecuador, el general Eloy Alfaro. Fue una etapa decisiva en la vida de
las mujeres ecuatorianas, sobre todo, en lo referente a la educación. La
visión del Estado respecto de las mujeres durante este período cambió,
concibiendo su rol de manera distinta.
El discurso estatal ya no circunscribió a las mujeres única-
mente al hogar, o a un espacio semi público, dependiente de la iglesia
o del padre de familia como en el periodo anterior, sino que comenzó
a ser planteada su incorporación como sujetos al espacio público y
productivo (Goetschel, 2007, p. 77).
El liberalismo creó en el Ecuador fuentes de trabajo para las mu-
jeres en el sector público y en el profesorado, y le dio un impulso inédito
a la educación, sobre todo, al incorporar la educación laica, bajo la cual
empezaron a formarse las mujeres. Esto no quiere decir que los roles tra-
dicionales como madres y esposas desaparecieran, pero hubo el intento
de que se secularizaran en función de la ideología liberal del progreso
y de las nuevas formas de control del cuerpo social y de los individuos”
(Goetschel, 2007, p. 78).
A partir de la educación laica, que fue uno de los puntales de la
administración de Alfaro, algunas mujeres entraron al mítico colegio Me-
jía de Quito, que existe hasta el día de hoy, y se graduaron de bachilleres,
según Goetschel. Una pieza fundamental del proceso de formación de
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las mujeres fueron las maestras, quienes empezaron a ser más entrenadas
que antes para afrontar el desafío de educar a sus pares.
En el siglo XIX ya existían profesoras e institutrices, pero es en el
contexto de la Revolución Liberal que la creación de los colegios impulsó
la educación femenina del país, lo que incrementó el número de maestras
y que éstas adquirieran mayor nivel de formación y de profesionalización.
Enmarcadas en el objetivo del gobierno de Alfaro de implementar una
educación laica, gratuita y obligatoria, las maestras desarrollaron prácticas
pedagógicas innovadoras que contribuyeron a formar mujeres con un
pensamiento menos tradicional y más autónomas en medio del sistema
dominante (Goetschel, 2009).Algunos colegios donde estas maestras se
formaron aún existen, como el Normal Manuela Cañizares, en Quito, y
el Instituto Nacional de Señoritas Rita Lecumberry, en Guayaquil.
Esas prácticas estaban acompañadas de un discurso que las mo-
tivaba a que, sin alejarse de sus roles tradicionales propios de la esfera
doméstica, exploraran en torno a otros que les permitieran tener una
participación en lo público, exhortando a las jóvenes a reflexionar respecto
de su rol y su identidad de mujer. Las maestras proponían replantear el rol
femenino desde las capacidades de las mujeres y desde sus posibilidades
de acción en un mundo dominado por hombres.
Sin embargo, ellas no solamente querían que este pensamiento
fuera asimilado por sus pupilas, sino que pretendían plasmarlo por escrito,
anhelando una mayor repercusión social. De esa forma nacieron los pri-
meros textos cargados de reflexiones en torno a un sujeto femenino que
empezó, a inicios del siglo XX, a transitar por el campo de lo público; y
en estas mismas instituciones educativas donde trabajaban las mujeres
empezaron a circular estos productos (Plaza, 2014).
Con este espíritu reflexivo y emancipador se constituyeron en el
país los primeros medios creados por mujeres, concretamente las prime-
ras revistas femeninas, que tuvieron en sus filas a maestras e incipientes
escritoras que encontraron un espacio para intercambiar sus ideas sobre
el mundo femenino, chapotear en la literatura e inaugurar una etapa que
podría ser considerada como el preludio de la participación de la mujer
en el periodismo ecuatoriano. La historia de las mujeres periodistas en el
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Ecuador la empezaron a escribir las maestras y las escritoras, quienes se
aproximaron al oficio periodístico a través de sus transformadores discursos.
El ambiente de cambios económicos, políticos y sociales de las
primeras décadas del siglo XX permitió que, efectivamente, escritoras y
maestras crearan revistas en las que defendieron principios de equidad
y de mejoramiento de la condición de la mujer. Según Goetschel (2009,
p. 27), estas revistas fueron esenciales para el progreso literario de las
escritoras ecuatorianas, porque crearon un ambiente de solidaridad y
unidad femenina que impulsó a publicar sus textos, a pesar de las dudas
y temores que las acompañaban; además, en estas publicaciones se podían
ver ciertos rasgos del discurso feminista, ya que parte de sus contenidos
cuestionaba el rol tradicional de la mujer y la alentaban a tener un mayor
protagonismo social.
Alas, fundada en 1934, fue una de las primeras revistas que se creó
en Quito. Entre sus directoras y redactoras —todas maestras del emblemá-
tico colegio quiteño que existe hasta hoy, el Liceo Municipal “Fernández
Madrid”— se encontraba Zoila Ugarte de Landívar, destacada figura de
las letras ecuatorianas. La revista estaba enfocada en temas referentes
a la educación y la historia, con un particular énfasis en la labor de las
mujeres que se caracterizaban por su capacidad creadora y profesional.
Otra revista reconocida de la época fue Flora, fundada en 1917.
En sus contenidos se reflejaba el pensamiento de su creadora, la maestra
Rosaura Amelia Galarza, quien defendió la educación de la mujer y que
tuviera participación en el espacio público, pero tampoco cuestionaba el
rol socialmente impuesto de madres y esposas. Más allá de esto, según
Goetschel, lo que más destacó de este espacio es que fue conformado
como una pequeña empresa editorial que incursionó en el campo del
financiamiento a través de suscripciones —un modelo novedoso para
la época—, además de hacer algo parecido a lo que hoy se conoce como
crónica social yde constituirse como un punto de encuentro para las
mujeres con inquietudes intelectuales.
En 1905 se fundó la primera revista femenina del Ecuador: La
Mujer; no sólo fue una de las más representativas de la época por haber
sido la pionera, sino también por haberla fundado la maestra y escritora,
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Zoila Ugarte de Landívar, considerada la primera periodista ecuatoriana
de la historia, quien, con sus ideas progresistas, posicionó un discurso que
reflexionaba en torno al rol que ocupaba la mujer en la sociedad e instaba
a que fuera transformado.
Zoila, quien en sus textos usaba el seudónimo de Zarelia, nació
en Machala, ciudad ubicada en la costa ecuatoriana, en 1864; fue una
escritora liberal-radical, notable figura de la producción escrita feme-
nina hasta la primera mitad del siglo XX; también fue directora de la
Biblioteca Nacional y maestra de los emblemáticos colegios quiteños que
permanecen hasta hoy: Manuela Cañizares, Liceo Fernández Madrid y
Simón Bolívar (Goetschel, 2009). La machaleña fundó, en 1922, la So-
ciedad Feminista Luz del Pichincha y el Centro Feminista Anticlerical,
agrupación que luchó por el voto femenino en el Ecuador, mismo que
se hizo realidad en 1929.
Los contenidos que se publican en La Mujer muestran, según
Goetschel (2009), que las mujeres comienzan a asumirse desde una con-
dición de género y, a partir de esta postura, cuestionan el lugar que les ha
sido asignado en la sociedad, apelan a la igualdad ciudadana y defienden
las cualidades femeninas.
Lo descrito en estas líneas demuestra que las primeras décadas del
siglo XX fueron decisivas para el progreso de las mujeres ecuatorianas,
pues marcaron el inicio de su participación en el periodismo, actividad que
no existía como una profesión formal, pero sí como un oficio realizado,
principalmente por hombres. Éstos, en su mayoría, eran intelectuales
de las clases altas y colaboraban en los primeros periódicos de la época,
como son El Telégrafo, El Comercio y El Universo. No fue sino hasta los
años cuarenta que el periodismo se formalizó como profesión en el país.
La Universidad Central del Ecuador fue la primera en ofrecer la carrera,
en 1943. Poco tiempo después, en Guayaquil, se crea la Escuela de In-
formación de la Universidad Estatal de Guayaquil; según Punín, esto se
logró con el apoyo de varios directivos de los diarios, como El Comercio
y El Universo, entre ellos, Abel Romero Castillo y Carlos Alvarado Loor,
reconocidos comunicadores (Punín, 2012).
155
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¿Cómo avanza en el país la cronología del desarrollo de la profesión
periodística ejercida por mujeres? Existen muy pocos datos al respecto,
producto de la falta de investigación en este campo. Lo que se conoce por
notas de prensa, escuetas investigaciones académicas y versiones de los
involucrados es que las mujeres se demoraron en ingresar a estos espacios
de formación, sobre todo porque en el imaginario existía la idea de que
quienes hacían periodismo eran hombres. No debió ser coincidencia que
en los años sesenta, cuando el feminismo intensificó el debate en torno a la
participación de la mujer en la esfera pública, que las mujeres en el Ecuador
empezaron a ingresar a las escuelas de periodismo creadas años antes.
En el libro El Comercio, cien años de historia y testimonios (2006),
escrito por el periodista Jorge Rivadeneira, se hace una retrospectiva del
trabajo que ha cumplido el diario El Comercio como referente de la prensa
nacional. El libro señala que en los años sesenta la redacción de este rota-
tivo estaba dominada por hombres, no había mujeres. Esto tiene sentido
porque, en esa década, las mujeres empezaron a ingresar a la carrera de
periodismo, además de que dicho diario es de los pocos que existían en
la época y de los más grandes y representativos, por ello, constituye una
referencia de lo que ocurría en los otros medios de comunicación.
El ingreso de las mujeres a la carrera periodística y a los medios,
en general, fue pausado, debido, entre otras razones, al temor de ellas
por alcanzar un lugar en los medios que, en esa época, eran espacios que
preferían a hombres de cierto nivel económico y social. Las mujeres que
lograron acceder a las salas de redacción durante esos años fue porque ya
tenían amplia trayectoria en la escritura o tenían vínculos con los dueños
de los medios, lo que les posibilitó su ingreso.
En la década de los ochenta se empezó a advertir mayor presen-
cia femenina en las salas de redacción, coincidiendo con la apertura de
algunos medios, por ejemplo, Diario Hoy, que abrió sus puertas en 1982
y reclutó tanto a hombres como a mujeres. En una nota titulada El Co-
mercio a través de las periodistas que lo escriben, publicada por El Comercio,
se recoge el testimonio de Gloria Jiménez, relacionadora pública de este
diario, quien señala que, durante los años ochenta, si bien ya se veía a
mujeres trabajando como periodistas, aún eran muy pocas. Según Jimé-
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
Año 1 / Número 2 / Septiembre 2023 - febrero de 2024
nez, la mayor parte las que trabajaban en este medio, estaban dedicadas a
otras áreas y no al periodismo. La incorporación de Guadalupe Mantilla
como presidenta del diario, en 1985, motivó que más mujeres ingresaran
a trabajar como periodistas. Cabe señalar que Mantilla ha sido la única
mujer en este cargo, ya que pertenece a la familia que fundó y manejó el
periódico por más de cien años.
Periodistas notables imprimieron su nombre en la historia del
periodismo femenino nacional de esta época, como Mariana Velasco,
Mariana Neira, Milagros Aguirre, Marcia Cevallos, Martha Córdova,
Saudia Levoyer, Ana Karina López, Belén Arroyo y Patricia Estupiñan.
Dos de ellas fueron entrevistadas para el presente estudio.
En la década de los noventa se consolidó la presencia de las mujeres
en los medios ecuatorianos; fue entonces cuando se dieron los primeros
pasos para que más adelante se convirtieran en editoras y directoras de
información. A partir de esta década el incremento de mujeres que trabajan
como periodistas en los medios ha seguido sin detenerse hasta la actualidad.
Según Rosales (2013), quien toma datos proporcionados por
la Unión Nacional de Periodistas, en estos años existían en el país 350
mujeres que tenían título formal de periodistas. Ellas han alcanzado 76%
frente a sus colegas masculinos, quienes registran un 63% (Bonilla, 2013).
La consolidación de la profesión y el contexto actual
Actualmente, existen más mujeres con título formal de periodistas con
relación a los hombres, y también más mujeres ingresan a estudiar la
carrera de periodismo, según datos del Consejo de Comunicación. Las
cifras muestran que ellas llevan la delantera respecto a los hombres, en
cuanto a instrucción formal se refiere.
Sin embargo, en lo concerniente al campo laboral, existe un des-
balance que ubica a los hombres por encima de las mujeres. El último
Registro Público de Medios del Consejo de Comunicación, realizado en
2021, establece que en los medios de comunicación ecuatorianos trabajan
5,121 periodistas: 3,653 son hombres y 1,468 son mujeres.
Es evidente que en el Ecuador la mayoría de las plazas al interior
de las empresas informativas las ocupan los hombres. Esto podría deber-
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De maestras y escritoras a periodistas: Evolución y actualidad del periodismo femenino en el Ecuador
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se a que, en los medios de comunicación del país —así como en los de
todo el mundo— prevalecen estereotipos de género que han dificultado
el ingreso de las mujeres y también han limitado su ascenso dentro de
la carrera periodística. Las características propias de la profesión, sobre
todo las que tienen que ver con las jornadas de trabajo, relacionadas con
las dinámicas de elaboración de la información, también han influido en
la baja participación de las mujeres, especialmente en el contexto ecua-
toriano, en el que los medios no cuentan con políticas de conciliación
que les permitan equilibrar el tiempo entre sus labores como madres y
como periodistas.
Creo que para una mujer sí es más complicado ser periodista,
no digo que no se pueda, pero sí es más difícil. El tema de los hijos, por
ejemplo, el trabajo en casa, el tiempo que te demanda el periodismo, en
los medios no hay políticas ni disposiciones que te ayuden a equilibrar
(Patricia, medio digital).
Varias autoras, como la argentina Florencia Rovetto (2017) sos-
tienen que en los últimos años se ha producido una feminización de la
profesión periodística. Esta afirmación está basada, principalmente, en
las cifras respecto al número de periodistas mujeres —superior al de
hombres— que presentan algunos países. Estos datos advierten sobre
una mayor presencia femenina en la profesión, sin embargo, no es el
caso de Ecuador.
Desde otro punto de vista, y de alguna manera refutando lo que
señala Rovetto y otras autoras, no se podría hablar de una verdadera fe-
minización, ya que ésta debería considerar no sólo la cantidad de mujeres
que trabajan como periodistas al interior de los medios, sino, también,
la incorporación de políticas en las empresas informativas que permitan
la igualdad entre hombres y mujeres. Al mismo tiempo, tendrían que
implementarse estrategias para que las mujeres equilibren su trabajo
productivo y reproductivo y que, a la vez, les permitan ascender en su
carrera. En otras palabras, la feminización de la profesión periodística
debería ser entendida no sólo como una mayor presencia de las mujeres
en los medios de comunicación, sino también como una mayor partici-
pación y protagonismo de la mujer al interior de las empresas mediáticas,
y permitirles tomar decisiones sobre los contenidos que se publican.
158
Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
Año 1 / Número 2 / Septiembre 2023 - febrero de 2024
Las cifras proporcionadas por el Consejo también exhiben las
diferencias en torno a los cargos de dirección en los medios que ocupan
hombres y mujeres. En el país, según estas cifras, existen 85 hombres en
cargos de jefatura en los medios, frente a 20 mujeres que se encuentran
en estos puestos. Y es que, en los medios de comunicación, al igual que en
otro tipo de empresas, según Busto, las mujeres deben enfrentar lo que se
conoce como techo de cristal, concepto que se refiere a la existencia de una
barrera invisible que limita a las mujeres acceder a cargos de poder en los
entornos laborales. Dicha barrera estaría configurada por estereotipos de
género que impiden el ascenso y la proyección con relación a sus pares
masculinos (Busto, 2010).
Considero que antes sí había limitantes para llegar a estar
frente al medio, ahora es menos. Talvez antes había la idea de que las
mujeres no estábamos preparadas para asumir estos puestos, ahora ya
no es tanto así, pero tampoco es que las mujeres que somos directoras,
somos mayoría (Mayra, medio digital).
De la misma manera, el Consejo también registra las cifras de
hombres y mujeres que laboran por tipo de medio, lo que refleja una vez
más la baja participación femenina. En la prensa escrita trabajan 1,142
periodistas: 440 mujeres y 702 hombres; en el caso de la televisión laboran
2,108 personas: 521 mujeres y 1,587 hombres; la misma tendencia está
presente en los portales web y en la radio. Esto demuestra que, pese a
haber más mujeres graduadas como periodistas, son pocas respecto de los
hombres las que cuentan con una plaza de trabajo en los medios.
De acuerdo con lo señalado por las entrevistadas, el periodismo
es una profesión precarizada, lo que podría influir en las posibilidades
que tienen las mujeres de ingresar a estos espacios. Una característica de
dicha precarización se manifiesta a través de la alta rotación de personal
que está presente en los medios, haciéndoles experimentar una recurrente
sensación de inseguridad al pensar que podrían perder su empleo en
cualquier momento. Dicha sensación se habría incrementado durante la
pandemia, ya que producto de la crisis económica que ésta trajo, muchos
medios ecuatorianos decidieron cerrar sus puertas, dejando en el des-
empleo y la incertidumbre a periodistas, tanto hombres como mujeres.
Según datos de la Fundación Periodistas Sin Cadenas (2021), entre 2020
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De maestras y escritoras a periodistas: Evolución y actualidad del periodismo femenino en el Ecuador
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y 2021 fueron despedidos casi 23,000 trabajadores de la comunicación
de distintos medios y empresas de todo el Ecuador.
Yo creo que en parte la rotación se da porque la profesión es
dura, por los horarios, la cantidad de trabajo, el bajo sueldo, entonces
la gente que dura, por lo general, es a la que le gusta de verdad. En
la pandemia más que rotación hubo despidos y luego de eso sí nos
quedamos bastante inestables, o sea la rotación pasó a ser más bien
por lo económico (Mayra, medio digital).
Otra percepción que las mujeres tienen sobre el periodismo es
que éste se ve como un estilo de vida y no sólo como una profesión. El
periodismo no es solamente contar lo que sucede, sino que es una forma
de ver el mundo, de entender lo que acontece y de vivir.
La mayoría de cosas que hago o tengo en mi vida están
relacionadas con el periodismo, porque el periodismo no es sólo
una profesión que te ocupa de 8 a 4, sino que es algo que está todo
el tiempo contigo, el periodismo está en todo, en lo que haces, en lo
que piensas, en cómo ves el mundo, por eso que es un estilo de vida
(Andrea, noticiero de televisión).
De ahí que no es algo que está circunscrito a un momento es-
pecífico, sino que está presente siempre, es inherente a las mujeres. En
ese sentido, el periodismo es visto como una posibilidad de cambiar el
mundo, de impactar en la vida de alguien y transformarla, de contar
todo aquello que permanece oculto para promover el cambio social y
de tener una posición privilegiada para observar lo que sucede en el
mundo y contarlo. En estas ideas podrían confluir dos aspectos: por un
lado, está el prestigio social y, por otro, el aire romántico que siempre ha
acompañado a la profesión. El periodismo siempre ha sido visto como
un oficio envuelto en un velo de poder por la función social que tiene y
por su relación con los medios de comunicación. El poder, de hecho, es
un elemento que siempre ha rondado a la profesión y desde donde se
deriva su relevancia social.
Yo creo que el periodismo sí te da cierto poder, porque cuando
eres periodista manejas mucha información que no todos tienen y la
información es poder. Además, tienes acceso a personas influyentes,
eso hace que tu trabajo sea socialmente relevante y pueda contribuir
a cambiar las realidades (Patricia, medio digital).
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
Año 1 / Número 2 / Septiembre 2023 - febrero de 2024
Según un estudio de la Deutsche Welle Akademie, realizado en
2016, antes de la crisis económica y bancaria que azotó al Ecuador, y por la
cual cientos de ecuatorianos abandonaron el país, los periodistas gozaban
de alta credibilidad por parte de los ciudadanos y su rol era valorado; sin
embargo, tras esta crisis, dicha credibilidad bajó notablemente, la imagen
de los medios cambió en la gente y poco a poco empezaron a perder su
prestigio porque en la sociedad se instaló la idea de que los periodistas y
los medios supieron de la crisis mucho antes de que ésta llegara a su punto
más álgido. Esto ocurrió cuando se dio el feriado bancario, momento en
que los/las periodistas incumplieron con su deber de informar como una
forma de precautelar los intereses de los ecuatorianos, quienes con los
bancos quebrados perdieron el dinero de toda su vida (Deutsche Welle
Akademie, 2016).
Panorama de medios en el Ecuador
El declive de la credibilidad de los periodistas y de los medios como ac-
tores sociales fundamentales para el respeto de la democracia llegó con el
gobierno de Rafael Correa, con él se inauguró una etapa muy oscura para
la prensa ecuatoriana, marcada no sólo por la censura y falta de libertad
de expresión, sino por un descrédito y un sinnúmero de injusticias sin
precedentes en contra de los periodistas.
Para las mujeres entrevistadas, este período de gobierno marcó un
antes y un después para la profesión. Durante diez años obligó a medios
y periodistas a enfrascarse en lo que era prioritario y fundamental en ese
momento: defender la libertad de expresión y hacer frente a un gobierno
que les cerró las puertas en todos los aspectos. Fueron diez años, dicen las
mujeres, en que los medios no se dedicaron a nada más que a esto, por lo
que todos sus esfuerzos se concentraron en esta causa, dejando de lado
todo lo demás; es decir, las múltiples necesidades que han acarreado los
periodistas, en el contexto del oficio precarizado que siempre han vivido.
Esto se acentúo en la época del correísmo, sobre todo en lo concerniente
a la estabilidad laboral, ya que muchos periodistas fueron despedidos de
los medios por presiones políticas y económicas.
Fue un largo tiempo en el que trabajamos bajo unas condi-
ciones complicadas, porque en la etapa correísta empezó la crisis de
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los medios. Había pocos ingresos porque el gobierno dejó de pautar
publicidad, es entonces cuando empezaron los despidos (Patricia,
medio digital).
Es común conversar con periodistas y reconocer en ellos ese imagi-
nario sobre el halo romántico que envuelve a la profesión. Esto también está
presente en las periodistas entrevistadas y es parte del encanto, dicen. Se da,
quizás, por la posibilidad que tiene el periodismo de cambiar el mundo, lo
cual es real y no constituye una fantasía, aunque no deja de ser utópico; y
es que a este oficio le reviste algo especial, algo que sólo quien lo ha vivido
lo entiende. Funciona como una especie de adicción a la que, cuando se
entra, nunca más se sale. Es, además, esa posibilidad fascinante de conocer
los vericuetos de la mente humana, de explorar múltiples formas de vida, de
hurgar en lo más retorcido y sublime del ser, es retratar el mundo en todo su
esplendor y en todas sus miserias, es mostrar lo humano descarnadamente
y es mirar de frente la vida para contarla. Si eso es el periodismo, ¡quién no
desearía vivirlo!, exclaman las mujeres.
Discusión
Los datos presentados en el apartado anterior evidencian que en los
últimos veinte años el ingreso de las mujeres al campo del periodismo
ha aumentado notablemente, por lo que se tiende a hablar de una femi-
nización de la profesión (Instituto Nacional de las Mujeres de México.
Dirección Nacional de Desarrollo Estadístico, 2005). Esto se corrobora
con lo señalado por Marisol Gómez (2009), quien manifiesta que existe
un mayor número de mujeres graduadas en la carrera de periodismo en
comparación con los hombres, lo que ocurre no sólo en Ecuador. Según
su estudio, en 2008, el 70% de los nuevos periodistas a nivel internacional,
entre graduados y egresados de la carrera, fueron mujeres; asimismo, señala
que existe una situación de paridad entre ambos sexos en la profesión
periodística, con 52.5% de hombres y 47.5% de mujeres.
A pesar de que la balanza en términos cuantitativos se ha igualado
al interior de las salas de redacción, esta notable presencia femenina no ha
venido del todo acompañada de una equitativa participación de las mujeres
como creadoras de contenidos, como cabezas de equipos editoriales, ni las
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
Año 1 / Número 2 / Septiembre 2023 - febrero de 2024
ha librado de continuar apareciendo a través de imágenes estereotipadas
en los medios (Gómez, 2009). De ahí que se puede afirmar que aún se
mantiene el carácter androcéntrico de una desigual estructura laboral por
sexo en las empresas informativas (Rovetto, 2013).
Si bien las mujeres han ingresado masivamente al ámbito laboral,
no lo han hecho en las mismas condiciones que los hombres. Aunque
las desigualdades se han reducido, no han sido en la medida deseada. En
ese sentido, se puede manifestar que las normas sociales y los estereoti-
pos de género todavía representan gran desafío para las mujeres que se
desempeñan en esta profesión.
La participación masiva de las mujeres en el periodismo ha ca-
recido de condiciones que les permitan tener presencia preponderante
en los medios, ellas se encargan de las noticias suaves; es decir, aquellas
relacionadas con la cultura o el entretenimiento, lo cual les deja pocas
probabilidades de trabajar en otras temáticas duras, como la política o la
economía, por considerarse propias de los hombres, según el informe del
Proyecto de Monitoreo Global de Medios (2015), una de las principa-
les iniciativas que se llevan a cabo para analizar las representaciones de
hombres y mujeres en los medios de comunicación.
Esto desembocaría en una visión y compresión androcéntrica
del mundo, ya que la realidad de las mujeres es poco contada y, lo que es
peor, casi nunca es contada desde la perspectiva femenina. En ese sentido,
se puede hablar de una cultura periodística masculina imperante en las
redacciones informativas, la cual constituye un clima laboral represen-
tado en las conversaciones, actitudes y en las formas de ser y estar en los
ambientes de trabajo (Rovetto, 2013).
Parte de esa cultura también se manifiesta de forma elocuente
cuando se ve que las sillas de las cabezas editoriales están ocupadas por
pocas mujeres, rasgo que caracteriza la situación al interior de los medios
de comunicación. Como confirman casi todos los estudios que indagan al
respecto, las mujeres han llegado, en menor medida, a ocupar los espacios
de toma de decisiones, lo cual reduce su posible incidencia en la elección
de contenidos y tratamiento informativo relativos a los temas de interés
para las mujeres.
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De maestras y escritoras a periodistas: Evolución y actualidad del periodismo femenino en el Ecuador
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Considero que hace 20 años era mucho más complicado que
una mujer dirija un medio. Hoy, se puede decir, que esa barrera se ha
derribado en parte, hoy vemos a varias mujeres muy competentes en
las direcciones, sin embargo, a pesar de eso, si es más complejo para
una mujer acceder a estas posiciones; sí creo que todavía rondan este-
reotipos de género respecto a esto (Andrea, noticiero de televisión).
En esta línea, según Lorente, a nivel mundial, las mujeres suman
el 79% de todos los trabajadores a tiempo parcial de los medios de comu-
nicación, lo cual es una muestra de que son las mujeres quienes absorben
los contratos más precarios de la empresa informativa (Lorente, 2001).
Esto se debe a que en muchos casos las mujeres son responsables del
trabajo doméstico y de cuidados, por tanto, optan por trabajos de medio
tiempo y de esta manera pueden atender las demandas de sus hogares,
lo que a su vez llega acompañado de sueldos reducidos y casi ninguna
posibilidad de ascenso.
Cabe señalar que el trabajo de tiempo parcial es una modalidad
poco frecuente en el periodismo, ya que, por la naturaleza del oficio —que
no responde a horarios fijos y está vinculada a hechos imprevistos— es
complicado que se determine un tiempo fijo para realizar el trabajo, de ahí
que quienes logran acceder a un contrato parcial lo hacen en condiciones
aún más precarizadas que en otro tipo de trabajos.
Lo que podría ser equivalente al contrato de tiempo parcial es la
figura del periodista free lance, muy común en los medios de comunica-
ción. Esta modalidad permite que quien la realice tenga más libertad para
trabajar, y no lo hace de manera fija ni exclusiva para un solo medio, sino
que ofrece sus servicios para realizar productos periodísticos concretos.
En el caso de las mujeres, este tipo de trabajo podría resultar
una ventaja, ya que le permite organizar su tiempo, teniendo total in-
dependencia y autonomía respecto a las horas que dedica a su actividad
periodística y a las tareas que cumple en la esfera privada; así como
también le permite trabajar para varios medios a la vez; sin embargo,
esta modalidad puede resultar una desventaja en términos económicos,
ya que la mujer sólo gana por el producto periodístico que realiza, lo que
dota al trabajo free lance de altas dosis de incertidumbre.
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
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Aunque no existe discriminación para acceder a la profesión, pese a
que en los últimos años se ha registrado un ingreso masivo de las mujeres
al periodismo, esto no ha implicado un mayor número de directivas, ya
que, al igual que en otras profesiones, en el periodismo existe el techo de
cristal (Instituto Nacional de las Mujeres de México. Dirección Nacional
de Desarrollo Estadístico, 2005).
Como se dijo anteriormente, el techo de cristal es un concepto
introducido por los estudios feministas, acuñado en Estados Unidos
durante la década de los setenta para describir las barreras invisibles
creadas por los prejuicios organizacionales y de actitud con los cuales se
bloquean a las mujeres para acceder a las posiciones de poder jerárquico
(Bejarano, 2011).
Si bien ésta parece ser la regla general, también es posible ver
cómo algunas mujeres han logrado romperla y, luego de mucho esfuer-
zo, alcanzar cargos medios o altos en el organigrama de las empresas
informativas. De hecho, cuatro de las siete mujeres entrevistadas en este
estudio llevaban más de cinco años ejerciendo como directoras de medios.
Llegar a este puesto no ha sido fácil, creo que en alguna me-
dida refleja el esfuerzo que he hecho durante muchos años. Considero
que a una mujer sí le puede tomar más tiempo y más trabajo que a
un hombre llegar aquí. Es un trabajo duro que me apasiona, pero que
me exige dejar muchas otras cosas de lado (Patricia, medio digital).
De acuerdo con lo que señala Lorente (2001), esto ocurre acom-
pañado de rasgos de desigualdad, ya que aun cuando las mujeres acceden
a este tipo de puestos, los hombres siguen tomando la mayoría de las
decisiones sobre lo que constituye o no noticia, aunque esto paulatina-
mente, a lo largo del tiempo, ha ido cambiando.
Sin duda es parte de la cultura que reina en los medios, completa-
mente masculinizada y de corte patriarcal, misma que ha puesto a la mujer
en segundo plano y que le ha permitido mostrar poco sus capacidades y
visibilizar sus necesidades.
Cabe señalar que lo que ocurre en los medios es sólo un reflejo
de lo que ocurre en la sociedad, en donde impera esta misma cultura.
En ese sentido, esta lógica patriarcal ha determinado que la mujer sea la
encargada del espacio privado, por lo que cuando esa responsabilidad se
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comparte con el trabajo periodístico se vuelve una carga muy pesada, lo
que constituye una de las causas que ha contribuido a limitar el acceso
de las mujeres a los cargos de dirección.
Esta reducida presencia de las mujeres como líderes de información
se debe, en gran parte, a que ellas tienen la obligación de compatibilizar
su trabajo doméstico y de cuidados con su trabajo en los medios, lo que
muchas veces les impide dedicarse con la misma intensidad que sus pares
masculinos a la demandante labor periodística, ya que ellos no tienen que
cumplir ambos roles y pueden entregarse de lleno a la profesión.
Cuando me propusieron que fuera directora del periódico me
negué porque sabía que eso me iba a traer complicaciones de tiempo
mayores, en relación a mis hijos y a los temas de la casa, en general.
Creo que las mujeres estamos obligadas a que cuando recibimos una
propuesta de ascenso, siempre debemos pensar primero en la otra
responsabilidad, en si puedo o no equilibrar las dos tareas, estoy segura
que un hombre nunca se pone a pensar en eso (Lucía, periódico).
En realidad, las profesionales del periodismo no viven una si-
tuación distinta a la del resto de mujeres que se enfrentan a una doble
jornada y, por ende, a una doble presencia, lo que en múltiples estudios
se ha identificado como una de las causas que impiden a las mujeres
ascender laboralmente, además de acrecentar en el imaginario la idea de
que las mujeres no son capaces de desempeñarse en cargos de alto nivel.
La problemática que enfrentan las mujeres como periodistas se da
principalmente por la complejidad de los horarios de trabajo, el acceso
limitado o nulo a servicios de cuidado infantil asequibles y de calidad,
las deficientes políticas relacionadas con licencias de maternidad, entre
otros factores. El impacto de estos elementos, que también afectan a
otros grupos de mujeres trabajadoras, se ve agravado por las dinámicas
de trabajo propias de los medios, caracterizadas por largas y extenuantes
horas de trabajo, turnos de cobertura en fines de semana y algunos riesgos
inherentes a la profesión.
Esta situación desencadena que las mujeres se vean empujadas a
buscar trabajos de media jornada, temporales o free lance, hecho que las
coloca en una posición vulnerable en términos de seguridad y promoción
laboral.
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Revista de investigación y divulgación sobre los estudios de género
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Por todo lo expuesto, queda claro que la profesión periodística
puede ser más complicada para las mujeres que para los hombres, sobre
todo porque en el campo periodístico prevalecen las discriminaciones
de género. Aunque han alcanzado a elevar los índices de presencia en
el ámbito de los medios de comunicación, las mujeres han logrado sólo
una mediana representatividad en cuanto a los mensajes que los medios
elaboran y transmiten.
Las desigualdades de género al interior de las redacciones no
solamente se ven evidenciadas en esto, sino en el hecho de que la mujer
periodista, al igual que las mujeres que se desempeñan en otros campos,
debe responder a su rol social de ser la encargada del espacio privado, lo que
hace que viva inmersa en una doble presencia que no le permite escalar en
su carrera profesional en la misma medida que lo puede hacer un hombre.
Esto también la limita en su capacidad de alcanzar su propia voz y
romper con la lógica patriarcal de los medios, la cual hace que las relacio-
nes al interior de éstos sean desiguales. Se puede concluir diciendo que la
relación que existe entre las mujeres y el periodismo está atravesada por
desigualdades de género y una estructura patriarcal que hace al periodismo
un oficio masculino, que, si bien no ha dejado afuera a las mujeres, no se
ha transformado en función de sus demandas, aun cuando en muchos
casos las mujeres son mayoría dentro de la profesión.
Aunque no en la misma medida que sus antecesoras, las periodis-
tas de hoy se enfrentan a estereotipos de género que les han dificultado
alcanzar un espacio protagónico en los medios. Antes, en sus escritos,
muchas de ellas firmaban usando seudónimos masculinos para no revelar
su identidad de mujeres ante la sociedad por el temor de ser criticadas.
Situaciones como éstas ya están completamente superadas, las mujeres
deben seguir forjándose un camino dentro de la profesión para estar a la
misma altura que sus pares masculinos. De ahí que, si bien el periodismo
ha evolucionado en distintos aspectos que se han puesto de manifiesto
en este artículo, es innegable que tanto hoy como en el pasado es una
profesión cargada de estereotipos de género que han dificultado el as-
censo de la mujer y que ratifica las diferencias que existen entre hombres
y mujeres de todas las esferas.
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Conclusiones
A través de las páginas escritas se ha podido mostrar la evolución
que ha tenido el periodismo femenino a lo largo de la historia, mediante
la retrospectiva que se ha realizado desde los inicios de la profesión, la
cual se sitúa desde principios del siglo XX hasta la actualidad. Asimismo,
se ha descrito la situación actual de las mujeres dentro del periodismo e
identificado los rasgos que están presentes en esta realidad, de tal manera
que es posible afirmar que se ha cumplido con el objetivo principal de
este artículo.
Un hallazgo significativo es que el origen del periodismo femeni-
no en el Ecuador no ha sido indagado desde estudios correspondientes,
sino que se ha abordado desde la historia de la profesionalización de las
mujeres, etapa que empieza a inicios del siglo XX, durante el gobierno
de Eloy Alfaro, en el cual se enfatizó a la educación femenina. A partir
de esto queda claro que las antecesoras de las periodistas fueron las es-
critoras y las maestras.
Estos datos se complementan con la información del Consejo de
Comunicación, el cual muestra estadísticas sobre la situación actual de
las mujeres periodistas, así como con los puntos de vista de las mujeres
entrevistadas. La revisión anterior muestra una panorámica de lo que ha
sido el pasado y lo que es el presente de la profesión para las mujeres;
en ese sentido, este artículo resulta un aporte a un campo que ha sido
poco estudiado en el Ecuador: la situación de las mujeres periodistas, y
también demuestra que el ingreso de las mujeres al campo periodístico
ha sido progresivo, como también lo ha sido el cambio del rol que han
tenido en la profesión.
Actualmente, mucho más que en los últimos diez años, las mujeres
han alcanzado cargos de poder en los medios, aunque los estereotipos
de género siguen presentes, debido a que los medios de comunicación
son organizaciones con una cultura sexista marcada que, si bien no ha
limitado el desarrollo profesional de las mujeres, tampoco ha permitido
que éste se genere en igualdad de condiciones respecto de los hombres.
Una línea de investigación en el futuro podría estar enfocada en anali-
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zar cuál ha sido el impacto en los contenidos ahora que varias de ellas
están al frente de los medios. En ese contexto, sería posible preguntarse
si han cambiado o no y de qué manera lo han hecho; asimismo, sería
interesante indagar en la influencia de la tecnología y de la reinvención
del periodismo en las prácticas periodísticas actuales, si esto tiene una
repercusión particular para las mujeres y si podría considerarse como
otra etapa de la presencia de las mujeres en el periodismo ecuatoriano.
Cabe recordar que la primera etapa tuvo lugar a principios del siglo XX,
mientras que la segunda abarcó los años cuarenta y llegó con el ingreso
de las primeras mujeres a la carrera de periodismo. En tanto, la tercera
etapa fue en los años noventa, cuando se registró un elevado ingreso de
mujeres a los medios, lo cual no se ha detenido hasta hoy. ¿Estaremos,
entonces, ante una cuarta etapa? Esa podría ser una de las inquietudes
que guie un estudio futuro.
Cuestionario de las entrevistas semiestructuradas
1. ¿Cuáles considera que son los estereotipos de género que están
presentes en el periodismo?
2. ¿En qué aspectos y en qué medida considera que el periodismo
ha evolucionado en los últimos diez años?
3. ¿En qué considera que ha cambiado el rol que actualmente tienen
las mujeres dentro del periodismo respecto a décadas pasadas?
4. ¿De qué manera y en qué medida ha cambiado el acceso de las
mujeres a los cargos de poder en los medios?
5. ¿Cómo describiría la cultura imperante en los medios de comu-
nicación?
6. ¿Cómo describiría el ingreso de las mujeres al periodismo durante
la década de los noventa, en la cual, según se registra, se dio un
notorio ascenso?
7. En el hecho de ser mujer están implícitas algunas particularidades.
¿Se podría considerar a éstas como dicultades que han inuido
en su desarrollo dentro de la profesión?
8. ¿De qué manera y en qué medida considera que hechos registrados
en los últimos años como la revolución tecnológica, la pandemia
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y la relación de la prensa con el gobierno de Correa ha inuido
en la evolución del periodismo?
9. ¿Considera que ha existido un cambio o evolución respecto al
tipo de temas que cubren las mujeres actualmente, respecto a años
atrás?
10. ¿Qué signica para usted el periodismo?
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Ana Gabriela Dávila Jácome
Ecuatoriana. Doctora en Ciencias Sociales con mención en Comu-
nicación por la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina. Máster en
Comunicación y Dirección de Empresas Informativas por la Pontificia
Universidad Católica de Chile. Diplomada en Género, Cultura e Historia
por FLACSO- Ecuador. Profesora en la Pontificia Universidad Católica
del Ecuador. Subdecana de la Facultad de Comunicación, Lingüística y
Literatura de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Líneas de
investigación: trabajo femenino, maternidad, periodismo y medios de
comunicación.
Correo electrónico: Adavila810@puce.edu.ec
Performance público. Plaza Regina, Xalapa.