377
Reseñas
Entre la mirada clínica y la escucha afectiva
Tienes que mirar de Anna Starobinets
*
María Mónica Sosa Vásquez
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-Argentina)
* Starobinets, A. (2021). Tienes que mirar. Buenos Aires: Impedimenta, 184 pp.
Los peces son quizás los únicos animales domésticos que no hacen ruido.
Pero éstos me enseñaron que los gritos también pueden ser silenciosos.
Guadalupe Netell
L
a maternidad será deseada o no será es una de las consignas icónicas
por la despenalización del aborto en América Latina. La tilde en el
deseo es un acento de las lenguas feministas sobre el poder, en donde las
experiencias han sido pasos y huellas colectivas en casas soñadas, deso-
ladas, desmoronadas y reconstruidas; y en las calles siniestras, festivas y
desbordadas, que han encontrado inspiración en las ficciones literarias.
Tienes que mirar (2021 [2017]), de Anna Starobinets, no ha gozado
de la misma difusión y mercantilización que El cuento de la criada (2019
[1985]), de Margaret Atwood, pero consiguió instalar un debate en al-
gunos circuitos de la sociedad rusa. En su obra, la distopía se desenvuelve
en la dolorosa experiencia de las revisiones médicas que conducen a la
interrupción del embarazo de la propia autora en 2012.
En su breve y potente prefacio, Starobinets advierte que no pre-
tende hacer literatura porque su texto es “demasiado personal. Demasiado
real” (p. 9). Pese a que esta obra no desentona por completo del horror de
GénEroos
Volumen 1/número 1/marzo-agosto de 2023/ pp. 377-381
eISSN 2992-7862
DOI: RevGenEr.2023.1.16
CC BY-NC-SA 4.0
378
Una edad difícil (2012) y La glándula
de Ícaro (2013), la autora es tajante en
esta separación desde la que realiza
una declaración estremecedora: Una
cosa es inventar una historia de mie-
do y otra muy distinta es convertirse
en la protagonista de una historia de
terror” (p. 9).
Sería erróneo decir que su
obra no es literaria, ya que su narra-
tiva denota la destreza artística para
presentarnos su historia en un tono
realista. No obstante, la distinción es
crucial porque este testimonio escrito
en primera persona narra su travesía
minada por las injustas y extenuantes
hostilidades estructurales del sistema
de salud en Rusia, un país al que
nos referimos poco —por no decir
nunca— cuando problematizamos al
aborto como un derecho social para
las personas gestantes, y pese a que la entonces Unión de Repúblicas
Soviéticas (URSS) fue el primer país en despenalizar el aborto, aunque
después sería revocado durante el estalinismo (1936).
Este relato es mucho más que sobre el aborto, tema que puede
eclipsar el peso que la obra le concede a la maternidad deseada y que
contrasta con otros libros de la época, como la trilogía involuntaria
conformada por Matate, amor (2012), La débil mental (2014) y Precoz
(2015), de la argentina Ariana Harwicz, o Contra los hijos (2014), de la
chilena Lina Meruane, en los que la maternidad es un lastre, una serie de
pequeñas y grandes imposiciones e imperfecciones, o una valija pesada
que arrastra a sus protagonistas.
Tienes que mirar es también un relato sobre el dolor y el duelo ante
la pérdida de un hijo, como metaforiza en el siguiente extracto:
379
Las noches se me hacen más duras que los días […] Yo tam-
bién estoy tendida en la oscuridad, la oscuridad está dentro y fuera de
mí, es como si estuviéramos los dos juntos bajo el agua, bajo la tierra,
como si compartiéramos una misma tumba (p. 91).
El Mini-Tejón”, como le llama en algunos momentos, era —para
ella— el más pequeño de la familia, a la que también pertenecían el “Gran
Tejón”, su esposo, y la “Tejoncita”, su hija mayor. Con estos apodos cari-
ñosos, Starobinets —“¿la Gran Tejona?” — nos hospeda en la intimidad
de su microcosmos familiar en el que se desenvuelve la trama que arrancó
en el consultorio de un radiólogo.
Tienes que mirar es también una denuncia al sistema de salud de
su país, uno de los objetivos principales por los que la autora escribió el
libro —ha reiterado en varias entrevistas— y por lo que justifica la de-
cisión política de mantener los nombres reales de los profesionales y los
hospitales a los que acudió. En un fragmento al describir el perfil de
un médico por quien será atendida Starobinets se refiere a la escuela
soviética como eminente y comprometida (p. 19); y en otro después del
maltrato recibido en aquella consulta, como anticuada y mohosa (p. 26).
Sin ningún tipo de consentimiento, en dicha consulta, su cuerpo
es convertido en un caso frente a un grupo de estudiantes universitarios
ante el cual el médico se encarga de esgrimir explicaciones tan técnicas
como crueles—, que hacen de la protagonista un objeto de la mirada clí-
nica foucaulteana. En este episodio enmarañado de violencia obstétrica,
destaca una confrontación nominal: feto versus bebé, este último será
defendido por la autora hasta el final.
George Steiner sostuvo que lo que no se nombraba, no existía; lo
que pareciera estar en juego aquí es el tipo de existencia. De manera que
esta confrontación es el camino de una esperanza tintineante, atropellada
una y otra vez por distintos eventos de una situación irremediable,
cuyo dolor es alimentado por la insensibilidad con la que Starobinets
es maltratada por el personal médico. Entre estos eventos resalta el en-
cuentro con una trabajadora de limpieza con quien se desencadena una
fugaz e intensa medición de fuerzas en torno a los usos del hospital que
dictamina el reglamento, que nos dirigen a un aspecto reiterativo en su
obra, la rivalidad entre mujeres (cis).
380
Otra expresión de ello es el abanico de actitudes entre las “futuras
mamis” y las opiniones de los foros a los que la autora acude para informar-
se sobre los diagnósticos que ha recibido. Con filo periodístico, Starobinets
contrasta los foros en lengua rusa con aquellos en lengua inglesa (p. 50),
en los que identifica a un puñado de personajes y las características que
se les atribuyen; como lo son las ratas miedosas, las facetas de Dios y los
psicólogos. Ante la preocupación y una esperanza que resiste a declararse
vencida, aun pese a sus constantes debilitamientos, esta búsqueda online es
una maniobra por dominar la incesante y creciente ansiedad, un intento
desesperado por recaudar datos que emitan señales o brinden tan siquiera
algún tenue indicio de que la balanza puede inclinarse hacia su deseo.
Frente a la compleja bifurcación de continuar o interrumpir el
embarazo, baraja la posibilidad de hacerlo en su país o acudir a alguna
institución en el extranjero. Uno de los factores que contempla es la pro-
funda separación entre hombres y mujeres que describe en los hospitales
rusos. Como otros sistemas de salud en el mundo, Starobinets retrata uno
diseñado con base en el esquema binario de creencias sobre los roles de
género que estipulan y moldean a la maternidad como un “mero asunto
de mujeres” y a la paternidad como uno subestimado y debilitado, casi
invisible, en parte, por los obstáculos institucionalizados.
Así son las reglas. Los hombres no pueden pasar. Los hombres
no tienen nada que ver con esto. No se debe permitir que los hom-
bres se acerquen a las instituciones para mujeres, a las enfermedades
y problemas para mujeres. Eso piensa el que escribió las reglas. Eso
piensan las propias mujeres que guardan cola. Eso es lo que piensa
el médico en la consulta. Eso es lo que piensa mi madre. Cuando se
enteró de que quería que Sasha [su esposo] estuviera conmigo en el
parto inducido”, se horrorizó:
–¿Quieres perder a tu marido también? ¿Para qué necesita
ver esa pesadilla? ¡Los hombres huyen después de una cosa así! (p. 62).
A la mirada clínica se suman tanto aquella a la que remite el
título revelada en un punto del libro como la que incita a notar la
magnitud del problema denunciado por Starobinets. Si bien la vista es
un sentido que sugiere la capacidad de dimensionar sus aristas a través
de una observación detenida y puntual, la escucha puede ir más allá de
las imágenes, al resquebrajar los modelos que éstas sedimentan y, a la
381
vez, lo que éstos expulsan. He ahí la potencia de los testimonios como
terrenos de la singularidad.
¿Acaso no es lo correcto, en términos médicos y militantes, llamarle
feto al feto? En definitiva, el término permitió deslindar la vida de la fe-
cundación para construir uno de los argumentos sociales más relevantes en
la despenalización del aborto y que combate la acusación de las personas
gestantes como asesinas, una noción cultural lejos de ser erradicada, como
muestra Starobinets al recorrer los foros digitales. Pero, al tratarse de una
maternidad deseada, ¿qué sucede cuando el proceso de interrupción del
embarazo se vive desde una trama afectiva con un bebé?
La incapacidad de escucha es un modo de invisibilizar las experien-
cias que anhelan por compañía, códigos culturales y leyes que construyan
otra clase de mirada, una que no entierre las lenguas propias con las que
algunas son castigadas por fallar en una misión tan impuesta como elegida.
Tal vez piense usted que esto no es importante, que nada de
esto alivia. Créame. Es importante. Y alivia. Un poquito, pero alivia.
Imagínese que no tiene piel, que le duele hasta el soplo del aire, le
duele simplemente ser. Ahora imagínese que le tocan con la mano.
¿Preferiría que fuera una mano enfundada en una manopla de lona o
que la persona que lo fuera a tocar primero se lo quitara, se lavara las
manos con jabón y se las untara con crema? (pp. 24-25).
Referencias
Atwood, M. (2019 [1985]). El cuento de la criada. Salamandra.
Harwicz, A. (2012). Matate, amor. Lengua de Trapo.
Harwicz, A. (2014). La débil mental. Mardulce.
Harwicz, A. (2020 [2015]). Precoz. Mardulce.
Meruane, L. (2017). Contra los hijos. Penguin Random House.
Starobinets, A. (2012 [2005]). Una edad difícil. R. Márquez (trad.). Nevsky Prospects.
Starobinets, A. (2013 [2005]). La glándula de Ícaro. El libro de las metamorfosis. F. Otero
(trad.). Nevsky Prospects.