Ensayo
Feminismo, cuerpo y
comunicación
Una propuesta
académica-política
Feminism, body, and communication
An academical and political proposal
Recibido: 29 de noviembre de 2023
Aprobado: 4 de marzo de 2024
Marta Rizo García
Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Ciudad de México, México
Cynthia Eugenia Pech Salvador
Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Ciudad de México, México
Resumen
El ensayo aborda la relación entre el cuerpo y la comunicación desde una
mirada feminista. En un primer momento se plantea la genealogía del tema
del cuerpo en la tradición de los estudios feministas; posteriormente, se
reexiona en torno a las relaciones entre el cuerpo y la comunicación desde
enfoques socioculturales y fenomenológicos; en un tercer momento se expo-
nen reexiones y ejemplos sobre lo que puede aportar una mirada feminista
a la investigación sobre cuerpo y comunicación; para cerrar con algunas
consideraciones nales. A lo largo del texto se presentan temas empíricos
que relacionan el cuerpo, la comunicación y lo afectivo en clave feminista.
Palabras clave: comunicación, cuerpo, feminismo, género.
Estudios sobre las Culturas Contemporáneas
Volumen 1, Número 2, julio - diciembre 2024, pp. 157-179
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Marta Rizo y Cynthia Pech
Estudios sobre las Culturas Contemporáneas
Abstract
The essay addresses the relationship between the body and communication
from a feminist perspective. At rst, the genealogy of the theme of the body
in feminist thought is presented; subsequently, we reect on the relationships
between the body and communication from sociocultural and phenomeno-
logical approaches; in a third moment, the text presents some reections and
examples about what a feminist perspective can contribute to research on the
body and communication, to close with some nal considerations. Throughout
the text, empirical themes are presented that relate the body, communication,
and aectivity in a feminist key.
Keywords: communication, body, feminism, gender.
Marta Rizo García. Mexicana. Doctora en Comunicación por la Universidad
Autónoma de Barcelona (España). Academia de Comunicación y Cultura de
la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Líneas de investigación:
Comunicación intersubjetiva-teoría de la comunicación-cuerpo y comuni-
cación-comunicación intercultural. Correo electrónico: mrizog@gmail.com.
ORCID: 0000-0003-3066-1419.
Cynthia Eugenia Pech Salvador. Mexicana. Doctora en Filosofía por la
Universidad Autónoma de Barcelona (España). Academia de Comunicación
y Cultura de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Líneas de
investigación: Comunicación intercultural; Arte y Comunicación; Género
y Comunicación. Correo electrónico: cpech_2000@yahoo.com. ORCID:
0000-0002-6424-2565.
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Feminismo, cuerpo y comunicación. Una propuesta académica-política
El cuerpo para el feminismo
L
a reexión sobre el cuerpo de las mujeres como territorio subjetivo
desde donde ellas viven y socializan, ha estado presente en la historia
del pensamiento feminista. En un inicio, quizá no de manera explícita, pero
como una constante preocupación en tanto que el cuerpo de la mujer
ha sido el objeto estético por antonomasia en la tradición occidental que,
expandiéndose a todas las latitudes culturales, impuso no sólo el cuerpo
femenino como canon de belleza, sino como aquel cuerpo que pese a ser
el foco del deseo masculino, es un cuerpo construido en condiciones de
desigualdad, a partir del deseo de posesión y sujeción. La historia que
han recuperado las mujeres sobre ellas mismas, muestra los contextos
en donde las mujeres con una conciencia sobre la desigualdad a la que
el llamado patriarcado las había colocado, comenzaron a buscar, en prin-
cipio, ser reconocidas como ciudadanas y, posteriormente, como sujetos
con derechos civiles igualitarios, pero en condiciones de su especicidad
real: la diferencia sexual que ha operado históricamente como condición
de asimetría y que las mujeres reivindicarán como una cuestión política.
El patriarcado, término que alude al poder revestido de autoridad
que sólo los varones, jefes de familia, tienen, se ha legitimado como la
ideología dominante impuesta en las sociedades de manera global, es de-
cir, como sistema político y social que privilegia a los hombres sobre las
mujeres. Éste opera como fundamento de la opresión de las mujeres y, por
ello, de su condición de desigualdad. Para el feminismo, analizar el patri-
arcado como sistema político que surgió de una toma de poder histórico
por parte de los varones, ha supuesto una redenición de dicho concepto
más allá de la opresión femenina pues, en el fondo, como sistema simbóli-
co está en la base de la desigualdad social surgida, en su origen, sobre el
dominio y control de las mujeres y sus cuerpos.
Así, desde la crítica feminista de la diferencia sexo/genérica, se ha dado
cuenta que la determinante biológica condiciona a las mujeres y sus cuerpos
a cumplir una serie de roles y estereotipos de género que tienden a reprodu-
cir y perpetuar dicha desigualdad y, a su vez, el patriarcado (Pech, 2022).
Además, el feminismo justamente ha logrado establecer que la desigualdad
y sus manifestaciones sean vividas por las mujeres y sus cuerpos. Es decir,
que el cuerpo femenino es el territorio desde donde se vive la desigualdad y
que, además, las desigualdades son múltiples y diversas, ya que las mujeres
y sus cuerpos están determinadas por los contextos que las condicionan
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en los parámetros de desigualdad propios de dichos contextos. Llegar a
esta armación no fue fácil, no se llegó a ella de manera rápida. El femi-
nismo
1
, como corriente de pensamiento liberal y occidental, reconoce sus
inicios en la ilustración y el aire revolucionario francés que sitúa en el foco
social a las mujeres y sus demandas por conseguir la igualdad. Dicha igual-
dad se amparaba en el reconocimiento como ciudadanas y ello conllevaba
a considerar a las mujeres dentro del llamado Contrato Social. Si bien la
Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, de 1789, no in-
cluía a las mujeres, es Olimpia de Gouges, una mujer ilustrada de la época,
quien escribió, a manera de respuesta reivindicativa, la Declaración de los
Derechos de la Mujer y la Ciudadana, en 1791. En dicha declaración plant-
ea una cuestión real: las mujeres, más allá de la diferencia sexual que las
enmarcaba en un lugar inferior, eran parte de la sociedad y por ello, debería
ser contempladas en el proyecto de ciudadanía, un proyecto que, de ori-
gen, las había excluido. De Gouges fue guillotinada, pero sus ideas no. En
1792, Mary Wollstonecraft publicó Vindicación de los derechos de la mujer,
en donde “abogaba por el igualitarismo entre los sexos, la independencia
económica y la necesidad de la participación política y representación par-
lamentaria” (Varela, 2005, p. 37) y, con ello, inicia una revisión crítica de
la llamada “condición femenina”, en tanto idea preconcebida de conductas
y una emocionalidad consideradas como femeninas que, no obstante pu-
dieran ser ciertas, éstas, dirá Wollstonecraft, serán producto de la falta de
libertad económica y social de las mujeres (Valcárcel, 2001, p. 12).
1 Si bien el Feminismo como corriente de pensamiento que en principio perseguía la igual-
dad de las mujeres respecto de los derechos de los hombres y ciudadanos, surgió justo con la
Ilustración, hoy en día debe entenderse sí como una corriente losóca, pero también como
una teoría política, y, sobre todo, como un movimiento político y social que deviene en “los
feminismos”. El Feminismo busca, en principio, el reconocimiento de las mujeres como
sujetos de derecho y, por ello, la consideración de su agencia política en los particulares
contextos sociohistóricos donde las mujeres viven y se desarrollan; ello con la nalidad
de entender que si bien las mujeres tienen los mismos derechos que los varones ―como
condición de igualdad―, las especicidades propias de sus vidas y experiencias en contexto
las diferencia. Es decir, incluso entre las mujeres se establecen condiciones de desigualdad
y opresión por sus propios contextos sociohistóricos donde se desarrollan, y ello ha hecho
ver que ese primer feminismo liberal no alcanza, en sus postulados primigenios, a todas las
mujeres, y que cuando se alude al Feminismo, éste aglutina a los feminismos que no sólo
persiguen la igualdad de las mujeres, sino hacerlo recuperando sus propias diferencias
condición de equidad―. Así, hoy, el uso de Feminismo reere a la corriente de pensamiento
que deriva en los feminismos especícos según esta diferencia: el feminismo de la difer-
encia (que establece las diferencias de las mujeres como un hecho real y no metafísico); el
feminismo comunitario (propio de las mujeres indígenas en América Latina); el feminismo
decolonial (que alude a las condiciones de las mujeres que, producto de la colonización,
viven la racialización y violencias propias de su contexto); etcétera.
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La lucha por conseguir la igualdad respecto de los varones trascendió
al movimiento sufragista, que comenzó sus andares entre las mujeres pro-
letarias y el movimiento antiesclavista. Interesante resulta el llamado a
reconocer los derechos civiles, sociales y religiosos de las mujeres, perio-
do en el cual se logra establecer que las problemáticas de las mujeres eran
asunto de ellas. El sufragismo, cabe recordar, no sólo perseguía el derecho
al voto femenino y el derecho a la educación, sino que inauguró un tipo
de lucha social pacíca y de organización solidaria que, nos parece, hasta
hoy en día sigue siendo una de las apuestas del feminismo. En cuanto al
movimiento antiesclavista, el feminismo negro fue fundamental para que
las propias mujeres reconociéramos que entre mujeres existen diferencias
sustanciales que nos atraviesan. La raza, el género y la clase social, por
ejemplo, son condicionantes que nos diferencian y que establecen una
serie de asimetrías que no sólo pasan por la diferencia sexo/genérica.
Un parteaguas para el feminismo fue la aparición de la obra El segundo
sexo, que Simone de Beauvoir publicó en 1949, y en la que se establecen
las pautas para mirar ya no los problemas de las mujeres en abstracto, sino
la forma en que las desigualdades y las condiciones de opresión femenina
atraviesan los cuerpos de las mujeres. Bajo el punto de partida de que no
se nace mujer, sino que se llega a ser por las determinantes culturales y
sociales, se inaugura también una visión culturalista del ser mujer y del
ser cuerpos femeninos. Como bien señala Varela (2005), de este libro se
desprenderán los tópicos que el feminismo trabajará posteriormente, así
como la exploración más estructurada de las diferencias que, si bien no
nos igualan con los varones, sí nos determinan a las mujeres de manera
universal.
Sin duda, el texto de Beauvoir es referente obligado de un feminismo
que reivindica que lo personal de/en las mujeres, es político. La visión
fenomenológica se maniesta en el pensamiento de esta lósofa francesa
que trascenderá hasta el llamado feminismo de la diferencia, un feminis-
mo que no asume la igualdad como paridad entre hombres y mujeres, sino
la igualdad en términos de derechos, aunque asumiendo que la diferencia
sexo/genérica es una marca ostensible en el cuerpo de las mujeres y, por
ello, una determinante social, histórica y cultural. En este sentido, por
cultura entendemos al entramado de signicados a partir de los que una
comunidad construye su sentido de la vida, pero, sobre todo, la cultura
reere a la interiorización de esos sentidos que se vuelven cuerpo, se in-
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corporan, en el sentido de lo que plantea Pierre Bourdieu (1991) sobre los
habitus
2
.
Para Lia Cigarinni (1995), reivindicar la diferencia sexual es una
cuestión política, pues dicha diferencia no sólo no concuerda pacíca-
mente con la institución de la representación patriarcal, sino que plant-
ea que, si bien las mujeres no constituyen un grupo social homogéneo,
éstas tienen algo en común: el valor simbólico de la diferencia sexual
que identica a las mujeres consigo mismas, pero al mismo tiempo, las
distingue de los varones. La mujer es, así, un cuerpo marcado por esa
diferencia sexual, esa diferencia la posiciona en un lugar determinado
dentro de la sociedad (Cigarinni, 1995) y le asigna roles y estereotipos
que debe cumplir para ser considerada parte de dicha sociedad. Aún más,
de acuerdo con el análisis crítico de la representación de la mujer y el
condicionamiento cultural de la visión que la sociedad tiene de ella, la
mujer, en genérico, ha sido construida de manera ilusoria y a partir del
deseo masculino. Así, la imagen de la mujer que se ha construido ha in-
teriorizado un ideal de feminidad que no corresponde a la diversidad de
cuerpos, sino a ese cuerpo idílico que condensa la belleza en términos
occidentales y que se asienta sobre los principios de simetría, proporción
y blanquitud, características que el ideal de belleza occidental ostenta. De
ello, John Berger plantea que:
Nacer mujer ha sido nacer para ser mantenida por los hombres dentro de
un espacio limitado y previamente asignado. La presencia social de la
mujer se ha desarrollado como resultado de su ingenio para vivir sometida
a la tutela y dentro de tan limitado espacio. Pero eso ha sido posible a
costa de partir en dos el ser de la mujer. Una mujer debe contemplarse
continuamente. Ha de ir acompañada casi constantemente por la imagen
que tiene de sí misma (Berger, 1972, p. 54).
Sin duda, la crítica cultural feminista centró en la representación de la
mujer un ámbito posible para generar una política del cuerpo, desde la
propia práctica política de las mujeres reales. Mujeres que se vieran a sí
2 El autor dene al habitus como el sistema de disposiciones duraderas y transferibles,
estructuras estructuradas predispuestas para funcionar como estructuras estructurantes, es
decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones que
pueden estar objetivamente adaptadas a su n sin suponer la búsqueda consciente de nes
y el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos, objetivamente <regu-
ladas> y <regulares> sin ser el producto de la obediencia a reglas, y, a la vez que todo esto,
colectivamente orquestadas sin ser el producto de la acción organizadora de un director de
orquesta (Bourdieu, 1991).
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mismas sin los lentes de una visión imaginada que las enseñó a ver a través
de los dispositivos culturales como es el cine, las narrativas literarias y la
propia lengua. En este sentido, el feminismo de la diferencia supuso justo
encontrar la voz de las mujeres en esta diferencia y hacerlo desde un cuerpo
de mujer que es no sólo el espacio donde acontece y se vive la vida, sino
desde donde se enuncia y se pronuncia la mujer y su voz.
Desde la potencia que supuso “lo personal es político”, la práctica de
las mujeres partió entonces de nombrarse desde una ubicuidad determi-
nada: el sí mismas y ello, sin duda, tuvo el anclaje losóco en la materia
viva que es el cuerpo. Así, el cuerpo de las mujeres emerge como lugar
de enunciación y territorio de lucha, y surge como la apuesta política por
desarticular ya no sólo las formas de representación, sino plantear que el
cuerpo femenino es y ha sido territorio de disputa del patriarcado.
Para Margarita Pisano (2011), el cuerpo debe asumirse como “terri-
torio político”, entendido como constructo ideológico y discursivo, es
donde la opresión y la explotación se han internalizado y naturalizado y,
por tanto, el cuerpo es un producto colectivo, es decir, social. En este sen-
tido es que la política del cuerpo se vuelve central en la lucha feminista,
una lucha que hoy alcanza a otras mujeres que, distantes del feminismo de
corte liberal, reconocen que el patriarcado es un sistema que ha operado
de distintas maneras sobre sus cuerpos. Y es que, como señala Laura Rita
Segato (2013), el cuerpo de las mujeres, en cuanto a territorio político,
debe entenderse como espacio donde lo social, lo cultural y lo biológico
son condicionantes históricos, desde los cuales los Estados-Nación han
redenido sus fronteras (reales y simbólicas). Ello si circunscribimos que
los ideales del Estado-Nación surgieron de los ideales de la Revolución
Francesa y en donde la mujer no fue considerada por esa Declaración de
los Derechos del Hombre y el Ciudadano a la que ya nos hemos referido
y que, huelga decir, excluyó a la mujer al lugar de la otredad respecto de
los varones.
En palabras de Verónica Gago (2019), la relación cuerpo-territorio
posibilita el entendimiento de que, desde el cuerpo, las mujeres conoce-
mos las condiciones y realidades sociales que nos atraviesan, y, asimismo,
es desde el propio cuerpo que las diferentes violencias suceden en dicho
territorio. Para el feminismo, hablar de los cuerpos de las mujeres supone
ubicarlos siempre en determinado contexto social donde interactúa la dif-
erencia sexo/genérica, la clase social, el componente étnico o de racial-
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ización y el lugar como cuerpo sexuado; es decir, el cuerpo de las mujeres
debe situarse siempre de manera relacional o bien, en condiciones de in-
terseccionalidad (Pech, 2023 ). Las mujeres
3
desde sus cuerpos viven,
piensan, sienten y se comunican, pero es ahí, en ese territorio, donde la
mujer lucha contra las distintas formas de opresión y el único lugar desde
donde es posible desmontar el patriarcado.
Cuerpo(s) y sentidos: el potencial expresivo y
comunicativo de los cuerpos
Una vez explorada la idea del cuerpo para el pensamiento feminista, en
este apartado revisamos la articulación entre cuerpo y comunicación, para
posteriormente proponer una mirada feminista que fundamente epistémica
y conceptualmente trabajos empíricos sobre esta articulación.
Lo primero que hay que destacar es que el cuerpo corresponde a uno
de los principales vehículos de comunicación con el mundo. Es desde el
cuerpo y con él que se construyen signicados y se otorga sentido a lo que
nos rodea; ante ello, puede retomarse sin titubear el potencial signicati-
vo del cuerpo. El cuerpo comunica y es mediador entre las personas y el
entorno. Así, el cuerpo ofrece información de quien lo porta y del entorno
en que la persona se mueve, del contexto social y cultural que habita. Por
lo anterior, defendemos que la investigación desde la comunicación tome
en cuenta al cuerpo, como un objeto de reexión cuya complejidad puede
aportar mucho a las miradas respecto al mundo social, que las propias
ciencias de la comunicación construyen. Esta apuesta implica un esfuerzo
colectivo de reexión sobre la pertinencia del abordaje de los cuerpos y
las corporalidades como unidades productoras de sentido, fundamentales
en los procesos de comunicación, tanto interpersonales como mediáticos,
con énfasis en los primeros.
La corporalidad se entiende aquí como una dimensión central de la
vida social. Como veremos, esta centralidad es aún más clara cuando lo
3 Para el Feminismo, las mujeres son el sujeto de interés y, por ello, nuestro trabajo se ha
centrado siempre en las mujeres (como categoría de análisis) y sus cuerpos, como espacios
desde donde viven y experimentan sus corporalidades. Reconocemos que hay todo un traba-
jo y discusión sobre el cuerpo desde la Teoría de Género, en donde no sería apropiado hablar
de cuerpo femenino sino de corporalidades feminizadas. En ese sentido, nuestro trabajo se
posiciona más del lado del Feminismo en el entendido, quizá, como lo menciona Haraway
(1991), que nosotras aplicamos un conocimiento situado desde ese cuerpo femenino desde
donde estamos pensando y construyendo conocimiento.
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que está en el punto de mira es el cuerpo de las mujeres. En este apartado,
por tanto, nos parece pertinente relacionar la articulación entre el cuerpo
y la comunicación con una mirada feminista que nos permita, en últi-
ma instancia, defender que el cuerpo como dispositivo de enunciación es
clave para el pensamiento feminista y para la apuesta política-académica
del feminismo.
El cuerpo es portador de signicados, desde su condición de construc-
ción social y cultural. El cuerpo habla del sujeto y, a la vez, comunica
rasgos del entorno social que la persona habita: “Somos cuerpo, enten-
diendo por tal esa realidad donde se conjuga lo privado y lo público, lo
íntimo y lo expuesto. Cada rasgo de nuestro cuerpo habla de cómo es
nuestro paso por la vida” (Corres, 2007, p. 212). En el caso del cuerpo de
la mujer, éste ha sido valorado como lugar de enunciación política y como
espacio de múltiples expresiones de resistencia. Es decir, como lienzo
en el que la lucha por la defensa de una vida libre de violencia y por el
reconocimiento de la mujer como sujeto político se inscriben con fuerza.
Así, pensar al cuerpo implica tomar en cuenta los usos que de él se
hacen, usos que dependen de las culturas (Noguez, 2009). Acorde con
Connell (1995), la sociedad es una experiencia corporal reexiva, por lo
que no es muy útil presentar acercamientos al cuerpo completamente bi-
ologicistas ni completamente constructivistas. Nuestra relación con otras
y otros, y los modos como nos percibimos como cuerpos son ejes fun-
damentales para esta propuesta de abordar el cuerpo y la comunicación
desde una mirada feminista. Siguiendo a Vergara (2009), una sociología
de los cuerpos y las emociones debe hacer posible:
[...] emprender el camino para hallar pistas que nos conduzcan a: com-
prender el sentido que los actores dan a sus prácticas, identicar nodos
conictuales que emergen en esas comprensiones cotidianas, dar cuenta
de cómo la sociedad que se hace cuerpo puede ser rastreada a partir del
análisis de determinadas emociones sociales (p. 36).
Y es que el cuerpo no tiene sentido fuera de su contexto, “se encuentra
aferrado a la trama de sentido” (Le Breton, 2001, p. 37). O lo que es lo
mismo, “los cuerpos están revestidos por nuestras historias individuales
y colectivas” (Weeks, 1999, p. 177). Esta articulación de lo individual y
lo colectivo es, precisamente, uno de los ejes fundamentales en torno a
los cuales se construye pensamiento feminista: importa la historia de las
mujeres como individuos que, pese a asumirse como tales, representan la
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voz de una colectividad. “Si tocan a una, nos tocan a todas”, versa uno de
los lemas más actuales de la lucha feminista contra las múltiples violencias
que el sistema patriarcal ejerce.
Cuerpos y emociones: miradas fenomenológicas y socioculturales
Las reexiones anteriores fundamentan la importancia de pensar en tor-
no al cuerpo desde las emociones y la comunicación. Desde una mirada
sociofenomenológica, Alfred Schütz (1993) introduce una idea sugerente
para articular cuerpo y comunicación, al disertar respecto a la comprensión
intersubjetiva, deniéndola como la observación, por parte del observador,
de los movimientos corporales de la otra persona, que se convierten en
indicaciones de las vivencias que esa otra persona experimenta. Desde
la microsociología es importante tomar en cuenta la propuesta de Erving
Goman (1974), uno de cuyos objetos de reexión fundamentales son las
acciones corporales, las impresiones emitidas y las conductas expresivas
que emanan de los cuerpos humanos. Para el sociólogo, muchos cuerpos
están socialmente estigmatizados (Goman, 1989) y, en todos los casos,
los cuerpos son portadores o vehículos de señales, en el sentido que toda
acción corporal es ritual (Goman, 1970).
Como se mencionó previamente, el cuerpo dice de la sociedad en la
que habita, y el cómo es concebido éste en una sociedad es indicador de
los modos en que se concibe a la persona, aunque “no podemos separar
por un lado sus representaciones y por otro cómo es vivido el cuerpo”
(Aguilar-Ros, 2004, p. 51). Ello adquiere un signicado especial en el
caso de la reexión y la vivencia del cuerpo de las mujeres. Los modos
como se ha representado el cuerpo de la mujer a lo largo de la historia
revisten formas de opresión y cosicación que, sin duda, determinan la
forma de experimentar el propio cuerpo.
Décadas atrás, el cuerpo era presentado como un fenómeno biológico
y natural, y como tal era estudiado casi exclusivamente por disciplinas
médicas y biológicas. En escasas ocasiones era abordado desde una mira-
da social y cultural, y mucho menos comunicativa. Así, el cuerpo no era
concebido como un objeto de estudio propio de la investigación social.
Con el tiempo, las ciencias sociales han asumido la importancia del cuer-
po y las emociones como ejes de estudio tan válidos e importantes como
otros, y por ello el cuerpo ha adquirido legitimidad, sobre todo, en la
sociología y la antropología.
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Como ya dijimos, el cuerpo se encuentra altamente ritualizado, y las
lógicas culturales se inscriben en él, que deviene un lienzo que habla del
entorno social y cultural de quien lo porta. Para el sujeto, su cuerpo es lo
más inmediato del mundo. Pero el cuerpo, ya vimos, no pertenece única-
mente al orden de lo individual: “El cuerpo es social, socializado y social-
izable, tanto como lo social es corporal, corporalizado y corporalizable”
(Varela, 2009, p. 97).
Somos cuerpo, se ve, se vive y se percibe el mundo a través de nues-
tro cuerpo. Esta vivencia no es otra cosa que una experiencia perceptiva
que, como tal, depende de nuestras sensaciones, de lo que sentimos y
percibimos en y desde nuestros cuerpos. Pero es también una experiencia
marcada por el contexto social y cultural en el que dicho cuerpo ha sido
socializado y moldeado. En el caso de las mujeres, es indudable que la
forma de habitar sus cuerpos está determinada por el contexto patriarcal y
androcéntrico que caracteriza el contexto y del que ya hemos hablado en
el primer apartado de este ensayo.
El cuerpo “es una fuente inagotable de indicios sobre intenciones
posibles y sentidos por construir en la relación fugaz e inevitable con
otros” (Lasén, 2012, citado en Aguilar y Soto, 2013, p. 12). Son nuestros
cuerpos, como materialidades de sentido, quienes nos hacen conscientes
de nuestro ser y nuestro estar en el mundo. Así, “frente a la ambigüedad
y la indenición el cuerpo de los sujetos es su ‘verdad’ palpable, la única
certeza en momentos inciertos” (Muñiz y List, 2007, p. 7).
La relación entre el cuerpo y la percepción que se apunta en los párra-
fos anteriores amerita retomar, aunque sea brevemente, la propuesta de la
fenomenología de Maurice Merleau Ponty. Para el lósofo francés, toda
conciencia es una experiencia corporal, es decir, el mundo llega a la per-
sona a través de la conciencia perceptiva, que no es otra cosa que el lugar
que el cuerpo de la persona ocupa en el mundo. Dicho de otro modo, y
como ya revisamos en trabajos anteriores, para Merleau Ponty “conoce-
mos el mundo a través del esquema postural o corpóreo (…) de ahí que el
cuerpo pueda ser concebido como nuestro punto de vista sobre el mundo”
(Rizo, 2015, p. 9).
En otro orden de ideas, coincidimos con Huschmid (2013) cuando
arma que “el cuerpo logra comunicar –y también captar– un ‘algo’ que
los discursos por solos no logran transmitir, justo porque nos lleva hacia
el terreno de lo afectivo y lo sensorial” (p. 17). Por tanto, la articulación
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entre lo corporal y lo emocional está atravesada también por lo sensorial.
En palabras de Olga Sabido (2016), es necesario transitar “del estudio
del cuerpo al estudio de la experiencia corporal, destacando la dimensión
sensible” (p. 66).
Lo anterior va muy acorde con la voluntad de la investigación feminis-
ta de, sobre todo, abordar la experiencia de las mujeres, la dimensión mi-
cro de su vivencia, la vida individual como altavoz de las vidas colectivas.
No sólo hay que ver al cuerpo como un “nudo de signicaciones vivien-
tes” (Esteban, 2004), sino también como un cuerpo perceptivo, que es lo
que reivindica el viraje de la sociología de los sentidos a la sociología de
la percepción (Sabido, 2016).
Ya hemos hecho referencia a la capacidad comunicativa del cuerpo, a
su potencial signicativo y a su papel como medio de comunicación de
las personas con el mundo. En un sentido similar, Muñiz y List (2007) se
reeren a una “corporalidad textual, con valores y signicados que se le
atribuyen” (p. 8). Será interesante entonces ver, en aras de articular la rel-
ación cuerpo-comunicación desde una mirada feminista, de qué manera
se atribuyen ciertos signicados y valores a los cuerpos de las mujeres, y
qué relación guardan estas atribuciones con las situaciones de violencia
que sobre dichos cuerpos se han ejercido y se siguen ejerciendo.
Desde el campo de los estudios de la comunicación, históricamente se
ha considerado que el cuerpo es una estructura que revela mucha infor-
mación del sujeto que participa en cualquier proceso de comunicación,
sobre todo interpersonal. Sobre todo, han sido los trabajos en torno a la
comunicación no verbal (desde los enfoques de la kinésica y la proxémi-
ca) los que han aportado a esta reexión. No obstante, consideramos que
las aportaciones no han sido sucientes para poder articular una mirada
sobre la comunicación, las emociones y el cuerpo desde el feminismo. El
cuerpo es un complejo de signos, pero no se reduce a ello.
Desde una mirada semiótica, Finol (citado en Reynaga y Vidales,
2013), arma que el cuerpo “no es solo un conjunto intrínsecamente
sígnico, sino que este es un sistema dinámico de signicados que inter-
actúan entre sí a la vez que ostentan la sociedad y la cultura en la que el
cuerpo se encuentra articulado” (p. 68). En un sentido similar, Ayús Reyes
y Eroza Solana (2007) consideran que el cuerpo es un portador primi-
genio de signos; que cada cultura emplea el cuerpo para elaborar signi-
cación socialmente aceptable y altamente convencional, y que estudiar el
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Feminismo, cuerpo y comunicación. Una propuesta académica-política
cuerpo es inseparable de la investigación de los códigos simbólicos con
los que opera una cultura, comprendida como principio organizador de la
experiencia humana (González, 1987). Si el sistema social y cultural se
sostiene en una estructura patriarcal, los códigos simbólicos atribuidos a
los cuerpos en el contexto de dicho sistema tendrán también al patriarcado
como uno de los sustratos básicos de su construcción signicativa.
No cabe duda de que el potencial comunicativo del cuerpo hace per-
tinente que la investigación en comunicación integre lo corporal –y, por
ende, lo afectivo y lo emocional– en sus trabajos y reexiones, tanto sobre
procesos de comunicación interpersonal como sobre procesos de comu-
nicación mediática. El caso particular del cuerpo de las mujeres se con-
vierte en el centro de la reexión feminista sobre el cuerpo. Un cuerpo
particular, que produce signicados particulares y que es de igual forma
receptor de discursos –impuestos– también especícos en el contexto de
la cultura patriarcal que habitamos y que determina las representaciones
sobre el cuerpo femenino y las vivencias y experiencias corporales de las
propias mujeres.
La relación que tenemos con el mundo atraviesa por las sensaciones
que experimentamos con el cuerpo. El mundo no solo es un mundo nar-
rado y construido discursivamente. Es, sobre todo, un mundo corporal-
mente experimentado. Defendemos que la investigación feminista debe
generar conocimiento articulando ambas perspectivas: cómo nos narra-
mos como mujeres, cómo nos (re)conocemos como cuerpos sintientes,
cómo nos vinculamos con otras(os) con nuestros cuerpos libremente.
Narración y experiencia van de la mano. Pero el acercamiento discursivo
y experiencial a los cuerpos de las mujeres no puede obviar la estructura
que los sostiene.
Pese a que el campo de la comunicación parece tener claro que su ob-
jeto de estudio son los procesos de producción de sentido (Fuentes, 2008),
sigue existiendo un predominio importante de estudios sobre medios de
difusión –en la actualidad se analizan sobre todo los medios digitales–, en
detrimento de los fenómenos comunicativos interpersonales. Tal división
parece hoy estéril, si pensamos, por ejemplo, en los modos de lucha ciber-
feministas, que articulan la lucha en el ciberespacio, pero con efecto claro
en el mundo físico. Los cuerpos no son cuerpos virtuales, son cuerpos que
luchan por narrarse, usando tanto plataformas digitales como el espacio
público. Ambos entornos son válidos y se alimentan mutuamente.
169
Marta Rizo y Cynthia Pech
Estudios sobre las Culturas Contemporáneas
Consolidar el entendimiento de la producción de sentido como objeto
de estudio de la comunicación, abre la posibilidad de ampliar los espacios
conceptuales y articular las dimensiones emocionales (con el cuerpo en
el centro) y racionales como ingredientes desplegados en las situaciones
de comunicación. Y todo bajo el cobijo de una mirada feminista que, más
allá del enfoque de género, consideramos que debe ser transversal a cual-
quier trabajo sobre comunicación que pretenda apostar por un mundo más
justo, democrático y habitable.
Los aportes del Giro Afectivo para articular cuerpo, comunicación y
emociones
La articulación entre cuerpo, comunicación y emociones ofrece miradas
complejas para abordar los modos en que nos comunicamos cotidianamente.
Y nos referimos, sobre todo, a la comunicación cara a cara, la que permite
una puesta en escena de los cuerpos atravesada por la presencia directa.
Regresar la mirada a lo no mediado no implica menospreciar la importancia
de estudiar los medios de comunicación y las tecnologías digitales en las
sociedades actuales. De hecho, la propuesta de integrar lo corporal y lo
afectivo, en la investigación de la comunicación, tiene también interés por
comprender cómo los medios y las tecnologías digitales están contribuyen-
do a la construcción de nuevos sujetos y al surgimiento o la expansión de
nuevas modalidades de expresar las emociones. Incluso nuevas maneras
de experimentarlas, de sentirlas (Rizo, 2022).
No concebimos situaciones de comunicación entre personas en las que
estén ausentes los sentidos, los afectos y las sensaciones. Somos cuerpo,
y desde nuestro cuerpo nos comunicamos (Rizo, 2022). Nuestro cuerpo
produce signicados y, desde nuestro cuerpo, interpretamos también los
signicados que recibimos de las otras personas. La dimensión afectiva
del mundo, con el cuerpo en el centro, ofrece un árbol de búsqueda suger-
ente para encontrar –o al menos para seguir buscando– explicaciones más
complejas sobre las personas en la actualidad.
Como ya se señaló, nuestro cuerpo es el primer canal de comunicación
con el mundo del que disponemos las personas. Somos conscientes de
nuestro entorno, de los objetos y de los otros sujetos, porque tenemos con-
ciencia perceptiva sobre nuestro cuerpo, y porque desde nuestro esquema
corporal constituimos las imágenes que tenemos de los otros y somos
capaces de interactuar con ellos (Rizo, 2022). Este carácter mediador del
cuerpo adquiere un tinte particular en el caso de las mujeres, sobre las
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Volumen 1, Número 2, julio - diciembre 2024, pp. 157 - 179
Feminismo, cuerpo y comunicación. Una propuesta académica-política
cuales recae el peso del patriarcado, a partir de las exigencias de belleza
y cuidado, tal y como han apuntado autoras como Elsa Muñiz (2014),
para quien el control de las mujeres y la belleza femenina son una exi-
gencia, un mandato social. Esta exigencia viene dada, entre muchos otros
factores, por lo que Susan Bordo (1993) denominó el “imperio de las
imágenes”, es decir, la inuencia de los medios de comunicación sobre la
denición de la corporalidad de las mujeres.
Atender el potencial comunicativo del cuerpo, y en general aquello
que reere a la dimensión tanto emocional como afectiva, es perentorio
para el campo de la comunicación. Y desde una mirada feminista como
la que proponemos aquí, es insoslayable la atención al cuerpo de las mu-
jeres como dispositivos de enunciación personal–política, como lugares
de resistencia y como lienzos sobre los cuales el patriarcado ha logrado
dejar marcas que debemos reconocer para, idealmente, transitar hacia un
sistema más habitable para todas.
Las ideas anteriores, si bien trascienden la propuesta emanada del de-
nominado Giro Afectivo en las ciencias sociales, toman en cuenta la im-
portancia de volver la mirada a la emocionalización de la vida pública y
a la necesidad de superar la orientación discursiva de los estudios sobre
género, dos premisas fundamentales de este giro que comentamos, breve-
mente, a continuación.
La frontera que separa lo público de lo privado es cada vez más frágil,
y ello afecta sin duda a las concepciones que tenemos sobre los cuerpos.
Aunque existen continuidades en ambas dimensiones de la vida, no po-
demos negar que es cada vez más habitual que en el espacio público se
observen actitudes anteriormente destinadas a ser expresadas únicamente
en espacios íntimos. Los cuerpos y las emociones son dos elementos que
presentan cambios notables. La emocionalización de la vida pública es
uno de los elementos que detonó la aparición en el ámbito de las ciencias
sociales del denominado Giro Afectivo. Este término fue empleado por
primera vez por Clough y Halley (2007), sociólogas estadounidenses. Su
propuesta inicial fue ir en contra de la orientación discursiva del construc-
cionismo social y poner énfasis en la dimensión afectiva–emocional de la
vida. Para Clough (2008) el afecto debe entenderse como una ontología
de aquellos fenómenos que no dependen de la conciencia humana ni de
la comunicación lingüística. El afecto y la emoción aparecen como el
nuevo tema que seduce con fuerza a las ciencias sociales, provocando
171
Marta Rizo y Cynthia Pech
Estudios sobre las Culturas Contemporáneas
un movimiento académico que se concentra en “aquello que se siente”
(Clough, 2008, pp. 101-102). Y el cuerpo, especícamente el cuerpo de
las mujeres, no puede omitirse en este movimiento hacia lo sintiente.
Aunque aún falta mucho reconocimiento, podemos mencionar algunos
de los aportes del Giro Afectivo a los estudios de comunicación. Nos
referimos, por ejemplo, a las reexiones que propone Sibila en su obra La
intimidad como espectáculo (2008), donde aborda el papel de la ecología
comunicativa digital en la transformación de los modos de relación de
las personas y, en denitiva, de las subjetividades, comprendidas como
cambiantes y elásticas. La exhibición de la intimidad, de lo privado, en el
espacio público digital, provoca “un desplazamiento de aquella subjetivi-
dad interiorizada hacia nuevas formas de autoconstrucción” (Sibila, 2008,
pp. 27-28). Consideramos que estas formas de autoconstrucción y autor-
representación adquieren matices particulares en el caso de los cuerpos
de las mujeres, altamente cosicados e hipersexualizados no sólo en el
mundo físico sino también, y cada vez con más peso, en el mundo digital.
El Giro Afectivo implica concebir a las emociones como un problema
fundamentalmente sociológico, sin que ello implique negar su naturaleza
biológica. Desde este punto de vista, las emociones no pueden ser com-
prendidas únicamente como accesorias de lo humano, sino que hay que
verlas como parte indisoluble de las experiencias corporales de los suje-
tos. Cuerpo y emociones, como ya hemos visto, van de la mano (Rizo,
2022). Y si a ello sumamos la mirada comunicativa que pone el acento en
el potencial expresivo y signicativo de los cuerpos, por un lado, y la mi-
rada feminista, en aras de denunciar la reproducción de narrativas machis-
tas en torno a los cuerpos de la mujer, por el otro, tenemos un campo de
estudios que, de forma compleja y dinámica, y desde un posicionamiento
ético indudable, puede ofrecer a los Feminismos actuales reexiones muy
sugerentes en torno a qué sucede con el cuerpo de las mujeres hoy.
El cuerpo de las mujeres desde el feminismo y su
incorporación a los estudios sobre comunicación
Temas como los estereotipos de belleza y la imagen de las mujeres en los
medios han estado presentes desde hace décadas en los estudios sobre
comunicación. Sobre todo, observamos trabajos que reeren a la publi-
cidad sexista y a la imagen estereotipada de los cuerpos de las mujeres
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Volumen 1, Número 2, julio - diciembre 2024, pp. 157 - 179
Feminismo, cuerpo y comunicación. Una propuesta académica-política
en programas de cción televisiva y en el cine. Dichos estudios ponen en
evidencia la carga patriarcal que existe sobre el cuerpo de las mujeres, por
lo que la reexión sobre el cuerpo y la comunicación desde una mirada
feminista tiene una pertinencia indudable.
Si realizamos una búsqueda somera en bases de datos académicas so-
bre la investigación en comunicación, especícamente en el contexto del
campo de la comunicación en México
4
, observamos que la mayoría de los
trabajos que abordan el cuerpo femenino lo hacen desde propuestas met-
odológicas como el análisis de contenido y el análisis del discurso, y que
se centran de modo predominante en trabajos sobre cine y cción televi-
siva –con las telenovelas al centro–, por un lado, y en estudios empíricos
sobre los estándares de belleza estereotipados en la publicidad, por el otro.
No obstante, observamos que existen también muchas investigaciones so-
bre la imagen del cuerpo de la mujer en la música, fundamentalmente en
los géneros del bolero y el reggaetón, desde paradigmas teóricos como los
estudios culturales.
En muchos casos se hace explícito el enfoque de género adoptado en
las investigaciones. La mayoría de los trabajos, rmados por mujeres, dan
cuenta de un posicionamiento crítico y partidario del conocimiento situ-
ado. Sin embargo, no es tan clara la asunción del feminismo como modo
de ver y analizar –como enfoque epistémico y político– en muchas de las
investigaciones que hemos revisado.
Aquí vale la pena preguntarnos si existe una teoría feminista de la
comunicación. Al respecto, podemos referirnos a algunas publicaciones
académicas que abrazan la idea de una agenda feminista en la investi-
gación de la comunicación. Retomamos, por ejemplo, a Burkle y Reigada
(2006), quienes aluden a tres niveles en los cuales se sigue observando el
dominio del androcentrismo en la comunicación: las políticas de comu-
nicación, de corte discriminatorio hacia la mujer; los propios medios de
comunicación, que difunden representaciones sexistas de las mujeres; y
la propia agenda de la investigación en comunicación, que “se resiste a
incorporar nuevos objetos y campos de estudio capaces de contemplar los
cambios que se han producido en los paradigmas cientícos, en el movi-
miento y el pensamiento feminista y en la propia realidad de las mujeres”
(Burkle y Reigada, 2006, p. 13). Consideramos que el último punto ha
ido modicándose en la última década, y que puede hablarse ya de un
4 Nos referimos, por ejemplo, al Catálogo de Documentación en Ciencias de la Comuni-
cación (CC-DOC), disponible en http://ccdoc.iteso.mx
173
Marta Rizo y Cynthia Pech
Estudios sobre las Culturas Contemporáneas
cuerpo académico y de investigación sólido en torno a la relación entre
las mujeres y la comunicación, desde no sólo un enfoque de género sino
un posicionamiento abiertamente feminista.
También es importante mencionar los trabajos de Atlánticas. Revista
Internacional de Estudios Feministas, que dedicó el número 7 (2022) al
tema monográco “Estudios feministas de comunicación. Nuevos retos y
escenarios”. En la presentación, Teresa Piñeiro-Otero presenta una breve
genealogía de los estudios feministas en comunicación, que datan de los
años sesenta del siglo XX. Según la autora, “los llamados Estudios Femi-
nistas de la Comunicación muestran una estrecha interacción entre teoría
y praxis, orientada hacia la crítica y transformación social que –como
señalan Sánchez Leyva y Reigada (2007)– han derivado en una vocación
política” (Piñeiro-Otero, 2022, p. 1).
Las representaciones mediáticas y publicitarias de las mujeres estu-
vieron en el origen de este campo de estudios, y aunque siguen siendo
un tema predominante en la agenda de la investigación en comunicación
y género, las pesquisas más recientes dan cuenta de una ampliación del
panorama de estudio, que abarca no sólo los discursos, sino también los
ámbitos de la producción y la recepción, marcados por las relaciones de
poder. Además, Piñeiro-Otero (2022) señala la centralidad de la relación
entre mujeres y tecnologías de la información y la comunicación (TIC)
como uno de los temas con mayor auge en la agenda feminista en comu-
nicación hoy en día. Así:
[...] la violencia sexual, vindicación clave de la cuarta ola del feminismo,
ha adquirido un rol protagonista en la arena virtual con proyección en la
arena “real”, que la ha llevado a situarse en un punto central del debate
público. Hashtags como #MeToo o #YoSiTeCreo (en sus diversas ver-
siones) articularon experiencias colectivas a través de vivencias privadas
de miles de mujeres en todo el mundo incidiendo, una vez más, que lo
personal es político (Piñeiro-Otero, 2022, p. 4).
Sin embargo, es claro que las redes sociodigitales, pese a su uso ac-
tivista para la acción feminista, no están exentas de desigualdades, por
lo que es apremiante seguir investigándolas desde una mirada feminista.
Como dice la autora:
[...] a pesar sus oportunidades y de su potencial energizante para la acción
feminista, el medio digital constituye un espacio para la desigualdad.
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Volumen 1, Número 2, julio - diciembre 2024, pp. 157 - 179
Feminismo, cuerpo y comunicación. Una propuesta académica-política
Lejos del optimismo con el que las ciberfeministas abrazaron la llegada de
Internet, lejos de su concepción como un espacio horizontal y redistribui-
do, en la Red se reproducen las mismas problemáticas y desigualdades
de la “arena real” e incluso se magnican por las propias características
del medio digital (Piñeiro-Otero, 2022, pp. 4-5).
Una mirada feminista sobre los estudios de la comunicación que apuesta por
no sólo incorporar objetos de estudio que atiendan a las desigualdades de
género entre hombres y mujeres, sino por, sobre todo, cambiar los propios
modos de construir conocimiento, es la de Aimée Vega, quien llama a:
[...] la aplicación de la ética feminista de manera transversal a los estudios
de comunicación. En este sentido, más allá de buscar la incorporación
del Feminismo como una línea más de nuestra disciplina, lo que per-
sigue es motivar una ruptura que provoque una reformulación de los
principios sobre los que se construyen los objetos de estudio y la forma
de abordarlos (Vega, 2013, p. 3).
La misma autora aboga por una ética de la comunicación en clave feminista.
Y recupera de Linda Steiner (2009) cuatro ámbitos de aplicación de esta:
1) aplicación de los conceptos clave de ética feminista para promover un
periodismo responsable; 2) la utilidad de la ética feminista para resolver
dilemas éticos propios de la práctica profesional, con el n de impulsar el
acceso y participación libre e igualitaria de las mujeres en las industrias
de la comunicación y la cultura; 3) la incidencia de la ética feminista en
el ámbito de la representación mediática, con el n de erradicar los es-
tereotipos sexistas y promover representaciones de las mujeres reales y
diversas; y 4) su papel en la erradicación de la discriminación y la violencia
de género prevalecientes en los discursos mediáticos y en la industria de
la comunicación (Vega, 2013, p. 12).
Consideraciones nales
A modo de cierre, presentamos algunas consideraciones que sintetizan las
propuestas expuestas a lo largo del ensayo:
Desde nuestra perspectiva, es en el ámbito del arte y la comunicación
donde se interrelacionan con mayor claridad la comunicación, el cuerpo
y la mirada feminista, como pueden dar cuenta algunas propuestas de in-
vestigación y análisis publicadas en Arte y Políticas de Identidad, revista
de la Universidad de Murcia, que ha dedicado algunos de sus números
175
Marta Rizo y Cynthia Pech
Estudios sobre las Culturas Contemporáneas
a estudiar el arte como fenómeno comunicativo desde una perspectiva
feminista, y que abre su ámbito disciplinar hacia las tecnologías audiovi-
suales de los medios de comunicación tradicionales y los nuevos medios.
Sobresale, por ejemplo, la publicación del volumen 6 (2012), dedicado a
“Nuevas violencias de género, cultura visual y globalización. La política
de las imágenes”, en el que se publican artículos que centran el análisis en
la violencia de género, ya sea desde el ámbito de la producción como de
la interpretación; así como la concepción del feminismo como intermedi-
alidad entre el arte y la tecnología. Cabe señalar que, si bien la revista está
dirigida al arte, no sólo apuesta por incorporar una visión crítica feminis-
ta, sino que también incorpora el enfoque de género y los estudios sobre
las masculinidades o lo queer.
En este sentido, el estudio de la representación del cuerpo en el arte
ha sido fundamental no sólo para los estudios del arte, sino también para
los estudios del cuerpo que, quizá no de manera clara, han asumido que
el cuerpo comunica. Desde el arte, la práctica artística a través del cuerpo
como la representación corporal, han sido temas abordados en un buen
número de investigaciones; sin embargo, desde una perspectiva femini-
sta, los estudios sobre el cuerpo y la representación de las mujeres en el
arte abrió justo una perspectiva novedosa, en tanto dio cuenta que frente
a una representación patriarcal de las mujeres y sus cuerpos, las mujeres
podían asumir la autorrepresentación como una propuesta que las vindi-
caba como mujeres reales, con derecho a representarse como querían ser
miradas y no como eran miradas. Así, el arte, como fenómeno comunica-
tivo, permite entender el vínculo que hay entre artista y destinatario, un
proceso que, no hay que olvidar, debe tomar en cuenta que lo comunica-
tivo no pasa sólo por la transmisión de información (en el mensaje), sino
por la retroalimentación que se traduce en la respuesta del destinatario.
En el arte, la respuesta es justo la actualización de la obra en el proceso
interpretativo. Así, si el arte comunica es a través de lo simbólico que lo
congura y, por ello, el destinatario tiene un rol fundamental en el proceso
comunicativo.
En la práctica artística feminista, el cuerpo es medio y apuesta enunci-
ativa. Bajo la premisa de “poner el cuerpo”, se evidencia que el cuerpo es
medio/herramienta/materia expresiva que comunica desde un mismo.
En especíco, en el llamado arte feminista, el cuerpo, que inicialmente
apareció como parte de la discusión sobre el lugar de representación fe-
menina en y por el arte en clave masculina, hoy se centra en indagar dis-
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Volumen 1, Número 2, julio - diciembre 2024, pp. 157 - 179
Feminismo, cuerpo y comunicación. Una propuesta académica-política
tintas cuestiones que atraviesan a los sujetos sociales e históricos, como
son las mujeres, y el derecho a decidir sobre el propio cuerpo, la violen-
cia, la desigualdad laboral, el trabajo doméstico y de los cuidados, entre
otros. Los anteriores son temas fundamentales que revisten las propias
búsquedas del feminismo y la lucha de las mujeres por superar cualquier
desigualdad que la conguración cultural del “ser mujeres” les imprime.
Como vemos, la mirada feminista –como enfoque epistémico y como
posicionamiento político– tiene ya presencia en investigaciones empíri-
cas sobre comunicación y cuerpo, sobre todo en los estudios visuales y
en el ámbito teórico–práctico del arte y sus múltiples manifestaciones. Ya
se ha recorrido un camino sólido, con trabajos centrados principalmente
en las representaciones del cuerpo de la mujer en los medios y en el arte,
desde posicionamientos mayormente críticos y culturalistas. Quizás la di-
mensión afectiva, sensorial y emocional, venga a incidir aún más en esta
línea de investigación que articula cuerpo, comunicación y emociones
desde una mirada feminista que, en última instancia, pretende construir
conocimiento con incidencia social que coloque a las mujeres en el cen-
tro, como principales agentes en la autorrepresentación y comunicación
de sí mismas.
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